E.T., ¿estás ahí?

La semana pasada, la NASA anunció una de las noticias científicas más importantes del año, es más, yo diría que del todavía joven siglo XXI. Un grupo de astrobiólogos había descubierto una bacteria que es capaz de crecer y mantenerse con vida usando arsénico, un elemento químico altamente tóxico. Lo más sorprendente de la GFAJ-1, que es así como se llama esta bacteria de la familia de los Halomonadaceae, es que nos ha hecho ver que estábamos equivocados al pensar que un ser vivo solamente podía estar compuesto por los seis elementos básicos (oxígeno, hidrógeno, nitrógeno, carbono, azufre y fósforo); de hecho, esta bacteria ha conseguido intercambiar los fosfatos de la estructura de su ADN por arseniatos.

La pregunta más importante que nos deberíamos hacer tras este descubrimiento es la siguiente: ¿qué importancia tiene? Pues es evidente que se ha demostrado que la vida no es solamente la que nosotros conocemos, lo cual ya es un hito más que relevante. Desde hace varias decenas de años, el ser humano ha estado buscando en todos los rincones del universo planetas similares al nuestro que tuviesen agua o una atmósfera rica en oxígeno para que en el futuro se puedan asentar allí algunas colonias de humanos, quién sabe si temporalmente para realizar investigaciones o definitivamente para huir de nuestra propia autodestrucción. He aquí nuestro egoísmo, puesto que siempre hemos pensado que la única forma posible de vida es la nuestra.

¿Por qué muchas personas se resisten a afirmar que no hay vida ahí fuera? Nos llaman ilusos y chiflados a los que aseguramos que existen extraterrestres, ya sean verdes, con un solo ojo, que pueden flotar o que emiten rayos por la punta de sus dedos. Siempre nos dicen "Demuéstrame que sí hay vida en otros planetas", y yo les respondo "Pues demuéstrame tú lo contrario". El empecinamiento de creer que el ser humano es la mayor creación que jamás ha existido y existirá y que nada ni nadie nos va a superar no hace más que limitar nuestras propias capacidades para mejorar y desarrollarnos. A ver si nos enteramos de que somos una especie de lo más imperfecta: no sabemos ni volar ni respirar en el agua por nosotros mismos, ni regenerar partes de nuestro cuerpo, ni regular nuestra temperatura corporal como lo hacen otros animales, ni levantar pesos muy superiores al nuestro, ni... Es más, ni siquiera somos los seres que más abundan en el planeta Tierra; por poner un ejemplo, por cada persona existen 200 millones de insectos que serían capaces de hacerte picadillo en menos de un segundo. Y nos creemos los reyes...

Así pues, creo que ya va siendo hora de que aprendamos a ser más humildes, y que esto nos lo tenga que hacer ver una bacteria microscópica nos deja en evidencia y en paños menores, pues muchas cabezas pensantes y muchos científicos ya lo han intentado antes. Con esto quiero decir que, bueno, realmente a mí este descubrimiento no me ha impresionado tanto como a otros y que, por consiguiente, no lo considero tan importante, ya que ya daba por sentado que más pronto que tarde íbamos a toparnos con una nueva forma de vida; no obstante, en mi humildad está el reconocer que, aún así, la relevancia de esta noticia es innegable y que puede representar el primer paso de los muchos que tendrá que dar a partir de ahora la humanidad.

Yo sólo quiero terminar con una reflexión. Sólo somos una mísera esquinita de un universo infinito (esto tampoco está demostrado, pero yo así lo creo). Para que os hagáis una idea, La Tierra es al Universo como una persona a nuestro planeta. No. Como un grano de arena a todos los que inundan nuestras playas y desiertos. No. Es mucho menos que eso, es prácticamente nada en mitad de un espacio del que conocemos otra nada. Entonces, ¿no resulta más lógico pensar que nuestra vida no es ni la única que existe ni la única manera en la que se puede expresar?

Termino con una llamada que seguro tendrá respuesta: E.T., ¿estás ahí?