Me considero una persona que nunca se cansa de aprender. Hay quien cree que todo se aprende en el colegio, en el instituto y en la universidad, y que después ya solamente toca trabajar y aplicar lo aprendido, pero esto es absolutamente falso. Es cierto que se aprende mucho en esos primeros años de nuestra vida que nos pasamos rodeados de libros y apuntes, aunque también lo es que nunca se deja de aprender, pues ya lo dice el refrán, y es que a la cama no te irás sin saber una cosa más. Raro es el día que yo no aprendo algo nuevo, a veces más, a veces menos y casi nunca nada, y resulta que hace unos días aprendí una expresión que había escuchado en muy pocas ocasiones, pero que por desgracia he tenido que escuchar o leer casi cada día en las últimas semanas.
Como todos sabréis, la pandemia del coronavirus ha paralizado el mundo y ha cambiado nuestra forma de vivir, y en el ámbito educativo ha provocado la suspensión de las clases presenciales, de tal manera que profesores y alumnos nos hemos visto obligados a continuar con el curso académico desde nuestras casas. Lo que inicialmente iba a ser una interrupción de dos semanas se va a convertir en más de tres meses de clases a distancia, y claro, tarde o temprano había que hacer exámenes. Dejar que un alumno de entre 12 y 16 años haga un examen de Matemáticas en
casa, sin la vigilancia del profesor, con la compañía de padres y
hermanos, y con el móvil a mano es como pedirle a Homer Simpson que te haga un huevo frito. Eso no puede salir bien, y
no salió. Fue corregir el primero que hice en cada uno de mis grupos (dos de 1º ESO y dos de 4º ESO) y comprobar que muchos alumnos habían hecho trampas, y de muy diversas formas. No voy a especificar cuáles, pero os las podéis imaginar.
Se me pasaron muchas cosas por la cabeza. Una de ellas era anular esos exámenes, lo cual implicaba perjudicar a aquellos alumnos que sí habían actuado con honradez y habían hecho su examen legalmente, sin recurrir a artimañas, como si yo hubiese estado delante; otra de las cosas que pensé hacer era suspender a aquellos alumnos de los que sospechaba que me habían engañado, pero corría el peligro de equivocarme con mis suposiciones. En resumen, tenía que elegir entre meter en la cárcel a presuntos inocentes o conceder la libertad a presuntos culpables. ¿Qué es más justo? Yo no lo sé, tan grave me parece una cosa como la otra, pero al final me decanté por lo segundo, es decir, me tuve que tragar muchos sapos.
Esta expresión fue la que aprendí hace unas semanas, "tragarse un sapo", no tener más remedio que aceptar un hecho que me fastidia bastante y que me genera mucha rabia, en este caso por la injusticia que supone que varios alumnos se hayan beneficiado de haber hecho un examen en sus casas, y que además esto haya sido posible 'gracias' al confinamiento al que todos nos hemos visto abocados por esta pandemia que está acabando con miles de vidas. Sinceramente, me cuesta encontrar calificativos para describir a estos alumnos que cobardemente han cometido este fraude en las circunstancias que nos está tocando vivir, pues en condiciones normales no habrían sido capaces, y tampoco se han atrevido a dar la cara cuando les rogué que por favor me reconocieran en privado que, en efecto, habían hecho su examen ilegalmente. Deleznable, rastrero o ruin podrían ser adjetivos aplicables a estos alumnos, pero incluso se me antojan insuficientes.
No voy a compartir evidencias gráficas de los exámenes de mis alumnos, pero sí que os voy a detallar algunos datos concluyentes, tanto a nivel global como a nivel particular, que prueban que esos exámenes no se hicieron de manera legal, o al menos eso creo, por eso me gustaría conocer vuestra opinión acerca de si mis sospechas están bien fundadas o no. Obviamente, voy a respetar la privacidad de mis alumnos (usaré nombres inventados, y en algunos casos el género del nombre no coincidirá con el real), de los cuales, a la hora de hacer recuentos y estadísticas grupales, solamente he tenido en cuenta a los que hicieron el examen a distancia, de Álgebra en el caso de 1º ESO (52 alumnos) y un trimestral de tres temas (curiosamente, también del bloque de Álgebra) en 4º ESO (44 alumnos), es decir, exámenes a priori complejos en los respectivos cursos. Quede por delante que debe prevalecer la presunción de inocencia de los alumnos, pues podría darse el caso de que alguno de los casos que voy a describir no se corresponda realmente con un alumno tramposo, y que mi intención no es la de señalar a nadie en concreto, sino demostrar que es innegable que he sido engañado por muchos de mis alumnos.
A nivel global me he encontrado con lo siguiente:
No quiero señalar única y exclusivamente a los alumnos (repito, no a todos, solo a los tramposos), sino también a las familias (solo a algunas) y a la Administración educativa (aquí meto a todos). Muchos padres han permitido que sus hijos hiciesen trampa en los exámenes en cuestión a pesar de que se supone que son los primeros responsables de la educación de sus hijos; es más, estoy seguro de que algunos le han hecho el examen a sus hijos y también sospecho que otros han pagado a profesores particulares para que se lo hagan, que ya les vale a estos que aspiran a ser futuros docentes, qué daño nos están haciendo, y encima lucrándose. Si los padres de estos alumnos actúan de esta forma, no están haciendo otra cosa que desacreditar a los profesores. ¿Cómo voy a exigirle yo a un alumno que estudie y que aprenda si en su casa le consienten esto?
Y qué decir de la Administración educativa, tanto a nivel nacional con el Ministerio de Educación como a nivel autonómico con la Consejería de Educación. Discuten entre ellos, no se ponen de acuerdo ni para decir la hora, actúan tarde y al final deciden que hay que facilitar la promoción y la titulación en este tercer trimestre, un "aprobado general" encubierto aunque no lo quieran decir. Básicamente, esto implica que si un alumno tiene aprobados los dos primeros trimestres, ya tiene aprobado el curso, y no se le puede bajar la nota aunque no haya cogido un bolígrafo o no haya abierto un libro desde el 16 de marzo hasta el 23 de junio. Y lo mejor de todo es que si un alumno ha suspendido los dos primeros trimestres y ahora en el tercer trimestre trabaja, entrega tareas y recupera dichos trimestres, también aprueba el curso.
Estoy de acuerdo con que una situación excepcional como la que por desgracia estamos viviendo requiere de medidas y decisiones excepcionales, pero no anormales. No es normal que un alumno pueda obtener un 5 en junio habiendo aprobado uno o dos exámenes realizados a distancia de una manera sospechosa y entregando unas pocas tareas que en realidad no sabe hacer, y de esta forma conseguir la misma nota que un alumno que se ha esforzado durante todo el curso. Bajo mi punto de vista, hubiese sido más justo que la nota de junio tuviese en cuenta exclusivamente lo evaluado hasta el 13 de marzo, y que las recuperaciones de las materias que haya suspendido cada alumno se hiciesen en junio de forma presencial aplicando las medidas sanitarias necesarias para que la evaluación fuese objetiva, o, en caso de no ser posible, esperar a la convocatoria de septiembre, que para eso está. Si se va a hacer una Selectividad en la que se va a juntar a decenas y decenas de estudiantes en un mismo aulario durante seis o siete horas, ¿no se puede convocar durante varios días y de forma escalonada al reducido grupo de alumnos de cada nivel que tiene que hacer una recuperación de cada materia?
¿Qué es lo que se está consiguiendo con todo esto? En primer lugar, ahora mismo estoy viviendo una gran mentira educativa, pues cada día a las 7:00 ya estoy sentado frente a mi ordenador para trabajar una media de 11-12 horas diarias preparando recursos, corrigiendo tareas, resolviendo dudas, buscando vídeos de canales de YouTube, atendiendo a las familias de mi tutoría, dando clases por videoconferencia, reuniéndome cada dos por tres con mi departamento y mucho más para que luego un alumno me engañe y consiga un aprobado falso. ¿Merece la pena tanto esfuerzo? Y el curso que viene tendremos las consecuencias de toda esta mentira, pues, si ya en condiciones normales nos encontramos con que en un grupo hay alumnos con diversos niveles curriculares, ahora resulta que en cada grupo habrá varios alumnos más que realmente no tienen el nivel académico suficiente para seguir las materias con normalidad porque han promocionado por imperativolegal del coronavirus, y claro, habrá que atenderles, hacerles una adaptación, rellenar todo el papeleo que conlleva, etc., y todo ello en grupos masificados.
Todo esto que estoy contando no es algo que me esté ocurriendo solamente a mí, sino que también le está pasando a mis compañeros de instituto y a otros muchos profesores de Matemáticas y de otras materias de otros centros educativos, pues raro es el día que en las redes sociales no me topo con una prueba o una queja de esta gran mentira que estamos viviendo en el ámbito educativo. Es de tal magnitud este engaño que me estoy tragando que por momentos he sentido que soy mal profesor, puesto que si mis alumnos han recurrido a la opción de hacer trampas en mi materia para engañarme y obtener un beneficio académico de ello es porque no he sabido inculcarles otros 'conceptos' que van más allá de las matemáticas, como son la honradez, la rectitud o la justicia. Yo creo que en mi día a día con ellos en las aulas, y ahora a distancia, siempre he intentado transmitirles estas y otras cualidades porque es parte de mi labor como docente y porque la sociedad necesita de personas que las tengan; sin embargo, visto lo visto parece que he fracasado en ese intento, y esto me entristece muchísimo.
Hay otra cosa que siempre les recalco cada dos por tres a mis alumnos, y es que están muy equivocados cuando piensan que el objetivo de estudiar es aprobar, pues la verdadera finalidad es aprender. Muchos alumnos están tan obsesionados con aprobar un examen o una materia que han preferido recurrir al engaño en vez de aceptar que no habían estudiado lo suficiente, cuando dicha obsesión tendría que ser la de las ansias por aprender, esto tendría que ser lo realmente importante para todos ellos. Se puede aprobar sin haber aprendido, pero ese aprobado será de poca utilidad. Se puede aprender habiendo suspendido, pero ese suspenso no será un fracaso, sino algo provechoso.
Yo he aprendido una nueva expresión, la de "tragarse un sapo", y no me conformo únicamente con haberla añadido a mi sabiduría, sino que ahora también sé cómo usarla, además de haber "engordado" tras este desagradable e indigesto atracón de sapos. Lo que además quiero es que mis alumnos aprendan no solamente matemáticas, sino sobre todo honradez, y que después la pongan en práctica y la usen a diario para que sean personas íntegras y que puedan ir por la calle con la cabeza bien alta.
No voy a compartir evidencias gráficas de los exámenes de mis alumnos, pero sí que os voy a detallar algunos datos concluyentes, tanto a nivel global como a nivel particular, que prueban que esos exámenes no se hicieron de manera legal, o al menos eso creo, por eso me gustaría conocer vuestra opinión acerca de si mis sospechas están bien fundadas o no. Obviamente, voy a respetar la privacidad de mis alumnos (usaré nombres inventados, y en algunos casos el género del nombre no coincidirá con el real), de los cuales, a la hora de hacer recuentos y estadísticas grupales, solamente he tenido en cuenta a los que hicieron el examen a distancia, de Álgebra en el caso de 1º ESO (52 alumnos) y un trimestral de tres temas (curiosamente, también del bloque de Álgebra) en 4º ESO (44 alumnos), es decir, exámenes a priori complejos en los respectivos cursos. Quede por delante que debe prevalecer la presunción de inocencia de los alumnos, pues podría darse el caso de que alguno de los casos que voy a describir no se corresponda realmente con un alumno tramposo, y que mi intención no es la de señalar a nadie en concreto, sino demostrar que es innegable que he sido engañado por muchos de mis alumnos.
A nivel global me he encontrado con lo siguiente:
- La nota media de los 14 alumnos de 1º ESO (el 26'92 %) que sospecho que hicieron trampas en el examen a distancia ha sido de 7'54, mientras que la nota media de estos mismos alumnos en el último examen realizado en el aula (del tema de Proporcionalidad y porcentajes) fue de 4'1.
- Para 11 alumnos de 1º ESO (el 21'15 %), este examen a distancia ha sido en el que mejor nota han sacado de entre todos los exámenes realizados durante el curso, cuando en promedio tendrían que haber sido solamente 7-8 alumnos, incluso menos por la dificultad de la unidad didáctica y por haberse trabajado la mitad de dicha unidad desde casa.
- 8 alumnos de 1º ESO (el 15'38 %) han obtenido en este examen a distancia al menos 2'5 puntos más que la media de los exámenes realizados con anterioridad, lo cual es sorprendente teniendo en cuenta la dificultad del álgebra para los alumnos de este nivel y que estos 8 alumnos habían suspendido al menos uno de los dos primeros trimestres.
- 10 alumnos de 1º ESO (el 19'23 %) han obtenido en este examen a distancia al menos 2'5 puntos más que en el último examen realizado en el aula, lo cual también choca comparando la complejidad de los contenidos de dichos temas.
- La nota media de los 21 alumnos de 4º ESO (el 47'73 %) que sospecho que hicieron trampas en el examen a distancia ha sido de 7'82, mientras que la nota media de estos mismos alumnos en el último examen realizado en el aula (del tema de Ecuaciones y sistemas de ecuaciones) fue de 4'71.
- La nota media de todos los alumnos de 4º ESO en el examen a distancia ha sido de 7'17, mientras que la nota media de todos los exámenes realizados anteriormente por todos estos alumnos fue de 5'49.
- Para 20 alumnos de 4º ESO (el 45'45 %), este examen a distancia ha sido en el que mejor nota han sacado de entre todos los exámenes realizados durante el curso, cuando en promedio tendrían que haber sido solamente 7-8 alumnos, incluso menos por haber sido un trimestral en vez de un examen de un solo tema.
- 38 alumnos de 4º ESO (86'36 %) han obtenido en este examen a distancia una nota por encima de la media de todos los exámenes que habían realizado en el aula, cuando estadísticamente ese porcentaje debería rondar el 50 %, incluso menos teniendo en cuenta que se trataba de un trimestral.
- 12 alumnos de 4º ESO (el 27'27 %) han obtenido en este examen a distancia al menos 2'5 puntos más que la media de los exámenes realizados con anterioridad, lo cual es sorprendente en el caso de un trimestral, y hay quien hasta ha mejorado en más de 6 puntos.
- 12 alumnos de 4º ESO (el 27'27 %, no todos precisamente los mismos del caso anterior) han obtenido en este examen a distancia al menos 2'5 puntos más que en el último examen realizado en el aula, lo que no cuadra sabiendo que en el trimestral caían tres temas y el anterior era de solamente una unidad didáctica, y hay quien ha mejorado en más de 7 puntos.
- Ceferino es un alumno de 1º ESO que en el examen de Álgebra que hizo a distancia se ha quedado cerca del 8, y eso que no había entregado ninguna de las tareas de dicha unidad didáctica. Durante el curso ha destacado por su mal comportamiento, solamente hizo las tareas una vez a lo largo del segundo trimestre y suspendió los seis exámenes realizados de forma presencial, pero, a pesar de todo ello, ha sido capaz de sacar en el examen a distancia 2'7 puntos más que la suma de las notas obtenidas en los tres exámenes anteriores.
- Nicolasa es una alumna de 1º ESO que ha ido empeorando conforme avanzaba el curso tanto a nivel de actitud como a nivel académico, de hecho su mejor examen fue el primero del curso, en el que no llegó al 4, y en los tres últimos sacó menos de 0'5; por otra parte, durante el confinamiento no ha entregado ni una sola de las tareas que le he pedido, supuestamente por problemas con la conexión a Internet. A pesar de todo esto, el día del examen de Álgebra sí que pudo acceder a la plataforma y sacar más de un 7, concretamente 36 veces la nota del examen anterior, y casi 2 puntos más que la suma de las notas de los cinco exámenes anteriores.
- Norberta, de 1º ESO, es la típica alumna irregular en su trabajo diario, tal y como reflejan sus exámenes, todos ellos con notas comprendidas entre el 3 y el 6 y habiendo suspendido la mitad de los exámenes con menos de un 4. Ahora bien, en el examen a distancia ha sido capaz de obtener más de un 9, siendo la cuarta mejor nota de su grupo e incluso doblando su nota media de los seis exámenes realizados de forma presencial.
- Renato, que también cursa 1º ESO, es ese alumno que muestra interés pero al que le cuesta horrores entender cualquier concepto matemático, y todavía más aplicarlo correctamente. Ha suspendido todos los exámenes del curso, a excepción de uno que consiguió aprobar con un 5 raspado. No sabe ni sumar dos fracciones con distinto denominador ni calcular un porcentaje, pero eso no importa, ya que es capaz de operar con monomios, resolver ejercicios y problemas de ecuaciones de primer grado y conseguir casi un 8 en el examen de Álgebra hecho en su casa, más nota que las de los dos mejores alumnos de su grupo, cuyas medias de exámenes realizados presencialmente son de 9'48 y 9'7.
- Brunilda es una alumna de 4º ESO que ha suspendido los cinco exámenes realizados en el instituto, casi todos ellos con notas por debajo del 3. Ahora bien, es capaz de aprobar con cierta holgura un trimestral de tres temas realizado a distancia, en concreto con una nota superior a la suma de las notas de los tres últimos exámenes y que es 2'5 veces superior a su media del curso.
- Gumersindo, de 4º ESO, es un alumno que ha ido cuesta abajo conforme ha ido avanzando el curso, pues en clase ha estado bastante pasivo, sin trabajar y sin hacer las tareas con regularidad, etc. Ha suspendido todos los exámenes con notas inferiores a 2, excepto uno que estuvo cerca de aprobar, y durante el confinamiento ha estado medio desaparecido. Pues bien, en el trimestral hecho a distancia ha sacado más de un 7, casi tanto como la suma de las notas de todos los exámenes del curso.
- En 4º ESO tenemos también a Serafina, una alumna muy irregular, pues Matemáticas no es una materia que se le dé precisamente bien, tal y como prueban sus exámenes, en los que alterna suspensos con aprobados y cuya media no llega al 5. Esto no ha sido impedimento para sacar más de un 8 en el trimestral, mejorando en 5 puntos el último examen realizado en el instituto y con más nota incluso que dos alumnos que han aprobado todos los exámenes del curso con medias de 7 y 8.
- Por último, exponemos el caso de Wilfredo, que se ha quedado a las puertas del 10 en el examen trimestral hecho a distancia, siendo solamente superado por los dos mejores alumnos de 4º ESO, y eso a pesar de que solamente había aprobado muy justito un examen a lo largo del curso y que la media de las notas de los exámenes que había hecho de forma presencial era de poco más de un 3.
No quiero señalar única y exclusivamente a los alumnos (repito, no a todos, solo a los tramposos), sino también a las familias (solo a algunas) y a la Administración educativa (aquí meto a todos). Muchos padres han permitido que sus hijos hiciesen trampa en los exámenes en cuestión a pesar de que se supone que son los primeros responsables de la educación de sus hijos; es más, estoy seguro de que algunos le han hecho el examen a sus hijos y también sospecho que otros han pagado a profesores particulares para que se lo hagan, que ya les vale a estos que aspiran a ser futuros docentes, qué daño nos están haciendo, y encima lucrándose. Si los padres de estos alumnos actúan de esta forma, no están haciendo otra cosa que desacreditar a los profesores. ¿Cómo voy a exigirle yo a un alumno que estudie y que aprenda si en su casa le consienten esto?
Y qué decir de la Administración educativa, tanto a nivel nacional con el Ministerio de Educación como a nivel autonómico con la Consejería de Educación. Discuten entre ellos, no se ponen de acuerdo ni para decir la hora, actúan tarde y al final deciden que hay que facilitar la promoción y la titulación en este tercer trimestre, un "aprobado general" encubierto aunque no lo quieran decir. Básicamente, esto implica que si un alumno tiene aprobados los dos primeros trimestres, ya tiene aprobado el curso, y no se le puede bajar la nota aunque no haya cogido un bolígrafo o no haya abierto un libro desde el 16 de marzo hasta el 23 de junio. Y lo mejor de todo es que si un alumno ha suspendido los dos primeros trimestres y ahora en el tercer trimestre trabaja, entrega tareas y recupera dichos trimestres, también aprueba el curso.
Estoy de acuerdo con que una situación excepcional como la que por desgracia estamos viviendo requiere de medidas y decisiones excepcionales, pero no anormales. No es normal que un alumno pueda obtener un 5 en junio habiendo aprobado uno o dos exámenes realizados a distancia de una manera sospechosa y entregando unas pocas tareas que en realidad no sabe hacer, y de esta forma conseguir la misma nota que un alumno que se ha esforzado durante todo el curso. Bajo mi punto de vista, hubiese sido más justo que la nota de junio tuviese en cuenta exclusivamente lo evaluado hasta el 13 de marzo, y que las recuperaciones de las materias que haya suspendido cada alumno se hiciesen en junio de forma presencial aplicando las medidas sanitarias necesarias para que la evaluación fuese objetiva, o, en caso de no ser posible, esperar a la convocatoria de septiembre, que para eso está. Si se va a hacer una Selectividad en la que se va a juntar a decenas y decenas de estudiantes en un mismo aulario durante seis o siete horas, ¿no se puede convocar durante varios días y de forma escalonada al reducido grupo de alumnos de cada nivel que tiene que hacer una recuperación de cada materia?
¿Qué es lo que se está consiguiendo con todo esto? En primer lugar, ahora mismo estoy viviendo una gran mentira educativa, pues cada día a las 7:00 ya estoy sentado frente a mi ordenador para trabajar una media de 11-12 horas diarias preparando recursos, corrigiendo tareas, resolviendo dudas, buscando vídeos de canales de YouTube, atendiendo a las familias de mi tutoría, dando clases por videoconferencia, reuniéndome cada dos por tres con mi departamento y mucho más para que luego un alumno me engañe y consiga un aprobado falso. ¿Merece la pena tanto esfuerzo? Y el curso que viene tendremos las consecuencias de toda esta mentira, pues, si ya en condiciones normales nos encontramos con que en un grupo hay alumnos con diversos niveles curriculares, ahora resulta que en cada grupo habrá varios alumnos más que realmente no tienen el nivel académico suficiente para seguir las materias con normalidad porque han promocionado por imperativo
Todo esto que estoy contando no es algo que me esté ocurriendo solamente a mí, sino que también le está pasando a mis compañeros de instituto y a otros muchos profesores de Matemáticas y de otras materias de otros centros educativos, pues raro es el día que en las redes sociales no me topo con una prueba o una queja de esta gran mentira que estamos viviendo en el ámbito educativo. Es de tal magnitud este engaño que me estoy tragando que por momentos he sentido que soy mal profesor, puesto que si mis alumnos han recurrido a la opción de hacer trampas en mi materia para engañarme y obtener un beneficio académico de ello es porque no he sabido inculcarles otros 'conceptos' que van más allá de las matemáticas, como son la honradez, la rectitud o la justicia. Yo creo que en mi día a día con ellos en las aulas, y ahora a distancia, siempre he intentado transmitirles estas y otras cualidades porque es parte de mi labor como docente y porque la sociedad necesita de personas que las tengan; sin embargo, visto lo visto parece que he fracasado en ese intento, y esto me entristece muchísimo.
Hay otra cosa que siempre les recalco cada dos por tres a mis alumnos, y es que están muy equivocados cuando piensan que el objetivo de estudiar es aprobar, pues la verdadera finalidad es aprender. Muchos alumnos están tan obsesionados con aprobar un examen o una materia que han preferido recurrir al engaño en vez de aceptar que no habían estudiado lo suficiente, cuando dicha obsesión tendría que ser la de las ansias por aprender, esto tendría que ser lo realmente importante para todos ellos. Se puede aprobar sin haber aprendido, pero ese aprobado será de poca utilidad. Se puede aprender habiendo suspendido, pero ese suspenso no será un fracaso, sino algo provechoso.
Yo he aprendido una nueva expresión, la de "tragarse un sapo", y no me conformo únicamente con haberla añadido a mi sabiduría, sino que ahora también sé cómo usarla, además de haber "engordado" tras este desagradable e indigesto atracón de sapos. Lo que además quiero es que mis alumnos aprendan no solamente matemáticas, sino sobre todo honradez, y que después la pongan en práctica y la usen a diario para que sean personas íntegras y que puedan ir por la calle con la cabeza bien alta.
Nota: este post forma parte del Carnaval de Matemáticas, que en esta octogésima novena edición, también denominada 11.3 "Space and Maths", está organizado por Francisco Martínez Seoane a través de su blog Astronautas y Robots vs Coronavirus.