Queda ya menos de un mes para que unos 2.400 opositores compitan por hacerse con una de las 200 plazas de profesor de Matemáticas que la Junta de Andalucía ha convocado para este año, y entre ellos estoy yo.
Tras varios meses de interminable estudio, se acerca el momento en el que la suerte pasa a convertirse en un factor más que determinante, y es que aquí no se trata solamente de hincar codos. Si aprobar y conseguir una de esas plazas dependiera únicamente de esto último, yo estaría ahora más que tranquilo, pero por desgracia no es así. Bien es cierto que yo soy una persona bastante calmada y que en estas situaciones trato de alejar los nervios para que me afecten lo menos posible; sin embargo, el ser consciente de que ese objetivo que estoy buscando no depende solamente de mí hace que sienta una cierta inseguridad, una incertidumbre, que inevitablemente me hace pensar en multitud de situaciones de las que sólo una combinación de ellas sucederá realmente. ¿Saldrá la bola de uno de los temas que mejor me he preparado? ¿Caerá algún problema parecido a los que he hecho estos meses? Y si llego al examen oral, ¿me dará tiempo a defender mi programación didáctica en media hora? ¿Le gustará al tribunal la unidad didáctica que me toque exponer? Y si apruebo este segundo examen, ¿serán suficientes los méritos que he acumulado hasta ahora para conseguir una plaza?
Supongo que todos los aspirantes que el próximo 19 de junio nos enfrentaremos a cuatro horas y media de examen en el que prácticamente no tendremos tiempo ni de respirar pensarán que se merecen una de esas 200 plazas que se ponen en juego: unos porque se han hinchado de estudiar, otros porque ya llevan varios años de interino, otros porque ya les toca, etc. Los que me conocen saben que yo no soy de esas personas que van por la vida presumiendo de sus virtudes o que se creen que son mejores que los demás; es más, suelo asumir mis defectos (no siempre, para qué os voy a engañar) y sé reconocer la valía y el talento de cada persona, sobre todo si no alardea de ellos. No obstante, esta vez no sé por qué pero el cuerpo me pide expresar todos los motivos que, bajo mi punto de vista, me acreditarían para ser uno de los agraciados con una plaza de profesor. Obviamente, dichos motivos no van a inclinar la balanza a ningún lado, ni para bien ni para mal, pero de lo que no cabe duda es de que el ser humano siempre se queda más tranquilo cuando se desahoga, y supongo que esto es lo que me está ocurriendo ahora, porque el día D se acerca y con él los miles de pensamientos que rondan por mi cabeza.
Así pues, unas más rotundas y otras quizás no tanto, éstas son las razones porque las que humildemente pienso que me merezco una de esas 200 plazas de profesor de Matemáticas:
Nota: este post forma parte del Carnaval de Matemáticas, que en esta sexagésima cuarta edición, también denominada 7.4, está organizado por Marta Macho Stadler a través de su blog ZTFNews.
Tras varios meses de interminable estudio, se acerca el momento en el que la suerte pasa a convertirse en un factor más que determinante, y es que aquí no se trata solamente de hincar codos. Si aprobar y conseguir una de esas plazas dependiera únicamente de esto último, yo estaría ahora más que tranquilo, pero por desgracia no es así. Bien es cierto que yo soy una persona bastante calmada y que en estas situaciones trato de alejar los nervios para que me afecten lo menos posible; sin embargo, el ser consciente de que ese objetivo que estoy buscando no depende solamente de mí hace que sienta una cierta inseguridad, una incertidumbre, que inevitablemente me hace pensar en multitud de situaciones de las que sólo una combinación de ellas sucederá realmente. ¿Saldrá la bola de uno de los temas que mejor me he preparado? ¿Caerá algún problema parecido a los que he hecho estos meses? Y si llego al examen oral, ¿me dará tiempo a defender mi programación didáctica en media hora? ¿Le gustará al tribunal la unidad didáctica que me toque exponer? Y si apruebo este segundo examen, ¿serán suficientes los méritos que he acumulado hasta ahora para conseguir una plaza?
Supongo que todos los aspirantes que el próximo 19 de junio nos enfrentaremos a cuatro horas y media de examen en el que prácticamente no tendremos tiempo ni de respirar pensarán que se merecen una de esas 200 plazas que se ponen en juego: unos porque se han hinchado de estudiar, otros porque ya llevan varios años de interino, otros porque ya les toca, etc. Los que me conocen saben que yo no soy de esas personas que van por la vida presumiendo de sus virtudes o que se creen que son mejores que los demás; es más, suelo asumir mis defectos (no siempre, para qué os voy a engañar) y sé reconocer la valía y el talento de cada persona, sobre todo si no alardea de ellos. No obstante, esta vez no sé por qué pero el cuerpo me pide expresar todos los motivos que, bajo mi punto de vista, me acreditarían para ser uno de los agraciados con una plaza de profesor. Obviamente, dichos motivos no van a inclinar la balanza a ningún lado, ni para bien ni para mal, pero de lo que no cabe duda es de que el ser humano siempre se queda más tranquilo cuando se desahoga, y supongo que esto es lo que me está ocurriendo ahora, porque el día D se acerca y con él los miles de pensamientos que rondan por mi cabeza.
Así pues, unas más rotundas y otras quizás no tanto, éstas son las razones porque las que humildemente pienso que me merezco una de esas 200 plazas de profesor de Matemáticas:
- Porque desde que tenía seis o siete años he soñado con ser profesor.
- Porque siempre me han gustado las matemáticas.
- Porque la asignatura de Matemáticas era la que mejor se me daba cuando estudiaba.
- Porque tengo más de 60 libros de matemáticas (novelas, de divulgación, de acertijos...) y he leído ya la mitad de ellos.
- Porque mucho antes de terminar mi carrera de Ingeniería Informática ya tenía claro que quería ser profesor en un colegio o instituto.
- Porque fui becario del departamento de Matemática Aplicada durante casi un año y medio.
- Porque siendo becario colaboré en dos Cursos Cero de Matemáticas para la Ingeniería, y en un tercero de forma voluntaria.
- Porque soy seguidor de varios blogs de educación y matemáticas.
- Porque he participado en casi todas las ediciones del Carnaval de Matemáticas y lo he organizado una vez desde que empezó hace ya más de seis años.
- Porque llevo más de cinco años dando clases particulares de Matemáticas a decenas de alumnos, y muchos de ellos me han llegado a confesar que ojalá hubiera sido yo su profesor en su colegio o instituto.
- Porque hice el Máster de Profesorado de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato por la especialidad de Matemáticas.
- Porque los tres cursos que he trabajado en un colegio como profesor de Matemáticas y otras materias han sido los mejores de mi vida.
- Porque en esos tres cursos solamente falté tres días al trabajo por un viaje que ya tenía planificado antes de que me contrataran.
- Porque iba a trabajar estando enfermo e incluso casi sin voz con tal de no perder ninguna clase.
- Porque siempre estaba en el colegio durante todo el horario lectivo, incluso cuando podía llegar más tarde o salir antes.
- Porque mis alumnos siempre podían contar conmigo para lo que hiciese falta (para animarles tras haber suspendido, para resolverles dudas en los recreos, para darles consejos, para mediar con otros profesores, para ser su 'psicólogo'...).
- Porque buena parte de los alumnos que tuve echan de menos mis clases.
- Porque, para muchos de los alumnos a los que di Matemáticas en dicho colegio, yo he sido su mejor profesor de Matemáticas.
- Porque no hay día que no me acuerde de todos los alumnos que he tenido.
- Porque he hecho once cursos de formación para profesores.
- Porque tanto los dos profesores que me están preparando como los compañeros de la academia me ven capacitado para conseguir una de esas plazas.
- Porque he pedido material extra a los profesores para ir mejor preparado al examen.
- Porque me he puesto exámenes por mi cuenta para estar entrenado de cara al examen.
- Porque estos últimos nueve meses de estudio tienen que haber merecido la pena, además de haberme servido para aprender mucho más de lo que me imaginaba cuando empecé.
- Porque si no he estudiado más ha sido porque mi cuerpo y mi mente no daban para más.
- Porque no soy de los que quieren ser profesor por las vacaciones, sino porque tengo vocación de profesor.
- Porque sé apreciar la belleza y la magia de las matemáticas.
- Porque tengo muchas ideas en mente que quiero llegar a aplicar en un aula.
- Porque no me imagino el resto de mi vida sin ser profesor de Matemáticas.
Nota: este post forma parte del Carnaval de Matemáticas, que en esta sexagésima cuarta edición, también denominada 7.4, está organizado por Marta Macho Stadler a través de su blog ZTFNews.