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miércoles, 22 de agosto de 2018

Viaje a España 2017: día 1

Sábado, 5 de agosto de 2017

7:00
A esta hora me levanté para disponerme a emprender un largo viaje que me llevaría a recorrer en coche y con mi madre parte de la geografía española hasta el otro lado de la península. Segovia, Palencia, Cantabria, Burgos y Toledo serían los destinos que visitaría en los próximos nueve días, todos desconocidos para mí, pues hasta entonces me había dedicado a conocer más el extranjero que mi propio país, quizás por eso que se suele decir de que no sabemos apreciar lo que tenemos, y la verdad es que no tenemos nada que envidiar al resto del mundo, algo que ya sabía antes de hacer este viaje, pero con más motivo tras acabarlo. Tras mi habitual desayuno de un mollete con aceite y un vaso de leche fría con Nesquik, terminé de hacer mi maleta con lo poco que quedaba por meter, tras lo cual mi madre y yo bajamos al garaje no sin antes despedirnos de nuestra perra Lola, que se quedaría al cuidado de mi hermana.
Nos pusimos en marcha a las ocho y media de la mañana, más o menos a la hora que había previsto, con la idea de comer en alguna venta antes de llegar a Madrid y llegar a Segovia sobre las cinco o las seis de la tarde. Por el camino hicimos varias paradas para estirar las piernas, aproximadamente cada hora y media, puesto que a mí me cansa bastante conducir; concretamente, paramos en Cijuela (en el mismo sitio que cuando fui a examinarme de las Oposiciones a Jaén el año anterior), en Mengíbar y, ya pasado Despeñaperros, y en Almuradiel (donde aproveché para repostar 15 € de diésel). A partir de aquí me sorprendió mucho el cambio de paisaje, pues cambiamos casi de golpe y porrazo las montañas y olivares de Jaén por la llanura de Castilla-La Mancha, salpicada eso sí por molinos de viento.
Sobre las dos de la tarde ya estábamos cerca de Madrid, por lo que nos desviamos un par de veces para buscar un sitio para comer, pero no tuvimos suerte, pues o bien la venta estaba cerrada o bien no nos parecía adecuada, así que seguimos buscando. El problema fue que nos perdimos, y eso que había impreso la ruta que debíamos seguir, pero entre que a mi madre se le pasó avisarme del desvío que teníamos que tomar, que no veíamos la manera de dar la vuelta y que ningún panel indicaba Segovia (algo incomprensible siendo una capital tan cercana a Madrid), estuvimos cerca de una hora sin rumbo por las diversas autovías y rondas que rodean la capital. Finalmente nos ubicamos y supimos cómo enfilar de nuevo el camino hacia Segovia tras preguntar en una gasolinera, donde nos indicaron cómo llegar a la A-6, que era la autovía que debíamos tomar.
A las cuatro menos cuarto hicimos un último intento por almorzar en carretera, unos kilómetros antes del Valle de los Caídos, pero el área de servicio en el que paramos era excesivamente cara, pues por un bocadillo de jamón muy simple te cobraban 8-9 €. Ante esta situación, y teniendo en cuenta que estábamos a apenas una hora de nuestro destino, decidimos continuar e ir directos a Segovia, para lo cual nos incorporamos a la autopista (8'25 € por unos pocos kilómetros, un robo) con el fin de evitar la carretera de montaña. Nada más entrar en Segovia, reposté otros 30 € de diésel, y ya a las 16:40 aparcamos finalmente el coche a pocos metros de The Factory Residence Hall, el hotel en el que nos alojaríamos esa noche por 68 €, desayuno incluido.

16:45
En la recepción nos atendió una chica muy simpática de la que, tras decirle que veníamos de Málaga, supimos que se había alojado unos días en nuestra calle el año anterior cuando fue a la Feria, y en unos días haría lo propio pero alojándose en el Rincón de la Victoria, donde nosotros solemos veranear, así que fijaos qué dos coincidencias. Nos asignó la habitación 222, la cual estaba equipada con un baño con ducha y no con bañera, lo cual agradecí porque para mí es mucho más cómodo, y, una vez que dejamos las maletas, salimos a la calle para empezar con la visita a la ciudad a eso de las cinco y veinte. Bajamos por la avenida Vía Roma hasta toparnos con la Loba Capitolina, una réplica de la de Roma, situada a pocos metros del Acueducto de Segovia, el cual ya habíamos visto a cierta distancia desde el coche cuando nos dirigíamos al hotel, pero es mucho más imponente estar de pie a su lado, y más sabiendo que se mantiene en pie desde hace casi dos mil años sin argamasa entre sus piedras.
Avanzamos por la avenida Acueducto para hacer un pequeño receso en Tradicionarius, una panadería-cafetería donde me pedí un croissant de chocolate y un batido de chocolate para merendar, ya que tenía hambre después de no haber almorzado, mientras que mi madre se tomó una Coca-Cola Zero, en total 5'25 €. En esa misma calle nos acercamos a dos iglesias, la de San Millán y la de San Clemente, ambas cerradas en ese momento, por lo que seguimos por la calle Cervantes para ir hasta la Casa de los Picos y luego detenernos unos minutos en la plaza de Medina del Campo, donde destacan el Monumento a Juan Bravo, el Torreón de Lozoya y la iglesia de San Martín, que tampoco estaba abierta.
Sí pudimos entrar en la iglesia de San Miguel, en cuyo atrio Isabel la Católica fue proclamada reina de Castilla. De allí nos fuimos a la Plaza Mayor, siendo la Casa Consistorial y el Teatro Juan Bravo los edificios más importantes que hay en ella, aunque ya desde allí se puede ver parte de la Catedral de Santa María, concretamente su imponente ábside. Para visitarla, como suele ocurrir en las catedrales de España, hay que pagar, pero aprovechamos que en breve se iba a celebrar una boda en ella para entrar gratuitamente. A pesar de que no permanecimos mucho tiempo para no interferir en la celebración, pudimos admirar el arte que conserva en su interior en sus más variadas manifestaciones: capillas, retablos, esculturas, órganos, pinturas, bóvedas estrelladas, la sillería del coro, vidrieras, cúpulas, etc.
Para no ser una de las catedrales de más renombre de España, la verdad es que me gustó bastante, y el exterior tampoco me defraudó. Si antes habíamos visto la parte trasera, al salir nos acercamos a la fachada principal, bastante simple pero con marcados rasgos góticos y una gran torre campanario. Más adelante, nos topamos con la plaza de la Merced, donde se encuentra el hito que marca el kilómetro cero de Segovia y también la iglesia de San Andrés, más bien pequeña y con relucientes paredes blancas en su interior. A continuación, paseamos un rato por unas calles que parecían más de un pueblo que de una ciudad, concretamente por donde se encuentran la iglesia de San Esteban, el Palacio Episcopal, la Casa-Museo de Antonio Machado, la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce, la iglesia de la Trinidad y la Torre de Hércules.

20:15
Tocaba reponer fuerzas, y para ello nos fuimos a El Sitio a tomarnos en la barra dos rondas de refrescos (un par de cañas mi madre, un par de Coca-Colas Zero por mi parte) con sus correspondientes tapas gratis; en mi caso, me decanté por una de croquetas y otra de patatas con alioli, mientras que mi madre optó las dos veces por un salpicón de marisco. Muy bueno, muy buen servicio y a un precio casi inmejorable: 7 € en total. Tenía este 'sitio' apuntado en mi lista y la recepcionista del hotel también nos lo había recomendado, y eso suele ser buena señal, como así fue; de hecho, repetiríamos al día siguiente. La cena propiamente dicha la hicimos en El Redebal, donde, además de una botella de agua, compartimos un par de tostas, una de jamón ibérico y otra de presa ibérica, ambas de un tamaño considerable, que junto con las tapas de antes nos dejó más que satisfechos. También bastante bueno, aunque un pelín caro bajo mi punto de vista (26'90 €).
Ya cenados, y teniendo en cuenta que iba a ser la única noche que pasaríamos en Segovia, era obligado ver iluminados los principales monumentos de la ciudad. Descartamos ir hasta el Alcázar porque nos pillaba un poco lejos, así que volvimos a la Catedral, que lucía mucho más majestuosa si cabe ahora que a la luz del día, y desde allí emprendimos el camino de vuelta hacia el hotel. Empezamos por la Plaza Mayor para luego continuar por las calles Isabel la Católica y Juan Bravo, pasando entre medias por la plaza de Medina del Campo. Al final, desembocamos en la plaza del Azoguejo, donde se erige el Acueducto de Segovia, a cuyo mirador, al lado del Postigo del Consuelo, subimos para tener una perspectiva diferente de esta maravilla de la arquitectura romana. Desde allí arriba hice varias fotos, a un lado y otro del acueducto, y luego también nos hicimos fotos nosotros, tras lo cual volvimos definitivamente a nuestro alojamiento.
En la puerta del hotel nos encontramos a la recepcionista, Virginia para más señas, que estaba fumándose un cigarro, y nos quedamos un rato hablando con ella después de que se interesase por saber qué habíamos visitado. En esto, le dijimos que al día siguiente iríamos a comer al restaurante Jose María, a lo que nos preguntó si habíamos reservado mesa, y le respondimos que no. Nos dijo que era arriesgado ir sin reservar un domingo, pero que eso lo arreglaba ella rápidamente con una llamada, pues casualmente es familiar del dueño, y eso hizo, llamó desde su móvil al restaurante y nos reservó una mesa para la una y media. Le agradecimos el favor que nos hizo y seguidamente subimos a nuestra habitación a dormir, que falta nos hacía después de un largo viaje en coche y haber estado toda la tarde-noche andando de un lado para otro.

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