7:15El despertador hace su trabajo y hace que me despierte y me levante de la cama. Tengo un poco de sueño, pero no me importa. En unas horas habré viajado
por primera vez al extranjero, así que no hay peros que valgan. Llevo ya varias semanas esperando a que llegue este día, por lo que hoy no me ha costado tanto dejar la cama, despertarme de un sueño y empezar otro.
Como todas las mañanas, tras el habitual paso por el baño, desayuno el mollete tostado con aceite y el vaso de leche con Nesquik de cada día. Después, voy a mi habitación a cambiarme de ropa y
terminar de hacer la maleta, que ya la dejé casi lista la noche anterior. Aunque tampoco tenía que llevar mucha ropa para los seis días que iba a estar fuera, no conseguí cerrar la maleta, que, por cierto, era relativamente pequeña; al final, tuve que dejar en casa una chamarreta que pretendía llevarme por si hacía más frío de la cuenta en Italia, pero como, según me comentó mi amiga que está allí de Erasmus, últimamente el tiempo se estaba comportando, quizás no iba a hacer falta que me la llevase.
Tras un último repaso para comprobar que no se me olvidaba nada, cogí la maleta, la cámara de fotos y los resguardos del billete de avión para ir a Milán. A las 8:50, partía con mis padres al aeropuerto de Málaga.
9:15Llegamos al aeropuerto y nos dirigimos al panel donde se informa de cada vuelo para saber en qué mesa tengo que facturar. Cuando llegamos, la cola es enorme, pero yo me la pude ahorrar, ya que
hice la facturación por Internet y, además, sólo llevaba equipaje de mano, por lo que apenas unos minutos más tarde ya estaba en la cola para pasar por debajo del arco de seguridad.
A partir de ahí, sólo podía pasar yo, así que
me despedí de mis padres, que, como todos supongo, me repitieron varias veces que tuviera cuidado, que llevase la cartera bien guardada, que me abrigase... En fin, los padres son así.
Tras colocar el equipaje, el abrigo, el reloj y el móvil en la cinta,
pasé por debajo del arco y pitó. Me preguntaron en inglés (¿tengo pinta de inglés?) si llevaba cinturón, como así era, así que me lo quité, pero volvió a pitar. Ahora, de nuevo en inglés (y ya les había contestado en español...), me pidieron que me quitara los zapatos (se pensarían que eran de oro, digo yo) y, por tercera vez, pitó el arco. En ese momento, caí en la cuenta de que llevaba encima la cartera (haciéndole caso a mis padres :P) y, en cuanto la dejé en el mostrador, ya no hubo ningún problema.
Tras ponerme los zapatos y el cinturón y coger el equipaje, comprobé en los paneles que mi avión todavía no había llegado y, por lo tanto, la puerta de embarque todavía no estaba asignada. Me quedé por allí viendo cómo cada dos o tres minutos un avión despegaba o aterrizaba, algunos de ellos de la compañía con la que iba a viajar (Easyjet), y esperando que uno fuera el mío. Poco después de las diez, vi cómo se acercaba un avión de Easyjet e, inmediatamente, apareció en el panel la puerta de embarque asignada, y me fui rápidamente allí para estar de los primeros. Minutos más tarde, cuando ya iba a embarcar, le dí un toque a Leti, mi amiga que está de Erasmus en Milán, para que supiera que el avión iba a salir a su hora. Como estaba de los primeros y no hay asientos asignados, me
cogí uno de ventana para poder hacer fotos durante el vuelo.
Minutos antes de despegar, las azafatas explicaron las medidas de seguridad del vuelo en inglés e italiano. No entiendo por qué no lo hicieron también en español, teniendo en cuenta que el vuelo sale de España y que nuestro idioma tiene muchos más hablantes que el italiano. A
las 11:05, una vez que todos los pasajeros ya teníamos puesto el cinturón de seguridad, el avión comenzó a andar y buscar pista. Tras el típico acelerón, el avión empezó a volar y tomar
rumbo a Milán, destino de mi primer viaje fuera de las fronteras españolas.
12:45Tras hora y media de vuelo, en la que pude ver la ciudad de Málaga, el interior de la provincia, los Pirineos y media España cubierta por un tupido manto de nubes, nos encontrábamos ya por la costa de Francia. Al fondo, ya se empezaba a ver los Alpes, y, a orillas del mar, deduje que estábamos por encima de Niza, cerca de la frontera con Italia.
A mi lado, se encontraban dos chicas italianas que me preguntaron si podían ver las fotos que estaba haciendo, y se las enseñé. Una de ellas también hablaba español, ya que llevaba un tiempo viviendo en Marbella, así que no tuve ningún problema para comunicarme con ella. En esos minutos, pasamos justo
por encima de los Alpes, y aproveché para hacer fotos como la que acompaña a estas líneas.
A las 13:20, y tras poco más de dos horas de vuelo,
el avión aterrizó en el aeropuerto de Malpensa. Mientras recogíamos el equipaje y nos abrigábamos, le dejé mi correo electrónico a la chica italiana por si quisiera que le mandase algunas de las fotos que tomé en el vuelo. Al salir del avión, hacía bastante frió y pensé: "A ver si, al final, voy a echar de menos mi chamarreta...". Una vez ya en la terminal, la chica me indicó dónde comprar el billete de autobús para llegar a la Estación Central de Milán, donde había quedado con Leti, y me despedí de ella.
Me dirigí a la taquilla que me indicó y compré un billete de ida y vuelta para ir a la Estación Central (
"Un biglietto di andata e ritorno per la Stazione Centrale", ésas fueron mis primeras palabras en italiano). Nada más salir de la terminal, estaba el autobús para ir a la Estación Central, así que dejé mi equipaje en el maletero y subí con ganas de llegar ya a Milán. Apenas llevaba un minuto sentado y el autobús partió directo a la capital lombarda.
14:25Tras unos tres cuartos de hora de trayecto, llegué a la Estación Central de Milán. Leti todavía no estaba allí para recogerme, así que esperé pacientemente mientras observaba el edificio en el que se encuentra la estación, nada que ver con el de Málaga. El de Milán era enorme y, más bien, parecía un palacio por la estética que presentaba.
Diez minutos más tarde, Leti y su novio David llegaron. Para ir a su piso, cogimos el metro y, después, tuvimos que andar unos minutos; mientras tanto, me preguntaron qué tal había sido el vuelo, cómo me había manejado con el italiano para comprar el billete del autobús... Y si me creía ya que estaba en Italia. La verdad es que todavía no me lo creía.
En el tramo que hicimos a pie, pasamos por la facultad donde estudian ellos, que está a apenas cinco o seis minutos del piso. Cuando llegamos, estaba solamente una de las dos
compañeras de piso,
Mayte; a la otra,
Amaia, la conocería por la noche. Tras soltar el equipaje y echarle un vistazo al piso, le pedí a Leti su portátil para
hablar con mis padres por el Skype.
Hasta pasadas las cuatro de la tarde, no empezamos a comer. Pasta, ¡qué mejor recibimiento en Italia! Mientras reposábamos un poco el almuerzo, vimos un rato la tele (en italiano, algo entendí...) y pensamos qué me iban a enseñar de Milán en lo que quedaba de tarde, además de inflar el colchón en el que iba a dormir esta semana, que resultó ser mucho más cómodo de lo que esperaba.
17:25Cámara en mano, bajamos a la calle para coger el 61, el autobús que siempre está en la puerta de la casa y te deja en el centro, el taxi personal como dice Leti. Nada más montarme, me llevo una sorpresa, ya que en Milán, y
en Italia en general (que me lo confirme Leti),
los autobuses no van como en España. Allí, puedes subir al autobús por cualquier puerta y no hay que pagarle al conductor, que está aislado en una cabina, sino que hay que pasar tu tarjeta personal o de viajes (que sirve tanto para el bus, como para el metro y el tranvía) por alguno de las máquinas lectoras que hay en el autobús. Es decir, que te puedes montar gratis siempre que quieras, porque el revisor, según parece, no suele pasarse con frecuencia.
A menos cuarto, nos bajamos en la Piazza San Babila, a pocos metros del Duomo, y nos dirigimos a él por la Vía Vittorio Emanuele II. Al final de la vía (la calle para entendernos), me topo con la
Catedral de Milán, blanca pero empezando a oscurecerse con el temprano atardecer que ya se vislumbraba. Simplemente
majestuosa. Su tamaño me dejó boquiabierto, pero lo que más me impresionó fue la cantidad de esculturas (todas ellas diferentes) que la adornaban y la perfecta simetría que le caracteriza. Como podéis suponer, mi cámara empezó a echar humo.
En la misma Piazza del Duomo, se encuentra la entrada a la
Galleria Vittorio Emanuele II, cuya principal característica arquitectónica es que tiene el
techo acristalado. Entramos y ya empiezas a quedarte alucinado con lo que te vas encontrando: tiendas de ropa de lujo, joyerías, restaurantes caros... Vamos, que sólo falta que cobren por respirar en la galería. Massimo Dutti, Prada, Louis Vuitton, Gucci (con su propia cafetería), etc. En resumen: que con billetes de 20 y 50 € hacemos más bien poco.
Saliendo de la galería, llegamos a la Piazza alla Scala, donde se encuentra uno de los teatros más famosos del mundo, la
Scala de Milán. A continuación, seguimos andando por una serie de
calles (Montenapoleone, Gesù, Manzoni, Spiga...)
en las que los billetes de 20 y 50 € (y hasta los de 100 diría yo) vuelven a sobrar. Aquí
parece que la palabra 'crisis' no existe: abrigos a 950 €, bolsos para llevar a tu perro por 1300 €... El sueldo de muchos de vosotros para un solo artículo. Firmas como Dolce&Gabbana ocupaban una manzana entera para ella sola, con escaparates como el que podéis ver en la imagen adjunta y donde los precios rondan los euros arriba mencionados. Mejor no comprarse ahí ningún capricho...
Volviendo a la Vía Vittorio Emanuele II, donde no es mucho más barato comprarse algo, me encuentro con una tienda de Zara que en nada se parece a todas las que he visto en España. Más que una tienda, aquello parecía un palacio; por lo menos, los precios eran parecidos a los de aquí. De nuevo ante el Duomo y la Galleria Vittorio Emanuele II, me hice algunas fotos, aunque en la jornada siguiente aún me haría más todavía.
19:00Después, tiramos por una de las bocacalles de la Piazza del Duomo, donde las tiendas de ropa son un poco más asequibles para los bolsillos de la gente 'normal'. Aprovechamos para entrar en un supermercado y comprar algo de comida. Retornamos en dirección a la Piazza San Babila por la Catedral (no me cansaba de verla), y, en el camino,
nos encontramos con dos amigos de Leti y David que también están allí de Erasmus; les comentamos la posibilidad de que vinieran con nosotros de visita a Turín esa semana, aunque antes de ese viaje nos volveríamos a ver para concretarlo.
Sobre las 20:15, cogimos el 61 para volver al piso. Una vez allí, conocí a la otra compañera de Leti y David, Amaia. Nos fuimos a la habitación y, tras ponernos cómodos, estuvimos un rato navegando por Internet. Yo
me puse con David a ver el partido Inter-Milán, el derby de la ciudad, al que tenía pensado ir, pero las entradas se habían agotado una semana antes. Me hubiera encantado ir, aunque me hubiera dolido más si hubiera jugado Kaká, mi ídolo futbolístico, pero como estaba lesionado y durante la semana iba a visitar el estadio tampoco me importó mucho.
Cuando acabó el partido, nos pusimos a preparar la cena: un revuelto de patatas y jamón y unas croquetas que salieron muy buenas, gracias al chef David. Ya casi a medianoche, después de planificar lo que iba a visitar el día siguiente, nos acostamos.
En unos días, el relato de mi segundo día en Milán ;)