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domingo, 29 de diciembre de 2019

Viaje a España 2017: día 9


Domingo, 13 de agosto de 2017

8:00
Llegó la última mañana que tocaba levantarse temprano. Por la noche ya estaríamos de vuelta en Málaga, pero todavía nos quedaba pasar la mitad del día en Toledo, así que, tras ducharnos y hacer las maletas, abandonamos la habitación para dejarlas en recepción para venir a recogerlas cuando nos fuésemos definitivamente. Nos acercamos a las escaleras mecánicas que desembocan en el centro histórico para ahorrarnos las empinadas cuestas que habríamos tenido que subir a pie, para seguidamente buscar un sitio en el que desayunar. No nos complicamos mucho la vida, puesto que entramos en la primera cafetería que vimos abierta (estaba prácticamente todo cerrado), concretamente en Wamba, donde ambos nos tomamos pan tostado con aceite, mi madre con café y yo con un Cola Cao. Barato (3'80 € todo), pero un pan muy mejorable.
En primer lugar, nos dirigimos a la iglesia de Santo Tomé, una de las que estaba incluida en la pulsera turística que compramos el día anterior, pero todavía no estaba abierta al público, por lo que seguimos callejeando. Tras pasar por delante del Palacio de Fuensalida, sede de la Presidencia de Castilla-La Mancha, nos acercamos al Museo del Greco, dedicado al genial pintor cretense, y cuya entrada era gratuita por ser domingo. Primero accedimos al patio y las estancias de la casa que recrean el ambiente y la época en la que vivió El Greco, como por ejemplo la cocina o el estudio, para luego visitar las salas en las que se exponen obras del pintor, destacando especialmente los trece cuadros del Apostolado, y una capilla en la que llama la atención su artesonado mudéjar.
A continuación, entramos en el cercano Museo Sefardí y la anexa Sinagoga del Tránsito, también de forma gratuita. Allí pudimos contemplar la historia y el patrimonio que dejó el pueblo judío que vivió en Toledo durante tantos años: paredes de yeso profusamente decoradas con frisos e inscripciones, artesonados, objetos religiosos, etc. Nuestro siguiente destino era la Sinagoga de Santa María la Blanca, en la que pudimos entrar mostrando la pulsera turística por estar incluida en el precio de la misma. Por fuera pasa bastantes desapercibida, pero su interior es una auténtica hermosura, el cual destaca sobre todo por el blanco impoluto de sus arcos de herradura sostenidos por pilares con capiteles de motivos vegetales, un conjunto que recuerda al de una mezquita más que al de una sinagoga.
Tras pasar por delante de la singular fachada de la Escuela de Arte de Toledo, entramos en otro de los monumentos incluidos en la pulsera turística, concretamente en el Monasterio de San Juan de los Reyes. Para acceder al templo propiamente dicho, tuvimos que recorrer uno de los laterales del claustro, que ya dejaba muestras del estilo gótico característico del monasterio. Una vez dentro de la iglesia, me quedé impresionado por su majestuosidad y por la gran altura de su bóveda de crucería, pero lo que más me llamó la atención fueron las heráldicas de los Reyes Católicos a ambos lados; también habría que mencionar las capillas situadas en los laterales y la que está bajo el coro elevado, en las cuales se veneran diversas tallas cristíferas de bella factura. De vuelta al claustro, lo rodeamos por completo tanto por la planta baja como por la superior, donde el techo es de un llamativo artesonado de madera mudéjar.
Ya fuera, al llegar a la Puerta del Cambrón, una de las muchas pertenecientes a la muralla de la ciudad, tocaba acercarse al Puente de San Martín, otro de los que atraviesa el río Tajo y que cuenta con un torreón en cada extremo, pero fui a verlo yo solo, ya que mi madre estaba cansada y quería evitar subir y bajar más cuestas de las necesarias. De nuevo los dos juntos, nos dirigimos a otro de los edificios incluidos en la pulsera, el Real Colegio de Doncellas Nobles. Nada más entrar, accedimos a la iglesia del colegio, de una sola nave y con bóveda de cañón, y junto cuyo altar mayor se halla el sepulcro del Cardenal Silíceo, fundador del colegio; luego, subimos al Salón Rectoral, una estancia presidida por un retrato del cardenal y que cuenta con un artesonado digno de mención.
Tarde o temprano tenía que pasar, y es que era muy fácil perderse por las laberínticas calles de Toledo. Por suerte, un vecino al que pedimos ayuda para ubicarnos nos recomendó que, antes de continuar con la ruta que teníamos planeada, fuésemos a la iglesia de San Román, situada a pocos metros de donde nos encontrábamos y cuya visita había descartado por falta de tiempo, pero menos mal que finalmente la llegamos a conocer, y encima gratis. Actual sede del Museo de los Concilios y de la Cultura Visigoda, su interior llama poderosamente la atención por sus enormes arcos de herradura, por los numerosos frescos con motivos religiosos que adornan sus muros y por la capilla mayor; en sus naves pudimos ver también los expositores del museo, en los que se explica todo lo relativo a la etapa visigoda de Toledo y se muestran diversos objetos y restos arqueológicos de dicha cultura.
Poco antes de la una, estábamos de nuevo frente a la iglesia de Santo Tomé, el último monumento incluido en la pulsera turística que nos quedaba por visitar, y que ahora sí estaba abierta, aunque tuvimos que esperar unos minutos para poder entrar porque estaba lleno de turistas, así que mi madre aprovechó para comprarse una botella de Coca-Cola Zero en una máquina expendedora situada justo al lado y que le costó 3 €. Si por algo es visitada esta iglesia es porque en la capilla de la Concepción está el famoso cuadro de El Greco 'El entierro del conde de Orgaz', el cual está prohibido fotografiar, tal y como me dijo el vigilante de seguridad que estaba allí, aunque yo me las apañé para hacer una discretamente y sin que se diese cuenta; con respecto al templo, cabe mencionar su altar mayor y sus varias capillas con imágenes de cristos y vírgenes.

13:10
Todavía nos quedaba por ver el Alcázar, cuya visita se antojaba un poco larga, por lo que decidimos ir a buscar ya un sitio para almorzar y dejar para después de comer el monumento más conocido de la ciudad. Callejeamos un poco por el casco histórico hasta llegar a la Cervecería El Trébol, un sitio de tapas que tenía apuntada en mi lista y que está situado a pocos metros de la céntrica plaza de Zocodover; a pesar de que era temprano, estaba bastante lleno, y por suerte pillamos una mesa libre en la planta de arriba. De bebidas pedimos una limonada para mi madre y agua para mí, mientras que para comer compartimos una tapa de ensaladilla rusa, otra de patatas bravas, un croquetón de jamón y una parrillada de carne. Todo estaba bueno, sin más, y nos salió por 24'60 €.
Casi sin tiempo para reposar la comida, nos dirigimos ahora sí al Alcázar de Toledo, que actualmente es la sede del Museo del Ejército, y cuya visita era gratuita por ser domingo. Nada más entrar, nos dieron un plano para saber movernos por todo el complejo, aunque a pesar de esta ayuda estoy seguro de que nos quedamos sin ver algunas de las muchas salas que lo componen, más que nada porque, según ese plano, la duración media de la visita es de cuatro horas, y nosotros solamente íbamos a estar allí poco más de una hora. Una de las primeras cosas que vimos fue una maqueta que muestra el ruinoso estado en el que quedó el Alcázar después del asedio que sufrió en la Guerra Civil; de hecho, parece mentira que estuviese así viéndolo ahora tan bien conservado como está. Luego, pasamos a la sala de las miniaturas, con diversas vitrinas con pequeñas figuritas de soldados españoles de distintas épocas, y a la sala de condecoraciones, en la que se muestran medallas e insignias militares.
Después, subimos a la planta superior, donde, tras visitar la cripta en la que están enterrados algunos militares y civiles que defendieron el Alcázar durante la Guerra Civil y ver en una de sus salas una copia de la conocida pintura de 'La Rendición de Bailén', accedimos al Patio de Carlos V, en el centro del cual se halla una estatua de este rey español del siglo XVI. De allí salimos un momento a la explanada correspondiente a la fachada de Covarrubias, en uno de cuyos extremos se encuentra el monumento al comandante Villamartín y desde donde se tiene una panorámica de parte de la ciudad, para de nuevo volver al edificio y seguir recorriendo las salas referentes a la historia de España y del Ejército; de dichas salas destacan una réplica del retrato de 'Carlos V a caballo en Mühlberg' y la Capilla Imperial.
A continuación, bajamos a las salas en las que se exponen banderas y armas blancas y de fuego que ha usado el ejército español a lo largo de la historia, tras lo cual salimos a la explanada de la fachada este, en la que pudimos ver un helicóptero y un carro de combate, así como el Monumento al Asedio del Alcázar. Con esto dimos por terminada la visita, puesto que ya eran las cuatro menos cuarto de la tarde, por lo que seguidamente regresamos al hotel para recoger las maletas que habíamos dejado en recepción y emprender el camino de vuelta a casa; no obstante, todavía nos quedaba una cosa por visitar de Toledo, concretamente el Mirador del Valle, llamado así porque está junto a la ermita de Nuestra Señora del Valle, así que cogimos el coche y en menos de diez minutos nos plantamos allí.
La panorámica que teníamos ante nosotros era sencillamente espectacular, pues desde el mirador se divisa la colina sobre la que se asienta la ciudad imperial, rodeada por el río Tajo, y de la cual sobresalen las siluetas de sus dos monumentos más representativos: la Catedral y el Alcázar. Como os podéis imaginar, saqué mi cámara para tomar varias fotos de estas magníficas vistas, no muchas porque apenas me quedaba espacio en mis tarjetas de memoria, y luego tanto mi madre como yo nos hicimos otras de recuerdo. Pasadas las cuatro y media, nos montamos en el coche y pusimos definitivamente rumbo a Málaga, para lo cual nos incorporamos a la autovía A-42 y luego enlazamos con la CM-42, la Autovía de los Viñedos; precisamente cuando estábamos circulando por esta carretera, a eso de las cinco y cuarto, vimos a ambos lados cinco o seis remolinos de arena que, para ser sincero, me asustaron un poco porque estaban bastante cerca, aunque afortunadamente no pasó nada.
A la altura de Madrilejos, nos desviamos por la A-4, una autovía bastante tranquila en lo que a tráfico se refiere y bastante recta. A las seis y diez, poco antes de Valdepeñas, hicimos una parada en un área de servicio para comprar una botella de agua y descansar unos minutos, y es que estábamos reventados después de tantos días caminando. Nos pusimos de nuevo en marcha para cruzar Despeñaperros y adentrarnos por fin en Andalucía, de tal manera que, al llegar a Bailén, continuamos por la A-44. El siguiente alto en el camino lo hicimos a las ocho y cuarto en una venta de carretera de Noalejo, concretamente en el restaurante Rincón de Pepe, un lugar elegido a conciencia por los buenos recuerdos que me trae, ya que allí fue donde paré a almorzar después de hacer en Jaén el examen oral por el que conseguí una plaza en las Oposiciones de Matemáticas. Allí mi madre se tomó una tónica, mientras que yo me dediqué más bien a estirar las piernas, que de tanto conducir ya me dolían bastante.
Ya empezaba a anochecer cuando reanudamos la marcha. Seguimos hasta Granada para enlazar con la A-92; después de parar por última vez en Huétor Tájar para repostar 30 € de gasolina para ir a Jerez a visitar a la familia de mi madre unos días más tarde, nos desviamos por la A-92M y continuamos por la A-45 para llegar definitivamente a casa a las once menos veinticinco de la noche. Atrás quedaron casi 2300 kilómetros en coche para cruzar España de una punta a otra, para visitar pueblos y ciudades (Segovia, Palencia, Santander, Santillana del Mar, Potes, Burgos, Toledo...) en los que nunca había estado y a los que ojalá pueda volver dentro de unos años.

Nota: sí, este viaje lo hice en agosto de 2017, empecé a contarlo en agosto de 2018 y lo he terminado a pocas horas de que termine 2019. Un disparate, lo reconozco, pero es la consecuencia de querer narrar con detalle mis viajes, y eso que las entradas que publicaba hace unos años eran incluso más extensas que las últimas que he redactado. En la última entrada del anterior viaje ya comenté en una nota similar a ésta que recortaría la narración de los siguientes, pero es evidente que esa medida ha resultado ser insuficiente, más que nada porque en los últimos dos años he hecho más viajes y en el horizonte se divisan algunos más. Así pues, a partir de ahora las entradas de los viajes van a verse reducidas casi a la mínima expresión; básicamente, de cada día redactaré un breve comentario de cada uno de los principales monumentos, parques, calles y eventos a los que haya ido y los acompañaré de una foto. Me va a costar muchísimo cambiar el chip, sobre todo porque, como decía antes, se van a perder varios detalles y anécdotas que caerán en el olvido, pero es lo que toca salvo que alguien descubra cómo alargar los días para poder hacer tantas y tantas cosas que uno quiere. Mirándolo por el lado positivo, la frecuencia de publicación de las entradas de los viajes experimentará una clara mejoría. Eso sí, a ver cuántos años tardo en ponerme al día y no tener ningún viaje atrasado...

jueves, 12 de diciembre de 2019

No es mío, pero es interesante (CXXXII)

Aquí llega una nueva entrega de 'No es mío, pero es interesante', una sección en la que os recomiendo las entradas de otros blogs y webs que más me han interesado en las últimas semanas. Como siempre, hay algún blog que consigue colar más de un post, como es el caso de Microsiervos, con siete aportaciones. Y lo que tampoco cambia es la variedad de contenidos: matemáticas, ciencia, astronomía, curiosidades, vídeos, etc.
Echémosle un vistazo a los enlaces de esta entrega:
¿Os han gustado las recomendaciones de esta entrega? Espero que sí y que me lo hagáis saber a través de un comentario ;)