Miércoles, 11 de julio de 2018
8:00
Nos pusimos en pie bien tempranito para asearnos y aprovechar al máximo el día completo que íbamos a pasar en Salamanca. Salimos del hotel en busca de un lugar para desayunar, y al final fuimos a La Tahona de la Abuela Caffe, donde me pedí una tostada con aceite, un croissant y un vaso de leche con Cola Cao. En total, lo de mi madre y lo mío nos salió por 8'6 €.
Empezamos la visita a la ciudad poco antes de las diez de la mañana callejeando y viendo el Palacio de Monterrey, el Colegio del Arzobispo Fonseca, el Campo de San Francisco, la capilla de la Vera Cruz, el convento de la Anunciación, la iglesia de Santa María de los Caballeros, la Casa de las Muertes y el Monumento a Miguel de Unamuno, situado justo enfrente de la casa en la que vivió y murió este escritor y filósofo español.
A continuación, nos dirigimos a la iglesia de San Juan de Barbalos, que, al igual que la mayoría, estaba cerrada, para luego acercarnos a la Casa-Convento de Santa Teresa, el lugar en el que vivió Santa Teresa de Jesús y donde escribió su famoso "Vivo sin vivir en mí". Seguidamente, continuamos nuestro paseo pasando por delante de la casa de doña María la Brava y de la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, para finalmente poder entrar en dos templos que pillamos abiertos, primero en la iglesia de Santa María Magdalena, y luego en la iglesia de San Marcos, de estilo románico y llamativa por su peculiar planta circular.
Continuamos nuestro callejeo por la ciudad por la iglesia de San Boal, el Palacio de los Fermoselle o Torre del Aire, la iglesia de Sancti Spiritus, en la que pudimos entrar para admirar su reconocible estilo gótico y la capilla con artesonado mudéjar donde se venera la imagen del Cristo de los Milagros, la iglesia de San Cristóbal, la iglesia de San Julián y Santa Basilisa, y el Mercado Central.
Atravesamos la plaza Mayor para visitar la iglesia de San Martín de Tours, pues la tarde anterior estaba cerrada, y en cuyo interior destacan varias capillas y sepulcros. Volvimos a la plaza Mayor para hacernos unas fotos, y tras ello nos acercamos al convento de las Agustinas e Iglesia de la Purísima, un imponente templo de inconfundible estilo barroco cuyo retablo mayor está presidido por el cuadro de la "Inmaculada Concepción" de José de Ribera.
12:05
A continuación, nos dirigimos a la iglesia de San Juan de Barbalos, que, al igual que la mayoría, estaba cerrada, para luego acercarnos a la Casa-Convento de Santa Teresa, el lugar en el que vivió Santa Teresa de Jesús y donde escribió su famoso "Vivo sin vivir en mí". Seguidamente, continuamos nuestro paseo pasando por delante de la casa de doña María la Brava y de la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, para finalmente poder entrar en dos templos que pillamos abiertos, primero en la iglesia de Santa María Magdalena, y luego en la iglesia de San Marcos, de estilo románico y llamativa por su peculiar planta circular.
Continuamos nuestro callejeo por la ciudad por la iglesia de San Boal, el Palacio de los Fermoselle o Torre del Aire, la iglesia de Sancti Spiritus, en la que pudimos entrar para admirar su reconocible estilo gótico y la capilla con artesonado mudéjar donde se venera la imagen del Cristo de los Milagros, la iglesia de San Cristóbal, la iglesia de San Julián y Santa Basilisa, y el Mercado Central.
Atravesamos la plaza Mayor para visitar la iglesia de San Martín de Tours, pues la tarde anterior estaba cerrada, y en cuyo interior destacan varias capillas y sepulcros. Volvimos a la plaza Mayor para hacernos unas fotos, y tras ello nos acercamos al convento de las Agustinas e Iglesia de la Purísima, un imponente templo de inconfundible estilo barroco cuyo retablo mayor está presidido por el cuadro de la "Inmaculada Concepción" de José de Ribera.
12:05
Recorrimos la calle de la Compañía pasando por la iglesia de San Benito, otra de las que estaban cerradas, y llegando hasta el majestuoso edificio de La Clerecía, sede de la Universidad Pontificia de Salamanca, y justo enfrente la Casa de las Conchas, llamada así porque su fachada está decorada con multitud de conchas.
Después, cogimos por la calle Libreros para ir al Patio de Escuelas, una pequeña plaza en la que se encuentra el Rectorado y que está presidida por una estatua de Fray Luis de León y situada frente a la portada plateresca del edificio de las Escuelas Mayores de la Universidad de Salamanca, en la cual pudimos encontrar la rana que está esculpida sobre una de las calaveras de dicha fachada. En ese momento, comenzó a lloviznar y aprovechamos para refugiarnos y visitar el edificio de las Escuelas Menores, en concreto su claustro y el Cielo de Salamanca, una pintura mural que tiene más de 500 años y que era parte de la bóveda de la antigua biblioteca de la universidad.
Cuando escampó, nos dirigimos a la Catedral de la Asunción de la Virgen, también conocida como la Catedral Nueva porque aneja a ella está la Catedral de Santa María (la Catedral Vieja). Accedimos al templo por la fachada norte, previo pago de los 5 € de la entrada de cada uno, y ya en el interior pudimos intuir que estábamos en una de las catedrales más grandes de España por la grandiosidad de sus naves, sus columnas y sus bóvedas.
Recorrimos la catedral con tranquilidad siguiendo las indicaciones de la audioguía que nos dieron al entrar, de tal forma que fuimos visitando las numerosas capillas que hay en ella, entre las que habría que destacar la de Nuestra Señora de la Soledad, la del Cristo de las Batallas, la del Santísimo y la Capilla Dorada.
También visitamos la Capilla Mayor, que para ser la de una catedral no es que fuese muy llamativa, y el coro, con una sillería y dos órganos de gran belleza, mientras que sobre nuestras cabezas pudimos admirar la cúpula que se sitúa en el crucero.
A continuación, pasamos a la Catedral Vieja, con la que comparte uno de sus laterales, y cuyas dimensiones son más reducidas, pero no por ello es menos interesante. Sin duda alguna, lo mejor de este templo es su retablo mayor y el ábside, aunque también merecen mención los sepulcros y las pinturas murales que recorren sus paredes, algunas de sus capillas y el Museo Catedralicio que forma parte de ella.
Concluimos con la visita poco antes de las dos, pero todavía nos quedaba visitar la catedral por el exterior para admirar su inmensa torre, la fachada oeste y la fachada norte, en cuya Puerta de Ramos conseguimos localizar al astronauta que está esculpido en ella. Antes de almorzar, aprovechamos para hacernos unas fotos con la catedral de fondo y para ver los edificios que la rodean, entre ellos el Palacio de Anaya y el Palacio Episcopal, que actualmente es la sede del Museo de Historia de Salamanca.
14:20
Después, cogimos por la calle Libreros para ir al Patio de Escuelas, una pequeña plaza en la que se encuentra el Rectorado y que está presidida por una estatua de Fray Luis de León y situada frente a la portada plateresca del edificio de las Escuelas Mayores de la Universidad de Salamanca, en la cual pudimos encontrar la rana que está esculpida sobre una de las calaveras de dicha fachada. En ese momento, comenzó a lloviznar y aprovechamos para refugiarnos y visitar el edificio de las Escuelas Menores, en concreto su claustro y el Cielo de Salamanca, una pintura mural que tiene más de 500 años y que era parte de la bóveda de la antigua biblioteca de la universidad.
Cuando escampó, nos dirigimos a la Catedral de la Asunción de la Virgen, también conocida como la Catedral Nueva porque aneja a ella está la Catedral de Santa María (la Catedral Vieja). Accedimos al templo por la fachada norte, previo pago de los 5 € de la entrada de cada uno, y ya en el interior pudimos intuir que estábamos en una de las catedrales más grandes de España por la grandiosidad de sus naves, sus columnas y sus bóvedas.
Recorrimos la catedral con tranquilidad siguiendo las indicaciones de la audioguía que nos dieron al entrar, de tal forma que fuimos visitando las numerosas capillas que hay en ella, entre las que habría que destacar la de Nuestra Señora de la Soledad, la del Cristo de las Batallas, la del Santísimo y la Capilla Dorada.
También visitamos la Capilla Mayor, que para ser la de una catedral no es que fuese muy llamativa, y el coro, con una sillería y dos órganos de gran belleza, mientras que sobre nuestras cabezas pudimos admirar la cúpula que se sitúa en el crucero.
A continuación, pasamos a la Catedral Vieja, con la que comparte uno de sus laterales, y cuyas dimensiones son más reducidas, pero no por ello es menos interesante. Sin duda alguna, lo mejor de este templo es su retablo mayor y el ábside, aunque también merecen mención los sepulcros y las pinturas murales que recorren sus paredes, algunas de sus capillas y el Museo Catedralicio que forma parte de ella.
Concluimos con la visita poco antes de las dos, pero todavía nos quedaba visitar la catedral por el exterior para admirar su inmensa torre, la fachada oeste y la fachada norte, en cuya Puerta de Ramos conseguimos localizar al astronauta que está esculpido en ella. Antes de almorzar, aprovechamos para hacernos unas fotos con la catedral de fondo y para ver los edificios que la rodean, entre ellos el Palacio de Anaya y el Palacio Episcopal, que actualmente es la sede del Museo de Historia de Salamanca.
14:20
Siendo ya la hora de comer, tocaba decidir el sitio, y al final elegimos ir a uno de los restaurantes que tenía apuntados en mi lista, concretamente El Ave. Nos decantamos por la opción del menú de 12 €, en mi caso para beber pedí agua, mientras que para comer pedí unos macarrones boloñesa gratinados y secreto a la plancha; finalmente, natillas para el postre. Correcto, sin más.
Después de reposar un poco la comida, reanudamos el paseo por la ciudad por los edificios de la Universidad de Salamanca, la Casa-Museo de Unamuno, el Archivo General de la Guerra Civil Española, la Casa Lis (sede del Museo de Art Nouveau y Art Déco) y el Patio Chico, desde donde se puede contemplar tanto la fachada sur de la Catedral Nueva como la Torre del Gallo de la Catedral Vieja.
Seguidamente, entramos en el Huerto de Calixto y Melibea, un frondoso jardín que fue el que escogió Fernando de Rojas para recrear algunas escenas de "La Celestina", y después nos acercamos a la Cueva de Salamanca, que realmente es la cripta subterránea de la desaparecida iglesia de San Cebrián y en la que según la leyenda Satanás impartía sus clases de ciencias ocultas.
A las cuatro y diez estábamos de vuelta en el hotel para descansar un rato. Mi madre tenía pensado quedarse el resto de la tarde en la habitación, pero yo quería seguir callejeando y conociendo la ciudad, así que a las cinco y media cogí mi cámara de fotos y me fui directo a La Clerecía, donde aboné los 6 € de la entrada que combina la subida a las dos torres y la visita a los diversos espacios de la Universidad Pontificia.
La visita guiada comenzaba a las seis y media, por lo que primero subí a lo alto de las torres, desde donde se tienen unas vistas y unas panorámicas inmejorables de toda la ciudad, pues conseguí divisar la majestuosa Catedral Nueva, la fachada del Ayuntamiento en la plaza Mayor, la Casa de las Conchas, el convento de San Esteban, así como la cúpula de la propia iglesia de La Clerecía.
A la hora prevista dio comienzo la visita guiada, en la que una mujer nos fue llevando por los diferentes espacios que componen este complejo al tiempo que nos los iba explicando con todo lujo de detalles. Empezamos por el Aula Magna para luego seguir por la Escalera de Honor y el Patio de los Estudios; después accedimos a la galería interior donde se exponen cuadros que narran la vida de San Ignacio de Loyola, y por último visitamos la iglesia.
19:05
Al salir de La Clerecía, aproveché que se podía entrar de forma gratuita en la Casa de las Conchas para visitar su patio interior, el cual llama la atención por sus arcos, gárgolas, blasones y por la crestería que lo remata. A continuación, me acerqué a Viandas de Salamanca para comprar un hornazo, una especie de empanada típica de la región que suele llevar chorizo, lomo, jamón y huevo duro. Me costó 4'5 € y la verdad es que me gustó mucho, además de que llenaba bastante.
Mientras me lo comía, bajé en dirección al río hasta llegar a la altura de la Cruz de los Ajusticiados, para seguidamente repetir el camino que hice la noche anterior, pero ahora de día. Pasé por delante de la iglesia de Santiago del Arrabal, del Monumento al Lazarillo de Tormes y del Verraco del Puente Romano, y luego continué mi paseo por el Puente Romano.
Desde la otra orilla del río Tormes, volví a tomar varias fotos de la catedral, aunque esta vez apenas se reflejaba en las aguas del río, tras lo cual crucé por el Puente de Enrique Estevan para emprender el camino de regreso al hotel, adonde llegué sobre las ocho de la tarde.
Poco antes de las nueve, salimos del hotel en dirección al centro para dar un paseo tranquilo hasta el sitio en el que teníamos pensado cenar, concretamente en La Tostita, junto a la iglesia de San Marcos. Tanto mi madre como yo nos pedimos una Coca-Cola Zero de refresco y tres tostas para compartir: una de pollo, una charra y una San Marcos. Las tres estaban muy sabrosas, y todo por apenas 11 €.
Ya cenados, nos acercamos a la plaza Mayor, la cual esta vez sí la pude ver iluminada y más bella si cabe de lo que ya de por sí es, por lo que no dudé en sacar mi cámara para hacer varias fotos; además, aproveché para ver en los televisores de las terrazas de la plaza los últimos minutos de la prórroga de la semifinal Croacia-Inglaterra del Mundial de Rusia.
De camino al hotel, también pudimos disfrutar de ver iluminados algunos de los monumentos más notables de Salamanca, entre ellos La Clerecía, la Casa de las Conchas, el Palacio de Anaya, la Catedral Nueva, la Catedral Vieja y el Convento de San Esteban.
Cuando llegamos al hotel, a eso de las once y cuarto, dejamos nuestras maletas medio preparadas porque al día siguiente nos tocaba continuar con el viaje para ir hasta León. Tras poner las alarmas de nuestros móviles para que nos despertasen a las ocho de la mañana, nos acostamos definitivamente pasados ya unos minutos de la medianoche.
Después de reposar un poco la comida, reanudamos el paseo por la ciudad por los edificios de la Universidad de Salamanca, la Casa-Museo de Unamuno, el Archivo General de la Guerra Civil Española, la Casa Lis (sede del Museo de Art Nouveau y Art Déco) y el Patio Chico, desde donde se puede contemplar tanto la fachada sur de la Catedral Nueva como la Torre del Gallo de la Catedral Vieja.
Seguidamente, entramos en el Huerto de Calixto y Melibea, un frondoso jardín que fue el que escogió Fernando de Rojas para recrear algunas escenas de "La Celestina", y después nos acercamos a la Cueva de Salamanca, que realmente es la cripta subterránea de la desaparecida iglesia de San Cebrián y en la que según la leyenda Satanás impartía sus clases de ciencias ocultas.
A las cuatro y diez estábamos de vuelta en el hotel para descansar un rato. Mi madre tenía pensado quedarse el resto de la tarde en la habitación, pero yo quería seguir callejeando y conociendo la ciudad, así que a las cinco y media cogí mi cámara de fotos y me fui directo a La Clerecía, donde aboné los 6 € de la entrada que combina la subida a las dos torres y la visita a los diversos espacios de la Universidad Pontificia.
La visita guiada comenzaba a las seis y media, por lo que primero subí a lo alto de las torres, desde donde se tienen unas vistas y unas panorámicas inmejorables de toda la ciudad, pues conseguí divisar la majestuosa Catedral Nueva, la fachada del Ayuntamiento en la plaza Mayor, la Casa de las Conchas, el convento de San Esteban, así como la cúpula de la propia iglesia de La Clerecía.
A la hora prevista dio comienzo la visita guiada, en la que una mujer nos fue llevando por los diferentes espacios que componen este complejo al tiempo que nos los iba explicando con todo lujo de detalles. Empezamos por el Aula Magna para luego seguir por la Escalera de Honor y el Patio de los Estudios; después accedimos a la galería interior donde se exponen cuadros que narran la vida de San Ignacio de Loyola, y por último visitamos la iglesia.
19:05
Al salir de La Clerecía, aproveché que se podía entrar de forma gratuita en la Casa de las Conchas para visitar su patio interior, el cual llama la atención por sus arcos, gárgolas, blasones y por la crestería que lo remata. A continuación, me acerqué a Viandas de Salamanca para comprar un hornazo, una especie de empanada típica de la región que suele llevar chorizo, lomo, jamón y huevo duro. Me costó 4'5 € y la verdad es que me gustó mucho, además de que llenaba bastante.
Mientras me lo comía, bajé en dirección al río hasta llegar a la altura de la Cruz de los Ajusticiados, para seguidamente repetir el camino que hice la noche anterior, pero ahora de día. Pasé por delante de la iglesia de Santiago del Arrabal, del Monumento al Lazarillo de Tormes y del Verraco del Puente Romano, y luego continué mi paseo por el Puente Romano.
Desde la otra orilla del río Tormes, volví a tomar varias fotos de la catedral, aunque esta vez apenas se reflejaba en las aguas del río, tras lo cual crucé por el Puente de Enrique Estevan para emprender el camino de regreso al hotel, adonde llegué sobre las ocho de la tarde.
Poco antes de las nueve, salimos del hotel en dirección al centro para dar un paseo tranquilo hasta el sitio en el que teníamos pensado cenar, concretamente en La Tostita, junto a la iglesia de San Marcos. Tanto mi madre como yo nos pedimos una Coca-Cola Zero de refresco y tres tostas para compartir: una de pollo, una charra y una San Marcos. Las tres estaban muy sabrosas, y todo por apenas 11 €.
Ya cenados, nos acercamos a la plaza Mayor, la cual esta vez sí la pude ver iluminada y más bella si cabe de lo que ya de por sí es, por lo que no dudé en sacar mi cámara para hacer varias fotos; además, aproveché para ver en los televisores de las terrazas de la plaza los últimos minutos de la prórroga de la semifinal Croacia-Inglaterra del Mundial de Rusia.
De camino al hotel, también pudimos disfrutar de ver iluminados algunos de los monumentos más notables de Salamanca, entre ellos La Clerecía, la Casa de las Conchas, el Palacio de Anaya, la Catedral Nueva, la Catedral Vieja y el Convento de San Esteban.
Cuando llegamos al hotel, a eso de las once y cuarto, dejamos nuestras maletas medio preparadas porque al día siguiente nos tocaba continuar con el viaje para ir hasta León. Tras poner las alarmas de nuestros móviles para que nos despertasen a las ocho de la mañana, nos acostamos definitivamente pasados ya unos minutos de la medianoche.
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