Miércoles, 27 de febrero de 2019
8:15
Con el sonido del despertador, me levanté y me fui directo a la ducha, tras lo cual le cedí el sitio a Jose, quien, al igual que su hermano el día anterior, también me hizo saber que no había podido dormir del todo bien por culpa de mis ronquidos (ya me gustaría a mí evitarlo). A las 9:25, salimos del hotel para ir a desayunar a Panaria; en concreto, yo desayuné pan tostado con aceite, una taza de leche con Cola Cao y una mini palmera que venía de acompañamiento (2'40 €).
A continuación, fuimos en busca del coche de Miguel, que lo dejamos el día anterior en un garaje situado frente al hotel, para subir al Monte Naranco y visitar la iglesia de San Miguel de Lillo y la iglesia de Santa María del Naranco, los dos templos prerrománicos del siglo IX que se encuentran en él, y desde cuyo mirador pudimos divisar tanto la ciudad de Oviedo como las cumbres nevadas de la Cordillera Cantábrica.
Sobre las 11:30 partimos en dirección a nuestro siguiente destino, la iglesia de San Salvador de Valdediós, la iglesia de Santa María la Real y el Monasterio de Santa María de Valdediós, que se localizan en Villaviciosa, a unos 40 km de Oviedo. La entrada para la visita al conjunto nos costó 5 € a cada uno, pero tuvimos que esperar al turno de las 12:30 para que el guía nos atendiera junto con otros turistas.
En primer lugar, entramos en la iglesia de Santa María la Real, un templo que cuenta con algunas capillas y altares de estilo románico y que está comunicado con el monasterio, a cuyo claustro renacentista accedimos a continuación, y siempre acompañados por el guía y sus exhaustivas y animadas explicaciones, se le veía muy metido en el papel.
Después, continuamos la visita con la iglesia de San Salvador de Valdediós, que data del siglo IX y presenta una planta basilical de tres naves con arcos de medio punto y bóvedas de cañón, características propias del estilo prerrománico de este templo de pequeñas dimensiones que se conserva bastante bien a pesar de su antigüedad.
13:35
Cogimos de nuevo el coche y nos fuimos a Tazones, un pequeño pueblo de pescadores, pero con mucho encanto, situado a pocos kilómetros de Villaviciosa. En primer lugar entramos en la iglesia de San Miguel, y luego bajamos por su llamativa calle principal con sus coloridas fachadas y numerosos restaurantes de pescado y marisco, hasta desembocar en la cala desde donde se divisan varios acantilados de la costa asturiana, y por último también vimos la peculiar Casa de las Conchas, la cual encontramos a pocos metros de allí escondida entre otras casas del pueblo.
Apenas estuvimos media hora en Tazones, ya que, aunque nos planteamos la posibilidad de almorzar en el pueblo, finalmente decidimos ir a Gijón y comer allí, por lo que de nuevo nos pusimos en carretera. Eran las 15:15 cuando aparcamos en la zona azul frente a la playa de Poniente de Gijón, tras lo cual nos dirigimos al restaurante Tierra Astur, que era uno de los más recomendados de la zona.
Uno de los objetivos del viaje era descubrir y saborear la gastronomía de Asturias, y, si ya la cena de la noche anterior fue todo un éxito en este sentido, el almuerzo de este día no se quedó atrás, puesto que nos pusimos las botas con manjares como una rueda de embutidos y quesos asturianos, unos tortinos de cecina de vacuno y queso de cabra, un gran cachopo de carne con jamón y queso, y un surtido de postres asturianos.
Salimos del restaurante pasadas las cinco de la tarde con la barriga llenísima y tras haber pagado una cuenta de más de 100 € que nos supo hasta barato teniendo en cuenta todo lo que comimos, además de mi botella de agua y de las cinco botellas de sidra y de los tres cafés con leche que se tomaron mis amigos. Así pues, con el estómago llenísimo y encorvados casi sin poder caminar, nos dimos un paseo rodeando la playa de Poniente.
Tras renovar el ticket de la zona azul en la que habíamos aparcado el coche, seguimos paseando, esta vez rodeando por completo el Puerto Deportivo de Gijón, cuyos muelles y dársenas estaban repletos de embarcaciones amarradas, principalmente pequeños yates y veleros.
18:15
Cuando llegamos a la plaza del Marqués, me dispuse a fotografiar el Árbol de la Sidra, la Colegiata de San Juan Bautista, el Palacio de Revillagigedo y el Monumento a Pelayo, y en esto que un hombre de unos 80 años me cogió por banda para hablar conmigo y contarme un tostón sobre que si lo de Pelayo es todo mentira, que si los libros de Historia no cuentan la verdad, y así tuve que aguantarle durante 10 minutos mientras veía a Miguel, Jose y Fran a varios metros de allí riéndose por lo mal que lo estaba pasando, pues no sabía cómo quitarme a este hombre de encima.
Ya liberado de este hombre y de nuevo con mis amigos, avanzamos por la Plaza Mayor, en la cual se erige el edificio del Ayuntamiento, hasta llegar a uno de los extremos de la playa de San Lorenzo, la más conocida de Gijón, en el cual se localiza la iglesia de San Pedro, de estilo historicista y en la que cabe destacar su gran torre.
A continuación, subimos al Cerro de Santa Catalina para ver la célebre y peculiar escultura de hormigón de Eduardo Chillida 'Elogio del Horizonte'. Tras pasear unos minutos por el cerro y asomarnos a los acantilados, bajamos por la zona del Puerto Deportivo hasta regresar a la plaza del Marqués.
De camino al coche, pasamos por delante de las famosas letronas rojas de Gijón, así que nos hicimos algunas fotos para despedirnos de una ciudad que apenas pudimos visitar durante un par de horas, así que habrá que buscar alguna excusa para volver y conocerla mejor. Salimos de allí a las ocho menos diez y apenas media hora después ya estábamos aparcando en el garaje situado frente a nuestro hotel de Oviedo.
Nada más subir a las habitaciones, Jose, Miguel y Fran se llevaron un colchón de la 402 a la 403 para poder dormir juntos en una misma habitación y, de esta forma, evitar mis ronquidos, tras lo cual nos dispusimos a ver el Real Madrid-Barcelona de la vuelta de las semifinales de la Copa del Rey que, para alegría de mis amigos, acabaría ganando el Barça por 0-3.
Cuando terminó el partido sobre las once de la noche, nos planteamos cenar algo, aunque en realidad no teníamos hambre después del suculento almuerzo de Gijón, así que únicamente nos dimos una vuelta para comprar un par de botellas de agua y una lata de Fanta de limón en una máquina de vending. De nuevo en el hotel, terminamos con la mudanza de las habitaciones y nos acostamos pasada ya la medianoche.