sábado, 26 de febrero de 2011

Mozart - Pequeña serenata nocturna

Vuelve a sonar la música en este blog, y ahora lo hace con acordes clásicos, que es lo que toca tras haber escuchado una canción pop y una banda sonora. Si hace unos meses os descubría a uno de los compositores más importantes de la música clásica italiana, Vivaldi, hoy os traigo al que para muchos es el mejor y más brillante exponente de este género musical: Mozart.
¿Quién no conoce a este genio de las partituras? Wolfgang Amadeus Mozart, nacido a mediados del siglo XVIII en Salzburgo, fue un niño prodigio que con sólo cuatro años ya componía obras, mientras que a los seis era capaz de tocar con destreza el violín, el clavicordio y el clavecín. A esa edad, empezó a viajar por toda Europa acompañado de su familia para ofrecer numerosos conciertos y exhibiciones que rápidamente encandilaron a las cortes de las principales casas reales. Grandes músicos posteriores como Beethoven y Chopin estuvieron influenciados por este genio; de hecho, Haydn, contemporáneo de Mozart, dijo de él que "la posteridad no verá tal talento otra vez en cien años".
El virtuosismo de Mozart queda patente en su prolífica y variada producción musical, puesto que en sus más de seiscientas obras podemos encontrar sinfonías, conciertos, óperas, música de cámara, música religiosa... Entre sus composiciones, destacan principalmente "Las bodas de Fígaro", "La flauta mágica", "Don Giovanni", "Réquiem", "Sinfonía n.º 40", "Concierto para piano n.º 21", etc. Hoy os voy a dejar con una de sus creaciones más conocidas, el primer movimiento en Allegro de la "Serenata n.º 13 para cuerdas", más conocida como "Pequeña serenata nocturna", que se compone de siete movimientos a pesar de que solamente se conservan cinco. Espero que disfrutéis de este clásico entre los clásicos.


miércoles, 23 de febrero de 2011

Letras (XIII)

Seguimos con el turno habitual de la sección 'Cifras y letras' con una prueba de letras. Os recuerdo las reglas por si acaso sois nuevos o simplemente se os han olvidado: no existe una fecha límite para responder, mientras que el ganador será aquél que haya dado la mejor solución hasta el momento.
La prueba de hoy consiste en lo siguiente: ayer por la noche, llegué de mi viaje a Londres, así que os voy a pedir que busquéis el mayor número de palabras posibles que estén compuestas únicamente por las letras L, O, N, D, R, E y S. Las letras las podéis repetir en la misma palabra todo lo que queráis, es decir, podéis usar dos eles o tres oes, pero nunca otra letra que no forme parte de 'Londres'. No es la única prueba que os propongo, porque también os pido que os inventéis una frase que esté compuesta por palabras que estén formadas por la mayor cantidad de letras posible de la capital inglesa, es decir, podéis usar la A, la M, o la P, pero esas letras no contabilizarán; por cierto, en ninguna de las dos pruebas se permiten nombres propios, y en la última también está prohibido hacer enumeraciones de palabras.
No es obligatorio participar en las dos pruebas, o sea, que si sólo queréis jugar en una pues no pasa nada. El ganador de la primera será el que proporcione más palabras, mientras que el de la segunda será el que se invente la frase que contenga un mayor porcentaje de las letras de 'Londres'. Recordad que, si tenéis alguna duda, me la podéis preguntar a través de un comentario, y también que podéis seguir participando en las pruebas anteriores de esta sección.
¡Mucha suerte!

lunes, 21 de febrero de 2011

¿Somos muchos o somos pocos?

Se dice que acabamos de superar la barrera de las 7.000 millones de personas en el mundo. Cuando yo nací, en noviembre de 1986, estábamos a punto de llegar a los 5.000 millones, pero es que a comienzos del siglo XX sólo 1.650 millones de seres humanos pisaban este planeta que llamamos Tierra. Es evidente que el crecimiento de la población mundial sigue un ritmo exponencial y que llegará un día en el que no quepamos todos en la superficie terrestre, pero ¿cuánto falta para ese día? ¿100 años? ¿500 años? ¿Miles? A lo mejor antes de que llegue ese día nos habremos extinguido, o autodestruido, o quién sabe si una parte importante de la población se habrá mudado a otro planeta con unas condiciones que permitan la existencia de la vida como nosotros la conocemos. En cualquier caso, vamos a centrarnos en el presente y a responder la pregunta que titula esta entrada.
Imaginaos que os preguntasen cuánto terreno ocuparían todas las personas que hay en el mundo. ¿Qué diríais? ¿Lo que ocupa España? ¿Lo que ocupa Estados Unidos? Bueno, es muy fácil averiguarlo, pues basta con saber cuántas personas caben en un metro cuadrado y resolver una sencilla regla de tres. No hay una medida exacta para lo primero, ya que es un dato muy subjetivo. De forma medianamente holgada, una persona cabe en una baldosa cuadrada de 50 centímetros de lado, es decir, serían cuatro personas por metro cuadrado, pero, si nos ponemos en plan apiñamiento y casi sin sitio para respirar, pues entonces cabrían unas doce. Vamos a ser buenos y a considerar la primera opción, por lo que, aplicando una regla de tres, nos queda que la población mundial ocuparía una extensión de 1.750 kilómetros cuadrados. ¿Cuánto es eso? Pues aproximadamente lo mismo que la suma de las superficies de las islas de Lanzarote, La Palma y El Hierro, o, si lo preferís, casi 250.000 estadios como el Santiago Bernabeu. ¿Sorprendidos? Supongo que sí. Choca bastante que tal cantidad de gente ocupe tan poco espacio, pero hay veces que la intuición falla, como en este caso. Así pues, ¿cuántas personas podría albergar el planeta suponiendo que caben cuatro en un metro cuadrado? Si solamente consideramos la parte continental, pues casi 86.000 veces la población actual, mientras que, si los mares y océanos se secasen, entonces cabría cerca de 300.000 veces la actual, es decir, más de 2.000 billones de seres humanos. ¿Cómo os quedáis?
Según lo que acabamos de comprobar, se deduce que no somos tantas personas en el mundo como creíamos, pero quizás cambiemos de opinión tras los siguientes experimentos. ¿Qué pasaría si todos nosotros nos pusiésemos en fila india, uno detrás de otro? ¿Cómo de larga sería esta hilera? Si seguimos con los supuestos anteriores, una persona ocuparía medio metro, la siguiente otro medio metro, y así sucesivamente hasta colocar en fila a toda la población mundial. Se deduce rápidamente que la fila mediría tres millones y medio de kilómetros, o, lo que es lo mismo, que rodearía el ecuador del planeta casi noventa veces. ¿A que ahora sí que parecemos muchos? Pues todavía queda el último experimento. La estatura media de un hombre y de una mujer es de 177 y 160 centímetros, respectivamente; vamos a pensar que la población mundial está repartida al 50% entre ambos sexos, por lo que la estatura media se nos queda en 168'5 centímetros, pero hay muchos niños y bebés que obviamente miden bastante menos que eso, así que fijaremos en metro y medio la estatura media. ¿Qué altura alcanzaríamos si nos pusiéramos de pie uno encima del otro? Esta torre humana llegaría a medir 10.500.000 kilómetros, unas 27 veces la distancia que existe entre La Tierra y La Luna. ¿A que ahora parecemos muchos más?
¿Somos muchos o somos pocos? Pues según cómo se mire, pero qué curioso y qué fascinante es que una misma cantidad de personas pueda parecer tanto y tan poco.

viernes, 18 de febrero de 2011

No es mío, pero es interesante (XXVI)

Vuelve la sección 'No es mío, pero es interesante' con una nueva entrega en la que os recomiendo una serie de entradas de otros blogs y webs que me han resultado interesantes en los últimos días. Como siempre, hay algún blog que destaca por tener varios posts recomendados, y hoy repite por enésima vez Microsiervos con tres apariciones. La variedad sigue siendo la nota predominante de esta sección, ya que en la siguiente lista encontraréis un poquito de matemáticas, bastante ciencia, curiosidades, etc.
Vamos a repasar la lista de hoy:
  • Las Matemáticas de Redes para la ciencia: para el que no le conozca, Eduardo Punset es quizás el divulgador científico español más importante, gracias en parte a su programa 'Redes', que podéis ver cada domingo por la noche en La 2. Pues aquí tenéis los dos programas que le ha dedicado a las Matemáticas.
  • ¿Por qué el cielo se ve azul?: en una de las entregas de esta sección, os recomendé un enlace que explicaba la razón por la cual La Luna se ve anaranjada o rojiza en los eclipses lunares. La explicación del color cielo tiene mucho que ver.
  • Elefante: vida después de la muerte (Time-lapse): no veáis el vídeo del enlace si estáis recién comidos. Excepcional time-lapse en el que se visualiza el ciclo de la vida, ése que le explicaba Mufasa a su hijo Simba en la gran película 'El rey león'.
  • ¿Aterrizan solos los aviones?: pues casi que sí, y es que la tecnología avanza tanto que dentro de poco no necesitaremos ni pilotos. No os perdáis los dos vídeos del enlace, en los que se muestran aterrizajes en mitad de una niebla que no deja ver nada.
  • Confirmado (otra vez): si llueve, ¡corre!: aunque algunos estudios ya lo habían casi confirmado, ahora se ha demostrado por completo que, en caso de haberse olvidado el paraguas, es mejor correr bajo la lluvia para mojarse lo menos posible.
  • Tres curiosos y entretenidos vídeos de física: tres experimentos científicos que podéis probar vosotros mismos en casa, eso sí, en el segundo de ellos hay que tener un poquito de cuidado.
  • Planetas candidatos del tamaño de la Tierra en zonas habitables: se siguen sucediendo los descubrimientos astronómicos, puesto que ahora se han encontrado planetas que podrían ser habitados por el hombre. Yo, desde mi humilde opinión, veo muy difícil y muy lejano el día en el que nos podamos mudar de planeta.
  • De cómo el ser humano pasó de ver La Tierra plana a verla esférica: como sabréis, hace cientos de años, todos creían que nuestro planeta era plana, pero poco a poco fuimos comprobando que estábamos equivocados y que vivimos en una bola gigante.
  • Febrero, el mes que a veces se queda sin luna llena: no es el caso de este mes de febrero de 2011, pero, en ocasiones, el mes más corto del año se caracteriza por no coincidir con la luna llena en ninguno de sus días.
  • Las diez cosas que la gente más se olvida en los hoteles: muchas os las podréis imaginar, pero es que hay varias que parece incomprensible que alguien se pueda dejar olvidado en la habitación en la que se ha hospedado, como ¡portátiles!
  • Cómo un estadístico rompió la seguridad de la lotería rasca-y-gana: ya os he dicho varias veces que las matemáticas sirven para muchas cosas, pero también para ganar dinero de forma rápida y sencilla.
  • Desmontar la grafología: fácil, rápido y para toda la familia: yo nunca he creído a las personas que son capaces de adivinar la personalidad de otras a través de cómo escriben. En el enlace, encontraréis un vídeo que demuestra que todo es un timo, una pseudociencia.
  • Con uno basta: algunos efectos ópticos basados en la misma técnica y que seguro os van a dejar muy sorprendidos.
  • Observar la aguja reduce el dolor de la inyección: yo tengo que reconocer que soy un cagón y que odio que me saquen sangre o que me vacunen. Aunque la enfermera siempre nos dice que no miremos, resulta que es menos doloroso mirar, que es lo que yo hago siempre.
  • Neil Tyson y el perro que sabe mil palabras: para que sigan diciendo que los animales no son inteligentes. Pues que se lo digan a este perro, que es capaz de reconocer mil objetos. Quizás no puedan razonar como los seres humanos, pero para nada son tontos.
¿Qué os ha parecido la selección de enlaces de hoy? Espero que haya alguno de vuestro gusto y que me lo contéis a través de un comentario ;)

martes, 15 de febrero de 2011

¿Números cerca del infinito?

Pregúntale a un niño de 5 años cuál es el número más grande que conoce y te dirá el 10 seguramente. Para la misma pregunta, un chaval de 15 años responderá un billón o un trillón, mientras que un veinteañero que está estudiando Matemáticas o cualquier carrera técnica en la universidad asegurará que es el infinito. Bueno, siendo puristas, es mentira que infinito sea un número, pero sí es un símbolo que representa un número más grande de lo que la mente de un ser humano pueda imaginar, el número inalcanzable, el número que nunca se podría escribir. No sabemos cuál es, pero si podemos saber cómo es, pues basta con escribir un 9, después otro 9, y otro 9, y otro 9, y así infinitos nueves, hasta que todo se extinga, pero todavía tendríamos que seguir escribiendo nueves y nueves. Ni hace muchos años, ni ahora, ni dentro de miles de años necesitaremos utilizar este número ni otros monstruosamente enormes, pero sí es cierto que existen algunos números también espeluznantemente largos que, aunque no tienen mucha utilidad, sí tienen un nombre. A continuación, hablaremos de tres de ellos y de algunas curiosidades que seguro os van a sorprender.
El primer número del que os voy a hablar no os lo voy a decir todavía, pero probablemente fue pensado  y calculado por primera vez hace cientos de años, según se puede deducir de la leyenda que, cierta o no, os voy a contar. Se dice que el ajedrez fue inventado en la India, y el monarca hindú de aquel entonces, entusiasmado al comprobar que el juego era muy entretenido y que proporcionaba multitud de partidas diferentes, quiso premiar a su súbdito inventor con un regalo a su elección, fuere cual fuere, ante lo que el súbdito le respondió que quería un grano de trigo por la primera casilla del tablero de ajedrez, dos granos por la segunda casilla, cuatro granos por la tercera casilla, ocho granos por la cuarta... El monarca le ordenó que parase y que esa misma noche recibiría un saco con todos los granos pedidos, aunque también le recriminó que se sentía menospreciado por haberle pedido un premio tan insignificante.
Pasadas unas horas, el monarca preguntó a sus sirvientes si el regalo había sido ya entregado, pero le contestaron que los matemáticos del palacio estaban calculando todavía el número de granos de la recompensa. Ya de noche, extrañado y molesto por la tardanza, volvió a interesarse por el premio, a lo que le respondieron que tendrían el cálculo definitivo a la mañana siguiente. Y así fue. Bien temprano, los matemáticos fueron recibidos por el monarca, quien les preguntó si el joven inventor había recibido ya su regalo. Los matemáticos le dijeron que no, puesto que sería imposible satisfacer dicho regalo. El monarca, sorprendido por las palabras de sus sabios, les pidió el número de granos que tendrían que ser entregados al súbdito, y éstos le respondieron que habría que conseguir 18.446.744.073.709.551.615 granos de trigo, es decir, más de 18 trillones de granos.
El súbdito había pedido en realidad (2^64) - 1 granos, un número que visto así parece muy poco pero que realmente es el que calcularon los matemáticos del monarca hindú. ¿Por qué era imposible satisfacer la recompensa del joven inventor del ajedrez? Si tuviésemos una caja de un metro cúbico, podríamos meter en él 15 millones de granos aproximadamente, es decir, que necesitaríamos 1.229.782.938.247 cajas para guardar todos los granos pedidos. El dato que acabamos de calcular nos indica el número de metros cúbicos necesarios, pero, para más comodidad, lo pasamos a kilómetros cúbicos, por lo que nos quedarían 1.229 cajas cúbicas cuyos lados midiesen un kilómetro, o lo que es lo mismo, si pusiéramos estas cajas en fila una detrás de otra, entonces podríamos unir las dos capitales de provincia más distantes de la España peninsular, Huelva y Gerona, y todavía nos sobrarían 51 cajas.
¿Y cuánto tardaríamos en contar todos los granos para asegurarnos de que no falta ninguno? Son tantos que seguramente nos equivocaríamos, pero vamos a suponer que lo hacemos bien y que somos capaces de contar un grano cada segundo. En un día, podríamos contar 86.400 granos, y eso sin dormir, ni comer ni hacer otra cosa que contar. Tras una semana, habríamos contado 604.800 granos; pasado un mes de 30 días, 2.592.000 granos; en un año, 31.536.000; en 50 años, algo más de 1.500 millones de granos de trigo, ni siquiera una millonésima parte del total. Atención: tendríamos que estar ¡¡¡584.942.417.355 años!!! contando granos, es decir, cuarenta veces más que el tiempo de vida que se estima que tiene el Universo.
Vamos a aprovechar de estimaciones astronómicas para dar paso al segundo número del que vamos a hablar. Se dice que en el Universo conocido existen unos 10^90 átomos, que sí, se dice muy rápido, pero es mucho más de lo que pensáis. Pues bien, hay un número más grande que éste y que, al contrario que el de la leyenda anterior, sí tiene un nombre concreto: googol. ¿Te suena? Exacto, es muy parecido a Google, y es que el conocido buscador iba a llamarse realmente Googol, pero uno de sus creadores, Larry Page, lo escribió mal y se quedó finalmente el término Google que estamos hartos de utilizar y nombrar.
¿Cuánto es un googol? Pues 10^100, también muy fácil de decir, pero fijaos en que es un número diez mil millones de veces más grande que el número de átomos que hay en el Universo, como hemos dicho unas líneas más arriba, así que un poquito de respeto que estamos hablando de algo muy serio. El número de granos de trigo antes calculado estaba compuesto por 20 cifras, mientras que éste necesita algunas más, en concreto 101, pues se compone de un uno seguido de cien ceros, es decir, apenas tardaríamos un par de minutos en escribirlo en un papel.
¿No os ha dejado suficientemente boquiabiertos este número? Bueno, a ver si con este ejemplo lo consigo. A mediados del año 2008, se estimó que existían mil millones de ordenadores en todo el mundo y que para 2014 se habría duplicado esta cifra; también se comenta que para entonces el tamaño medio de un disco duro será de 15 terabytes. A tenor de estos datos, podemos calcular fácilmente que dentro de tres años podremos almacenar en los discos duros de todo el mundo información equivalente a 3 * 10^22 bytes. ¿Mucho? Pues sí es mucho, pero no es nada comparado con el número del que estamos hablando ahora, ya que un googol es 3'333 * 10^77 veces más grande que toda esa información, es decir, necesitaríamos millones y millones y millones... y millones de planetas como el nuestro para tener un googol de bytes.
Antes de pasar al tercer número del que vamos a hablar, también hay que mencionar a un pariente del googol que es mucho más monstruoso: el googolplex. La manera más sencilla de expresarlo es como la googolésima potencia de 10, es decir, 10^10^100, pero es que es la única forma de hacerlo, puesto que el número se compone de un uno seguido de un googol de ceros. Si para contar los más de 18 trillones de granos de trigo tardaríamos más tiempo incluso que la vida del Universo, entonces para escribir un cero cada segundo un googol de veces... Necesitaríamos más de ¡¡¡¡¡¡3 * 10^92 años!!!!!! para terminar de escribirlo. Es más, el papel que usaríamos para escribirlo no cabría en el Universo conocido. Ahí queda eso.
Pasemos, ahora sí, al tercer número del que os quería hablar: el número de Leviatán. Antes de deciros cuál es, tengo que explicaros por qué se llama así. Leviatán es el nombre con el que se conoce a una bestia marina de tamaño descomunal que ha sido utilizada para simbolizar en numerosas ocasiones al demonio en la Biblia y en la literatura cristiana. El demonio o Satanás suele relacionarse habitualmente con la marca de la Bestia, el 666, y precisamente este guarismo aparece en el número de Leviatán: (10^666)!. El signo de exclamación no es un fallo mío, sino que representa al operador matemático factorial, el cual se encarga de obtener el producto de todos los números menores e iguales al indicado; por ejemplo, el factorial de 5 (5!) sería 5 * 4 * 3 * 2 * 1 = 120. Ahora que sabéis lo que es el factorial, atreveos a calcular el número de Leviatán. Imposible, ¿verdad?
Si ya 10^666 es mayor que el googol del que hablábamos antes, imaginaos el resultado de calcular el factorial de esa potencia. Hablando en plata, este número es prácticamente incalculable. A pesar de esta imposibilidad, sí se conocen dos características del número de Leviatán. Una de ellas es que sus primeros seis dígitos son 134.072, mientras que el número de cifras que lo componen en total es mayor que 10^668. ¿Qué quiere decir esto último? Pues que su longitud es 10^568 mayor que la de un googolplex, o, dicho de otra forma, que harían falta más de ¡¡¡¡¡¡¡¡¡3 * 10^660 años!!!!!!!!! para poder escribir todas y cada una de sus cifras. A-LU-CI-NAN-TE.
(2^64) - 1, el googol, el número de Leviatán... Números increíblemente grandes, enormes, bestiales, inimaginables, incalculables. Para nosotros, bien pueden representar el infinito, pero es que el mayor de ellos no es ni la infinitésima parte del infinito. Así pues, ¿están cerca del infinito? ¡Qué va! Ni de lejos, y nunca mejor dicho.

Nota: este post forma parte del Carnaval de Matemáticas, que en esta undécima edición, también denominada 2.1 por el primer aniversario, está organizado por Jose Antonio, el creador de dicho evento, a través de su blog Tito Eliatron Dixit.

lunes, 14 de febrero de 2011

Un puntito de milagro

El Málaga empató 2-2 frente al Getafe tras rescatar un punto en el último suspiro de un encuentro que evidenció las numerosas carencias del conjunto blanquiazul, especialmente desastroso en la primera mitad.
Pronto empezaron a torcerse las cosas para los locales, concretamente a los ocho minutos, cuando un remate de Adrián Colunga rebotó en un defensa y el esférico, en tierra de nadie, lo intenta despejar con la manopla Arnau pero hacia el cuerpo de Miku, que casi sin querer logró el primero de la tarde (0-1). En la siguiente jugada, el meta malaguista volvió a mostrarse nervioso al blocar en dos tiempo un duro disparo de Casquero desde fuera del área. Pasado el ecuador de la primera mitad, Adrián Colunga aprovechó el hueco dejado por Weligton en la defensa y también la mala salida de Arnau para batirle con una vaselina (0-2). El partido parecía sentenciado, pues el Málaga mostraba muy poca actitud y aptitud sobre el terreno de juego, aunque más orgullo que por capacidad fue en busca de un gol que le metiese en el encuentro. Lo intentó Baptista con una rosca desde la frontal que se marchó rozando el segundo palo, y, ya casi en el descuento, hizo lo propio Maresca con un potente disparo a botepronto que blocó bien Ustari. El árbitro estuvo mal por varias decisiones importantes, empezando por el primer gol getafense, que lo logró Miku con el brazo; por otra parte, no mostró el mismo criterio a la hora de mostrar tarjetas, pues debió sacar la amarilla al Cata Díaz y a Marcano en dos faltas idénticas a las que cometieron jugadores malaguistas y que sí fueron amonestados.
La segunda mitad fue otra cosa bien distinta, principalmente porque los cambios de Sebas Fernández y Portillo por Fernando y Maresca dieron más frescura y más movimientos a un equipo estático e impreciso. El Getafe prácticamente no se acercó a los dominios de Arnau, que únicamente tuvo que intervenir para atajar un disparo raso de Pedro Ríos. El Málaga empezó a acumular ocasiones cada dos por tres: un cabezazo de Camacho que se marchó rozando el larguero, una rosca de Baptista que buscaba la escuadra, dos remates de cabeza de Rondón que se fueron desviados... El gol llegó finalmente a falta de diez minutos por una clarísima mano de Marcano cuando Recio se disponía a internarse en el área; Baptista fue el encargado de materializar el penalty (1-2). Tuvo Rondón el empate a cinco minutos del final tras un gran centro de Sebas Fernández desde la derecha, pero su remate al primer toque se marchó fuera. Parecía que la derrota estaba consumada, pero en el último segundo llegó un empate milagroso: Sandro Silva manda el balón al área, Sebas Fernández se lo cede con el pecho a Rondón y el venezolano bate a Ustari (2-2). Y no hubo tiempo para más. El árbitro siguió en la línea del primer tiempo, muy permisivo con las continuas faltas que cometían los getafenses. Si hubiera mostrado a Marcano aquella tarjeta amarilla del primer tiempo, habría sido expulsado en la acción del penalty, cuando sí la vio.
Este empate no saca al Málaga de los puestos de descenso, es más, se mantiene una jornada más como farolillo rojo. Puntito a puntito va a ser imposible salvarse, máxime cuando el resto de conjuntos de la zona baja suman más puntos incluso rascando alguno que otro contra equipos de la zona alta. El próximo envite de los blanquiazules será el domingo a las cinco frente al Villarreal en tierras castellonenses.

viernes, 11 de febrero de 2011

No fue un día más, pero sigo igual

Ya está. Ya soy Ingeniero Informático, o no sé, creo que es Ingeniero en Informática... Bueno, da igual, que ya he terminado la carrera porque el pasado miércoles defendí mi Proyecto Fin de Carrera, aunque en realidad no lo seré oficialmente hasta que pague la enésima tasa para obtener ese título que viene con el autógrafo del Rey Juan Carlos I, cuya muñeca debe estar ya rota de tanto firmar diplomas, documentos y hasta una Constitución. Como muchos de vosotros no pudisteis asistir y la mayoría no estuvo conmigo todo el día, pues aquí tenéis un pequeño relato de cómo fue ese 9 de febrero de 2011.
La noche anterior llegaron a mi casa familiares desde Jerez de la Frontera (la mitad de mi sangre es de esta ciudad gaditana), pero sólo mi abuela y su hermana pudieron quedarse a dormir en mi casa, más que nada porque no hay sitio para más, así que mis dos tías y el novio de una de ellas tuvieron que pasar la noche en el apartamento que tenemos en Rincón de la Victoria. Me acosté justamente a medianoche, pero a los diez minutos me tuve que levantar porque la sábana y la manta se habían salido por el final de la cama (los problemas que tiene ser más largo que la cama), así que tuve que hacerla; de nuevo en posición horizontal, no tardé demasiado en dormirme a pesar de que no dejaba de pensar en cómo iban a ser las siguientes horas de mi vida.
El despertador sonó cinco veces, tantas como alarmas me pongo cada día aunque sea domingo, pero racaneé unos minutos en la cama antes de levantarme sobre las ocho y veinticinco. Y la rutina de siempre: visita al baño para perder peso en el váter y agua fría para lavarme la cara y peinarme, visita a la cocina para prepararme mi mollete con aceite y un vaso de leche con Nesquik, visita al salón para leer la prensa y pegar los cromos de Semana Santa que ahora están regalando con el periódico. Eran ya las nueve y cuarto y quedaba mucho tiempo por delante, así que me fui a mi habitación para encender el portátil y navegar un poco por Internet, y así de paso relajaba esos nervios que quería evitar. Mis tíos acababan de llegar y los demás ya se estaban vistiendo, así que hice lo mismo con el traje que me había comprado para la ocasión, más concretamente mi primer traje. Sí, tengo 24 años y unos cuantos meses y hasta el pasado miércoles nunca me había puesto un traje, pero esto es algo de lo que algún día os hablaré por aquí.
A las diez y media, cuando ya estábamos todos arreglados, partimos en dirección a la universidad. Mientras preparaba el portátil para la presentación, la botellita de agua y probaba las demos, se iban sucediendo las visitas a la Sala de Grados A: mi otra abuela con su hermana, mis tíos, amigos... Hasta vino Sixto, mi tutor de beca hasta el pasado mes de diciembre, quien se acercó únicamente para saludarme y desearme suerte, puesto que tenía una reunión a la misma hora que la defensa de mi proyecto. ¡Qué caprichoso es el destino! Era la tarde del 29 de septiembre de 2004, concretamente las 15:30, en el aula 3.0.3: mi primera clase de la carrera, 'Cálculo para la Computación', y el profesor, Sixto Sánchez Merino. Quién me iba a decir en ese preciso instante que 2.324 días más tarde, en mi último día de carrera, iba a coincidir con la misma persona que estaba frente a mí encima de una tarima escribiendo su nombre, su correo electrónico y su despacho en la pizarra más larga que había visto en mi vida y rodeado de otros cuarenta o cincuenta alumnos con los que apenas había intercambiado un frío "Hola" justo antes de que diera comienzo una nueva etapa de nuestras vidas. Allí estaban, por ejemplo, David y Fran. ¿Os acordáis?
Diez minutos antes de las doce, llegó a la sala mi director de proyecto, José Muñoz Pérez. Le presenté a mis padres, con los que estuvo charlando unos minutos, mientras que yo empezaba ya a notar cómo llegaban los nervios, sin saber qué hacer, dónde estar o con quién hablar. Al poco rato, prácticamente a las doce, aparecía por la puerta uno de los integrantes del tribunal; los otros dos tardaban en venir, cosa por la que José se quedó muy extrañado, y yo intervine diciendo: "Pues nada, si no vienen, me ponéis ya la nota y nos vamos". Mi comentario denotaba dos estados emocionales contradictorios: humor, un síntoma que era de agradecer, y nerviosismo, un síntoma que era inevitable. A las doce y diez, llegaron los dos que faltaban, así que me dirigí a la tarima, me puse la chaqueta, activé la presentación, bebí un sorbo de agua, cogí el puntero e inspiré todo el aire que pude para relajarme y quitarme de encima una mínima parte de la presión que sentía sobre mí. El presidente del tribunal, tras pronunciar las frases protocolarias del acto, me cedió la palabra.
Me presenté diciendo mi nombre y el de mi director de proyecto, además del título de éste. Desde el comienzo noté que me costaba hablar, que se estaba empezando a formar un tapón en la boca del estómago y en la garganta que me hacían sentir incómodo. Pasé de transparencia para mostrar el índice de la presentación y pasé al bloque de introducción. Las primeras diapositivas fueron un suplicio, pues me costó una barbaridad enlazar una frase en condiciones; de hecho, recuerdo perfectamente que por un instante hablaba desordenadamente, al más puro estilo Yoda. La incomodidad corporal no era sólo interna, sino también externa, ya que no estaba acostumbrado a tener un puntero en la mano, y es que a mí me gusta mucho gesticular con las manos, utilizar los dedos para enumerar cosas y hacer algún que otro aspaviento. Iba ya por la novena o décima transparencia y el nerviosismo seguía ahí. Y todavía me quedaba un largo rato...
Fue empezar el segundo bloque de la presentación, en el que hablaba sobre los sistemas de videovigilancia, y noté que ya me estaba amoldando a la situación, que los nervios iban desapareciendo y que ya daba algunos pasos por la tarima para dejar de ser un palo de metro noventa estático. También me animé a mirar al tribunal y al público cada dos por tres, lo cual significaba que estaba cogiendo confianza y a sentirme muy cómodo allí de pie. Cuando ya me tocó explicar el desarrollo del sistema que había implementado, estaba en mi salsa, con un ritmo continuo, hablando prácticamente de memoria y sin mirar las diapositivas, dirigiéndome tanto al tribunal como a los asistentes como si estuviese dando clase. Me fijé en todos: mis padres estaban muy pendientes de la explicación, mis abuelas y sus hermanas estaban medio idas, mis tíos con la boca abierta pero con cara de estar enterándose superficialmente de lo que estaba exponiendo, mientras que mis amigos, casi todos compañeros míos en estos últimos años, daba la impresión de que sí entendían los razonamientos que argumentaba. La tranquilidad definitiva me la dieron los tres integrantes del tribunal, a los que veía mover sus cabezas de arriba a abajo, señal inequívoca de que lo estaba haciendo bien.
Así pues, todo iba como la seda, y mucho mejor de lo que esperaba. Tan bien me encontraba que, a pesar de que tenía la boca totalmente seca, preferí no beber agua para no cortar el ritmo que había alcanzado; es más, hasta comencé a emplear palabras muy técnicas y poco usuales, como me confesaron al día siguiente algunos amigos que estuvieron allí. En los primeros minutos, mi cerebro estaba dividido en tres partes: lo que estaba diciendo, lo que estaba pensando para decir a continuación y los nervios que temía que me hicieran fallar. Pasados los primeros cinco o seis minutos, borré esta última y casi casi que me quedé sólo con la primera, porque, como he dicho, hablaba de memoria, como si estuviese leyendo un libro. Ahora tocaba presentar un par de demos del sistema implementado. Tenía pensado ejecutarlas directamente a través de MATLAB, pero, unos días antes, Javi me recomendó que sería mejor grabarlas en un vídeo por si acaso en la presentación surgieran fallos. Fue todo un acierto hacerle caso, porque gracias a su consejo conseguí reducir en unos cinco minutos la explicación de las demos y, por ende, de la defensa del proyecto. Fue precisamente aquí, al poner los vídeos, cuando aproveché para beber un poco de agua.
Ya me quedaba únicamente el final de la presentación, la correspondiente a las conclusiones y las líneas futuras que proponía tanto para mejorar mi sistema como para ser aplicadas en otros similares. Y para la última diapositiva, dejé esta frase de Albert Einstein:
Si no puedo dibujarlo, es que no lo entiendo
Si os habéis fijado, esta frase es precisamente la que aparece en la parte superior de la columna derecha del blog en este mes de febrero. ¿Por qué elegí esta frase del conocido físico alemán? Pues porque creo que resume a la perfección lo que ha sido mi Proyecto Fin de Carrera. Yo quería hacer algo que pudiera explicar tanto en la presentación como en la memoria de tal forma que fuese fácilmente entendible por todos. Obviamente, no pretendía que mis padres o cualquier miembro de mi familia, que conocen poco o nada de lo que he hecho, entendiesen a la perfección mi trabajo, pero sí que se quedaran con la idea y el objetivo principal del proyecto, que no es otro que detectar la actividad humana que está realizando la persona que aparece en la escena que se está vigilando. Así pues, si yo no era capaz de transmitir y de dibujar lo que había hecho, entonces no habrían merecido la pena los últimos diez meses. Y así acabó mi presentación, que duró una media hora.
A continuación, el vocal, el secretario y el presidente del tribunal nos felicitaron tanto a mí como a mi director de proyecto por el trabajo realizado, y pasaron a hacerme algunas preguntas sobre lo que había expuesto en la presentación. Yo creía que éste iba a ser uno de los momentos en los que los nervios se iban a apoderar completamente de mí, pero no, estaba muy relajado y en ningún momento sentí que el tribunal me estuviese haciendo un interrogatorio. Respondí a sus dudas con una soltura que me sorprendió, como si estuviese charlando con ellos en un bar. Lo único incómodo fue la postura de mis brazos: detrás, delante, cruzados, con las manos en los bolsillos... No sabía cómo ponerme, y más todavía con un traje al que no me terminaba de acostumbrar, y eso que me quedaba perfectamente. Tras diez o doce minutos de preguntas, el tribunal nos invitó tanto a mí como a los asistentes a abandonar la sala para deliberar la calificación final con mi director de proyecto.
Mis familiares y amigos me fueron felicitando por la presentación que había hecho, aunque también me confesaron lo mismo que yo sabía, es decir, que al principio me notaron muy nervioso pero que después me asenté muy bien y que me vieron muy cómodo en la explicación. Como os podéis imaginar, mis abuelas estaban llorando, aunque antes incluso de comenzar ya estaban así. Yo solamente me dedicaba a preguntar al que me felicitaba si había entendido algo de lo que había expuesto, y, como me esperaba, obtuve las respuestas que deduje de sus caras en mitad de la presentación. A los dos o tres minutos, se abrió la puerta de la sala para que entrásemos de nuevo en ella.
Me subí a la tarima y, tras beber un poco de agua, me puse de frente al tribunal. El presidente se dirigió a mí para comunicarme que por unanimidad habían decidido otorgarme la máxima calificación de Sobresaliente con propuesta para Matrícula de Honor. Los asistentes no tardaron un segundo en ponerse en pie y aplaudirme. No sabía qué hacer, ni a quién mirar, ni nada, sólo notaba que mi cara temblaba un poco; no soy de los que se sienten cómodos cuando le aplauden, no sé por qué, quizás porque no me gusta ser el centro de atención en situaciones como ésta. Me di cuenta de que José Muñoz me hizo un pequeño gesto para que fuese a saludar al tribunal; yo sabía que tenía que hacerlo, pero claro, me quedé paralizado esos dos o tres segundos y casi se me había olvidado. Le estreché la mano a los tres integrantes del tribunal y también a José, al que también le di las gracias por su ayuda en estos meses.
Ya finalizado el acto en sí, volvieron las felicitaciones por parte de familiares y amigos. A continuación, me hice algunas fotos con José Muñoz, con mis padres, con toda la familia que pudo venir. Tras varios minutos en los que estuvimos charlando todos con todos de forma distendida, mi familia y amigos fueron poco a poco desalojando la sala mientras yo recogía el portátil que me había prestado el grupo de investigación de José para la presentación, además de comprobar cuál de las cuatro memorias que había tenido que imprimir y encuadernar estaba en mejor estado para quedarme con el ejemplar que me correspondía. Una vez fuera, me despedí de mi director de proyecto, aunque quedamos en vernos la semana siguiente.
Íbamos a comer en la calle, pero antes fuimos a casa para cambiarme ropa, puesto que ya no aguantaba ni el traje ni los mocasines. Llamamos al restaurante Mario Eva para reservar mesa y nos dirigimos inmediatamente hacia allí. Además de los familiares que fueron a verme a la defensa del proyecto, vinieron a la comida tres de mis primos, aunque también faltó mi abuela por parte paterna. Tras una copiosa comida a base de pescado frito, lo típico de aquí en Málaga, mi madre me leyó una emotiva carta que había redactado días atrás y que repasaba mis veinticuatro años de vida: la escayola que tuvieron que ponerme en las piernas nada más nacer, las subidas y bajadas del Camino Nuevo para ir a la guardería Villa María, las dos semanas que pasé en el hospital, los innumerables trabajos que me mandaban en el colegio, los llantos de cuando se me rompió el disco duro del portátil y estuve a punto de perder el trabajo de meses y meses, etc.
El pasado miércoles fue un día muy intenso, un día que recordaré toda mi vida, pues significó el final de mis estudios universitarios. A partir de ahora, tendré un papel que dice que soy ingeniero, pero, siendo sinceros, yo me siento igual que hace unos días. Ni hace una semana era menos importante ni dentro de una voy a serlo más. No quiero que por tener un título de este calibre me llamen don Rafael, señor Martínez, ingeniero o usted, ni siquiera Rafael, porque yo quiero seguir siendo Rafa, el Rafa que desayuna un mollete con aceite cada mañana, el Rafa que empieza a leer el periódico por la sección de cultura y sigue con la de deportes, el Rafa que saborea una sopa calentita como si fuera el mejor manjar, el Rafa al que se le ponen los vellos de punta cuando ve un trono de Semana Santa que avanza al compás de una marcha, el Rafa que vive un partido del Málaga como si lo estuviera jugando, el Rafa que encuentra en la terraza de su apartamento de Rincón de la Victoria el mejor rincón para devorar un libro, el Rafa que tarda meses en planificar un viaje de cuatro o cinco días, el Rafa que intenta publicar una entrada cada dos o tres días en su blog para entretener a sus lectores, el Rafa que disfruta con sus amigos de una película en el cine o de una partida de Trivial o de un campero o de una simple Coca-Cola, el Rafa que adora a su familia, el Rafa que quiere aprender de los demás, el Rafa que no se siente más importante o más listo o más inteligente que nadie, el Rafa que intenta corregir sus defectos y no presume de sus virtudes, el Rafa que se ruboriza y se siente incómodo cuando alguien le pone por las nubes, el Rafa que no se termina de creer que de la unión de un óvulo y un espermatozoide minúsculos pueda surgir una persona, el Rafa que mira al oscuro cielo de la noche y se pregunta por qué estamos aquí o por qué somos así o qué es lo que hay más allá...
El pasado miércoles no me ha cambiado en absoluto, ni quiero que me cambie. Sólo he acabado una etapa para empezar otra, pero voy a seguir siendo el mismo Rafa de siempre.

P.D.: un tal Séneca dijo una vez que si le ofreciesen la sabiduría con la condición de guardarla para él sin comunicarla a nadie, entonces no la querría. Yo soy de la misma opinión, así que, si alguien está interesado en tener una copia de la memoria de mi Proyecto Fin de Carrera, no tiene más que pedírmela y se la enviaré encantado en formato pdf. Y que así fluya el conocimiento.

martes, 8 de febrero de 2011

Adivina dónde estoy (II)

Vista la buena aceptación que tuvo la última sección que he estrenado en el blog, he decidido publicar la segunda entrega de 'Adivina dónde estoy', el juego en el que tenéis que adivinar el sitio que se esconde tras las pistas que os iré dando poco a poco. Os recuerdo cuáles son las normas que deben respetarse para poder participar:
  • Sólo se puede dar una respuesta por cada pista que se proporcione (las dos primeras pistas cuentan como si fueran una sola), es decir, no vale decir el nombre de dos o más lugares entre la pista 'X' y la 'X + 1'. Si alguien incumple esta norma, no se tendrán en cuenta sus posteriores intentos en dicha prueba, pero sí podrá participar en las posteriores.
  • Si queréis una nueva pista, basta con que dejéis un comentario en el que intentéis adivinar el lugar, es decir, tendríais que decir algo como 'Creo que es la Plaza de la Constitución'.
  • Sólo proporcionaré una pista por día, por lo que si hoy dos personas propusiesen dos soluciones posibles, hoy os daría una pista y mañana otra.
  • No se puede participar identificándose como 'Anónimo'. Toda respuesta que se dé con dicha identificación no será tenida en cuenta bajo ningún concepto.
  • En el caso de que se lleguen a dar diez pistas, el plazo para responder terminará a las 23:59h del día siguiente al que se publicó la décima pista. Si nadie lo adivina, os daré la solución y la explicación de todas las pistas.
Y aquí van las pistas del sitio que tenéis que adivinar:
  1. Ciudad.
  2. Este.
  3. Instrumento de cuerda.
  4. Dividida por un río.
  5. La de la Trinidad es de las más importantes.
  6. Y la 3 te la bebes.
  7. ¿Nos bebemos una 3 en el bar del templo?
¡Buena suerte!

domingo, 6 de febrero de 2011

Los pijamas

Voy a regalaros hoy unas risas que están más que aseguradas sabiendo de dónde proceden: los monólogos de Luis Piedrahita. Este hombre es un genio, pues no sólo nos divierte con sus cómicas disertaciones como veremos ahora, sino que también es un mago de primer nivel que me deja boquiabierto y perplejo cada vez que aparece en el programa de Cuatro 'El hormiguero' para hacer un truco de magia que parece imposible que pueda ser real.
Como he dicho, hoy os traigo uno de sus más conocidos monólogos, precisamente el culpable del título de uno de sus libros, '¿Cada cuánto hay que echar a lavar un pijama?', el cual recopila varios monólogos suyos y que tuve la ocasión de leer y disfrutar hace año y medio. Luis Piedrahita nos habla de los pijamas, de lo incómodos que pueden llegar a ser o de cuándo una camiseta se convierte automáticamente en camiseta de pijama, y utilizando de vez en cuando un lenguaje tan culto que el sólo hecho de no entender lo que ha dicho hace que te rías. Él tiene ese don.
En fin, no os entretengo más, que la mejor forma de disfrutar es viendo este monólogo:



viernes, 4 de febrero de 2011

¿Qué puedes comprar con 300 €?

Hace ya varios meses que no publico una entrada de la sección '¿Qué puedes comprar con...?', en la que os propongo que detalléis qué cosas podríais adquirir con una cierta cantidad de dinero que os especifico.
Dentro de unos días, en concreto dos semanas, me iré a Londres con dos amigos para visitar a Pepe, que está allí buscando trabajo, y de paso aprovecharé para conocer la que es sin duda alguna una de las capitales del mundo. Llegaremos un viernes prácticamente de madrugada y volveremos el martes por la tarde, es decir, estaremos allí apenas tres días y medio pasando un poco de frío y, esperemos que no, mojándonos con la intermitente lluvia londinense. Los vuelos me han salido bastante bien de precio, 55 euros en total creo recordar; yo me quedaré en el piso de Pepe a dormir, mientras que mis otros dos amigos lo harán en un hostal que vamos a pagar entre los tres, y nos sale a unos 83 euros por cabeza. Allí, tendremos que gastarnos unas cuantas libras en transporte, comer y visitar varios sitios, pero hemos hecho cuentas y creemos que tendremos que sacar del bolsillo unas 130 libras, que al cambio son unos 150 o 160 euros. En resumen, que el viaje nos va a salir por 300 euros aproximadamente.
¿A qué viene tanta historia? Pues que voy a aprovechar para preguntaros qué podríais comprar con 300 euros. Yo os voy a dar unos ejemplos variados y estúpidos, y vosotros podéis hacer lo mismo o, más fácil todavía, decir qué compraríais realmente con este dinero si os obligasen a gastarlo ya. Aquí van mis ejemplos:
  • 22 bombonas de butano.
  • 236 litros de gasolina 95.
  • 253 libras esterlinas.
  • Una Play Station 3 de 160 gigas.
  • 50 encuadernaciones de una memoria de un Proyecto Fin de Carrera.
  • 4 meses de ADSL más llamadas nacionales.
  • 100 gramos de caviar.
Y vosotros, ¿qué podéis comprar con 300 euros?

martes, 1 de febrero de 2011

No es mío, pero es interesante (XXV)

Un día más, vuelve a este blog la sección 'No es mío, pero es interesante', en la que os recomiendo una serie de entradas de otros blogs y webs cuyos contenidos me han gustado o me han interesado. Como de costumbre, algunos blogs aparecen por partida doble; en esta ocasión, tal honor lo han merecido Microsiervos y Amazings. Si por algo se caracteriza esta sección es por la variedad, ya que aquí podréis encontrar de todo un poco: matemáticas, ciencia, astronomía, curiosidades, humor, etc.
Repasemos la lista que os recomiendo hoy:
¿Os han gustado las recomendaciones de hoy? Espero que sí y también que me dejéis un comentario con vuestras impresiones ;)