Viernes, 1 de marzo de 2019
7:30
Como cada mañana, tras levantarme fui a ducharme, y luego terminé de hacer mi maleta para seguidamente reunirme con mis tres amigos, que habían dormido en la otra habitación y que, por lo tanto, tuvieron que llevar de vuelta el colchón que cambiaron de habitación dos días antes para dejar todo en su sitio. No fue hasta casi las nueve cuando salimos del hotel para desayunar, esta vez en Casal 14, donde me tomé unas tostadas con aceite y un vaso de leche con Cola Cao (3'20 €).
A las diez menos cinco, tras subir para recoger las maletas, hicimos el check-out en el hotel, y, cinco minutos después, recogimos el coche en el garaje en el que lo habíamos dejado estos días, lo cual nos costó 30 € en total entre los cuatro. Nos pusimos en carretera para ir a Astorga, así que cogimos por la autovía Ruta de la Plata, volvimos a pagar 13'35 € por el peaje, y, a la altura de León, nos desviamos hasta llegar poco antes del mediodía a esta ciudad leonesa y aparcar frente al parque del Melgar.
12:00
Tras subir una escalinata situada junto a la muralla de Astorga, accedimos al recinto en el que se erige la Catedral de Astorga, donde pudimos admirar su gran tamaño y su fachada principal. Mis amigos no tenían ganas de visitarla, así que ellos se fueron a dar una vuelta por el pueblo, mientras que yo me quedé solo para pagar la entrada (5 €) y recorrerla con la ayuda de la audioguía.
Empecé la visita precisamente por la portada principal para luego continuar con el Museo catedralicio, en cuyas salas se exponen diversas piezas de carácter religioso, tales como cuadros, tallas de cristos, vírgenes y santos, etc. Tras ello, accedí a la catedral propiamente dicha a la altura del trascoro, desde donde pude contemplar su bella arquitectura de estilo gótico con algunos detalles renacentistas y barrocos.
A continuación, hice un recorrido por las numerosas capillas de la nave lateral derecha, entre las que cabe destacar la del Cristo de las Aguas, la de San Lorenzo o la de San Juan Bautista, hasta llegar a la Capilla Mayor, presidida por un retablo mayor de magníficas proporciones y de indiscutible valor artístico.
Continué la visita por el coro, cuya sillería y órgano me recordaron mucho a la de Málaga, para luego recorrer las capillas de la nave lateral izquierda, entre ellas la de la Inmaculada, la de Santiago Peregrino o la de María Magdalena; al mismo tiempo, también pude contemplar el colorido de las vidrieras que aportan tanta luz al templo.
Pasados unos minutos de la una de la tarde, abandoné la catedral, no sin antes admirar de nuevo su fachada principal y sus dos torres. Justo enfrente pasé por delante de la iglesia de Santa Marta, de la Celda de las Emparedadas y de la capilla de San Esteban, tras lo cual me planté delante del Palacio Episcopal, obra de Gaudí que llama la atención por su peculiar estilo, pues recuerda mucho a un castillo de cuento de hadas.
Una vez que compré en una confitería un par de cajas de mantecadas que me había encargado mi madre, me fui en busca de mis amigos, para lo cual me dirigí a la plaza España, donde se encuentra el Ayuntamiento, y luego a la iglesia de San Bartolomé.
Ya con ellos, quienes también habían aprovechado para comprar diversos productos de la tierra, tales como mantecadas, cecina, queso, vermut y miel, tocaba buscar un lugar para almorzar. Lo lógico hubiera sido ir a algún restaurante a probar el cocido maragato, pero iba a ser una comida muy pesada, por lo que finalmente fuimos a Eluno, donde nos pedimos una Coca-Cola y una hamburguesa para cada uno, de queso de cabra en mi caso, y unas patatas bacon cheese para compartir. En total, 37'10 € entre los cuatro, bastante bien de precio.
fotoHamburguesa
14:35
De camino al coche, pasamos de nuevo por delante de los principales reclamos monumentales de Astorga, es decir, el Palacio Episcopal y la Catedral, junto a los cuales me hice algunas fotos de recuerdo. Ya en el coche, pusimos rumbo a Castrillo de los Polvazares, un pequeño pueblo situado a apenas 7 kilómetros de Astorga y adonde llegamos pasadas las tres de la tarde.
Tras cruzar por el puente que atraviesa el río Jerga, nos adentramos en este pintoresco pueblo que si por algo destaca a primera vista es por su singular arquitectura, pues todas sus casas están hechas casi íntegramente de piedra, al igual que su iglesia y sus calles empedradas, lo cual le da al pueblo un toque añejo que hace que parezca que hayas viajado varios siglos en el tiempo.
Recorrimos el pueblo de una punta a otra con cuidado de no tropezarnos con el empedrado de sus calles, lo cual nos sirvió para comprobar que muchas de las construcciones son realmente casas que se han convertido en restaurantes donde sirven los platos típicos de la región, entre ellos el cocido maragato, como reclamo turístico. Así pues, en menos de media hora visitamos este pueblo tan peculiar, tras lo cual volvimos al coche para continuar con el viaje.
Repostamos gasolina y lavamos el coche cerca de Astorga, y poco después paramos en un área de servicio a la altura de La Bañeza para que mis amigos se tomasen un café. Reanudamos la marcha hasta que, poco antes de llegar a Zamora, hicimos una nueva parada para que yo relevase a Miguel al volante durante un par de horas; a las siete y veinte, en Carcaboso, Miguel volvió a conducir hasta que llegamos a nuestro destino, el Hotel Isur de Llerena, en la provincia de Badajoz.
21:45
Dejamos nuestro equipaje en las habitaciones, una triple (la 101) para mis amigos por 65 € y una doble (la 102) para mí solo por 43 €, tras lo cual nos fuimos andando al pueblo en busca de un sitio para cenar. Callejeando nos topamos con parte del patrimonio arquitectónico de Llerena, como por ejemplo la antigua iglesia de la Merced.
Al final cenamos en el restaurante La Cuadra, donde, además de la bebida, cerveza para mis amigos y agua para mí, nos pedimos para compartir unas berenjenas rebozadas con salmorejo y jamón que no me terminaron de gustar, y luego un plato individual para cada uno, de tal manera que yo me decanté por un flamenquín casero que era bastante contundente. En total, 61'60 €.
Ya cenados, emprendimos el camino de regreso al hotel, pero esta vez por una ruta diferente en la que pudimos ver unos restos de la muralla de Llerena. Pasados quince minutos de la medianoche ya estábamos en nuestras respectivas habitaciones, de tal manera que me acosté definitivamente sobre la una.
Sábado, 2 de marzo de 2019
8:30
Para no perder la costumbre, me duché nada más levantarme para luego hacer la maleta por última vez en este viaje. Reunido de nuevo con mis amigos, sobre las diez bajamos a la recepción para hacer el check-out, dejar las maletas en el coche e ir a desayunar a la cafetería del hotel a pesar de que no estaba incluido en el precio; como siempre, me pedí pan con aceite y un vaso de leche con Cola Cao, que me costó 1'80 €.
Al salir de allí, Miguel se acercó a una tienda de productos típicos situada junto al hotel para comprar queso, tras lo cual pusimos rumbo a casa pasadas las diez y media de la mañana. Repostamos gasolina al poco de salir en Ahillones, para luego hacer una nueva parada un par de horas después en un área de servicio de Lucena.
Tras pasar por Antequera, cogimos por la autopista de peaje, que nos costó 3'40 €, de tal manera que cuando llegamos a la casa de Miguel en Estación de Cártama eran casi las dos. Una vez allí, Jose y yo nos montamos con Fran en el coche de éste, que se lo había prestado a la novia de Miguel para que pudiese ir a trabajar mientras estábamos de viaje, y nos fuimos a Málaga, de tal manera que eran las dos y veinticinco cuando me dejaron en mi casa, terminando ahora sí este viaje.