Suena el despertador dos veces y me levanto antes de que haga lo propio la alarma del móvil. Hoy no debo racanear en la cama, porque un nuevo viaje da comienzo en pocas horas.
Me voy a Madrid, la capital de España que ya debería conocer a mi edad y que sólo he visitado un día, por decir algo, porque realmente fueron unas nueve o diez horas las que pasé con el colegio en el viaje de fin de estudios... ¡Vaya viaje de fin de estudios! A las seis de la mañana, un Talgo a Madrid, llegamos sobre las diez, y a las ocho ya estábamos de vuelta.
Madrid se merece más que eso, y la excusa perfecta era
aprovechar que mi amigo Pepe vive allí para conocerla en profundidad, y, de paso, agotar la última oportunidad que tenía de visitar a mi amigo, que lleva casi seis años estudiando en Madrid y, si Dios quiere, en julio completará ese casi para dejarlo en seis.
Desayuno lo de siempre: un mollete tostado con aceite y un vaso de leche fría con Nesquik. A las siete, me despido de mi padre, que se va a trabajar, y vuelvo a mi habitación para cambiarme y guardar en la maleta lo que faltaba por meter: las babuchas, la caja de las gafas, algunas cosas de aseo y poco más; es lo que tiene ser previsor y dejarlo casi todo preparado la noche anterior. Tengo tiempo de sobra por delante para coger suficiente dinero en metálico para el viaje, que no estoy acostumbrado yo a sacar dinero de los cajeros, y
asegurarme de que no me olvido nada importante, como los billetes del tren, el móvil, la cámara de fotos, etc.
Son las ocho y es hora de que me despida de mi hermana, que en nada se irá a la facultad, y
de que me vaya con mi madre a la estación de trenes. Para ello, cogimos el autobús en la acera de enfrente y en unos veinte minutos llegamos al Vialia. En el panel informativo, comprobé que mi tren saldría a su hora, a las nueve, desde el andén 2. Me dirigí a una de las máquinas que imprimen los billetes para tener tanto el justificante impreso de Internet como el billete de toda la vida.
A las nueve menos veinte, me despido de mi madre y, previo paso por el control de equipajes, accedo a las vías para montarme en mi vagón, el número 5. Cuando llego a él, me doy cuenta de que pone 'Preferente', pero yo había comprado un asiento de 'Turista', así que me acerco a uno de los azafatos para preguntarle por esto, y me dice que algunos asientos que se compran con 'Tarifa Web', como hice yo, en realidad son de 'Preferente', por lo que no había ningún problema. ¡Perfecto!
Voy a ir a Madrid en 'Preferente' habiendo pagado solamente una cuarta parte del precio normal.
Busco mi asiento, el 5C, pegado a la ventana, y dejo la maleta en el compartimento superior.
¡Cuánto espacio! Daba gusto poder estirar las piernas, y, además, era bastante cómodo; vamos, qué apetecía echarse una siesta.
9:00A la hora prevista, ni un minuto más ni un minuto menos, el AVE se puso en marcha con destino Madrid. Por la megafonía, informaron de la duración prevista del viaje y las paradas que iba a realizar el tren, además de recordar que el servicio de cafetería estaba disponible en el vagón central.
Las azafatas repartieron los auriculares para poder escuchar la radio y la película que iban a poner,
pero yo preferí sacar mi mp4 y escuchar marchas de Semana Santa, que había que ir haciéndose el oído para lo que vendría unas semanas después.
Lógicamente, al principio el AVE no iba demasiado rápido, pero, en cuanto salió de la ciudad, empezó a acelerar y coger velocidad. Me fijé que, junto al televisor, había una pequeña pantalla donde se indicaba la hora, la temperatura y la velocidad a la que iba el tren.
La mayor parte del tiempo, viajábamos a 200-250 km/h, pero superamos los 300 en varias ocasiones.
En veinticinco minutos, llegamos a Antequera, y, en menos de una hora, ya estábamos en Córdoba, habiendo parado un poco antes en Puente Genil.
La película que pusieron fue 'Duplicity', protagonizada por Clive Owen y Julia Roberts. La veía a ratos mientras escuchaba música, a pesar de que
no me hacía mucha gracia, pero, de repente,
me di cuenta de que la escena que estaba viendo tenía lugar en Roma, concretamente en la Piazza della Rotonda, donde está el Panteón. Empezaron a venirme
recuerdos de mi último viaje, que fue a la capital italiana.
¡Qué ganas de visitarla por tercera vez!La película también
estaba subtitulada en español,
y, unas escenas más tarde,
apareció la palabra 'champiñones', y me acordé de que Pepe me iba a recibir con un plato de pasta carbonara con cebolla y champiñones, ingredientes estos dos últimos
que no me gustan. Poco antes de las once, el AVE paró tanto en Puertollano como en Ciudad Real; en Córdoba fue donde subieron más pasajeros, pero, a pesar de ello, el asiento de mi acompañante estuvo vacío durante todo el trayecto, al igual que alguno más del vagón. La verdad es que no me extrañaba, porque si no pillas un billete barato por Internet, que suelen ser pocos, viajar en AVE se convierte en un lujo que le duele bastante al bolsillo.
La película terminó sobre las once y cuarto, y, en el tiempo que restaba para llegar, pusieron en la pantalla un mapa con el recorrido del tren y las poblaciones por las que iba pasando, muchas de ellas totalmente desconocidas para mí (Urda, Pantoja).
Cerca de Toledo, pude ver por la ventana un arco iris, al que le hice algunas fotos,
y también uno doble, aunque el superior era un poco complicado distinguirlo. El día estaba bastante nublado y, a cinco minutos de Madrid, cayeron algunas gotas, lo cual me cabreaba, porque viajar y que te llueva es de las peores cosas que te pueden pasar.
11:49Con un minuto de antelación,
el AVE llegó a la estación de Puerta de Atocha, donde me estaba esperando mi amigo Pepe. Lo primero que hicimos fue ir a sacarnos el billete para coger un
cercanías hasta Sol; en el camino,
nos cruzamos con un actor español ya veterano,
pero hasta ahora
he sido incapaz de descubrir su nombre. Ya en Sol, tuvimos que subir bastantes escaleras para llegar casi al nivel de la calle y
comprarme un bono del metro de diez viajes para estos días;
9 euros costaba, mientras que diez billetes sencillos costaban 10 euros. ¡Vaya rebaja! Y encima me dice Pepe que, hasta hace nada, el bono costaba 7'40.
El Metro de Madrid era como una ciudad subterránea, una enormidad y una profundidad que ni me imaginaba.
Cogimos la línea 3, que, en cuatro paradas,
nos dejó en Argüelles; salimos a la calle Alberto Aguilera y la recorrimos hasta el edificio de ICADE para girar a una bocacalle paralela,
Emilio Carrere, donde está el piso de mi amigo. En él, se encontraba uno de sus dos compañeros de piso, Diego, que es también de Málaga, como nosotros.
La habitación de Pepe era pequeña, es más, el único hueco que había era para poner mi cama, así que tuve que dejar mi maleta en el salón.
Aproveché para darle a Pepe un regalo que le había comprado por alojarme en el piso: 'Así habló Zaratustra' y 'El crepúsculo de los ídolos', dos de los libros más conocidos de Nietzsche. Sabía que no me iba a equivocar porque se lo medio sonsaqué sutilmente en una conversación que tuvimos unos días antes en Málaga; de hecho, se rió bastante al ver regalo y recordar ese momento.
Bajamos a la calle para ir
a la facultad de Pepe, ya que
hoy salían las notas de febrero y, de paso, me enseñaba el edificio.
Malas noticias: una asignatura suspensa, paradójicamente la que más se había preparado, lo que, como suponéis, le fastidió bastante, ya que le impediría licenciarse en junio, al igual que a muchos de sus compañeros, que estaban en una situación similar. No obstante, al poco cayó en que existe una norma de la facultad que dice que aquéllos que sólo tengan una cuatrimestral suspensa en febrero pueden hacerla de nuevo en junio si aprueban todo lo demás, así que, finalmente, todo quedó en un pequeño susto inicial; por lo demás, más o menos lo esperado, con algún que otro sobresaliente.
El edificio era antiguo, nada que ver con el de mi facultad por ejemplo, y las clases eran bastante pequeñas, donde cabían los alumnos justos. Lo que sí me esperaba era el tipo de gente que me encontraría:
pijos y pijas a más no poder. A
los chicos no se les notaba tanto, aunque
unos cuantos iban a clase en traje de corbata y todo, pero lo de
las chicas era demasiado:
supermegahiperarregladas y con una labia 'superoséa' desmesurada. En la escala de pijismo, de 1 a 10, ellas eran un 12 por lo menos...
Pepe me estuvo enseñando el patio, donde nos mojamos un poco porque ya estaba empezando a llover fuerte, la capilla, la cafetería y un reloj antiguo que estaba expuesto en el vestíbulo principal y que era una copia del que está en la fachada. Salimos a la calle
a unos ultramarinos para comprar algunas cosillas que le hacían falta, como fruta y pan, y regresamos al piso, donde me di cuenta de que tenía los bajos de los pantalones chorreando. Llamé a mi madre para decirle que ya estaba en Madrid, que estaba lloviendo y que a la noche ya hablaríamos de nuevo. Ya era la una y media aproximadamente, así que
Pepe se puso a hacer la comida: raviolis rellenos de queso a la carbonara. Ya sabéis que la carbonara no tiene una receta fija, ya que cada uno pone los ingredientes que más le gustan; Pepe, por ejemplo, le pone huevo, y se dio cuenta de que no tenía, así que tuvimos que bajar de nuevo a comprar.
De nuevo en el piso, Pepe volvió a la cocina para seguir preparando el almuerzo: nata y huevo para la salsa, bacon, cebolla, champiñones...
¿Dónde están los champiñones? ¡Rafa, tampoco tengo champiñones, tenemos que bajar otra vez! Pero
estaba lloviendo bastante y, finalmente,
decidió descartar este ingrediente que, como he dicho algunos párrafos más arriba, no me gusta nada, así que yo estaba más contento que unas pascuas.
¡Me libré de los champiñones! Aunque bueno, de la cebolla no, pero no me importaba tanto.
Total, que, sobre las dos y cuarto, ya estábamos sentados en la mesa del salón comiendo los raviolis, que
estaban bastante buenos. En ese momento, caí en la cuenta de que, en el anterior viaje en el que me quedé a dormir en casa de un amigo, también me recibió con un plato de pasta carbonara, concretamente fue Leti cuando fui a visitarla a Milán el año pasado. ¿Casualidades del destino? Como no podía ser de otra forma, y siendo la hora que era, mientras comíamos estuvimos viendo 'Los Simpson'. En estas, entraba por la puerta
Carlos, el otro compañero de piso de Pepe, que
venía de una entrevista de trabajo,
y al que saludé.
14:45Ya comidos, me senté un rato en el sofá para descansar un poco.
Charlando con Diego,
descubrí que conoce a mi amigo Isra, ya que estudiaron en el mismo colegio,
y que él también es bastante aficionado a la Semana Santa como yo, de hecho, es hombre de trono de la Virgen de Gracia y de la Soledad del Sepulcro; como podéis suponer, estuvimos un buen rato hablando de la Semana Santa de Málaga. Mientras tanto, Pepe se echó una pequeña siesta en su habitación, hasta las tres y media más o menos.
A las cuatro menos cuarto,
Pepe y yo cogimos nuestras cámaras de fotos y nuestros paraguas y
salimos a la calle para coger el metro en San Bernardo, donde nos montamos
en la línea 4 para hacer
transbordo en Alonso Martínez con la línea 10 y bajarnos en Nuevos Ministerios. Por suerte, el día empezó a despejarse y
no llovió en lo que quedaba de día, aunque tuvimos que cargar con los paraguas; en fin, no se puede estar del todo contento.
Salimos al Paseo de la Castellana y, tras subir un tramo de Raimundo Fernández Villaverde, nos adentramos en la manzana de
AZCA, donde se encuentran algunos de los rascacielos más altos y conocidos de Madrid. El
Windsor era uno de ellos, hasta que un incendio lo destruyó en el año 2005, así que El Corte Inglés que está justo enfrente ha aprovechado parte del solar para ampliar sus dominios. Una vez dentro del complejo, que es totalmente peatonal y que contiene un pequeño parque, pudimos ver la
Torre del BBVA, la
Torre Europa y la
Torre Picasso, la que más me gustó de todas con sus más de 150 metros de altura; estando a su lado, era imposible hacer una foto en la que apareciera en su totalidad.
Ya en la Avenida del General Perón, nos topamos con el estadio del Real Madrid: el
Santiago Bernabeu. No es demasiado alto externamente, ya que, según tengo entendido, el césped está por debajo del nivel de la calle, así que no me sorprendió mucho; me hice un par de fotos, una de las cuales ilustra estas líneas. Mientras cruzábamos, vi que
la fachada estaba adornada con las banderas de los veinte equipos que compiten actualmente
en Primera División; busqué
la del Málaga y resulta que
¡estaba la última! ¿Por qué? Si siempre se suelen ordenar o por orden alfabético o por la posición actual en la liga.
Nos acercamos a la taquilla 10, junto a la puerta 7, donde
compramos la entrada para el 'Tour por el Bernabeu';
15 o 22
euros sin o con visita guiada, y, como comprenderéis, pasaba de pagar más teniendo en cuenta que sé bastante del Madrid y que, como después comprobé, casi todo lo que se exponía en el museo tenía su correspondiente ficha explicativa. Bordeamos el estadio hasta la puerta 20, donde daba comienzo la visita.
16:45En primer lugar, nos montamos en un ascensor que nos subió hasta el
anillo superior y desde el que se podía contemplar una
panorámica de todo el estadio. Bastante grande como me esperaba, pero, tras haber visitado también el Nou Camp y San Siro, sigo diciendo que parecen más grandes por la tele. Lo que no me esperaba era ver
medio césped cubierto por varios calentadores que desprendían tanta luz que, más que césped, aquello parecía el albero de una plaza de toros. Vamos,
una pijada de categoría y un fastidio para mí, porque no pude hacer una foto del estadio con el terreno de juego vacío.
Tras hacernos algunas fotos, cogimos de nuevo el ascensor para seguir con la visita, que continuaba con el
museo. Justo antes de entrar, encontrabas a tu derecha un gran panel con el palmarés tanto de la sección de fútbol como de la de baloncesto. Las primera vitrinas guardaban
reliquias futbolísticas como las camisetas que ha vestido el Real Madrid, botas o balones, además de las fichas federativas de algunos de futbolistas míticos como Di Stéfano, Juanito o Butragueño. Después de un pasillo con las fotos oficiales de las plantillas de fútbol y baloncesto y momentos históricos como aquella gran volea de Zidane en la final de la Champions de 2002, llegamos a las
salas de trofeos.
En la primera, se encontraban los
trofeos nacionales, como la
Copa del Rey, la
Supercopa y la
Liga;
entre cada uno de estos últimos, estaban los banderines de los equipos que han jugado en Primera División y, de nuevo,
el del Málaga estaba el último, y, para más inri,
con la antigua denominación de Club Deportivo Málaga. Indignante. En la siguiente sala, estaban expuestas su única
Supercopa de Europa, sus dos
Copas de la UEFA y las tres
Intercontinentales; en otra vitrina, lucían los galardones individuales de los futbolistas que han jugado en el equipo, como
Botas de Oro, Balones de Oro y FIFA World Player, además de un enorme póster con todos los foráneos que han pertenecido al club, ordenados y clasificados por países, y una maqueta a escala del estadio. En la última sala, como no podría ser de otra forma, estaban las nueve
Copas de Europa que ha conquistado el Real Madrid, con lugar destacado para las tres últimas.
Después, antes de salir del museo,
una chica del Tour nos hizo a los dos una foto con una Copa de Europa para que, en la tienda oficial,
al terminar la visita, la comprásemos si quisiéramos;
adivinad si la acabé comprando o no. A continuación, accedimos a la grada a la altura del graderío central; hay que reseñar que la inclinación de las gradas es bastante alta, había que tener cuidado al bajar y subir por los escalones. Antes de continuar, hicimos un pequeño parón, ya que uno de los bares del estadio estaba abierto y a Pepe le apetecía tomarse una Coca-Cola.
Le dimos media vuelta al campo por dentro hasta llegar a la grada de enfrente, donde se encuentra el
palco presidencial, con unas butacas bastante cómodas, cómo no; y la
Sala VIP, de la que sólo pudimos ver una parte, era tan grande como mi casa.
Bajamos a pie de césped, aunque más bien habría que decir a pie de césped artificial, que es el que cubre las áreas técnicas, porque el terreno de juego estaba vallado. Acercándote lo más posible, se notaba el calor que desprendían los calentadores; recuerdo una
frase que soltó espontáneamente Pepe ("
El césped del Bernabeu vive mejor que tú y que yo"), y no le faltaba razón, porque era una auténtica alfombra verde.
Desde abajo, el estadio me impresionó un poco más, y supongo que, cuando está lleno de gente, la sensación tiene que ser mucho mayor. Lo que sí era impresionante era sentarse en uno de los
asientos del banquillo.
¡Qué comodidad! Y luego se quejan los jugadores cuando no juegan. No entiendo por qué, con lo bien que se está ahí sentado, que te quedas dormido en seguida y, encima, ganando unos cuantos millones de euros. En fin,
si has llegado a leer hasta aquí, cosa que dudo,
cómprame uno de esos asientos, y que Dios te lo pague jeje.
Para continuar con el Tour, bajamos por el
túnel de jugadores, aunque nosotros también lo subimos para recrear el momento en el que un jugador salta al campo e inmortalizarlo con una foto; al final, estaban los vestuarios, tanto el del cuarteto arbitral como el de los dos equipos. La visita sólo incluía el
vestuario visitante, que me lo imaginaba más grande y más lujoso, como supongo que será el del Real Madrid, aunque no podía faltar un jacuzzi.
Y llegamos al final de la visita, que, por cierto, fue la más divertida: la
Sala de Prensa, en la que cabían cerca de doscientas personas. Nos hicimos algunas fotos en la silla, presidiendo la mesa, y
Pepe aprovechó para meterse en el papel e imitó a Eduardo Punset y a Jose María Aznar como si fueran los entrenadores del Madrid mientras yo le grababa con su cámara.
¡La imitación era perfecta! No podía aguantar la risa, de hecho, se me puede escuchar en los dos vídeos; no os los pongo porque Pepe no me deja, supongo que porque se los está guardando para llevárselos a Buenafuente o alguien similar y hacerse famoso.
Por último, entramos
en la tienda, donde
un vigilante de seguridad, al verme con la cámara colgada,
me dijo que no podía hacer fotos dentro del establecimiento. ¿Le hice caso? No; como la prohibición no tenía ni pies ni cabeza, hice una sin que nadie se diera cuenta. La tienda era bastante grande, con un piso dedicado a productos del Real Madrid y otro a la marca deportiva Adidas, que viste al equipo y también a la selección española. Cómo no, los precios de los artículos, desorbitados.
18:30A continuación,
subimos el Paseo de la Castellana hasta llegar a la Plaza de Castilla. En ella, vimos las
Torres KIO, que, en realidad, se llaman Puerta de Europa; los dos rascacielos, más que por su altura de más de cien metros, son conocidos por su notoria inclinación, así que, a la espera de visitar Pisa y su famosa torre, tenía que hacerme la típica foto sujetando los dos edificios. Al fondo, entre las Torres KIO, ya se divisaban los rascacielos del Business Area bastante grandes; no me quería imaginar verlos de cerca. Antes de ello, vimos el
Monumento a José Calvo Sotelo, en recuerdo de su asesinato poco antes del comienzo de la Guerra Civil, y el
Obelisco de la Caja, de bronce y de casi cien metros de altura y que se inauguró apenas dos meses antes como donación de Caja Madrid, con motivo del 300 aniversario de su fundación, a la ciudad.
Cruzamos a la acera de enfrente para ver la
Sede General de los Juzgados y seguimos subiendo el Paseo de la Castellana hasta el final, donde se encuentran las
Cuatro Torres Business Area (
Torre Caja Madrid,
Torre Sacyr Vallehermoso,
Torre de Cristal y
Torre Espacio), aunque la gente suele llamarlas como las 'Torres de Florentino' o 'Torres Figo, Zidane, Ronaldo y Beckham', y creo que no hay que explicar el porqué. Me quedé muy impresionado al estar al lado de estos gigantes de hormigón, porque mirabas hacia arriba y el cuello sufría.
La primera de ellas,
la de Caja Madrid, es precisamente
la más alta de las cuatro y también de
España,
con 250 metros de altura, y también la más rara para mi gusto. La de Sacyr Vallehermoso es, quizás, la más sobria y elegante de todas, y alberga el Hotel Eurostars Madrid Tower, que ocupa más de la mitad del rascacielos. Las otras dos torres fueron las que más me gustaron: la de Cristal, como su propio nombre indica, está totalmente recubierta de cristal, por lo que todo aparece reflejado en ella; la Torre Espacio, por su parte, me atrajo por su perfil curvilíneo, que luego descubrí que describía la forma de la función coseno.
Aproveché que estaba anocheciendo y que los rascacielos estaban iluminados para hacerles varias fotos, ya que así lucían más. Ahora,
teníamos que volver al centro, pero necesitábamos coger el metro para ello;
nos acercamos a un hombre que estaba de pie junto a una de las torres
para preguntarle qué bocana de metro nos quedaba más cerca, si la de Chamartín o la de Plaza de Castilla, pero nos dijo que
junto al Hospital de La Paz, cruzando en la última torre,
teníamos la bocana de Begoña, que también nos dejaba en el centro, así que fuimos para allá y montarnos en la
línea 10 hasta la parada de
Alonso Martínez y allí
enlazar con la 5 hasta Callao, donde nos bajamos.
20:00Salimos a la Plaza del Callao, donde vimos el
Edificio Carrión con el famoso luminoso de neón de la marca de refrescos
Schweppes en la parte superior, y al que le hice un par de fotos, tanto solamente iluminado el nombre como en su totalidad con el fondo de colores. Después,
paseamos por Gran Vía en sentido Cibeles prestando atención a las conocidas edificaciones que hay en ella, como el
Palacio de la Prensa, el Hotel Atlántico, la Casa del Libro, el
Edificio Telefónica y, cómo no, el
Edificio Metrópolis, con su cúpula de pizarra con incrustaciones doradas y coronada por la estatua de bronce de la Victoria Alada.
Seguimos por la calle de Alcalá, donde entré en una tienda de souvenirs para comprarme una camiseta de Madrid, pero no me gustaba ningún modelo de los que había. Nada más entrar en la
Puerta del Sol, fuimos recibidos por la
Estatua del Oso y el Madroño, símbolo de la Villa de Madrid y con la que me hice una foto; en el edificio que hay justo detrás de la estatua, vimos el famoso
neón de los vinos Tío Pepe. A continuación, nos topamos con el
nuevo intercambiador de Cercanías de Sol, que pone el toque moderno a la plaza con su diseño acristalado y que es, además, el mayor del mundo en cuanto a dimensiones con casi 30 metros de profundidad, más de 200 de largo y 20 de ancho.
Después, nos acercamos a la
Estatua ecuestre de Carlos III, el que, a pesar de haber sido rey, es recordado como 'el mejor alcalde de Madrid', y a la
Casa de Correos, actual
sede de la Comunidad de Madrid y conocida por el reloj que da las campanadas cada fin de año; en su fachada, pudimos ver dos
placas dedicadas a los héroes del levantamiento popular del 2 de mayo de 1808 y a los que auxiliaron a las víctimas de los atentados del 11 de marzo de 2004. A pocos metros de la puerta principal del edificio, encontramos en el suelo la
placa del Kilómetro Cero de las carreteras radiales rodeado de varias quinceañeras que me pidieron que les hiciera una foto junto a ella. Por último, casi entrando en la calle del Arenal, vimos la
Estatua de la Mariblanca, aunque Pepe no sabía que se llamaba así.
Ya eran casi las nueve de la noche y empezábamos a tener hambre, así que tiramos por la calle Mayor para entrar en el
Museo del Jamón, y qué sorpresa la nuestra cuando vimos el siguiente cartel en la puerta: "
Todo a 1€". No nos lo creíamos, pero que el local estuviera lleno no hacía más que confirmarlo. Ya dentro, nos hicimos con un pequeño hueco de la barra y comprobamos que realmente no estaba todo a 1 euro, como era de esperar, sino los bocadillos y las bebidas, pero quién se iba a quejar pudiéndose tomar un bocadillo y un refresco por dos euros nada más.
Pepe,
una caña y un bocadillo de jamón (del barato, eso sí);
yo,
lo mismo pero Coca-Cola en vez de cerveza; y, para acompañar, una
ración de patatas fritas con mayonesa por 3'20. En resumen, que
cenamos por 3'60 y nos quedamos bastante satisfechos. Antes de salir, Pepe se acercó a saludar a un amigo que estaba cenando en la barra de enfrente.
21:25Seguimos por la calle Mayor, donde vi una tienda de souvenirs, pero estaba cerrada, así que tendría que esperar al día siguiente para comprarme algo. Llegamos a la
Plaza de la Villa, que le da nombre a la
Casa de la Villa, que fue la sede del Ayuntamiento de Madrid hasta el año 2007; en la plaza, también destacaban la
Casa de Cisneros, la
Casa y Torre de los Lujanes y el
Monumento a Don Álvaro de Bazán. Tras pasar por el
pequeño monumento que recuerda a las víctimas del atentado que sufrió Alfonso XIII en 1906, giramos por calle Bailén para ver la
Catedral de la Almudena por fuera.
Fuimos al espacio que hay entre la Catedral y el Palacio Real para ver la fachada principal del templo, con sus dos torres, la imagen de la Virgen de la Almudena en lo alto y las estatuas de San Pedro y San Pablo a cada lado de la escalinata de entrada. A través de las rejas del
Palacio Real, vimos la Plaza de Armas algo encharcada y con el edificio al fondo. En esto, llamaron mis padres al móvil para preguntarme qué tal había ido el día, qué había visto y demás. Salimos de nuevo a calle Bailén para bordear el Palacio y continuar por la
Plaza de Oriente; mientras Pepe hablaba con sus padres y su hermano para contarles lo de las notas y que, en principio, podría hacer la reválida en julio, me acerqué al
Monumento a Felipe IV y al
Teatro Real para hacerles algunas fotos.
Subimos lo que quedaba de calle Bailén y, tras pasar por el
Senado, llegamos a la
Plaza de España. Allí, comprobamos que
el Edificio España, conocido por su silueta escalonada,
estaba totalmente escondido tras una andamiada, ya que su fachada está siendo reformada, por lo que no iba a poder fotografiar uno de los inmuebles más emblemáticos de la ciudad; también es muy conocida la
Torre de Madrid, pero, como era de noche, preferí hacerle una foto otro día. Sí nos detuvimos un rato viendo el
Monumento a Miguel de Cervantes, ya que estaba muy bien iluminado y se reflejaba por completo en el estanque que tiene justo delante.
Decidimos volver ya al piso, al que llegamos sobre las diez y media.
Carlos y Diego estaban viendo el partido de vuelta del Valencia de la Europa League contra el Brujas; se iba a jugar la prórroga, así
me senté con ellos, mientras que
Pepe, que no es muy futbolero,
prefirió ir a su habitación y navegar un poco por Internet.
Unos minutos más tarde,
sale de su habitación y me dice: "
¿Tú cómo has publicado un post en tu blog a las 16:30 si a esa hora estábamos los dos en la calle?";
empecé a reírme al darme cuenta de que Pepe no conocía el truquito de Blogger para programar entradas, y él, lógicamente, se desconcertó aún más. Finalmente, le expliqué el simple truco que permite que las entradas se publiquen en la fecha y a la hora que quieras;
se le abrieron los ojos como platos,
porque, de esta forma,
podría publicar sus entradas de una forma más periódica de como lo estaba haciendo hasta ahora. Vamos, que le alegré el día.
Carlos y Diego se acostaron nada más terminar el partido, sobre las once y cuarto, ya que al día siguiente tocaba ir a clase; al rato,
Pepe me dejó un rato su portátil mientras él iba haciendo mi cama. Estuve un rato viendo el correo, los comentarios que me habían escrito en el blog, el Reader y algunas webs de la Semana Santa de Málaga para seguir al tanto de la actualidad cofrade. Sobre las doce, apagué el ordenador porque ya iba siendo hora de acostarse y, además, estaba un poco cansado de este día tan largo; tras cambiarme para ponerme el pijama y lavarme los dientes,
hicimos la maniobra para acostarnos: Pepe entró primero por el estrecho hueco que se podía abrir la puerta para 'saltar' a su cama y después yo, andando sobre la mía para luego tumbarme. Decidimos poner las
alarmas a las nueve y media para desayunar y continuar con mi visita a Madrid.