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viernes, 30 de octubre de 2009

No es mío, pero es interesante (II)

En menos tiempo del que tenía previsto, os traigo la segunda entrega de la lista de enlaces a noticias de blogs y webs que he visitado en los últimos días y que me han resultado interesantes. Hay un poco de todo: leyendas, astronomía, matemáticas, curiosidades, vídeos sorprendentes...
Éstos son los enlaces que os recomiendo hoy:
¿Cuál os ha llamado más la atención? Dejad vuestros comentarios ;)

miércoles, 28 de octubre de 2009

¿Qué puedes comprar con 1 €?

Voy a cumplir con creces la promesa que hice en la entrada del segundo cumpleaños de 'El mundo de Rafalillo', y es que, con esta entrada, comienza una nueva sección. Hace unos meses, concretamente en febrero, cuando estuve en Italia, viajé en avión a Roma desde Milán por un euro cada vuelo, el de ida y el de vuelta; a raíz de ello, se me ocurrió crear una sección para el blog en la que os preguntaría qué podríais comprar con una cierta cantidad de dinero.
Hasta hace unos días, no me había acordado de ello, pero el segundo viaje que he emprendido al país transalpino lo ha rescatado de mi memoria, así que, antes de que se me olvide otra vez, he decidido plantearos la primera pregunta, que no es otra que la causante de esta nueva sección: ¿qué podéis comprar con 1 euro?
Aquí os dejo con algunos ejemplos que se me vienen a la cabeza:
  • Un vuelo de Milán a Roma con Ryanair (a veces).
  • Un ejemplar del periódico deportivo 'Marca'.
  • Mandar unos seis sms.
  • Dejar tu coche aparcado bajo la vigilancia de un gorrilla.
  • Un billete para un viaje en el metro de Madrid.
  • Algo menos de un litro de gasolina.
  • Media docena de huevos.
  • Un par de preservativos.
  • Unos tres litros de leche.
  • En este momento, 1'47 dólares.
Y a vosotros, ¿qué otros productos se os ocurren que puedan costar un euro?

lunes, 26 de octubre de 2009

Viaje a Roma: día 1

Miércoles, 7 de octubre de 2009

Un breve resumen de cómo se gestó el viaje...
Un miércoles a comienzos de junio, Sebas y Jesús, que se iban de Erasmus a Milán, me plantearon la posibilidad de que les acompañara para ir a Roma en octubre, ya que querían que yo fuera su guía en el viaje teniendo en cuenta que estuve allí en febrero y que me encantó; vimos unos vuelos muy baratos en Ryanair para el puente de dicho mes y esa misma noche los compramos. Posteriormente, los tres amigos míos del colegio con los que ya fui a Valencia se unieron a la aventura en cuanto se lo conté y les expliqué que nos podría salir a un precio muy interesante; además, así compensaríamos el fallido viaje del verano que teníamos pensado y que no íbamos a poder hacer por cuestiones de incompatibilidad de días entre nosotros.
Desde que adquirí los billetes, no he dejado de pensar un día en Roma, en lo que íbamos a ver, en que la leyenda de la moneda de la Fontana de Trevi se iba a cumplir, etc. Las últimas semanas antes del viaje, me dediqué plenamente a planificar día a día nuestro viaje a la capital transalpina; estuve días y días documentándome de todo aquello que era obligado visitar, sus respectivos horarios, en qué parte de la ciudad se encontraban... Con todo ello, me hice una hoja de ruta detallada al minuto para cada una de las jornadas que estaríamos en Roma; además, también me preocupé de buscar sitios donde comer lo más barato posible y que estuvieran localizados cerca de nuestro itinerario.
Durante el verano, también encontramos un hostal céntrico a pocos minutos de la estación de Termini y del Coliseo, aunque con ciertos problemas, porque, cuando hicimos la reserva, confundimos la fecha de llegada; nos pusimos en contacto vía correo electrónico con el hostal explicándoles la confusión y nos dijeron que no había ningún problema, pero, apenas un mes antes del viaje, nos cancelaron la reserva porque había un grupo de gente que llegaba en mitad de nuestra estancia y no tendríamos hueco. Con este plan, no teníamos más remedio que buscar un nuevo hostal en el que hospedarnos, y esta vez nos aseguramos de que la fecha de llegada era la correcta; el nuevo se encontraba a pocos metros del otro, donde sí se podían alojar dos de mis amigos, que tenían otro plan de viaje porque, además de Roma, también irían a Milán. Por último, las entradas de los Museos Vaticanos las adquirimos por Internet para evitar las largas colas que se suelen formar; nos costaría un poco más caro, pero, cuando llegue el día en el que os cuente la visita al Vaticano, entenderéis que merecía la pena.

5:45
Suena el despertador tras cuatro meses de espera casi interminables, que parecían que nunca iban a pasar. No tardé mucho en ponerme en pie para ir al baño y prepararme un mollete tostado con aceite y un vaso de leche con Nesquik. La maleta ya la dejé prácticamente hecha la noche anterior, así que sólo me faltaba por meter las chanclas y la funda de las gafas. La maletilla de la cámara tenía que guardarla dentro de la maleta, porque Ryanair sólo permite entrar al avión con un bulto, por lo que hoy no podría hacer fotos hasta llegar a Roma. Me costó un poco poder cerrar la maleta, pero al final lo conseguí; antes me aseguré de que llevaba todo lo necesario, sobre todo los billetes de los vuelos y la reserva de los Museos Vaticanos.
Sobre las siete menos cuarto, me despedí de mi madre y bajé al garaje con mi padre; apenas diez minutos más tarde, llegamos a la esquina de la Avenida de Andalucía en la que había quedado con Miguel y Jose para que el padre de éste nos llevase al aeropuerto. Todavía no estaban allí, más que nada porque quedamos de siete a siete y cuarto, así que aprovechamos para buscar aparcamiento por allí cerca. Al rato, apareció Miguel con su maleta, pero Jose empezaba a ser impuntual, así que le di un par de toques; mientras tanto, me despedí de mi padre, que se tenía que ir a trabajar. Poco después, llegó Jose con su padre, y nos montamos en el coche para ir al aeropuerto.

7:50
Una vez allí, buscamos la mesa de facturación de nuestro vuelo para confirmar que nuestras reservas eran correctas, así que nos dirigimos al control de seguridad; para evitar que pitase el arco y los posteriores cacheos de los policías, me quité el cinturón y dejé la cartera, el móvil y el reloj en la bandeja. Después, como todavía teníamos tiempo de sobra, subimos a la planta en la que se encuentran los bares y las tiendas del aeropuerto, ya que Miguel quería tomarse algo; los precios eran bastante desorbitados (más de cinco euros por un vaso de zumo de naranja...), así que lo único que hicimos fue pasear.
Bajamos de nuevo a la terminal y vimos una máquina de refrescos, y Miguel aprovechó para comprarse una botella de Fanta, mucho más barata que el zumo. A continuación, fuimos a la puerta de embarque B18, ya que Miguel había visto en la web del aeropuerto que ésa era la de nuestro vuelo; al rato de estar allí esperando, los paneles lo confirmaron, y nos pusimos de los primeros en la cola para intentar pillar asientos más amplios, como así fue; es una gozada, sobre todo para mí que soy alto, poder estirar las piernas y no estar encajonado durante todo el vuelo, teniendo en cuenta, además, que la duración estimada era de dos horas y media hasta el aeropuerto de Bérgamo, donde haría escala para ir a Roma y donde quedaría con Sebas y Jesús, que ya estaban en Milán viviendo.
Los avisos de seguridad los dijeron en inglés, en italiano y en español, cosa que me extrañó, porque cuando fui a Milán en febrero sólo lo hicieron en los otros dos idiomas. El avión se dispuso a buscar pista y despegó a las nueve y media, diez minutos después de lo previsto. Cuando cogimos altura y ya nos encontrábamos por encima de las nubes, pude ver por la ventana la Luna, así que le pedí a Jose su cámara para hacer algunas fotos, como la que podéis ver a la derecha.
Miguel aprovechó el vuelo para leer y dormir un poco, mientras que Jose se puso a escuchar música, aunque más de una vez lo pillé frito. Entre tanto, las azafatas se dedicaron a intentar vender a los pasajeros todo tipo de productos, y no sólo el desayuno, sino también boletos de 'rasca y gana', cigarrillos que no expulsaban humo, joyería y complementos, billetes para el autobús que te lleva del aeropuerto a la Stazione Centrale de Milán, etc.

10:45
A esta hora, ya podía divisar la costa de Francia mientras nos íbamos acercando a los Alpes, que no tenían nieve alguna; por entonces, Jose y Miguel empezaron a despertarse casi a la par, mientras las azafatas seguían a lo suyo, intentando vender algo. Poco antes de las once y media, el piloto avisaba de que, en unos minutos, íbamos a aterrizar en Bérgamo; me llevé una sorpresa, porque eso significaba que, a pesar de haber salido con algo de retraso, llegaríamos a nuestro destino antes de tiempo.
En efecto, a las 11:35, el avión aterrizó en el aeropuerto de Orio al Serio. Tras coger nuestro equipaje, bajamos por las escaleras a la pista para subirnos al autobús que nos acercaría a la terminal, pero, mientras éste se llenaba de pasajeros, aprovechamos para hacernos una foto con el avión que nos había traído desde Málaga.
Ya en el aeropuerto propiamente dicho, lo primero que hicimos fue tantear los sitios que había allí para comer, pero lo más barato que vimos fue un menú que consistía en un triángulo más o menos grande de pizza y un refresco por algo más de siete euros. Ante ese panorama, y teniendo en cuenta que hasta las cinco de la tarde no salía el vuelo para Roma, decidimos ir a Bérgamo a comer, concretamente a la panadería de la Città Alta a la que fui con Leti y David en febrero.
Tras recorrernos la terminal entera y volver hasta la zona de llegadas, encontramos la parada del autobús que lleva a la Città Alta; compramos los billetes en la máquina que había allí y, tras unos minutos, llegó el bus, que prácticamente se llenó con todos los que estábamos esperando en el aeropuerto. Por el camino, nos encontramos con un poco de tráfico, sobre todo en el primer tramo, hasta llegar a la estación de trenes de Bérgamo; para un trayecto de apenas cinco kilómetros, tardamos algo más de veinte minutos. El resto del camino fue un poco más corto, pero se hizo largo porque era en cuesta hacia arriba y tenía muchas paradas de por medio.

12:55
Nada más llegar, bebimos agua, bastante fría por cierto, en una fuente que había justo al lado de la parada del autobús. Maleta en mano, iniciamos nuestra visita a la Città Alta, que me volvió a enamorar desde el primer momento, al igual que cuando estuve en febrero. Unos metros antes de la Piazza Vecchia, pasamos por la panadería 'Il Fornaio'; estaba repleta de gente comprando trozos de pizza para comérselos en la calle, así que decidimos acercarnos un poco más tarde y pasear por el pueblo mientras tanto.
Primero fuimos a la Piazza Vecchia, que me gustó más esta vez, ya que, la vez que estuve en febrero, tenía algunos andamios que ocultaban parte de sus fachadas, además de un pequeño pasadizo que la conecta con la Piazza Duomo; ahora, la panorámica era mucho mejor, porque la Catadral se podía divisar por entre la columnas del Palazzo della Regione. Jose hizo algunas fotos con su cámara, aunque lo que más le llamó la atención fue un enorme 4x4 que estaba allí aparcado. Después, seguimos andando hasta la Torre del Gombito y, desde allí, volvimos a la panadería para comer.
Ahora ya estaba menos concurrida, pero, aún así, tuvimos que esperar unos minutos para poder pedir. Cogimos una mesa y le echamos un vistazo a las pizzas que había; tenían una pinta increíble y con casi todos los ingredientes que te pudieras imaginar. La de patatas fritas entraba por los ojos como ninguna, pero al final me decanté por la de salchichas. Jose y Miguel alucinaron con sus respectivos trozos, y reconocieron que era la mejor pizza que habían probado; al salir de la panadería, Jose hizo algunas fotos al escaparate, como la que podéis ver aquí.
Ya eran casi las dos de la tarde, por lo que volvimos a la parada del autobús. Esta vez, fuimos más listos y compramos un billete de menor importe en vez del que había que adquirir para ir al aeropuerto, aunque la máquina no le devolvió a Miguel el cambio, pero, de todas formas, le salió más barato. Tuvimos que esperar un poco a que viniese el autobús, aunque esta vez sólo tardó unos veinte minutos en llegar al aeropuerto, justo a las tres, a la hora a la que habíamos quedado con Sebas y Jesús, que venían de Milán; finalmente, aparecieron media hora más tarde.

15:30
Tras presentarles a Jose y a Miguel, nos fuimos los cinco al control de seguridad, que pasamos sin problemas. Miramos en la pantalla de vuelos la puerta de embarque del nuestro y nos dirigimos allí; todos los asientos estaban ocupados, y eso que todavía quedaba más de media hora para embarcar, así que nos fuimos a la que estaba al lado, donde encontramos algunos libres. Sebas y Jesús me contaron sus primeras experiencias como Erasmus en Milán, las penurias que pasaron los primeros días, el control económico que tienen que seguir para no pasarse del dinero que reciben de la beca, los viajes que ya han hecho, casualmente el fin de semana anterior, que estuvieron en el Oktoberfest de Munich, etc.
Sobre las cuatro y cuarto, vimos que, en nuestra puerta de embarque, se estaba formando una cola, así nos fuimos rápido para estar de los primeros. No lo conseguimos, porque nos dimos cuenta un pelín tarde, pero resulta que la cola se formó, por decirlo de alguna forma, por la cara, porque no era todavía la hora de embarcar, así que estuvimos un rato de pie sin hacer nada. Unos minutos más tarde, se dio el aviso para el embarque de nuestro vuelo; por la cantidad de pasajeros que teníamos delante, iba a ser complicado pillar asientos amplios, aunque no me importaba mucho porque el vuelo no era muy largo, pero, por suerte, un autobús nos acercaría hasta el avión, así que nos montamos cerca de las puertas para salir pitando cuando se abrieran. Y eso fue lo que hice. Fui de los primeros en subir y acaparé cinco asientos al lado de las salidas de emergencia para nosotros.
Cuando ya estábamos sentados, vi que una azafata se puso a hablar con Sebas y Jesús e, inmediatamente, se acercó a nosotros tres y nos preguntó en inglés si teníamos más de 18 años, porque en caso contrario no podíamos ocupar esas plazas. Me quedé boquiabierto, porque vale que podamos aparentar menos edad, pero es que nos echaba cinco años menos a Jose, a Miguel y a mí, y siete a Jesús y Sebas; esto provocó unas risas más que justificadas entre nosotros, porque para nada nos imaginábamos que nos iban a preguntar eso.
El avión despegó a la hora prevista, a las 17:05, con rumbo a Roma. Al igual que en el vuelo que tomé por la mañana, las azafatas estuvieron cada dos por tres ofreciéndonos todo tipo de productos, aunque esta vez se tuvieron que dar más prisa, porque en menos de una hora estábamos aterrizando en el aeropuerto de Ciampino.

18:15
Cuando estuve en Roma con David y Leti, para llegar a Termini elegimos una de las opciones más baratas que había, que consistía en coger primero un autobús hasta la estación de Ciampino y allí el cercanías hasta la ciudad; con esa idea, fuimos a la taquilla a comprar los billetes, pero el chico que nos atendió nos dijo que el siguiente autobús tardaría una hora en llegar, pero que había otro que te dejaba en Anagnina, donde podríamos coger el metro hasta Termini. Finalmente, lo hicimos así, y, además, nos salía aún más económico, ya que costaba treinta céntimos menos que la otra forma.
El autobús llegó a la hora que nos indicaron, a las 18:40, pero había tal cantidad de gente para subirse que acabó saliendo un cuarto de hora más tarde; casi no cabíamos, éramos como sardinas en lata. En esto, me llamó Pepe, que llegó a Roma por la mañana, ya que él salía desde Madrid. Me dijo que se encontraba en la Piazza di Spagna con una amiga suya que estaba allí de Erasmus y que fuéramos en su busca cuando dejásemos el equipaje en el hostal.
Nos bajamos en la estación de Anagnina, donde se encuentra la cabecera de la línea de metro que, tras quince paradas y veinte minutos de viaje, nos dejaría en Termini. Desde allí, nos fuimos andando hasta nuestros respectivos hostales; primero llegamos al Astro Pensionhouse, donde nos alojaríamos Jesús, Sebas, Pepe y yo, mientras que Miguel y Jose sólo tenían que ir hasta la plaza que había al final de la calle para encontrar su B&B.
El hostal estaba en la primera planta; nos recibió Viktor, el casero, que, tras presentarse, nos llevó a nuestra habitación. Nos la esperábamos un poco más grande. Había una cama de matrimonio y dos literas, además de un cuarto de baño, pero todo en un mínimo espacio; también teníamos un armario, sin cajones ni perchas, y en el interior estaba la maleta de Pepe, que llegó al mediodía. Le pedimos a Viktor la llave de nuestra habitación, y también nos dio la del portal de la calle y la de la puerta de acceso al hostal, para que pudiéramos llegar a la hora que quisiéramos sin molestar a los demás.
Le tuvimos que pagar el alojamiento al instante, y no al final de la estancia, como nosotros creíamos; teníamos que hacerlo en efectivo, y yo también tuve que poner la parte de Pepe, que me lo daría a la noche. Tras coger mi cámara de fotos, que se tiró todo el día guardada en mi maleta, bajamos a la calle en busca de Jose y Miguel, quienes llegaron pocos minutos después de su B&B. En ese momento, llamé a Pepe para decirle que íbamos a coger el metro y que, en un cuarto de hora, estaríamos en Piazza di Spagna. En el trayecto, nosotros cinco intercambiamos las primeras impresiones que nos dejaron nuestros respectivos alojamientos; Jose nos mostró algunas fotos que la había dado tiempo a hacer de su habitación, y la verdad es que tenía mejor pinta que el mío.

20:45
Nada más salir de la bocana del metro, nos encontramos a Pepe acompañado de Bea, su amiga que estaba de Erasmus en Roma, a quien nos presentó. Como ella ya llevaba viviendo en la ciudad varias semanas, le preguntamos por un sitio para cenar que no fuese muy caro, y nos dijo que por Piazza Venezia había un restaurante muy recomendable a buen precio. Primero, tuvimos que atravesar la Piazza di Spagna, que estaba abarrotada de gente, como suele ser habitual, y después seguimos por la Via dei Condotti, una de las más importantes de Roma por la cantidad de tiendas de reconocidas marcas que allí había, como Gucci, Bulgari, Swarovski, Giorgio Armani o Prada.
Pepe me dijo que su amiga ya le había llevado a varios puntos importantes de la ciudad, como el Coliseo, la Fontana di Trevi o la Piazza del Popolo; mientras caminábamos por la Via del Corso, estuve charlando con Bea acerca de cómo había planteado el viaje y mi anterior experiencia en Roma cuando estuve en febrero, además de consultarle algunas recomendaciones sobre la ciudad. En unos minutos, llegamos a la Piazza Venezia, y allí giramos a la izquierda por la Via 4 Novembre; al final de la calle, entramos en el restaurante en el que cenaríamos, el 'Pastarito Pizzarito', donde yo tenía pensado comer al día siguiente, pero, ya que estábamos allí y con el hambre que teníamos, no íbamos a buscar otro sitio.
Yo ya había comido una vez en el 'Pastarito Pizzarito', concretamente en Milán con Leti y David, y salí bastante contento de aquella vez, por lo que hoy sabía que iba a cenar bien. Yo me pedí unos macarrones a la carbonara que tenían una pinta tremenda, y al probarlos comprobé que de sabor no se quedaba atrás; en mitad de la cena, Sebas nos hizo la foto que podéis ver sobre estas líneas.
Mi plato era bastante abundante, y me costó mucho terminármelo a pesar de que tenía bastante hambre; no sé por qué, pero en la calle siempre como menos que en casa, o, al menos, me quedo lleno bastante antes.

22:15
Después de una gran cena, salimos a la calle y nos despedimos de Bea, porque nosotros ya teníamos que volver a nuestros hostales, que al día siguiente nos tendríamos que levantar temprano. Nuestro camino de regreso empezó por la Piazza Venezia, presidida por el Altare alla Patria bellísimamente iluminado, como podéis comprobar; estuvimos unos minutos haciendo fotos en la plaza y, a continuación, tras sortear el caótico tráfico de Roma, seguimos por la Via dei Fori Imperiali, desde donde podíamos ver la Columna y el Foro de Trajano, además de algunas estatuas de emperadores romanos, pero no nos detuvimos mucho porque al día siguiente lo visitaríamos todo con más tranquilidad y a la luz del día. En la otra punta de la calle, nos topamos con el Coliseo, que también estaba totalmente iluminado, aunque, en una parte de su fachada, se estaba proyectando un anuncio por palabras que hacía casi imposible tomar una foto del monumento sin que apareciera dicho anuncio.
A continuación, avanzamos por la Via Labicana y, tras tomar una de sus bocacalles, subimos hasta llegar a la Piazza Vittorio Emanuele II; allí, nos separamos no sin antes quedar a las nueve de la mañana, y si pudiera ser unos minutos antes mejor, en una de las esquinas de la plaza para iniciar la ruta que tenía planificada para el jueves.
Ya en el hostal, lo primero que hicimos fue decidir dónde íbamos a dormir cada uno. Como Pepe y yo éramos más altos y grandes y las literas parecía que no soportaban mucho peso, Sebas y Jesús accedieron a dejarnos a nosotros la cama de matrimonio. Mientras preparaba las cosas para el día siguiente, Pepe fue al baño, pero salió de él acompañado de un ensordecedor ruido: había tirado papel higiénico por el váter, sin darse cuenta del aviso que había en el baño y que rogaba no hacerlo, y el extractor se había atorado. Sebas fue en busca de Viktor, porque era imposible conciliar el sueño con ese zumbido, y éste nos reprochó, de buenas formas, nuestro despiste; tras desenchufar el extractor para que cesara el ruido, nos dijo que lo arreglaría al día siguiente y que, mientras tanto, usásemos el cuarto de baño comunitario.
Solventado momentáneamente este inesperado problema, decidimos poner nuestras alarmas del móvil a las siete y media de la mañana, ya que a partir de las ocho podríamos desayunar. Una vez que dejamos todo preparado, nos acostamos pensando en el que iba a ser el primero de los largos días que íbamos a pasar en Roma.

sábado, 24 de octubre de 2009

Los compadres, el surf y los botellines

El otro día, en uno de los numerosos y jocosos hilos de conversación que solemos tener algunos compañeros de la universidad, Miguel nos enlazó algunos vídeos que no tenían desperdicio. Uno de ellos era el que os puse en este blog hace unos meses, en el que un par de amigos sevillanos departían sobre varios temas en la puerta de un bar. Pues bien, los mismos personajes protagonizan un nuevo corto, más corto, pero igual de divertido y directo, esta vez con el verano como argumento; además, estos actores se han transformado en otras dos parejas que, paralelamente, viven la época estival a su manera.
Aquí tenéis los tres vídeos en cuestión. Diez minutos de risas garantizadas y verdades como templos. Que los disfrutéis ;)









miércoles, 21 de octubre de 2009

No es mío, pero es interesante (I)

Como adelanté el pasado domingo al cumplir dos años con el blog, hoy doy comienzo a una nueva sección que espero que sea de vuestro agrado y que haga más completo y entretenido a 'El mundo de Rafalillo'.
La sección que hoy se estrena se va a llamar 'No es mío, pero es interesante'. No se me ha ocurrido otro nombre más original, pero, al menos, transmite perfectamente lo que vais a encontrar en cada una de sus entradas. De los blogs y webs que yo suelo visitar, os detallaré una lista de enlaces a los contenidos que, en los últimos días, más me han llamado la atención, ya sea por ser interesante, gracioso, curioso, etc. La frecuencia de publicación de estas entradas dependerá del tiempo que tarde en recopilar un número aceptable de enlaces que incluir en ellas, aunque yo calculo que cada diez o doce días podréis disfrutar de los contenidos que en dichos enlaces encontraréis.
Dicho lo cual, aquí tenéis la primera lista:
Bueno, espero que algunos de los enlaces anteriores sean de vuestro interés y que esta nueva sección se haga un hueco importante dentro del blog.

lunes, 19 de octubre de 2009

El Málaga se complica la vida

El Málaga cayó derrotado ayer por 1-2 por un Almería que se mostró superior en la mayor parte del encuentro y en el que dispuso de varias ocasiones para lograr una diferencia más amplia.
La primera media hora de juego estuvo más o menos nivelada, con un Málaga que nunca encontraba el último pase y un Almería que no se atrevía a penetrar en el área local; no obstante, cabe reseñar algunas ocasiones, como la que tuvo Weligton en una falta con dos remates a bocajarro que repelió un defensa almeriense, y dos tiros desde fuera del área de los visitantes Juanma Ortiz y Piatti que desbarató con ciertos problemas Munúa, en dos tiempos y con un despeje de puños, respectivamente. Poco a poco, se iba viendo que el Almería se sentía más cómodo en el césped y que tocaba con más criterio la pelota, lo que le permitía ir ganando terreno. A siete minutos del final, una falta al borde del área fue ejecutada magistralmente por Cisma, que colocó el esférico en la misma escuadra donde Munúa no podía llegar (0-1). Sin tiempo para asimilar el gol encajado, el Málaga vio cómo un minuto después recibía el segundo tras un fallo garrafal de Cuadrado al intentar regatear a Soriano siendo el último defensa de la zaga; el jugador almeriense se plantó solo delante del portero para batirle por bajo (0-2). El árbitro apenas cometió fallos importantes a lo largo del encuentro, aunque quizás abusó del diálogo en algunas ocasiones.
El descanso debería haber servido a los jugadores malacitanos para levantar la cabeza y saltar al terreno de juego con las ideas claras, pero nada de eso. Ni aún sacando dos delanteros más se generó mucho más peligro, y es que, en toda la segunda parte, el Málaga sólo dispuso de dos ocasiones claras de gol. La primera la tuvo Duda al poco de la reanudación, tras recibir un pase al hueco de Baha que le dejaba solo delante de Diego Alves, pero el meta brasileño supo repeler el remate del internacional portugués; la segunda ocasión significó el gol de los malaguistas, mediada la segunda mitad, gracias a un zurdazo cruzado de Edinho dentro del área grande (1-2). Y poco más se supo de los locales, porque el Almería fue el dueño y señor del esférico, y hasta dispuso de varias ocasiones para aumentar su ventaja en el marcador. A saber: un balón al poste de Piatti tras aprovechar una mala cesión de Weligton a su portero; un cabezazo de Cisma que se marchó cerca de la escuadra; un derechazo de Juanma Ortiz que fue repelido con apuros por Munúa; un remate otra vez de Ortiz que, tras rozar en un defensa, se estrelló en el larguero, etc.
El Málaga se encuentra ahora en penúltima posición con sólo 4 puntos de 21 posibles, únicamente por delante del Villarreal, próximo rival al que se medirá el domingo a las cinco. Mucho tendrán que cambiar las cosas para que el conjunto blanquiazul corte esta mala racha de resultados y empiece a jugar al fútbol y a ser más resolutivo de cara al gol; yo, sinceramente, creo que el problema está en el banquillo, y lo vengo diciendo desde que empezó el verano...

domingo, 18 de octubre de 2009

'El mundo de Rafalillo' cumple 2 años

Yo sabía que este momento tenía que llegar: el día en el que me haría un hueco en este mundo llamado Internet. Llevaba ya unos cuantos días con la idea de crear un blog, y hoy, por fin, me he decidido.
Con estas palabras inicié mi andadura en solitario en el universo bloguero hace hoy exactamente 2 años. En ocasiones, me da la impresión de que empecé con este blog hace muy poco tiempo, y en otras parece que llevase toda la vida con él, pero, de momento, solamente han pasado 731 días desde que me decidí a escribir todo aquello que me afectaba de una forma u otra aquí, en 'El mundo de Rafalillo'; para los que no lo sepan, mi primera experiencia de este tipo fue con 'Alephzero', un blog que compartíamos un grupo de amigos de la universidad y que, inicialmente, tuvo mucho éxito entre nosotros, pero que poco a poco fue perdiendo peso, en parte porque muchos de los que ahí escribíamos creamos un blog más personal, hasta quedarse en un estado vegetativo, por decirlo de alguna forma.
En estos dos años, he cumplido con creces lo que prometí en mi primera entrada, es decir, que escribiría sobre el Málaga, la Semana Santa, la ciencia, los libros que me leo, las películas que veo en el cine, además de proponer acertijos de cuando en cuando. Y no sólo eso, ya que, en este tiempo, he ido añadiendo nuevas secciones que se han hecho fijas y que han tenido bastante aceptación, como la de cifras y letras, las preguntas con respuesta o los qué harías si.... Lo mejor de todo es que próximamente surgirán aún más secciones para que el blog sea lo más completo y diverso posible.
Este segundo año, mi actividad al frente del blog ha disminuido considerablemente con respecto al primero; en gran parte, la culpa la han tenido mis estudios, ya que estos últimos meses han sido muy estresantes, muy cargados de prácticas, exámenes y un puesto de becario que todavía sigo disfrutando, por lo que no he tenido tanto tiempo como quisiera para actualizar el blog con una mayor frecuencia. A pesar de todo, he conseguido mantener a flote a 'El mundo de Rafalillo', que, en los últimos doce meses, ha acumulado las siguientes estadísticas:
  • 101 entradas, lo que hace una media de unas 2 entradas por semana.
  • 355 comentarios, es decir, unos 3'5 comentarios por entrada.
  • Más de 9.000 visitas al blog, lo que arroja una media de casi 25 visitas diarias; además, en los días más fructíferos se contabilizaron hasta 326, 172, 150 y 124 visitas.
  • Dichas visitas se han hecho desde 49 países diferentes y desde todos los continentes, a excepción de Oceanía; los países que más me han visitado han sido España (desde 109 ciudades), los hispanoamericanos (México, Colombia, Argentina...), Estados Unidos e Italia.
  • Mis visitantes han estado un promedio de 1 minuto y 17 segundos leyendo entradas del blog, aunque un día alcanzó un tiempo de más de 14 minutos.
  • En total, el blog se ha visualizado casi 13.000 veces, ya sea la página principal o algunas relativas a etiquetas o entradas individuales.
  • El blog tiene un Pagerank de 2 sobre 10.
En lo que se refiere a cómo acceden los internautas a mi blog, tenemos los siguientes datos:
  • La mitad de los visitantes usa Internet Explorer, mientras que un 40% lo hace a través de Firefox; además, el 96% usa Windows.
  • Los internautas han podido acceder al blog a través de 3.608 palabras clave que introdujeron en un buscador; las más usadas fueron "aguinaldo 40 principales", "porque el vidrio es transparente" y "liarla parda".
  • Hasta 484 páginas diferentes del blog han sido visualizadas por los internautas; la página principal fue visualizada 4.214 veces, mientras que el resto se lo reparten principalmente las relacionadas con las etiquetas de 'aguinaldo', 'preguntas con respuesta', 'acertijos' y 'cifras y letras'.
Los datos y las estadísticas no están nada mal para un blog apenas conocido y que visitan con frecuencia muy pocas personas, básicamente de mi entorno. No os voy a mentir si os dijera que me encantaría que 'El mundo de Rafalillo' fuera uno de los blogs más visitados de España o del mundo, pero evidentemente llegar a ese punto es muy difícil, así que me conformo conque lo disfruten y lo frecuenten aquéllos a los que conozco personalmente y los que no, que alguno ya hay por aquí.
Antes de terminar la entrada, querría que me dijerais a través de un comentario cuál ha sido la entrada que más os ha gustado, la sección del blog a la que estáis más enganchados o que os resulta más interesante, si las citas que pongo en la cabecera os hacen pensar, si os resulta curioso saber cómo están La Tierra y La Luna actualmente... En resumen, quiero saber por qué visitáis mi blog. Claro está, cualquier crítica también será bien recibida, incluso más que los halagos, porque de los errores es de lo que más se aprende.
Pues nada más me queda por decir, sólo que espero que, hasta hoy, mi blog haya sido de vuestro agrado y que hayáis pasado buenos momentos al leer todo lo que os escribo, y que, a partir de mañana, esas sensaciones sean aún mayores, porque eso querrá decir que seguirá habiendo algo de 'El mundo de Rafalillo' que sea de vuestro interés.
¡Hasta el próximo 18 de octubre!

sábado, 17 de octubre de 2009

Ágora

Anoche fui a los cines del Eroski con Jose y Miguel para ver la última película del director español Alejandro Amenábar, 'Ágora', protagonizada por la ganadora de un Oscar, Rachel Weisz (Hipatia), y los actores Max Minghella (Davo) y Oscar Isaac (Orestes).
En el siglo IV d.C., en plena decadencia del Imperio Romano y con el cristianismo cada vez más pujante, la brillante astrónoma Hipatia se ve obligada a salvar toda la sabiduría guardada en la legendaria Biblioteca de Alejandría ayudada por sus discípulos, entre los que se encuentran Davo y Orestes, quienes, por cierto, están enamorados de su maestra. Davo, que en un principio fue esclavo de Hipatia, duda entre el amor secreto que le profesa y la libertad que conseguiría con el ascendente cristianismo, mientras que Orestes, procedente de una familia acomodada, asume el papel de líder cuando se inician las violentas revueltas religiosas en la ciudad de Alejandría.
No os puedo dar una opinión fundamentada de la película por una sencilla razón: no la vi entera. Me explico. De camino al cine, me encontraba algo cansado y con sueño, pero me sentía capaz de aguantar un par de horas despierto para ver la película; una vez en la sala, el calor que hacía allí era bastante considerable, lo que hizo que, a partir de la primera media hora de la proyección, me quedase dormido cada dos por tres con cabezadas de éstas que duran menos de un minuto y que cuando te despiertas no sabes ni dónde estás. En vez de eso, tras cada 'minisiesta', me daba cuenta de que la escena de la película había cambiado radicalmente, por lo que perdí el hilo argumental y no me enteré de casi nada, a excepción de los primeros treinta minutos y el final. De lo que pude ver, puedo decir que el vestuario y la recreación y ambientación de Alejandría están muy conseguidos. Por otra parte, al ser una película histórica centrada en un personaje, se hace un poco larga y lenta, pero es que la gran mayoría de este tipo de filmes son así. Me hubiera gustado verla entera; sé que no iba a ser un peliculón, aunque sí entretenida e interesante, pero no tanto como las otras dos películas que he visto de Amenábar, 'Tesis' y 'Mar adentro'.

miércoles, 14 de octubre de 2009

¿Por qué las veletas tienen forma de gallo?

Los campanarios de las iglesias y demás templos religiosos suelen estar coronados por una veleta para indicarnos hacia dónde se dirige el viento, apoyado sobre una cruz horizontal que marca los cuatro puntos cardinales. Curiosamente, la mayoría de estas veletas están adornadas por un gallo, pero muchos de vosotros no sabréis cuál es la razón de ello; en las siguientes líneas, está la respuesta.
Esta costumbre tiene su origen en la Edad Media. En el siglo IX, el Papa Nicolás I decretó que colocaran un gallo en la parte más alta de las iglesias para simbolizar las tres negaciones de San Pedro a Jesús después de la Última Cena. San Marcos lo cuenta de esta forma en su Evangelio: "Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces".
Este ave ha sido asociada universalmente a la salida del Sol, por lo que en el cristianismo transmite un simbolismo de luz y resurrección. El Papa pretendía representar la supremacía de lo espiritual sobre lo material. Como los campanarios de las iglesias ya estaban adornados con veletas y había que poner el gallo en el punto más alto, lo situaron encima de éstas, estableciendo así esta tradición casi universal.

martes, 6 de octubre de 2009

Viaje a Italia: días 6 y 7


7:15
Amanecía en mi último día en Milán. Ya empezaba a echar de menos Italia y todavía ni me había marchado, y ni siquiera había hecho mi última visita a una ciudad de este país, ya que hoy íbamos a Turín. Después de ducharme, me fui a la cocina a desayunar las dos crostatine alla nutella que me compré en Bérgamo el día anterior, acompañado de un zumo de naranja de color naranja... Es importante recalcar esto último después de lo ocurrido en el desayuno de ayer.
Una vez que tanto Leti, David y yo nos vestimos, cogimos nuestras cámaras de fotos y bajamos a la calle en dirección a la estación de Lambrate; allí, tomamos el metro hasta la Stazione Centrale, donde llegamos sobre las nueve menos cuarto. Apenas un par de minutos más tarde, llegaron Andoni e Iñaki, los dos amigos Erasmus vascos de Leti y David que también vendrían con nosotros a Turín.
Lo primero que hicimos fue buscar una máquina expendedora de billetes para comprar los viajes de ida y vuelta, y, de paso, validarlos; sólo 9'20€ cada trayecto, mucho más barato que en España. A continuación, nos dirigimos a los andenes para buscar nuestro tren, que salía en pocos minutos, concretamente a las nueve y cuarto.

11:10
Tras casi dos horas de viaje en las que aproveché para conocer un poco más a Andoni e Iñaki (no podían negar que eran vascos, tanto por el acento como por la apariencia física), llegamos a la Stazione di Porta Nuova de Turín. Nada más bajarnos del tren, nos acercamos a un puesto de información en el que nos dieron un mapa de la ciudad, aunque iba a ser muy fácil moverse por Turín, ya que casi todos los sitios que teníamos pensado visitar se encontraban muy cerca entre ellos y, además, las calles eran paralelas y perpendiculares, como en Barcelona, por lo que perderse era difícil.
Al salir de la estación, cogimos por Via Roma, una larga calle muy comercial, con muchas tiendas de marcas de prestigio y con la zona peatonal resguardada bajo techo. A mediación de la via, se formaba una pequeña plaza en la que predominaban dos fuentes presididas por dos grandes estatuas de mármol blanco representando a un hombre y una mujer semidesnudos. A continuación, andando unos pocos pasos más, llegamos a la enorme Piazza San Carlo; justo a la entrada, se erigían dos iglesias gemelas de estilo barroco, la de Santa Cristina y la de San Carlo, mientras que, en el centro del rectángulo que forma la plaza, podíamos contemplar la estatua ecuestre dedicada a Emanuele Filiberto, aunque los turineses suelen denominarla Caval d'Brons.
Cinco minutos después, llegamos al primer punto importante de nuestra ruta: la Piazza Castello. Ésta también era bastante grande y rectangular, pero en ella se citaban varios monumentos de gran importancia, como el Palazzo della Regione, el Palazzo Madama, el Palazzo Reale, donde residía la casa de Saboya, y la Chiesa di San Lorenzo, considerada capilla real de dicha familia y que tiene la curiosidad de no tener una fachada típica de un templo, sino como la de un palacio, con el fin de no desentonar con la arquitectura predominante en la plaza; sólo era posible delatarla por la cúpula que sobresalía por entre los edificios.
Los palacios eran realmente bellos y grandes, sobre todo el Madama, con varias estatuas en su cúspide y columnas en su fachada principal, y el Real, de un color blanco impoluto y con una bandera italiana ondeando en lo más alto. Entramos en el palacio, ya que teníamos intención de verlo por dentro, pero el precio de la entrada era un poco caro (ahora mismo, no me acuerdo del precio), así que lo descartamos y continuamos con nuestra ruta.

12:00
El Palazzo Madama se construyó adosado al Castillo de Turín; la fachada barroca que vimos antes fue construida hace pocos siglos, pero, cuando le dimos la vuelta, observamos que detrás se levantaba un gran castillo de piedra de la Edad Media flanqueado por cuatro torres en sus esquinas. A los pies del castillo, se encontraba un monumento en honor a Emanuele Filiberto Duque de Aosta, un general italiano que combatió en la Primera Guerra Mundial.
A continuación, seguimos andando por la Via Giuseppe Verdi; uno de los edificios de esta calle tenía la fachada casi entera de cristal, y, en ella, se reflejaba la esbelta silueta de la Mole Antonelliana, lo que nos indicaba que estábamos cerca de llegar al principal símbolo de la ciudad turinesa. En efecto, en la siguiente bocacalle a la izquierda, en la Via Montebello, encontramos esta famosa torre caracterizada por la gran aguja que la corona.
Una vez dentro de la Mole, compramos la entrada para subir en ascensor hasta lo más alto de la torre. Desde arriba, podíamos contemplar toda la ciudad de Turín y algunos sitios en los que ya habíamos estado, como el Castillo y el Palazzo Reale, y otros que no íbamos a visitar, como el Palazzo Carignano y la Piazza Vittorio Veneto; además, la cordillera de los Alpes se divisaba perfectamente en el horizonte, con todas sus cumbres nevadas. Con tan espectaculares panorámicas, no dudamos en hacernos varias fotos.
Tras bajar en ascensor, todavía dentro de la Mole Antonelliana, estuvimos un rato en la tienda del Museo Nazionale del Cinema, ojeando algunos libros que estaban a la venta, carteles de películas, etc. Cuando salimos, nos hicimos una foto con la Mole detrás, pero era muy complicada hacerla debido a que tiene una aguja tan larga; al final, Leti, agachada y casi sentada en el suelo, consiguió que la foto saliera más o menos decente, como podéis comprobar.
Retornamos a la Piazza Castello en busca de la Catedral de Turín, donde se guarda la Sábana Santa, es decir, la tela que, supuestamente, cubrió a Jesús en el Santo Sepulcro y que todavía conserva las marcas de sangre y las facciones de Cristo, aunque no está científicamente demostrado que así sea. Tiramos por la Via Giuseppe Garibaldi y giramos por la Via 20 Settembre, hasta desembocar en la Piazza San Giovanni, donde se halla el Duomo di San Giovanni Battista. A la hora a la que llegamos, poco después de la una, la Catedral estaba cerrada, pero, al lado de la puerta principal, había un cartel que informaba que a partir de las dos y media estaría abierto de nuevo, por lo que dejamos la visita al templo para más tarde.
Decidimos comer ya y, al terminar, volver al Duomo; en la Via 20 Settembre, vimos un local tipo McDonald's pero de pizza como principal reclamo: Mordillo. Tras coger una mesa para los cinco, nos dirigimos al mostrador para pedirnos nuestro menú; uno de dichos menús consistía en una pizza y bebida pequeña, todo por 6 euros, y eso fue lo que me pedí. Mientras esperaba, pensé que la pizza sería pequeña, pero cuando me tocó recoger mi bandeja me llevé una grata sorpresa. ¡Era como una familiar del Telepizza! Y, además, estaba bastante buena, no tanto como la de la panadería de Bérgamo, pero mejor que muchas que las que podemos comer en España. Cuando terminé, me quedé totalmente lleno; los últimos trozos me costaron bastante, pero esos seis euros había que amortizarlos; y mis amigos, más de lo mismo...

14:45
Tras este copioso almuerzo, volvimos sobre nuestros pasos hasta la Catedral. En uno de los laterales del templo, al final, había una reja por la que parecía que había que bajar, ya que, en el cartel que colgaba de ella, decía algo como "Acceso al Museo Diocesano de Turín". Bajamos por la escaleras y llegamos a los bajos del templo; allí, estaban un par de señoras sesentonas sentadas tras una mesa, a quienes pagamos los 4'5 euros que costaba el pase.
Una de estas dos mujeres se encargó de guiarnos por el museo, a nosotros y a una pareja de asiáticos que llegó justo después de nosotros. La mujer, muy amable durante toda el tiempo que estuvimos en el museo, se interesó por nuestra procedencia, y le dijimos que éramos estudiantes españoles Erasmus en Milán que habíamos venido a conocer Turín (yo no era estudiante Erasmus, pero tampoco le íbamos a especificar tanto); también nos preguntó por el idioma que preferíamos para las explicaciones que nos iba a dar, si italiano o inglés, y nos decantamos por el primero. Sinceramente, casi todo lo que esta mujer dijo en italiano lo entendí de primeras, sin apenas pedirle ayuda a algunos de mis amigos a la hora de traducir sus palabras.
En este museo, al igual que me había ocurrido a lo largo de mi viaje a Italia, no me dejaban hacer fotos, ni siquiera sin flash como les dije que las iba a hacer. En primer lugar, vimos los restos de la época romana que se conservaban en el museo, fruto de las excavaciones que se han producido en los últimos años. La pareja de chinos, japoneses, coreanos... no sé qué eran, se quedó descolgada y nos quedamos únicamente nosotros con nuestra guía. La visita continuó con una sucesión de custodias, cálices, copones, ornamentos, altares y demás elementos litúrgicos de orfebrería o bordados de alta calidad, o, al menos, eso aparentaban.
Entre tanto, vino el director del museo, un hombre de unos cuarenta años que se unió a la explicaciones de la mujer que nos estaba guiando, pero era bastante peor: se veía que estaba puesto en la materia y en todo lo que había allí expuesto, pero se enrollaba demasiado. Nosotros estábamos deseando ver la famosa Sábana Santa, pero nos íbamos a quedar con las ganas, porque, en mitad de una de las explicaciones que nos dió nuestra guía sobre uno de los elementos allí expuestos, mencionó que el Sudario de Turín no estaba actualmente a la vista de los visitantes debido a que hace unos años estuvo involucrado en un incendio y fue ligeramente dañado, por lo que estaba siendo estudiado y restaurado en unas dependencias a las que no podríamos acceder.
La visita al museo terminó con un grupo escultórico representando el misterio de la crucifixión de Cristo, acompañado de la Virgen y San Juan, y varios cuadros de índole religiosa, como no podía ser de otra forma. Tras despedirnos de la mujer que nos atendió y guió en el museo, salimos a la calle y entramos en la Catedral de Turín propiamente dicha. El interior no era gran cosa, sobre todo si lo comparamos con el Duomo de Milán o la Basílica de San Pedro del Vaticano, pero, aún así, contaba con obras y capillas de gran valor. Justo al entrar, a la izquierda, vimos un grupo de gente agolpada; al acercarnos, comprobamos que estaban viendo una copia impresa de la Sábana Santa, con su correspondiente negativo para visualizar mejor la figura de Cristo que está marcada en la tela; yo, sinceramente, no sabría decir si esa tela se corresponde con la que cubrió a Jesús en el sepulcro.
Avanzando un poco más por las naves de la Catedral, pude varias capillas adornadas con cuadros y esculturas, además del altar mayor. En esto, un vigilante del templo me indicó que dejara de hacer fotos, que estaba prohibido; yo no acabo de entender por qué no permiten hacer fotografías, si después resulta que en Internet hay centenares de ellas tanto de esta Catedral como de otros tantos sitios, y, además, no estaba ni siquiera usando el flash, que es lo que puede dañar las obras que se exponen. Por último, también pude ver colgado encima de la puerta principal un enorme cuadro en el que se representaba la Última Cena, aunque no era el conocido fresco de Leonardo da Vinci, que está en una iglesia de Milán.

16:00
A la salida del Duomo, le hice algunas fotos tanto al templo como a su torre, que se levanta separada del templo, como es costumbre en Italia. Justo al lado, vimos unos restos de la época romana que, supongo, estarían conectados con los que pudimos contemplar en el interior del museo que acabábamos de visitar; estos restos, más o menos bien conservados, parecían termas o algo similar.
Seguidamente, llegamos hasta el final de la Via 20 Settembre y, tras torcer a la izquierda, desembocamos en la Piazza della Repubblica; estaba llena de bolsas de plástico y cajas de cartón repartidas por el suelo, y con varios camiones recogiendo dichos restos; al parecer, en esta plaza, habría algún tipo de mercadillo o algo por el estilo, porque otra razón para lo que había allí no era posible.
Tras sortear decenas y decenas de bolsas e intentando no resbalarnos con el agua que estaban esparciendo para limpiar aquéllo, avanzamos por el Corso Regina Margherita unos minutos y, al llegar a la glorieta del Rondò della Forca, giramos a la derecha por la Via Francesco Cigna; la primera bocacalle a la izquierda nos llevaba hasta la Basilica di Maria Ausiliatrice. El templo, externamente, era mucho mejor que, sin ir más lejos, la Catedral de Turín, con varias estatuas y columnas en su fachada principal y una gran cúpula coronada con una María Auxiliadora dorada, similar a la Madonnina del Duomo de Milán.
Teníamos pensado entrar en la Basilica para verla por dentro, suponiendo ya de antemano que no iba a poder hacer fotos, pero estaba cerrada y tendríamos que esperar cerca de una hora a que la abrieran. En la misma plaza en la que se ubica este templo, se erigía un monumento en memoria de San Juan Bosco, fundador de la Congregación Salesiana y quien mandó construir esta Basilica en honor a la Virgen de la que era tan devoto; en su interior, en uno de los altares, se conservaba el cuerpo de este santo, pero nos íbamos a ir sin poder verlo.

16:45
Ya no teníamos pensado ver nada más de Turín, así que ahora tocaba regresar a la estación de Porta Nuova para coger el tren de vuelta a Milán. Teníamos por delante una larga caminata, pero como íbamos sobrados de tiempo y estábamos un poco cansados, nos lo tomamos con calma y nos dimos un paseo por las principales avenidas de la ciudad. Desde la glorieta de Rondò della Forca, tiramos por el Corso Valdocco y su continuación, Corso Palestro; al final de esta calle, torcimos a la izquierda por Via Cernaia, donde nos topamos con un edificio que parecía un palacio, aunque no tan vistoso como el Reale o el Madama; después, giramos a la derecha para seguir nuestro camino por el Corso Galileo Ferraris.
En este tramo, fuimos testigos de un accidente de tráfico en el que se vieron involucrados dos coches en un cruce con otra calle; uno de los vehículos quedó sensiblemente abollado por la parte del copiloto y uno de los retrovisores acabó rodando por el asfalto; yo había escuchado y leído varias veces que los italianos son muy malos conductores y que no suelen hacer caso de las señales de tráfico, y he aquí una prueba, porque el día que estuve Roma no vi ningún accidente, pero lo de saltarse los pasos de peatones era una constante.
Un poco más adelante, llegamos al cruce con el Corso VittorioEmanuele II; en la rotonda que se forma, se erigía una gran columna con una estatua en su cima de este héroe de la unificación italiana. En todas las ciudades que visité durante este viaje, o había una calle con su nombre, o algún monumento en su honor, o, incluso, ambas cosas.
Poco antes de las cinco y media, llegamos a la estación de Porta Nuova; nuestro tren salía a las 17:50, así que algunos de mis amigos aprovecharon para ir al baño. A la hora prevista, el tren partió de Turín con destino a Milán; teníamos por delante casi dos horas de viaje...

18:30
... Pero no fue así. En mitad del trayecto, el tren hizo una parada en un pueblo, y cuando el tiempo que estuvimos parados empezó a ser mayor de cinco minutos, algo empezó a olerme mal. Teníamos que llegar a Milán anocheciendo y vimos ponerse el sol esperando a que el tren volviera a ponerse en marcha; en total, estuvimos casi una hora parados, ya que, al parecer, hubo mala coordinación entre los trenes y los cruces de las vías. La consecuencia es que nos bajamos en la Stazione Centrale de Milán un poco después de las ocho y media, con la noche ya cerrada.
Nada más salir de la estación, en la Piazza Duca d'Aosta, los cinco cogimos el metro para volver a nuestros respectivos pisos. Un par de paradas antes de bajarnos, Andoni e Iñaki se fueron y me desearon un buen viaje de regreso. Nosotros llegamos hasta Lambrate, desde donde nos fuimos andando hasta el piso de Leti y David. Una vez allí, llamé a mis padres por el Skype, y me recordaron que no me quedara dormido esa noche, que el avión de regreso a Málaga salía a las siete menos cuarto de la mañana y como lo perdiera me quedaba plantado en Milán. Después, cené un poco de arroz con salchichas y, a continuación, me puse con David a descargar las fotos que habíamos hecho hoy e intercambiárnoslas.
Ya sólo me quedaba hacer la maleta y asegurarme de que no me dejaba nada en Milán, o, al menos, nada importante o que me fuera a hacer falta próximamente. La ropa, el billete del vuelo, la cámara de fotos... Todo listo. David y Leti también tenían que prepararse para el día siguiente, ya que se iban a Venecia a pasar el día con algunos de sus compañeros Erasmus.
Tras meditarlo el día anterior y el actual, finalmente decidí pasar la noche en el piso en vez de irme al aeropuerto después de cenar y esperar allí solo a que saliera el avión; de todas formas, no iba a dormir en el piso, sino que me quedaría viendo la tele o con otro entretenimiento, lo que fuera con tal de no quedarme dormido. Ayudé a Leti a desinflar la colchoneta en la que dormí todos estos días y, mientras tanto, David llamó al servicio de taxis de Milán para que viniera uno a recogerme a las cuatro menos cuarto de la mañana.
Sobre las once de la noche, David y Leti se acostaron no sin antes recordarme que no me quedase dormido; por si acaso, me puse un par de alarmas en el móvil para despertarme a las tres y media de la madrugada.


Sábado, 21 de febrero de 2009

0:00
Estuve viendo la tele, con el volumen bajo para no molestar, pero, como ya he comentado más de una vez en el relato de mi viaje, la televisión italiana nunca tiene nada interesante, así que cambié de canal y puse la MTV, que algunas de las canciones me sonaban, y, además, aprendía algo de italiano. Poco después de la medianoche, llegó Amaia con sus tres amigos tras un largo día en el que les enseñó Milán y los sitios más importantes de la ciudad. No tardaron mucho en irse a dormir, aunque antes se despidieron de mí y me desearon un buen vuelo a Málaga.
Me cansé de ver la tele, así que la apagué y encendí el portátil de Leti para navegar por Internet, leer el correo y escribir a mis amigos para recordarles que ya se acababa mi estancia en Italia, etc. También me puse a ver todas las fotos que habíamos hecho tanto David como yo con nuestras cámaras: las de Milán, Roma, Bérgamo y Turín; recordando estos maravillosos días que había pasado por primera vez en un país extranjero, ya que nunca había salido de España.
Eran ya cerca de las dos de la mañana. Tenía mucho sueño. No quería dormirme, pero no aguantaba más. Me acomodé los cojines del sofá para echar una cabezada y me aseguré de que tenía las alarmas del móvil preparadas para que sonaran si me quedaba dormido. Me recosté sobre una de las esquinas y me dormí.

3:50
Leti y David me despiertan de mi profundo sueño. ¡Me había quedado totalmente frito! No me enteré de ninguna de las alarmas que me puse en el móvil y el taxista ya llevaba cinco minutos esperándome, por lo que tuvo que llamar al móvil de David para preguntar qué pasaba. Me levanté de un salto, me puse el abrigo, cogí la maleta y la cámara, y me despedí de Leti y David casi sin darme cuenta, porque estaba todavía con los ojos cerrados y medio dormido.
El taxista me dijo que si me había quedado dormido, o eso entendí, y le pedí perdón por la tardanza en bajar. En unos diez minutos, llegué a la Stazione Centrale, donde cogí el autobús que me llevaría hasta el aeropuerto de Malpensa; en el trayecto, también intenté no quedarme dormido, pero no hubo manera, aunque esta vez sólo fue una pequeña siesta. Ya en el aeropuerto, me dirigí al mostrador de facturación de Easyjet para confirmar que todo estaba correcto; después, miré en el panel de vuelos cuál era la puerta de embarque a la que tenía que ir.
Para el control de seguridad, me preparé de antemano para pasar a la primera por el arco sin que pitara, así que me quité el cinturón, la cartera, el reloj y los zapatos para que no hubiera ningún problema. Ya eran las cinco y media de la mañana, y me acerqué a una tienda para comprarme una Coca Cola bien fría que me despertase ya del todo, porque quedarme dormido en el aeropuerto sí que sería un gran problema.
Mientras esperaba al embarque, le escribí un mensaje a Leti, sabiendo ya que estaría levantada para irse a Venecia, para agradecerle su hospitalidad y despedirme por segunda vez, esta vez conscientemente. Al poco tiempo, llamaron para embarcar e intenté situarme de los primeros en la cola para coger un buen sitio en el avión, pero se me adelantaron muchos pasajeros.

6:30
Al final, me tuve que conformar con un asiento de ventana pero un poco apretado, como me suele pasar por mi altura. A las 6:45, a la hora prevista, el avión se puso en marcha e inició las maniobras de despegue y puso rumbo a Málaga, donde debería llegar sobre las nueve y cuarto de la mañana.
Elegí un asiento de ventana en el lado izquierdo del avión a conciencia para poder ver el amanecer y tomar algunas fotos. Pocos minutos después de despegar, empezaron a salir los primeros rayos del sol por encima de las nubes, pero, cuando me disponía a capturar ese momento, el avión cambió un poco su trayectoria de tal forma que el ala izquierda me ocultaba la salida del sol; no obstante, conseguí hacer la foto que acompaña a estas líneas.
En mitad del vuelo, me eché una siesta de una media hora; estaba muy cansado, y no sólo por no haber dormido las últimas horas, sino también por todos estos días en los que no he parado de ver cosas y visitar ciudades. Cuando ya sobrevolábamos la península, la mujer que estaba sentada delante de mí se echó el asiento un poco para atrás, lo que me fastidió bastante, porque si ya iba algo incómodo, ahora es que literalmente tenía las piernas inmovilizadas. Así tuve que aguantar el tramo final del vuelo, mientras veía que ya nos encontrábamos por Sierra Nevada y quedaba poco para llegar.
Aterrizamos en Málaga mucho más que puntuales, antes de tiempo incluso, unos quince o veinte minutos. Es más, mis padres llegaron para recogerme a la hora que les dije y que era la que estaba prevista, pero, como el vuelo se adelantó, al final fui yo el que tuvo que esperarles.
Y aquí acaba este viaje a Italia que tanto he tardado en contaros...

Nota: primero, disculpas por haber alargado tanto la historia de mis días en tierras italianas, pero ya he justificado más de una vez que no lo he podido hacer antes. Y en segundo lugar, recoraros que mañana mismo vuelvo a Roma, pero esta vez para estar allí varios días y verla y disfrutarla casi en su totalidad, así que dentro de poco también os relataré mis andanzas romanas. ¡Ciao!