Amanecía en
mi último día en Milán. Ya empezaba a
echar de menos Italia y todavía ni me había marchado, y ni siquiera había hecho mi última visita a una ciudad de este país, ya que
hoy íbamos a Turín. Después de ducharme, me fui a la cocina a
desayunar las dos crostatine alla nutella que me compré en Bérgamo el día anterior, acompañado de un zumo de naranja de color naranja... Es importante recalcar esto último después de lo ocurrido en el desayuno de ayer.
Una vez que tanto Leti, David y yo nos vestimos, cogimos nuestras cámaras de fotos y bajamos a la calle en dirección a la estación de Lambrate; allí, tomamos el
metro hasta la Stazione Centrale, donde llegamos sobre las nueve menos cuarto. Apenas un par de minutos más tarde, llegaron
Andoni e Iñaki, los
dos amigos Erasmus vascos
de Leti y David que
también vendrían con nosotros a Turín.
Lo primero que hicimos fue buscar una máquina expendedora de billetes para
comprar los viajes de ida y vuelta, y, de paso, validarlos; sólo
9'20€ cada trayecto, mucho más barato que en España. A continuación, nos dirigimos a los andenes para buscar nuestro tren, que salía en pocos minutos, concretamente a las nueve y cuarto.
11:10Tras
casi dos horas de viaje en las que aproveché para conocer un poco más a Andoni e Iñaki (no podían negar que eran vascos, tanto por el acento como por la apariencia física), llegamos a la Stazione di Porta Nuova de Turín. Nada más bajarnos del tren, nos acercamos a un puesto de información en el que nos dieron un
mapa de la ciudad, aunque iba a ser
muy fácil moverse por Turín, ya que casi todos los sitios que teníamos pensado visitar se encontraban muy cerca entre ellos y, además, las calles eran paralelas y perpendiculares, como en Barcelona, por lo que perderse era difícil.
Al salir de la estación, cogimos por
Via Roma, una larga calle muy comercial, con muchas tiendas de marcas de prestigio y con la zona peatonal resguardada bajo techo. A mediación de la via, se formaba una pequeña plaza en la que predominaban dos fuentes presididas por dos grandes estatuas de mármol blanco representando a un hombre y una mujer semidesnudos. A continuación, andando unos pocos pasos más, llegamos a la enorme
Piazza San Carlo; justo a la entrada, se erigían
dos iglesias gemelas de estilo barroco, la de
Santa Cristina y la de
San Carlo, mientras que, en el centro del rectángulo que forma la plaza, podíamos contemplar la
estatua ecuestre dedicada a Emanuele Filiberto, aunque los turineses suelen denominarla Caval d'Brons.
Cinco minutos después, llegamos al primer punto importante de nuestra ruta: la
Piazza Castello. Ésta también era bastante grande y rectangular, pero en ella se citaban varios monumentos de gran importancia, como el
Palazzo della Regione, el
Palazzo Madama, el
Palazzo Reale, donde residía la casa de Saboya, y la
Chiesa di San Lorenzo, considerada capilla real de dicha familia y que tiene la curiosidad de no tener una fachada típica de un templo, sino como la de un palacio, con el fin de no desentonar con la arquitectura predominante en la plaza; sólo era posible delatarla por la cúpula que sobresalía por entre los edificios.
Los
palacios eran realmente
bellos y grandes, sobre todo el Madama, con varias estatuas en su cúspide y columnas en su fachada principal, y el Real, de un color blanco impoluto y con una bandera italiana ondeando en lo más alto. Entramos en el palacio, ya que teníamos intención de verlo por dentro, pero el precio de la entrada era un poco caro (ahora mismo, no me acuerdo del precio), así que lo descartamos y continuamos con nuestra ruta.
12:00El Palazzo Madama se construyó adosado al
Castillo de Turín; la fachada barroca que vimos antes fue construida hace pocos siglos, pero, cuando le dimos la vuelta, observamos que detrás se levantaba un gran castillo de piedra de la Edad Media flanqueado por cuatro torres en sus esquinas. A los pies del castillo, se encontraba un
monumento en honor a Emanuele Filiberto Duque de Aosta, un general italiano que combatió en la Primera Guerra Mundial.
A continuación, seguimos andando por la Via Giuseppe Verdi; uno de los edificios de esta calle tenía la fachada casi entera de cristal, y, en ella, se reflejaba la esbelta silueta de la
Mole Antonelliana, lo que nos indicaba que estábamos cerca de llegar al
principal símbolo de la ciudad turinesa. En efecto, en la siguiente bocacalle a la izquierda, en la Via Montebello, encontramos esta famosa torre caracterizada por la gran aguja que la corona.
Una vez dentro de la Mole, compramos la entrada para
subir en ascensor hasta lo más alto de la torre. Desde arriba, podíamos contemplar toda la ciudad de Turín y algunos sitios en los que ya habíamos estado, como el Castillo y el Palazzo Reale, y otros que no íbamos a visitar, como el Palazzo Carignano y la Piazza Vittorio Veneto; además,
la cordillera de los Alpes se divisaba perfectamente en el horizonte, con todas sus cumbres nevadas. Con tan
espectaculares panorámicas, no dudamos en hacernos varias fotos.
Tras bajar en ascensor, todavía
dentro de la Mole Antonelliana, estuvimos un rato en la tienda del
Museo Nazionale del Cinema, ojeando algunos libros que estaban a la venta, carteles de películas, etc. Cuando salimos, nos hicimos una foto con la Mole detrás, pero era muy complicada hacerla debido a que tiene una aguja tan larga; al final, Leti, agachada y casi sentada en el suelo, consiguió que la foto saliera más o menos decente, como podéis comprobar.
Retornamos a la Piazza Castello en busca de la Catedral de Turín, donde se guarda la Sábana Santa, es decir, la tela que, supuestamente, cubrió a Jesús en el Santo Sepulcro y que todavía conserva las marcas de sangre y las facciones de Cristo, aunque no está científicamente demostrado que así sea. Tiramos por la Via Giuseppe Garibaldi y giramos por la Via 20 Settembre, hasta desembocar en la Piazza San Giovanni, donde se halla el
Duomo di San Giovanni Battista. A la hora a la que llegamos, poco después de la una, la Catedral
estaba cerrada, pero, al lado de la puerta principal, había un cartel que informaba que
a partir de las dos y media estaría abierto de nuevo, por lo que dejamos la visita al templo para más tarde.
Decidimos comer ya y, al terminar, volver al Duomo; en la Via 20 Settembre, vimos un local tipo McDonald's pero de pizza como principal reclamo:
Mordillo. Tras coger una mesa para los cinco, nos dirigimos al mostrador para pedirnos nuestro
menú; uno de dichos menús consistía en una
pizza y bebida pequeña, todo por
6 euros, y eso fue lo que me pedí. Mientras esperaba, pensé que la pizza sería pequeña, pero cuando me tocó recoger mi bandeja me llevé una grata sorpresa.
¡Era como una familiar del Telepizza! Y, además, estaba bastante buena, no tanto como la de la panadería de Bérgamo, pero mejor que muchas que las que podemos comer en España. Cuando terminé,
me quedé totalmente lleno; los últimos trozos me costaron bastante, pero esos seis euros había que amortizarlos; y mis amigos, más de lo mismo...
14:45Tras este copioso almuerzo, volvimos sobre nuestros pasos hasta la Catedral. En uno de los laterales del templo, al final, había una reja por la que parecía que había que bajar, ya que, en el cartel que colgaba de ella, decía algo como "Acceso al
Museo Diocesano de Turín". Bajamos por la escaleras y llegamos a los bajos del templo; allí, estaban
un par de señoras sesentonas sentadas tras una mesa, a quienes pagamos los
4'5 euros que
costaba el pase.
Una de estas dos mujeres se encargó de guiarnos por el museo, a nosotros y a una pareja de asiáticos que llegó justo después de nosotros. La mujer, muy amable durante toda el tiempo que estuvimos en el museo, se interesó por nuestra procedencia, y le dijimos que éramos estudiantes españoles Erasmus en Milán que habíamos venido a conocer Turín (yo no era estudiante Erasmus, pero tampoco le íbamos a especificar tanto); también nos preguntó por el idioma que preferíamos para las explicaciones que nos iba a dar, si italiano o inglés, y nos decantamos por el primero. Sinceramente,
casi todo lo que esta mujer dijo en italiano lo entendí de primeras, sin apenas pedirle ayuda a algunos de mis amigos a la hora de traducir sus palabras.
En este museo, al igual que me había ocurrido a lo largo de mi viaje a Italia,
no me dejaban hacer fotos, ni siquiera sin flash como les dije que las iba a hacer. En primer lugar, vimos los restos de la época romana que se conservaban en el museo, fruto de las excavaciones que se han producido en los últimos años. La pareja de chinos, japoneses, coreanos... no sé qué eran, se quedó descolgada y nos quedamos únicamente nosotros con nuestra guía. La visita continuó con una sucesión de custodias, cálices, copones, ornamentos, altares y demás elementos litúrgicos de orfebrería o bordados de alta calidad, o, al menos, eso aparentaban.
Entre tanto, vino
el director del museo, un hombre de unos cuarenta años que
se unió a la explicaciones de la mujer que nos estaba guiando, pero era bastante peor: se veía que estaba puesto en la materia y en todo lo que había allí expuesto, pero se enrollaba demasiado. Nosotros
estábamos deseando ver la famosa Sábana Santa,
pero nos íbamos a quedar con las ganas, porque, en mitad de una de las explicaciones que nos dió nuestra guía sobre uno de los elementos allí expuestos, mencionó que el Sudario de Turín no estaba actualmente a la vista de los visitantes debido a que
hace unos años estuvo involucrado en un incendio y fue ligeramente dañado, por lo que
estaba siendo estudiado y restaurado en unas dependencias a las que no podríamos acceder.
La visita al museo terminó con un grupo escultórico representando el misterio de la crucifixión de Cristo, acompañado de la Virgen y San Juan, y varios cuadros de índole religiosa, como no podía ser de otra forma. Tras despedirnos de la mujer que nos atendió y guió en el museo, salimos a la calle y entramos en la
Catedral de Turín propiamente dicha. El
interior no era gran cosa, sobre todo si lo comparamos con el Duomo de Milán o la Basílica de San Pedro del Vaticano, pero, aún así, contaba con obras y capillas de gran valor. Justo al entrar, a la izquierda, vimos un grupo de gente agolpada; al acercarnos, comprobamos que estaban viendo una
copia impresa de la Sábana Santa,
con su correspondiente negativo para visualizar mejor la figura de Cristo que está marcada en la tela; yo, sinceramente, no sabría decir si esa tela se corresponde con la que cubrió a Jesús en el sepulcro.
Avanzando un poco más por las naves de la Catedral, pude varias capillas adornadas con cuadros y esculturas, además del altar mayor. En esto,
un vigilante del templo me indicó que dejara de hacer fotos, que estaba prohibido; yo no acabo de entender por qué no permiten hacer fotografías, si después resulta que en Internet hay centenares de ellas tanto de esta Catedral como de otros tantos sitios, y, además, no estaba ni siquiera usando el flash, que es lo que puede dañar las obras que se exponen. Por último, también pude ver colgado encima de la puerta principal un enorme cuadro en el que se representaba la Última Cena, aunque no era el conocido fresco de Leonardo da Vinci, que está en una iglesia de Milán.
16:00A la salida del Duomo, le hice algunas fotos tanto al templo como a su torre, que se levanta separada del templo, como es costumbre en Italia. Justo al lado, vimos unos
restos de la época romana que, supongo, estarían conectados con los que pudimos contemplar en el interior del museo que acabábamos de visitar; estos restos, más o menos bien conservados,
parecían termas o algo similar.
Seguidamente, llegamos hasta el final de la Via 20 Settembre y, tras torcer a la izquierda, desembocamos en la
Piazza della Repubblica; estaba llena de bolsas de plástico y cajas de cartón repartidas por el suelo, y con varios camiones recogiendo dichos restos; al parecer, en esta plaza, habría algún tipo de mercadillo o algo por el estilo, porque otra razón para lo que había allí no era posible.
Tras sortear decenas y decenas de bolsas e intentando no resbalarnos con el agua que estaban esparciendo para limpiar aquéllo, avanzamos por el Corso Regina Margherita unos minutos y, al llegar a la glorieta del Rondò della Forca, giramos a la derecha por la Via Francesco Cigna; la primera bocacalle a la izquierda nos llevaba hasta la
Basilica di Maria Ausiliatrice. El templo, externamente, era mucho mejor que, sin ir más lejos, la Catedral de Turín, con varias estatuas y columnas en su fachada principal y una gran cúpula coronada con una María Auxiliadora dorada, similar a la Madonnina del Duomo de Milán.
Teníamos pensado entrar en la Basilica para verla por dentro, suponiendo ya de antemano que no iba a poder hacer fotos, pero
estaba cerrada y tendríamos que esperar cerca de una hora a que la abrieran. En la misma plaza en la que se ubica este templo, se erigía un
monumento en memoria de San Juan Bosco, fundador de la Congregación Salesiana y quien mandó construir esta Basilica en honor a la Virgen de la que era tan devoto; en su interior, en uno de los altares, se conservaba el cuerpo de este santo, pero nos íbamos a ir sin poder verlo.
16:45Ya no teníamos pensado ver nada más de Turín, así que ahora tocaba
regresar a la estación de Porta Nuova para coger el tren de vuelta a Milán. Teníamos por delante una larga caminata, pero como íbamos sobrados de tiempo y estábamos un poco cansados, nos lo tomamos
con calma y nos dimos un
paseo por las principales avenidas de la ciudad. Desde la glorieta de Rondò della Forca, tiramos por el Corso Valdocco y su continuación, Corso Palestro; al final de esta calle, torcimos a la izquierda por Via Cernaia, donde nos topamos con un edificio que parecía un palacio, aunque no tan vistoso como el Reale o el Madama; después, giramos a la derecha para seguir nuestro camino por el Corso Galileo Ferraris.
En este tramo,
fuimos testigos de un accidente de tráfico en el que se vieron involucrados dos coches en un cruce con otra calle; uno de los vehículos quedó sensiblemente abollado por la parte del copiloto y uno de los retrovisores acabó rodando por el asfalto; yo había escuchado y leído varias veces que los italianos son muy malos conductores y que no suelen hacer caso de las señales de tráfico, y he aquí una prueba, porque el día que estuve Roma no vi ningún accidente, pero lo de saltarse los pasos de peatones era una constante.
Un poco más adelante, llegamos al cruce con el
Corso VittorioEmanuele II; en la rotonda que se forma, se erigía una
gran columna con una estatua en su cima
de este
héroe de la unificación italiana. En todas las ciudades que visité durante este viaje, o había una calle con su nombre, o algún monumento en su honor, o, incluso, ambas cosas.
Poco antes de las cinco y media, llegamos a la estación de Porta Nuova;
nuestro tren salía a las 17:50, así que algunos de mis amigos aprovecharon para ir al baño. A la hora prevista, el tren partió de Turín con destino a Milán; teníamos por delante casi dos horas de viaje...
18:30... Pero no fue así.
En mitad del trayecto, el tren hizo una parada en un pueblo, y cuando el tiempo que estuvimos parados empezó a ser mayor de cinco minutos, algo empezó a olerme mal. Teníamos que llegar a Milán anocheciendo y vimos ponerse el sol esperando a que el tren volviera a ponerse en marcha; en total,
estuvimos casi una hora parados, ya que, al parecer, hubo mala coordinación entre los trenes y los cruces de las vías. La consecuencia es que
nos bajamos en la Stazione Centrale de Milán un poco después de las ocho y media, con la noche ya cerrada.
Nada más salir de la estación, en la Piazza Duca d'Aosta, los cinco
cogimos el metro para volver a nuestros respectivos pisos. Un par de paradas antes de bajarnos,
Andoni e Iñaki se fueron y
me desearon un buen viaje de regreso. Nosotros llegamos hasta Lambrate, desde donde nos fuimos andando hasta el piso de Leti y David. Una vez allí,
llamé a mis padres por el Skype, y me recordaron que no me quedara dormido esa noche, que el avión de regreso a Málaga salía a las siete menos cuarto de la mañana y como lo perdiera me quedaba plantado en Milán. Después, cené un poco de arroz con salchichas y, a continuación, me puse con David a descargar las fotos que habíamos hecho hoy e intercambiárnoslas.
Ya sólo me quedaba
hacer la maleta y asegurarme de que no me dejaba nada en Milán, o, al menos, nada importante o que me fuera a hacer falta próximamente. La ropa, el billete del vuelo, la cámara de fotos... Todo listo. David y Leti también tenían que prepararse para el día siguiente, ya que se iban a Venecia a pasar el día con algunos de sus compañeros Erasmus.
Tras meditarlo el día anterior y el actual, finalmente
decidí pasar la noche en el piso en vez de irme al aeropuerto después de cenar y esperar allí solo a que saliera el avión; de todas formas, no iba a dormir en el piso, sino que me quedaría viendo la tele o con otro entretenimiento, lo que fuera con tal de no quedarme dormido. Ayudé a Leti a desinflar la colchoneta en la que dormí todos estos días y, mientras tanto, David llamó al servicio de taxis de Milán para que viniera uno a recogerme a las cuatro menos cuarto de la mañana.
Sobre las once de la noche, David y Leti se acostaron no sin antes recordarme que no me quedase dormido; por si acaso, me puse un par de alarmas en el móvil para despertarme a las tres y media de la madrugada.
Sábado, 21 de febrero de 20090:00Estuve viendo la tele, con el volumen bajo para no molestar, pero, como ya he comentado más de una vez en el relato de mi viaje, la televisión italiana nunca tiene nada interesante, así que cambié de canal y puse la MTV, que algunas de las canciones me sonaban, y, además, aprendía algo de italiano.
Poco después de la medianoche,
llegó Amaia con sus tres amigos tras un largo día en el que les enseñó Milán y los sitios más importantes de la ciudad. No tardaron mucho en irse a dormir, aunque antes
se despidieron de mí y me desearon un buen vuelo a Málaga.
Me cansé de ver la tele, así que la apagué y
encendí el portátil de Leti para navegar por Internet, leer el correo y escribir a mis amigos para recordarles que ya se acababa mi estancia en Italia, etc. También me puse a
ver todas las fotos que habíamos hecho tanto David como yo con nuestras cámaras: las de Milán, Roma, Bérgamo y Turín; recordando estos maravillosos días que había pasado por primera vez en un país extranjero, ya que nunca había salido de España.
Eran ya
cerca de las dos de la mañana. Tenía mucho sueño. No quería dormirme, pero no aguantaba más. Me acomodé los cojines del sofá para echar una cabezada y me aseguré de que tenía las alarmas del móvil preparadas para que sonaran si me quedaba dormido. Me recosté sobre una de las esquinas y
me dormí.
3:50Leti y David me despiertan de mi profundo sueño.
¡Me había quedado totalmente frito! No me enteré de ninguna de las alarmas que me puse en el móvil y el taxista ya llevaba cinco minutos esperándome, por lo que tuvo que llamar al móvil de David para preguntar qué pasaba.
Me levanté de un salto, me puse el abrigo, cogí la maleta y la cámara,
y me despedí de Leti y David casi sin darme cuenta, porque estaba todavía con los ojos cerrados y medio dormido.
El taxista me dijo que si me había quedado dormido, o eso entendí, y le pedí perdón por la tardanza en bajar. En unos diez minutos, llegué a la
Stazione Centrale, donde cogí el
autobús que me llevaría hasta el aeropuerto de Malpensa; en el trayecto, también intenté no quedarme dormido, pero no hubo manera, aunque esta vez sólo fue una pequeña siesta. Ya en el aeropuerto, me dirigí al mostrador de facturación de Easyjet para confirmar que todo estaba correcto; después, miré en el panel de vuelos cuál era la puerta de embarque a la que tenía que ir.
Para el control de seguridad, me preparé de antemano para pasar a la primera por el arco sin que pitara, así que me quité el cinturón, la cartera, el reloj y los zapatos para que no hubiera ningún problema. Ya eran las cinco y media de la mañana, y
me acerqué a una tienda para comprarme una Coca Cola bien fría que me despertase ya del todo, porque quedarme dormido en el aeropuerto sí que sería un gran problema.
Mientras esperaba al embarque,
le escribí un mensaje a Leti, sabiendo ya que estaría levantada para irse a Venecia,
para agradecerle su hospitalidad y despedirme por segunda vez, esta vez conscientemente. Al poco tiempo, llamaron para embarcar e intenté situarme de los primeros en la cola para coger un buen sitio en el avión, pero se me adelantaron muchos pasajeros.
6:30Al final,
me tuve que conformar con un asiento de ventana pero un poco apretado, como me suele pasar por mi altura.
A las 6:45, a la hora prevista,
el avión se puso en marcha e
inició las maniobras de despegue y puso rumbo a Málaga, donde debería llegar sobre las nueve y cuarto de la mañana.
Elegí un asiento de ventana en
el lado izquierdo del avión a conciencia
para poder ver el amanecer y tomar algunas fotos. Pocos minutos después de despegar, empezaron a salir los primeros rayos del sol por encima de las nubes,
pero, cuando me disponía a capturar ese momento, el avión cambió un poco su trayectoria de tal forma que
el ala izquierda me ocultaba la salida del sol; no obstante, conseguí hacer la foto que acompaña a estas líneas.
En mitad del vuelo,
me eché una siesta de una media hora; estaba muy cansado, y no sólo por no haber dormido las últimas horas, sino también por todos estos días en los que no he parado de ver cosas y visitar ciudades. Cuando ya sobrevolábamos la península,
la mujer que estaba sentada delante de mí se echó el asiento un poco para atrás, lo que me fastidió bastante, porque
si ya iba algo incómodo,
ahora es que literalmente
tenía las piernas inmovilizadas. Así tuve que aguantar el tramo final del vuelo, mientras veía que ya nos encontrábamos por Sierra Nevada y quedaba poco para llegar.
Aterrizamos en Málaga mucho más que puntuales,
antes de tiempo incluso,
unos quince o veinte minutos. Es más, mis padres llegaron para recogerme a la hora que les dije y que era la que estaba prevista, pero, como el vuelo se adelantó, al final fui yo el que tuvo que esperarles.
Y aquí acaba este viaje a Italia que tanto he tardado en contaros...
Nota: primero, disculpas por haber alargado tanto la historia de mis días en tierras italianas, pero ya he justificado más de una vez que no lo he podido hacer antes. Y en segundo lugar, recoraros que mañana mismo vuelvo a Roma, pero esta vez para estar allí varios días y verla y disfrutarla casi en su totalidad, así que dentro de poco también os relataré mis andanzas romanas. ¡Ciao!