El pasado domingo, Nuestro Padre Jesús a Su Entrada en Jerusalén, titular cristífero de la cofradía de la Pollinica, recorrió las calles de Málaga para conmemorar el centenario de su primera salida procesional, poniendo de esta forma punto y final a los actos programados para esta efeméride.
La mañana del domingo pudo pasar por un Domingo de Ramos más, pues calle Parras estaba llena de gente a eso de las diez y media cuando el Señor de la Pollinica cruzaba el dintel de la puerta de su casa hermandad. Tal y como estaba previsto, la talla de Juan Martínez Cerrillo cobró todo el protagonismo del trono, ya que no estaba acompañada ni por la característica palmera ni por el resto del grupo procesional, a excepción de la pollina que da nombre a la cofradía. Se cuidaron mucho los detalles para esta salida extraordinaria, tanto en lo relativo al itinerario como a la estética elegida. El Cristo vistió su antigua túnica burdeos y un mantolín de color verde que me hicieron viajar a tiempos pasados, y es que precisamente es ésta la imagen que yo tengo grabada en mi memoria de Nuestro Padre Jesús a Su Entrada en Jerusalén cuando yo todavía contaba pocos años.
Tras la cruz guía, la Banda de Cornetas y Tambores de Santa María de la Victoria ocupó la cabeza de procesión, seguida por representantes de varias cofradías portando sus guiones, hermanos de vela y también de palmas, mientras que el acompañamiento musical del trono corrió a cargo de la Agrupación Musical de la Vera-Cruz de Campillos. El cortejo discurrió por la feligresía de la Iglesia de San Felipe Neri, antigua sede canónica de la corporación, para luego bajar por Madre de Dios, donde el Señor de la Pollinica fue recibido con un toque de flauta y tambor rociero y despedido con una gran petalada por parte de la Real Hermandad del Rocío de La Caleta. Continuó la procesión por la histórica plaza de la Merced y por calle Alcazabilla, vías por las que no estamos acostumbrados a ver a un Cristo sobre un pollino.
Ya en calle Císter, el trono se adentró en la bocacalle en la que se erige la abadía homónima, lugar donde se montaba el tinglao desde el que salía la cofradía cada Domingo de Ramos. A continuación, el cortejo terminó de recorrer la citada calle y, dejando atrás ese marco compuesto por el Patio de los Naranjos y el Sagrario en los que hasta hace pocos años era habitual ver la Pollinica, siguió por la estrecha San Agustín, en cuya iglesia esperaba sobre una peana María Santísima del Amparo para saludar a su hijo en la que ahora es su casa. La procesión, que ya por entonces acumulaba un notable retraso, aceleró el paso por Molina Lario, Strachan, Marqués de Larios, Granada, Calderería, Casapalma, Cárcer, Álamos, Dos Aceras y Guerrero para encerrarse finalmente sobre las cuatro y media de la tarde, una hora después de lo previsto, a los sones del 'Pescador de Hombres'.
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