Jueves, 28 de febrero de 2019
8:10
Al igual que los días anteriores, lo primero que hice nada más levantarme fue darme una ducha. Ya vestido y preparado para afrontar un nuevo día del viaje, me reuní con mis amigos, que habían dormido en la otra habitación para que no les molestasen mis ronquidos, y a las nueve y cuarto salimos para ir a desayunar de nuevo a Panaria; al igual que el día anterior, tomé pan tostado con aceite y una taza de leche con Cola Cao, pero también me pedí un croissant (3'70 € en total).
De allí nos fuimos a la plaza Porlier, donde vimos el Palacio de Camposagrado y la escultura de 'El viajero', y ya en la plaza de Alfonso II el Casto nos topamos con el Palacio de Valdecarzana-Heredia y con la Santa Iglesia Basílica Catedral Metropolitana de San Salvador de Oviedo, aunque antes de visitarla estuvimos unos minutos viendo el monumento a Alfonso II el Casto, el Jardín de los Reyes Caudillos y la capilla del rey Casto.
A continuación, nos adentramos en el pórtico que da acceso al interior de la Catedral, cuya entrada nos costó 7 € a cada uno, audioguía incluida. Nada más entrar, advertimos el predominante estilo gótico del templo por los arcos ojivales y la bóveda de crucería de la nave central. Avanzamos por las capillas de la nave de la Epístola hasta llegar al ábside, en la que sobresale por su belleza y majestuosidad el retablo mayor.
Seguidamente, tras pasar por delante de la imagen medieval de El Salvador, accedimos a la Cámara Santa, una de las estancias más importantes de la Catedral, puesto que en ella se custodian tesoros y reliquias como el Arca Santa, la Cruz de la Victoria, la Cruz de los Ángeles y el Santo Sudario, entre otros.
La visita nos llevó después a la cripta de Santa Leocadia y al claustro, desde donde pasamos a la Sala Capitular, en la cual se conservan los restos de la sillería del coro, antes de regresar a la Catedral propiamente dicha y poder admirar de nuevo el magnífico retablo de la Capilla Mayor.
Terminamos la visita recorriendo la nave izquierda a través de sus numerosas capillas, entre las que destacan la de la Anunciación y la de la Asunción. Tras casi hora y media de visita, salimos de la Catedral para seguir conociendo la ciudad, aunque no sin antes hacerme una foto junto con la escultura de 'La Regenta' y la Catedral de Oviedo de fondo.
12:15
Avanzamos por las céntricas calles Rúa y Cimadevilla hasta desembocar en la plaza de la Constitución, donde se erigen la Casa Consistorial de Oviedo y la iglesia de San Isidoro el Real, en la cual entramos para admirar su evidente y majestuoso estilo barroco, sus numerosas capillas con tallas de cristos, vírgenes y santos, y su retablo mayor.
Después fuimos al Mercado de El Fontán, en uno de cuyos puestos me compré un bollo preñao por 1'10 € para probar este producto típico asturiano, tras lo cual nos acercamos a la plaza de Daoiz y Velarde, que estaba a rebosar de gente y tenderetes por el mercadillo que se monta allí cada jueves, y a la plaza del Fontán, muy característica con sus pórticos de columnas y soportales.
Nuestro paseo nos llevó ahora hasta los edificios del Palacio de la Junta General y de la Casa-Palacio de la Presidencia del Gobierno del Principado de Asturias, justo enfrente del Campo de San Francisco, un enorme parque urbano cuyos numerosos árboles estaban casi todos sin hojas por las fechas en las que nos encontrábamos.
Debido a su gran tamaño, estuvimos paseando por este parque cerca de media hora, tiempo en el que tuvimos la ocasión de ver el estanque de los Patos y los numerosos puntos de interés que hay en él, como por ejemplo el monumento a José Tartiere, el antiguo arco de entrada a la desaparecida iglesia de San Isidoro, la estatua de Mafalda o la de Sabino Fernández Campo, entre otros.
Dejamos el parque y cruzamos la calle Uría a la altura de donde se encuentra la estatua de Woody Allen para a continuación pasar por delante del Teatro Campoamor, avanzar por la calle Pelayo, donde nos topamos con varias esculturas urbanas de bronce, y llegar hasta la Basílica de San Juan El Real, que se encontraba cerrada en ese momento.
Como ya eran cerca de las dos, paramos unos minutos para pensar si almorzar en Oviedo o en Cudillero, que sería nuestro siguiente destino. Al final, decidimos comer aquí, concretamente en el restaurante El Fartuquín, donde dos de mis amigos se pidieron un menú especial de 17 €, mientras que el otro y yo nos decantamos por el menú del día a 10 €, en mi caso ensaladilla rusa, filete de ternera a la plancha y tarta de chocolate. Todo estaba exquisito, de hecho hasta probé alguno de los platos de mis amigos.
Salimos del restaurante más que saciados y casi tan llenos como el día anterior en Gijón para hacer una pequeña parada en el hotel y coger el coche para echar la tarde en Cudillero y Avilés, de tal manera que, saliendo de Oviedo, pasamos por delante de la iglesia de San Julián de los Prados, otro de los templos prerrománicos de la ciudad que son Patrimonio de la Humanidad.
17:10
Dejamos el coche en el aparcamiento del puerto pesquero de Cudillero, cerca de una bonita cascada situada frente al muelle, y de allí nos fuimos andando al núcleo principal del pueblo, enclavado en la montaña con unas coloridas casas que parecen forman un anfiteatro que se abre al mar, y cuyas edificaciones más notables son la iglesia de San Pedro, en la que no pudimos entrar porque se estaba oficiando un funeral, y el Ayuntamiento.
A continuación, nos dispusimos a ir al Mirador de la Garita y al Mirador de la Atalaya, para lo cual tuvimos que subir los interminables escalones de un laberinto de calles estrechas y en cuesta que al menos a mí me dejaron agotado, aunque el esfuerzo mereció la pena, ya que las vistas que teníamos del pueblo, del puerto y de los acantilados desde allí arriba eran inmejorables.
Tras descansar y disfrutar de la panorámica durante unos quince minutos, bajamos de nuevo al pueblo con cuidado de no caernos, pues algunos tramos estaban un poco deteriorados y había que agarrarse a las barandillas, y nos fuimos en busca del coche para continuar con el viaje.
Llegamos a Avilés poco antes de las siete de la tarde, de tal manera que dejamos el coche en la zona azul para seguidamente darnos una pequeña vuelta por la ciudad, pues la idea era cenar en Oviedo. En primer lugar, nos topamos con la iglesia de Santo Tomás de Canterbury, conocida popularmente como la catedral de Avilés, pues por su tamaño así lo parece.
Avanzamos por la calle de la Cámara hasta desembocar en la plaza de España, la cual está presidida por el edificio del Ayuntamiento, aunque estaba oculto tras un escenario. A continuación vimos el Palacio de Ferrera, que actualmente alberga un hotel, y la Fuente de los Caños de San Francisco, situada junto a la iglesia de San Nicolás de Bari.
Continuamos nuestro paseo por la peatonal calle Galiana y luego nos adentramos en el parque de Ferrera cuando ya era prácticamente de noche, por lo que apenas pudimos verlo en condiciones. Salimos por la calle Rivero, más o menos a la altura en la que se encuentran la Fuente de los Caños de Rivero y la capilla de San Pedro, tras lo cual regresamos a la plaza de España.
19:55
No teníamos mucho más que hacer allí, así que nos fuimos en busca del coche para volver a nuestro hotel de Oviedo, adonde llegamos poco antes de las nueve de la noche. Una vez allí, mientras veíamos por la tele el Valencia-Betis de la Copa del Rey, nos pusimos a mirar en qué hotel nos quedaríamos el día siguiente a medio camino de regreso a Málaga. Finalmente, reservamos dos habitaciones en Llerena, en la provincia de Badajoz, y seguidamente salimos a la calle a cenar.
Acabamos yendo a la Sidrería El Gato Negro, donde ya cenamos dos días antes, aunque nos gustó tanto que no nos importó repetir. Yo no tenía mucha hambre y apenas comí un poco de cachopo de cecina y algunas anchoas con queso manchego, ya que el almuerzo fue bastante contundente, pero mis amigos no se cortaron y, además de lo que compartí con ellos, se pidieron una jarra de sangría, seis botellas de sidra, un plato de zamburiñas, un pastel de cabracho, una crema de la casa y un arroz con leche.
Cuando pagamos la cuenta, de casi 100 €, y salimos del restaurante, ya era la una menos veinte de la madrugada. Volvimos tranquilamente al hotel, de tal manera que cuando subimos a nuestras habitaciones pasaban ya diez minutos de la una, hora a la que nos pusimos a dejar las maletas medio hechas para no perder mucho tiempo a la mañana siguiente para continuar con el viaje, de tal manera que, entre una cosa y otra, nos acostamos a las dos.
A ver, aquí falla algo.
ResponderEliminarSon tantos años viajando a Asturias, que todos los sitios que nombras los conozco casi mejor que mi pueblo.
Pero no es eso lo que quería decir. Ya en serio.... 6 botellas de sidra.
O sea, de ruta por Asturias, y para colmo, en Avilés....6 botellas de sidra!!!!!!!
A ver como te lo explico. Llega un grupo de turistas a Málaga, y cuando llegan a su tierra le cuentan a sus amigos que se han comido un espeto entre todos.
Supongo que se entendió lo que quería decir, jajajjaja.
Que no se me malinterprete, yo no soy alcohólico, pero 6 botellas de sidra en Asturias es el equivalente a tomarse un chupito de moscatel en la "Casa de Guardia".
Por cierto, el 7 de Agosto, el descenso del Sella, pero me temo que lo van a cancelar de nuevo. Una lástima.
Bueno, pues eso, que me encanta ver que todavía queda gente que disfruta de conocer nuestra tierra.
Un abrazo.
Hola, Rojo Merlin.
ResponderEliminarPara ser exactos, las 6 botellas de sidra no fueron en Avilés, sino en el restaurante de Oviedo en el que cenamos, y no sé, a mí me parecieron muchas para mis tres amigos, porque a mí no me gusta, yo solamente bebí agua jeje. Y, como también digo en la entrada, además de esas 6 botellas de sidra, se tomaron una buena jarra de sangría entre los 3. Ya no lo recuerdo, pero me imagino que después estuvieron mucho tiempo en el baño :P
Pues sí, la verdad es que España tiene mucho que ver. La pena es que por una cosa y por otra llevo ya un año y medio sin viajar, aunque bueno, me servirá para ponerme al día con los relatos de los viajes, que ya ves lo retrasado que voy.
Saludos ;)