Dentro de muy pocas horas, dará comienzo una semana que muchos malagueños llevamos esperando desde hace ya dos años. No hace falta recordar que la Semana Santa del pasado año fue cuanto menos nefasta, pues no se recuerda que la lluvia haya entorpecido los desfiles procesionales de seis de los siete días de dicha semana.
Hay muchas ganas de Semana Santa, y en mi caso no iba a ser menos, pero este año no tengo esa sensación de nervios, esa impaciencia por escuchar el primer toque de campana del Domingo de Ramos, ese estado de alteración que hace que deje de pensar en cornetas para pensar en tronos, y luego en penitentes, y después en tal Cristo o en tal Virgen. No, este año no. Ahora mismo es como si mañana fuera a ser un día cualquiera, como si la Semana Santa nunca hubiera existido o no fuera conmigo. Me falta ese impulso para salir a la calle y patear la ciudad de un lado a otro, ese ánimo para mantenerme en pie horas y horas y olvidar que dormir es una necesidad, aunque bien que se agradece cuando los kilómetros pesan desde el primer día.
Este año no he vivido la Cuaresma, y eso se nota. Acostumbrado a estar cerca de dos meses antes de la semana que más ilusión me genera asistiendo a presentaciones de carteles, pregones, conciertos, procesiones y demás actos cofrades, y tener que resignarse a reducir todo ello a la mínima expresión pasa factura. Carteles, ni uno. Conciertos, cero. Pregones, más de lo mismo. Sólo se han salvado la décima edición del libro 'Ruta Cofrade', porque yo colaboro en dicha publicación, y el Vía Crucis de la Agrupación de Cofradías, del que solamente presencié la mitad. También he tenido que renunciar a varios traslados que nunca me suelo perder: Pasión, Rico, Monte Calvario, Humillación, Expiración, etc.
No es porque no haya querido, es que no he tenido tiempo. Muchas circunstancias se han dado la mano al mismo tiempo. Algunas inevitables, otras por iniciativa propia, una por motivos que todavía no me entran en la cabeza. El Máster, el dichoso Máster. Que sí, que también es por iniciativa propia, pero ¿quién en su sano juicio lo ha organizado de una forma tan desastrosa que ahora me pongo a pensar en mi carrera y me empieza a parecer que fue un paseo? Con lo fácil que es hacer bien las cosas... Pero bueno, dejemos de hablar del Máster que ya habrá tiempo para ello.
Pues eso, que a unas horas para que comience oficialmente la Semana Santa de Málaga de 2012 no encuentro mi sitio en ella. No sé si estoy o no estoy, pero pienso estar. Mañana será otro día, pero, por más que quieran unos y otros, mañana me toca vivir una semana en la calle con mi cámara de fotos a cuestas. Esta semana es la semana de cenar bocadillo, la de andar y correr calles y kilómetros, la de sentir que los pies no te responden pero que siempre te dejan dar un paso más, la de sudar a pleno sol, la de sentir la humedad de la noche, la de mojarse por la lluvia...
¡No! ¡Esta Semana Santa no! Esta Semana Santa quiero encontrarme al Pescador de Hombres avanzando entre palmas y ramas de olivo. Esta Semana Santa quiero seguir siendo estudiante y cautivo de una tradición que ya dura siglos. Esta Semana Santa quiero que se vuelva a parar el tiempo en calle San Agustín con el llanto de una corneta. Esta Semana Santa quiero dejarme el aliento hasta que los rayos del sol anuncien un nuevo día. Esta Semana Santa quiero ser legionario de una pasión bendecida con romero. Esta Semana Santa quiero sentir que llegará un momento en el que todo se acabe, pero que a los pocos días todo volverá a empezar.
¡Sí! ¡Quiero que empiece ya la Semana Santa! Echo de menos oler a incienso en cada esquina. Echo de menos ver las calles salpicadas de gotas de cera. Echo de menos el cimbreo de las barras de palio y el crujir de los tronos cuando los hacen caminar. Echo de menos escuchar ese toque de campana, esa saeta, ese tambor, esa corneta, ese fagot. Echo de menos la Semana Santa, porque, si un año sin esa semana se hace interminable, dos ya sería un sinvivir. Quiero tener ganas de Semana Santa, y que esas ganas se despierten conmigo mañana, porque a mí no me gusta la Semana Santa de Málaga, a mí me encanta, a mí... A mí me enamora. Enamórense ustedes.
Hay muchas ganas de Semana Santa, y en mi caso no iba a ser menos, pero este año no tengo esa sensación de nervios, esa impaciencia por escuchar el primer toque de campana del Domingo de Ramos, ese estado de alteración que hace que deje de pensar en cornetas para pensar en tronos, y luego en penitentes, y después en tal Cristo o en tal Virgen. No, este año no. Ahora mismo es como si mañana fuera a ser un día cualquiera, como si la Semana Santa nunca hubiera existido o no fuera conmigo. Me falta ese impulso para salir a la calle y patear la ciudad de un lado a otro, ese ánimo para mantenerme en pie horas y horas y olvidar que dormir es una necesidad, aunque bien que se agradece cuando los kilómetros pesan desde el primer día.
Este año no he vivido la Cuaresma, y eso se nota. Acostumbrado a estar cerca de dos meses antes de la semana que más ilusión me genera asistiendo a presentaciones de carteles, pregones, conciertos, procesiones y demás actos cofrades, y tener que resignarse a reducir todo ello a la mínima expresión pasa factura. Carteles, ni uno. Conciertos, cero. Pregones, más de lo mismo. Sólo se han salvado la décima edición del libro 'Ruta Cofrade', porque yo colaboro en dicha publicación, y el Vía Crucis de la Agrupación de Cofradías, del que solamente presencié la mitad. También he tenido que renunciar a varios traslados que nunca me suelo perder: Pasión, Rico, Monte Calvario, Humillación, Expiración, etc.
No es porque no haya querido, es que no he tenido tiempo. Muchas circunstancias se han dado la mano al mismo tiempo. Algunas inevitables, otras por iniciativa propia, una por motivos que todavía no me entran en la cabeza. El Máster, el dichoso Máster. Que sí, que también es por iniciativa propia, pero ¿quién en su sano juicio lo ha organizado de una forma tan desastrosa que ahora me pongo a pensar en mi carrera y me empieza a parecer que fue un paseo? Con lo fácil que es hacer bien las cosas... Pero bueno, dejemos de hablar del Máster que ya habrá tiempo para ello.
Pues eso, que a unas horas para que comience oficialmente la Semana Santa de Málaga de 2012 no encuentro mi sitio en ella. No sé si estoy o no estoy, pero pienso estar. Mañana será otro día, pero, por más que quieran unos y otros, mañana me toca vivir una semana en la calle con mi cámara de fotos a cuestas. Esta semana es la semana de cenar bocadillo, la de andar y correr calles y kilómetros, la de sentir que los pies no te responden pero que siempre te dejan dar un paso más, la de sudar a pleno sol, la de sentir la humedad de la noche, la de mojarse por la lluvia...
¡No! ¡Esta Semana Santa no! Esta Semana Santa quiero encontrarme al Pescador de Hombres avanzando entre palmas y ramas de olivo. Esta Semana Santa quiero seguir siendo estudiante y cautivo de una tradición que ya dura siglos. Esta Semana Santa quiero que se vuelva a parar el tiempo en calle San Agustín con el llanto de una corneta. Esta Semana Santa quiero dejarme el aliento hasta que los rayos del sol anuncien un nuevo día. Esta Semana Santa quiero ser legionario de una pasión bendecida con romero. Esta Semana Santa quiero sentir que llegará un momento en el que todo se acabe, pero que a los pocos días todo volverá a empezar.
¡Sí! ¡Quiero que empiece ya la Semana Santa! Echo de menos oler a incienso en cada esquina. Echo de menos ver las calles salpicadas de gotas de cera. Echo de menos el cimbreo de las barras de palio y el crujir de los tronos cuando los hacen caminar. Echo de menos escuchar ese toque de campana, esa saeta, ese tambor, esa corneta, ese fagot. Echo de menos la Semana Santa, porque, si un año sin esa semana se hace interminable, dos ya sería un sinvivir. Quiero tener ganas de Semana Santa, y que esas ganas se despierten conmigo mañana, porque a mí no me gusta la Semana Santa de Málaga, a mí me encanta, a mí... A mí me enamora. Enamórense ustedes.