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jueves, 26 de julio de 2012

Asesinato en el Orient Express

El pasado domingo terminé de leer el primero de los cuatro o cinco libros que pretendo devorar a lo largo del verano; en concreto, el título en cuestión es 'Asesinato en el Orient Express', de la afamada escritora británica del siglo XX Agatha Christie.
El libro tiene como protagonista principal a Hércules Poirot, un detective belga ya retirado que, a pesar de dicha circunstancia, tiene la suerte de toparse con varios casos que ponen en funcionamiento su sobresaliente capacidad deductiva. En este caso, el señor Poirot se encuentra en Estambul, donde toma el Orient Express para poder llegar hasta Londres, pero, en mitad del trayecto, aparece asesinado el pasajero que se aloja en el compartimento anejo. El autor de los hechos está todavía en el tren, puesto que nadie ha podido bajar de él, y los únicos sospechosos son los otros doce pasajeros del vagón. Poco a poco van surgiendo pistas (un pañuelo, un reloj, una bata...), por lo que Poirot, con la colaboración de un amigo y de un médico, decide interrogar a todos los ocupantes del vagón, así como registrar sus pertenencias. A priori, las piezas no encajan, pero la sagacidad de Poirot le permite dar con la clave de un caso que parece imposible de resolver.
Un cúmulo de casualidades ha querido que éste haya sido el primer libro que voy a leer estos meses. Veréis. El miércoles de la semana pasada estaba ordenando una de mis estanterías, y concretamente coloqué en ella los libros de Agatha Christie que cogí hace unas semanas de la casa de mi tía abuela Lucy, que falleció a finales del pasado año. Al día siguiente, le metí mano a otra estantería, y en ella descubrí que yo tenía la que probablemente sea la obra más conocida de esta autora, 'Asesinato en el Orient Express', y claro, yo interpreté estos dos sucesos tan consecutivos como una señal, así que decidí que al día siguiente comenzaría a leerla. Gran decisión la mía, ya que el viernes me leí una cuarta parte, y el domingo, el resto. También casualidad o no, el primer libro que me leí el pasado verano fue 'Estudio en escarlata', otra obra protagonizada por el detective literario más universal de todos (Sherlock Holmes) y escrita por uno de los autores precursores del género policíaco (Arthur Conan Doyle). La similitud con Hércules Poirot y Agatha Christie no se puede poner en duda, y más o menos digo lo mismo de la obra en sí, que es igualmente genial y con un final totalmente inesperado por mi parte. Por ponerle alguna pega al libro, pues lo lioso que me ha resultado controlar a tantos personajes, sobre todo porque muchos de sus nombres son muy raros, aunque supongo que parte de culpa la tiene mi inactividad lectora durante cerca de diez meses. Las fructíferas experiencias que he tenido con las obras de Dan Brown (a pesar de las numerosas críticas que recibe), Arthur Conan Doyle y Agatha Christie me han hecho ver que, dejando a un lado la divulgación matemática y científica, las novelas policíacas, de crímenes y de intriga y suspense conforman el género literario con el que me encuentro más a gusto. Teniendo en cuenta que de estos autores y de muchos otros (como, por ejemplo, John Verdon, que probablemente sea el que cuenta con más fama en la actualidad en dicho género) hay muchos libros que leer, no puedo estar más que tranquilo con vistas a un futuro repleto de horas de gratas lecturas.

viernes, 20 de julio de 2012

Altibajos en el Trivial del Morrisey's

Muchos de vosotros sabéis aunque no me conozcáis en persona que a mí me gusta mucho jugar al Trivial Pursuit; de hecho, a mi parecer es el mejor juego de mesa que se haya inventado jamás. Hace unos años, descubrí un pub, el Celtic Cross, en el que organizaban partidas de Trivial cada viernes por la noche, y claro, me convertí en un asiduo de dicho local, sobre todo gracias a la buena relación que mantenía con Gustavo, la persona encargada de hacer las preguntas. En verano, aprovechando que esos meses los paso en mi apartamento de Rincón de la Victoria, acudía de vez en cuando a algunos bares del pueblo en los que también había Trivial. Los primeros podios tardaron en llegar, y, las cosas de la vida, cuando empezamos a enlazar varios de ellos, resultó que el Trivial desapareció de golpe y porrazo del Celtic Cross nada más comenzar el año 2011.
Total, tuve que buscar un nuevo bar en el que pasar una noche de cada semana respondiendo a preguntas de cultura general, y lo encontré en el O'Donnell's, que lo organizaba cada martes. Allí acudía con mis amigos casi cada semana y quedando en el podio con bastante frecuencia, pero, al término del verano, decidimos 'mudarnos' definitivamente al Morrisey's, donde hay partidas los lunes, los martes y los miércoles, cada uno de ellos de un tipo diferente. Aquí, el encargado del Trivial es Peter, un inglés muy simpático y con el que nos llevamos de maravilla; como podréis suponer, él formula las preguntas tanto en castellano como en su propio idioma, ya que el pub es de estilo irlandés y acude mucha gente extranjera.
Cada vez que he terminado en el podio de algunas de las partidas que he jugado en cualquier pub he escrito una reseña en el blog para compartir las preguntas con vosotros, pero a finales del pasado año tuve que dejar de publicar estas entradas porque me faltaba (y me falta) tiempo para muchas cosas, así que he pensado que no estaría mal que os contara por encima cómo me ha ido desde entonces, aunque bien es cierto que en mi cuenta de Twitter sí que lo he ido comentando bevemente. Recordaréis por los últimos posts que me iba bastante bien, pues casi cada día que jugaba implicaba o una victoria o un segundo puesto. Casi siempre acompañado de mi amigo Carmona, y también de amiga Marisa cuando no le ha pillado trabajando fuera de Málaga, mantuvimos una excepcional racha de podios cada miércoles por la noche (era el único día que me venía bien ir), cuyo Trivial consiste en 24 preguntas a las que se responde con verdadero o falso y en el que lo importante no es acertar más que nadie, sino obtener la mayor hilera de respuestas correctas consecutivas. Pues bien, nuestras victorias eran casi siempre de 23 aciertos con entre 15 y 20 respuestas correctas seguidas, incluyendo un memorable pleno de 24 aciertos, y si no, segundos o terceros puestos con sus respectivos premios.
Y así hasta justo antes de Semana Santa, coincidiendo con la noche en la que los piquetes informativos (más bien destructivos) invadieron el pub a base de megáfonos y bombas de humo. Quizás esos gases mataron nuestras neuronas, pero no sabemos por qué pero desde aquel día encadenamos más de dos meses en los que únicamente celebramos un segundo y un tercer puesto. Toda la suerte que nos había acompañado los meses anteriores a la hora de acertar preguntas que no sabíamos nos dejó sin previo aviso; por cambiar, probamos con el Trivial del lunes y el del martes, pero nada, no había manera. Durante el mes de junio no acudimos principalmente porque Carmona estaba liado con los exámenes y yo con la hospitalización de mi padre, al que por desgracia le quedaban ya pocos días.
Ahora en el mes de julio, Carmona y yo hemos retomado el Trivial de los miércoles y parece que para bien. Hace dos semanas ganamos con 18 aciertos consecutivos y un solo fallo; la semana pasada quedamos segundos; y esta semana, aunque él no ha podido venir, yo sí he ido con mi amigo Raúl para conseguir un tercer puesto. En fin, creo que citar en el título de este post lo de 'altibajos' está más que justificado. ¿Seguiremos victoriosos? ¿Volveremos a encadenar fracasos? Quizás alguno de vosotros quiera comprobarlo en persona y acompañarme cada semana al Trivial. Invitados estáis.

sábado, 14 de julio de 2012

Viaje a Londres: día 5


Martes, 22 de febrero de 2011

8:00
Nuestros móviles comenzaron a emitir la melodía de sus respectivas alarmas puntualmente a las ocho de la mañana, pero nosotros, tras apagarlas, permanecimos durmiendo en la cama como si no hubiéramos escuchado nada. El tiempo pasaba ante nuestra inconsciencia hasta que finalmente a las nueve menos cuarto volví a abrir los ojos para darme cuenta de que nos habíamos quedado dormidos. Pepe saltó como un resorte y se dirigió inmediatamente al baño; mientras tanto, y para ganar tiempo, yo me fui vistiendo. Para variar, el día amaneció como los demás, es decir, nublado y dejando patente que me iba a quedar sin ver un cachito azul del cielo londinense. La verdad es que podría haber sido peor, porque tampoco nos llovió tanto como me esperaba.
Ya en la cocina, nos preparamos el desayuno con las noticias radiofónicas de la BBC de fondo. Esta vez, me tomé cuatro tostadas con mantequilla, el trozo de la tarta de chocolate que quedaba del primer día y otro insípido y aguado vaso de leche con Nesquik. En mitad del desayuno, entró en la cocina el casero de Pepe, Mark, así que, como seguramente ya me volvería a cruzar con él a lo largo de la mañana, me despedí de él y le agradecí el que me hubiera dejado hospedarme en la habitación de mi amigo estos días. Esta vez fue Pepe el encargado de fregar los platos, vasos y cubiertos del desayuno, y yo mientras fui a la habitación para preparar lo de todos los días, o sea, las cámaras de fotos y la hoja de ruta, porque el paraguas parecía que no iba a hacer falta llevarlo.
A pesar de que se nos habían pegado las sábanas, no íbamos a salir a la calle a tan mala hora, apenas treinta minutos después de habernos levantado, aunque también es cierto que nos metimos bastante prisa para aprovechar al máximo la última mañana del viaje, que consistiría en dar una vuelta por lo más destacable del centro de Londres. Jose y Miguel iban a visitar el estadio del Arsenal, puesto que el día anterior no pudieron, por lo que con ellos no me reuniría hasta la hora que habíamos acordado para coger el bus para el aeropuerto.

9:15
Salimos de casa por Great Peter Street para continuar por Strutton Ground y desembocar finalmente en Victoria Street. En apenas cinco minutos nos plantamos frente a la fachada principal de Westminster Abbey, la cual ya vimos la primera mañana del viaje, pero, entre que ese día estaba lloviendo y que íbamos muy justos de tiempo, no pude prestarle mucha atención al templo, y es que esta vez logré darme cuenta de que solamente uno de los dos rosetones de las torres tiene su correspondiente reloj; así pues, aproveché para hacerle unas cuantas fotos, aunque no me quedaron muy bien por culpa del cielo gris londinense, y también a una columna situada en la misma plaza, pero de la que desconozco su nombre. Luego, cruzamos a Parliament Square, una plaza en la que se encontraban acampados algunos manifestantes que protestaban con pancartas y carteles, pero yo me fijé más bien en las estatuas de políticos famosos que rodean dicha plaza, entre las que destacan las de Winston Churchill, Nelson Mandela o Abraham Lincoln.
Bordeamos la plaza por la acera de Great George Street, donde hicimos una larga parada para hacernos varias fotos en uno de los puntos más característicos de la ciudad: una cabina de teléfono de color rojo (también las hay de color negro, aunque pocas). Lo bueno de las dos que allí había era que estaban muy limpias (no como muchas con las que me había topado en otras calles) y, además, estratégicamente situadas, ya que tienen de fondo el Big Ben. Primero fue Pepe el que me inmortalizó simulando una llamada telefónica, y luego se la hice yo a él; en una de estas cabinas, coincidimos con un grupo de españolas que nos pidieron que les fotografiáramos, y seguidamente ellas hicieron lo mismo con nosotros dos. Tras ello, cruzamos a Bridge Street y seguimos por Westminster Bridge hasta más o menos la mitad del puente para contemplar desde allí tanto el London Eye como el Westminster Palace con el popular Big Ben. Nos quedamos allí unos diez minutos haciéndonos las fotos que nos deberíamos haber hecho el sábado por la mañana si no hubiera llovido, aunque ahora tampoco es que hiciera muy buen tiempo, porque el nublado era perenne y la verdad es que las fotos no quedaron todo lo bien que yo quería.
Poco antes de las diez nos pusimos de nuevo en marcha para continuar nuestro paseo matutino por Parliament Street, en cuya confluencia con Downing Street nos volvimos a encontrar con varios policías vigilando la casa del Primer Ministro, y por Whitehall. En esta calle, nos detuvimos un momento frente al Household Cavalry Museum, un museo del ejército inglés en el que todo visitante es recibido por varios soldados vestidos de gala, y algunos de ellos montados a los lomos de un caballo. Luego, nos acercamos a Trafalgar Square, otro de los puntos emblemáticos de la ciudad por la gran cantidad de actos que allí se celebran y que no pudimos disfrutar del todo en los días previos. Esta vez sí que pudimos prestar más detenimiento a los diversos monumentos que hay en él, empezando por la columna de Nelson, el almirante británico que murió en la batalla de la que toma su nombre esta plaza, teniendo a los pies de la columna a cuatro grandes leones de bronce. Casualmente, al poco de llegar a la plaza, las dos fuentes que allí se hallan comenzaron a bombear agua, lo cual me vino de perlas para tomar algunas instantáneas con el efecto seda que tanto me gusta; por último, nos hicimos unas fotos con la National Gallery de fondo, un museo que no llegué a visitar porque apenas exhibe cuadros que me gustan, pero bueno, quizás entre en él la próxima vez que vaya a Londres.
De allí nos fuimos en dirección al Buckingham Palace, y para ello pasamos por el Admiralty Arch, un edificio muy peculiar con varios arcos en su parte central, para seguidamente atravesar The Mall, una larga avenida arbolada que bordea el St. James's Park y que termina en el Victoria Memorial, el conjunto escultórico del que ya os hablé en la jornada del domingo. Lo que no vi aquel día fue la verja que bordea el norte de la plaza circular que se forma delante del palacio y que da acceso al Queen Victoria Memorial Gardens; dicha verja era casi toda de oro, muy del estilo de las del Buckingham Palace, en cuyo interior conseguimos ver a un par de soldados haciendo guardia con esos característicos y enormes sombreros de pelo. De repente, escuchamos un toque de trompeta que se acercaba cada vez más y más, y es que por Constitution Hill venían cerca de veinte soldados montados a caballo como los que vimos antes a las puertas del Household Cavalry Museum, y supongo que se dirigían hacia allí para hacer el relevo.

10:55
Tras hacernos unas fotos con el Buckingham Palace de fondo, nos adentramos en St. James's Park, un parque no muy grande en comparación con el resto de los que hay en Londres, pero que destaca por el lago que alberga en su interior, así como por la gran cantidad de patos que hay en él. En el parque, bastante frondoso a pesar de ser invierno, nos topamos con otras aves que yo nunca había visto antes, y también con varias ardillas que no dejaban de corretear por la hierba y de bajar y subir de los árboles, por lo que me fue imposible fotografiarlas decentemente. A las once y cuarto, le dije a Pepe que ya nos teníamos que volver al piso para recoger la maleta, puesto que había quedado media hora más tarde con Jose y Miguel en la estación. Cogimos por Queen Anne's Gate y Broadway para cruzar Victoria Street y continuar por Strutton Ground y Great Peter Street, la calle del piso de mi amigo. Ya en su habitación, como todavía tenía tiempo de sobra, nos intercambiamos las fotos que habíamos hecho a lo largo de la mañana con nuestras cámaras, y ya para terminar di un último repaso con el fin de asegurarme de que no se me olvidaba nada, y, de esta forma, poder cerrar definitivamente la maleta, que iba bastante apretada.
Como parecía que todo estaba en orden, cogí la maleta, me colgué la mochila de la cámara y salimos de nuevo a la calle para dirigirnos a Victoria Station, concretamente en la boca de metro situada en la esquina de Wilton Street, que es donde había quedado con Jose y Miguel. Llegué justamente a la hora que acordamos, a las doce menos cuarto, y, como ellos todavía no habían llegado, decidí matar el tiempo haciéndole unas fotos a la fachada de la estación, de estilo antiguo, lo cual es de agradecer teniendo en cuenta que prácticamente todas las que se construyen actualmente son más modernas. Mis dos amigos ya llevaban diez minutos de retraso, así que les llamé al móvil, pero no me lo cogían. Los minutos pasaban y cada vez me impacientaba más y más, y ya no os digo cuando volví a llamarles y seguían sin contestarme. Finalmente, aparecieron casi media hora después de lo acordado, excusándose en que la visita al estadio del Arsenal se había alargado más de la cuenta y en que cuando regresaron al hostal todavía tenían que terminar de hacer la maleta.
Total, que accedimos a la zona comercial de la terminal de la estación en busca de algún sitio en el que poder almorzar algo, puesto que después nos iba a resultar más complicado; Jose y Miguel preferían dejarlo para más tarde, por lo que en verdad fui yo el único que estuvo tanteando las opciones que allí había. Al final, me decanté por un puesto en el que vendían sandwiches y bocadillos calientes a tres o cuatro libras, no lo recuerdo muy bien; de lo que sí me acuerdo es de que me lo pedí de pepperoni y que estaba bastante bueno. A continuación, poco después de las doce y media, nos fuimos en busca de la parada del autobús que nos tendría que llevar al aeropuerto, y la encontramos enseguida gracias a que Pepe conocía el camino por habernos recogido días atrás en nuestra llegada. Una vez allí, llamé a mi padre para confirmarle que ya estaba esperando el autobús, tal y como acordamos la tarde anterior.
Por nuestra parada, la número 9, no aparecía ningún autobús de Terravision, la compañía de transportes encargada de la línea que habíamos comprado en el viaje de ida, lo cual nos extrañó bastante teniendo en cuenta que se iba acercando la hora prevista de salida, la una. Nos acercamos a la parada vecina, donde acababa de llegar un autobús de otra compañía, para preguntarle al chófer si sabía algo al respecto del nuestro, y nos dijo que nosotros podíamos viajar en su autobús con el billete que teníamos comprado, así que nada, dejamos el equipaje en el maletero y nos despedimos de Pepe. Nos subimos al bus y nos sentamos en la última fila para que yo pudiera estar cómodo y con las piernas libres. A la una, tal y como estaba previsto, el autobús se puso en marcha con dirección al aeropuerto de Stansted.

13:00
En el trayecto por la ciudad, pasamos por delante de algunos de los monumentos y lugares que habíamos visitado estos días, más o menos los mismos que vimos la noche que llegamos a Londres. Nada más salir de la ciudad, lo cual nos llevó varios minutos por su enorme tamaño, Jose y Miguel decidieron echarse una pequeña siesta aprovechando que todavía nos quedaba cerca de una hora hasta el aeropuerto; yo, por contra, preferí mantenerme despierto, y es que siempre me gusta ver los sitios por los que paso por muy monótonos que sean, como era el caso: campo, campo y campo con alguna que otra fábrica.
A las dos y cuarto, dos horas antes de la hora de salida prevista para nuestro vuelo, el autobús llegó al aeropuerto de Stansted, por lo que desperté a mis amigos, que estaban fritos. Nos bajamos para recoger nuestras maletas y nos dirigimos a la terminal para pasar el control de seguridad. Antes de acceder a dicho control, Jose y Miguel se tenían que deshacer de la botella de Coca-Cola sabor cherry que compraron la noche anterior y que tenían prácticamente llena, ya que no les hizo mucha gracia el sabor; le dieron algunos tragos y finalmente se decantaron por tirarla a una papelera. Así pues, seguidamente pasamos el preceptivo control no sin antes habernos quitado los zapatos y los cinturones para evitar que pitada el arco de seguridad. De allí, pasamos al área comercial del aeropuerto, compuesta por cafeterías, restaurantes, tiendas, quioscos de prensa, etc. Nos sentamos en tres taburetes que estaban libres junto a una barra próxima a un mostrador en el que vendían dulces y bollería. Me acerqué para gastar las pocas monedas que me quedaban en un croissant, aunque al final me sobraron algunos peniques.
Miguel pensó lo mismo que yo, pero prefirió ir al Starbucks a por un café. El problema es que, mientras él estaba esperando en una larga cola a que le atendieran, a eso de las tres y cuarto apareció en los paneles informativos la puerta de embarque de nuestro vuelo, y claro, yo quería estar de los primeros para tener más probabilidades de coger un asiento junto a las salidas de emergencia, que son más espaciosos. Jose y yo nos acercamos a la cola para preguntarle a Miguel cuánto le quedaba, a lo que nos respondió que ya le iban a preparar su café; mientras tanto, nosotros dos estuvimos dando vueltas por allí hasta que finalmente Miguel se unió a nosotros. Intenté en vano convencerles de que nos fuéramos ya a la puerta de embarque, pero me pusieron la excusa de que todavía quedaba mucho para que saliera el vuelo, por lo que seguimos paseando por las diversas tiendas y quioscos de la terminal; tras mucho insistir, cuando ya eran las cuatro menos cuarto, nos dirigimos definitivamente a la zona de embarque. Tal y como me imaginaba, la cola de nuestro vuelo era larguísima; de hecho, apenas dos o tres personas más aparte de nosotros quedaba por llegar, así que se podía decir que prácticamente éramos los últimos.
Al igual que en el viaje de ida, mi otra preocupación era que me llamaran la atención por llevar dos bultos, la maleta y la mochila de la cámara, pero por suerte no me pusieron pegas cuando presenté mi billete. Ya dentro del avión, vimos que no había ninguna terna de asientos libres para poder sentarnos juntos, así que yo corté por lo sano y me dirigí a la única plaza vacía que había junto a las puertas de emergencia, mientras que Jose y Miguel se sentaron varias filas más atrás casi juntos en dos asientos de pasillo. Yo también me tuve que conformar con sentarme pegado al pasillo, con lo que a mí me gusta mirar por la ventana. Mis dos compañeros de viaje eran dos jóvenes que tenían pinta de ser alemanes por sus facciones, por lo rubios que eran y porque, aunque me respondieron en inglés cuando les pregunté si el asiento estaba ocupado o no, cuando hablaban entre ellos no me enteraba de nada, y a mí me parecía que el idioma era el alemán. Lo último que me faltaba para completar tan desastroso embarque era que mi maleta no cabía en el compartimento superior, así que la azafata que me atendió se la llevó para ponerla en un hueco que quedaba libre cerca de la cabina de los pilotos.

16:15
A las cuatro y cuarto, con puntualidad inglesa, se encendieron los motores del avión y, tras enfilar la pista, despegamos y surcamos el nublado cielo inglés en busca del azul de Málaga, aunque en realidad llegaríamos de noche. Una vez que el avión cogió la suficiente altura, nos avisaron de que ya nos podíamos desabrochar el cinturón de seguridad, lo cual te dejaba un poco más de libertad para moverte, que ya es decir dentro de un avión. Sentado junto al pasillo, se me presentaba un viaje largo y aburrido, puesto que desde donde estaba apenas lograba divisar nubes y más nubes por la ventana. El alemán que estaba sentado junto a ésta sacó su portátil para ver una película, 'Airbender: el último guerrero'; a pesar de no poder escucharla, puesto que el chaval se puso sus cascos para no molestar a nadie, me puse a verla, pero tardé poco en alejar mi vista de la pantalla porque no me llamaba nada la atención. Mientras tanto, las azafatas se pasearon para ofrecer comida y la revista de Ryanair, la cual pedí para poder matar el tiempo, y la verdad es que me vino de perlas, ya que en ella había varios reportajes, obviamente en inglés, de algunas ciudades europeas (no recuerdo cuáles) que me leí casi de principio a fin.
Una vez que terminé con la revista, me acordé de que tenía la mochila de mi cámara bajo el asiento, así que la cogí y me entretuve echándole un vistazo a las fotos que había hecho en Londres. Entre una cosa y otra, incluido un vaso de agua que ofrecieron las azafatas a los que quisiéramos, se nos hizo casi de noche, puesto que ya eran cerca de las seis de la tarde, pero claro, ésa era la hora de Inglaterra, por lo que en realidad para mí ya eran las siete con el cambio de hora. Al poco rato, el piloto anunció al pasaje que tomaríamos tierra en unos minutos. Me quedé muy sorprendido al escuchar esto, ya que estaba previsto que llegásemos a las ocho y diez, y resulta que lo haríamos con mucha antelación. Cuando el avión comenzó a perder altura, logré divisar una preciosa panorámica de Málaga, concretamente de Gibralfaro, de la Alcazaba, de la Catedral y del puerto. Yo quería hacer varias fotos, pero, entre que estaba sentado junto al pasillo y que las azafatas estaban de arriba para abajo comprobando que todos los pasajeros estuviéramos con el cinturón abrochado, me quedé con las ganas.
Finalmente, aterrizamos en el aeropuerto a las siete y media de la tarde, es decir, que el vuelo duró cuarenta minutos menos de lo que indicaban los billetes. Como de costumbre, ya con los motores apagados, se escuchó esa característica melodía de Ryanair que, además de soltar alguna que otra risa entre los presentes, terminó con los tradicionales aplausos por un vuelo sin incidentes reseñables. Me puse de pie y, tras ponerme el chaquetón y colgarme la mochila de la cámara, me dirigí al principio del avión para coger mi maleta del compartimento en el que la había guardado la azafata. Como Miguel y Jose estaban varias filas más atrás, les esperé en el túnel de desembarque que conecta el avión con la terminal. Una vez ya los tres juntos, ahora nos tocaba pasar por el trámite del control de identificación, que fue mucho más rápido que a la ida en el aeropuerto de Stansted. Tras esto, fuimos en busca del aparcamiento destinado a la llegada de pasajeros, puesto que allí nos estaría esperando el padre de Jose en su coche, pero resulta que antes nos topamos con Emilio, uno de sus hermanos, que nos guió hasta dicho lugar.
Metimos nuestro equipaje en el maletero y nos pusimos en marcha. Durante el camino, le contamos tanto al padre de Jose como a su hermano cómo nos había ido, qué habíamos visitado, y todas las cosas que se suelen decir en estos casos. He de reconocer que se me hizo muy raro el cambiar Londres por Málaga en lo que se refiere a las calles y a la cantidad de gente que hay en ellas, pero bueno, no era que algo que sentía por primera vez, ya que en años anteriores ya había visitado otras grandes ciudades. En primer lugar, dejamos a Miguel en su casa, y antes de bajarse me dio los billetes de libras que le habían sobrado para que se los cambiara mi padre en el banco, y lo mismo hizo Jose justo antes de que su padre me acercara hasta mi calle, poco antes de las nueve de la noche. El viaje tocó a su fin. ¿Cuál será el siguiente?

Nota: sí, he tardado casi un año y medio en relatar un viaje de cinco días, pero la mayoría de vosotros sabe por lo que he tenido que pasar estos meses. Tiempo, lo que es tener tiempo, no he tenido mucho entre una cosa y otra, y claro, tampoco iba a dejar de escribir otras entradas durante un par de meses para publicar solamente ésta. Mi idea era que el final de este viaje hubiera sido publicado antes de que se cumpliera un año de éste, pero no ha podido ser así porque desde que publiqué la entrega anterior he estado más ocupado que nunca. Podría haber escrito algo mucho más resumido, pero no me parecía bien que el final de esta historia no siguiera la misma tónica de las anteriores, pues en el futuro me gustaría poder revivir mis viajes con todo lujo de detalles, y es así como únicamente puedo hacerlo. En cualquier caso, os pido disculpas, y espero que las aceptéis.

domingo, 8 de julio de 2012

No es mío, pero es interesante (XLVII)

Una vez más, la sección 'No es mío, pero es interesante' retorna a este blog para que os traiga las entradas de otros blogs y webs que más me han gustado en las últimas semanas. Algunos blogs han conseguido que varias de sus entradas se encuentren entre las seleccionadas, en concreto Microsiervos con seis, así como ALT1040 y Xataka Ciencia con dos cada uno. Tampoco cambia la variedad de contenidos de esta recopilación: matemáticas, ciencia, astronomía, vídeos, magia, etc.
Repasemos la lista de entradas de esta entrega:
¿Os han gustado las recomendaciones de esta entrega? Espero que sí y que me lo hagáis saber a través de un comentario ;)

lunes, 2 de julio de 2012

La mejor selección de todos los tiempos

Histórico. Fantástico. Alucinante. Imperial. Espléndido. Mágico. Espectacular. Único. Irrepetible. Brutal. Insuperable. Perfecto. Grandioso. Inolvidable. Magistral. Deslumbrante. Inalcanzable. Maravilloso. Inigualable. Legendario. Épico. Formidable. Genial. Increíble. Bestial. Inimaginable. Fabuloso. Magnífico. Soberbio. Emocionante. Impresionante. Asombroso. Extraordinario. Anormal. Sensacional. Excelente. Bárbaro. Memorable. Colosal. Impecable. Prodigioso. Admirable. Bravísimo. Mítico. Heroico. Inmortal. Eterno. Celestial. Sideral. Galáctico. Universal.
No se me ocurren más calificativos para describir lo que acaba de conseguir la selección española de fútbol. Los que falten, ponedlos vosotros. España se ha ganado el cielo balompédico redactando las mejores páginas que jamás se han escrito de este deporte en lo que a nivel de selecciones se refiere. Ganar de forma consecutiva una Eurocopa, un Mundial y otra Eurocopa es un hito que nadie hasta la fecha había conseguido. Ni la Alemania de Beckenbauer, ni la Holanda de Cruyff, ni la Francia de Zidane, ni tampoco la Brasil de Pelé o la Argentina de Maradona con la Copa América en vez del entorchado europeo. Es la España de Casillas, la de Sergio Ramos, la de Xavi, la de Iniesta o la de Torres la que pasará a los anales de la historia, ésa que recordará que España es y será la mejor selección de todos los tiempos hasta que algún otro combinado nacional ose superar este trío de victorias.
Es la victoria del fútbol moderno, aquél que se basa en un estilo de toque y posesión en el centro del campo y en el que el mejor ataque es una buena defensa, porque entonces cómo se explicaría que España ha materializado doce goles sin tener un delantero centro de referencia durante media Eurocopa y que ha recibido solamente uno en casi 600 minutos. Añádanle a esto que Iniesta, ése que nos hizo campeones del mundo hace dos años, ha sido nombrado el mejor jugador del torneo, que Torres se ha llevado Pichichi, que diez jugadores de la selección han sido elegidos entre los 23 mejores de esta edición o que el 4-0 de la final ha sido el resultado más abultado de todas las finales de Eurocopas y Mundiales. Y, para terminar, resulta que con ésta son ya tres las Eurocopas conquistadas por España, lo que le convierte en la selección con más trofeos europeos junto con Alemania. Pocos registros quedan ya por batir. Todo esto comenzó hace poco más de cuatro años, pero tanto la Eurocopa de Austria y Suiza 2008 como el Mundial de Sudáfrica 2010 ya tuvieron su momento, así que centrémonos ahora en la Eurocopa de Polonia y Ucrania 2012.

España 1-1 Italia
El primer partido de la fase de grupos nos deparaba un rival vestido con piel de cordero, Italia, que venía de fracasar estrepitosamente en la cita africana y que buscaba 'vendetta' por la eliminación en cuartos de final en la anterior edición de la Eurocopa. Resultó que el cordero se convirtió en lobo, sobre todo cuando Di Natale puso por delante a la 'azurra' a la hora de partido. No tardó España en reaccionar y en poner las tablas definitivas en el marcador por medio de Cesc, la gran sorpresa del once, puesto que todos esperábamos que iba a jugar Torres, lo cual generó críticas dirigidas a Del Bosque, que, en su línea habitual de respeto, hizo oídos sordos a las opiniones de los demás.


España 4-0 Irlanda
El que a priori se presentaba como el encuentro más asequible acabó siéndolo con una incontestable goleada que se fraguó al poco de comenzar con un tanto de Torres que, esta vez sí, saltó al césped de titular e incluso logró un doblete en el tercer gol español. Su sustituto a pocos minutos del final, Cesc, se encargó de finiquitar el resultado junto con Silva, que hizo el segundo de la noche. Pudieron ser muchos más goles para una España que falló varias ocasiones, todo lo contrario que Irlanda, que apenas se acercó al área defendida por un Casillas que sí que tuvo que trabajar en los demás envites.

Croacia 0-1 España
El partido decisivo de la fase de grupos estuvo marcado por la desconfianza italiana, que temía un 'biscotto' (pasteleo) entre ambos contendientes, y es que un empate a dos goles eliminaría a Italia hiciese lo que hiciese en el otro encuentro. España, fiel al juego limpio pero muy lenta y espesa, sólo tenía en mente buscar la victoria, pero costó lo indecible hacerse con ella, pues el gol de Jesús Navas, tras una excepcional jugada de Cesc e Iniesta, llegó a falta de tres minutos para el descuento. Antes, Casillas se puso el traje de santo para repeler un cabezazo de Rakitic que nos pudo haber dejado fuera a las primeras de cambio. Finalmente, España e Italia pasaron respectivamente como primera y segunda de grupo.

España 2-0 Francia
Rival complicado en los cuartos de final, una Francia que empieza a olvidar los años gloriosos de hace una década, pero a la que nunca habíamos ganado en competición oficial. Las ganas de vencerles eran todavía mayores debido a las continuas mofas que han recibido señalados deportistas españoles de lo guiñoles franceses, y mira por dónde que quien ríe último ríe mejor. España se adueñó del partido de principio a fin, dejando muestras del juego que le caracteriza, aunque todavía carente de la pegada necesaria para finiquitar antes los encuentros. Xabi Alonso fue el autor de los dos goles, el primero de un soberbio cabezazo y el segundo de penalty.

Portugal 0-0 España
Cristiano Ronaldo nos esperaba en semifinales. Portugal sería el penúltimo obstáculo a rebasar para lograr el ansiado triplete, y la verdad es que no lo puso nada fácil. Del Bosque sorprendió con Negredo como nueve titular, probablemente su único lunar a lo largo de esta competición en lo que a decisiones se refiere, pues el sevillista estuvo desaparecido. El astro portugués apenas apareció en los lanzamientos de falta, su supuesta especialidad, y tanto su selección como la española nos regalaron unos pobres noventa minutos que acabaron en prórroga. Aquí, España estuvo muy cerca de evitar en un par de ocasiones la fatídica tanda de penalties, pero fue imposible. Xabi Alonso falló el primero. Casillas hizo su parada. Sergio Ramos se atrevió con un penalty a lo Panenka. Bruno Alves mandó el esférico al larguero. Cesc, al igual que hace cuatro años contra Italia, transformó en penalty definitivo que nos llevaba a una nueva final.


España 4-0 Italia
España se citaba con la historia en Kiev. Jamás una selección de fútbol había encadenado dos Eurocopas y un Mundial de forma consecutiva, e Italia, que sorprendentemente eliminó a la todopoderosa Alemania en semifinales con más facilidad de la esperada, sería el rival que trataría de impedir dicha proeza. Ni por asomo. España jugó probablemente el mejor partido de estas tres competiciones que nos han llevado a la gloria. Ayer compuso una ópera primera con tres grandes tenores (Xavi, Silva e Iniesta) y un director de orquesta como Del Bosque que ha estado prácticamente espléndido en esta Eurocopa, sobre todo a la hora de acertar con los cambios en cada encuentro. Silva nos puso por delante culminando con un remate de cabeza una larga sucesión de pases, mientras que Jordi Alba sentenció poco antes del descanso tras una gran galopada que le dejó sólo frente a Buffon. Bien es cierto que entre medias pasamos unos quince minutos de apuros con continuas acciones a balón parado y remates a media y larga distancia de los italianos, aunque casi no pusieron en apuros a Casillas. Sí tuvo que intervenir éste a un disparo de Di Natale justo al comenzar la segunda parte, pero poco más. Italia jugó con diez la última media hora por lesión de Motta, que no pudo ser sustituido porque ya habían realizado los tres cambios reglamentarios, lo cual facilitó la labor de España, que fue acumulando más y más acercamientos al área rival. En los últimos diez minutos, Torres y Mata dieron lustre a un resultado y a un partido memorable que nos coronó como campeones de Europa por tercera vez.

Casillas, ése que se merece el Balón de Oro y que nunca lo conseguirá por haber nacido español y ser portero, volvió a levantar al cielo ese trofeo que ahora parece tan fácil de tocar. En el césped, las lágrimas de los jugadores italianos, a destacar las del pétreo y alocado Balotelli, y también las de Pirlo, quizás el único que encajaría en el juego de España y que sí, se merecía añadir una Eurocopa a su palmarés, pero el final no puede ser feliz para todos. Lo fue ayer para Casillas, Albiol, Piqué, Javi Martínez, Juanfran, Iniesta, Pedro, Xavi, Fernando Torres, Cesc Fàbregas, Negredo, Víctor Valdés, Mata, Xabi Alonso, Sergio Ramos, Busquets, Arbeloa, Jordi Alba, Fernando Llorente, Cazorla, Silva, Jesús Navas y Reina, pero nadie pone en duda que en esta lista de veintitrés faltan Puyol y Villa. Ambos jugadores fueron claves en 2008 y 2010, pero sus respectivas lesiones les han impedido completar un trío de éxitos del que sí pueden presumir algunos de sus compañeros de selección. Por cierto, aunque por suerte no fue decisivo, todavía me pregunto cómo es posible que el penalty por mano de un defensa italiano en el partido de ayer no lo viera ni el árbitro, ni el juez de línea ni siquiera el árbitro de área. Se supone que con un árbitro más en cada área se amplía el campo de visión, pero parece ser que no, que no es así, y luego dirán les criticamos por criticar...
¿Quién nos lo iba a decir hace poco más de cuatro años? Por aquél entonces, nuestras vitrinas solamente guardaban una Eurocopa en blanco y negro, y ahora, dos Eurocopas más y un Mundial. Ni por asomo imaginábamos que los penalties dejarían de ser malditos para convertirse en aliados, que venceríamos en una final y en una semifinal a esa selección que siempre gana en ese deporte que juegan once contra once, que nuestros dos vecinos caerían rendidos ante nuestros pies de seda, que subiríamos a la cima del mundo derrotando a la que antaño era mecánica o que alcanzaríamos la gloria infinita goleando a la selección más competitiva de todas.
Es el momento de olvidarse durante un tiempo de todo, aunque no de todos. De nada sirve ahora hablar de la crisis económica, de la prima de riesgo, del rescate, de los recortes o del euro. Toca disfrutar de esta generación de futbolistas que nos ha tocado vivir, que tiene pinta de mantenerse unos años más, y de un hecho histórico para nuestro deporte y para nuestro fútbol que a lo mejor nadie igualará por muchos años que pasen. El siguiente objetivo, sin contar ese invento innecesario de la Copa Confederaciones, es el Mundial de Brasil 2014, donde seremos recibidos como claros favoritos y donde tendremos que defender y pelear por un trofeo que será muy difícil de revalidar. Visto lo visto, va a parecer un paseo, pero no, no lo será. Vivamos el momento, que ya es mucho, que ahora podemos gritar que...
 
¡¡¡SOMOS HISTORIA!!!