Aprovechando las vacaciones de Navidad, me he animado a leer el libro 'El hombre anumérico', del divulgador matemático estadounidense John Allen Paulos.
A través de este ensayo, el autor manifiesta su preocupación por la ignorancia que gran parte de la sociedad profesa hacia las matemáticas, que él llama anumerismo, sobre todo en situaciones de la vida cotidiana en las que se aplican conceptos de probabilidad, estadística, combinatoria, porcentajes o fracciones que deberían resultar básicos para el común de los mortales. Al mismo tiempo, critica por qué está mal visto que una persona sea analfabeta, es decir, que no sepa leer ni escribir, y sin embargo se acepte como normal que no sepa manejarse con los números, al tiempo que enfatiza que muchas personas se fíen más de las pseudociencias, la astrología y los adivinos que de los hechos matemáticos y científicos. De esta forma, a lo largo de cinco capítulos y numerosos ejemplos, John Allen Paulos nos muestra cómo este desconocimiento provoca que haya gente que piense que aplicarle a un producto un descuento del 10 % y otro del 20 % es lo mismo que rebajarlo un 30 %; que afirme que si hay un 50 % de probabilidad de que llueva el sábado y otro 50 % de que llueva el domingo, entonces seguro que lloverá durante el fin de semana; o que no sepa interpretar la gran diferencia de magnitud que existe entre un millón y un billón.
Este libro está considerado como uno de los clásicos e imprescindibles de la divulgación matemática, y a pesar de ello he tardado más de la cuenta en hacerme con él y, por consiguiente, en leerlo. Escrito hace ya 30 años, la crítica que hace el autor sigue estando vigente, puesto que la sociedad sigue pecando de ser anumérica, mientras que los sistemas educativos que tanto pone en duda en las poco más de doscientas páginas del libro tampoco favorecen que ese analfabetismo matemático mengüe. Muchas de las situaciones a las que recurre para ilustrar esta problemática están íntimamente relacionadas con el concepto de probabilidad, precisamente la parte del currículo de Matemáticas que menos se trabaja en los colegios e institutos, y quizás ésta sea la causa (o parte) por la cual somos tan ignorantes, fáciles de engañar y manipular, e incapaces de comprender todo aquello que ocurre a nuestro alrededor y que está afectado por conceptos matemáticos casi siempre elementales. La principal pega que le pongo al libro es que, aunque apenas recurre a definiciones o fórmulas matemáticas que ahuyentarían a más de uno, abusa en exceso de los ejemplos, pues no exagero si afirmo que ofrece casi un centenar; en mi opinión, hubiese sido más eficiente plantear algunos menos para profundizar algo más en ellos, y evitar los más complejos, en los que para mi gusto divaga demasiado. Ahora bien, y siguiendo con los ejemplos desde un punto de vista positivo, me ha encantado la manera en la que el autor, a veces con una pizca de humor, plantea varios conceptos o problemas, entre ellos el método de pescar-repescar, la paradoja de San Petersburgo, el dilema del bien común e individual, la falacia del jugador, el timo del asesor de bolsa o cuán difícil nos resulta imaginarnos números tremendamente grandes o pequeños. En resumen, un libro de lectura obligada para cualquiera que se jacte de ser un apasionado de las matemáticas, y también para todos aquellos que sean anuméricos, que por desgracia son demasiados.
Nota: este post forma parte del Carnaval de Matemáticas, que en esta octagésima edición, también denominada 9.4 Regla y compás, está organizado por Miguel Ángel Morales Medina a través de su blog Gaussianos.
A través de este ensayo, el autor manifiesta su preocupación por la ignorancia que gran parte de la sociedad profesa hacia las matemáticas, que él llama anumerismo, sobre todo en situaciones de la vida cotidiana en las que se aplican conceptos de probabilidad, estadística, combinatoria, porcentajes o fracciones que deberían resultar básicos para el común de los mortales. Al mismo tiempo, critica por qué está mal visto que una persona sea analfabeta, es decir, que no sepa leer ni escribir, y sin embargo se acepte como normal que no sepa manejarse con los números, al tiempo que enfatiza que muchas personas se fíen más de las pseudociencias, la astrología y los adivinos que de los hechos matemáticos y científicos. De esta forma, a lo largo de cinco capítulos y numerosos ejemplos, John Allen Paulos nos muestra cómo este desconocimiento provoca que haya gente que piense que aplicarle a un producto un descuento del 10 % y otro del 20 % es lo mismo que rebajarlo un 30 %; que afirme que si hay un 50 % de probabilidad de que llueva el sábado y otro 50 % de que llueva el domingo, entonces seguro que lloverá durante el fin de semana; o que no sepa interpretar la gran diferencia de magnitud que existe entre un millón y un billón.
Este libro está considerado como uno de los clásicos e imprescindibles de la divulgación matemática, y a pesar de ello he tardado más de la cuenta en hacerme con él y, por consiguiente, en leerlo. Escrito hace ya 30 años, la crítica que hace el autor sigue estando vigente, puesto que la sociedad sigue pecando de ser anumérica, mientras que los sistemas educativos que tanto pone en duda en las poco más de doscientas páginas del libro tampoco favorecen que ese analfabetismo matemático mengüe. Muchas de las situaciones a las que recurre para ilustrar esta problemática están íntimamente relacionadas con el concepto de probabilidad, precisamente la parte del currículo de Matemáticas que menos se trabaja en los colegios e institutos, y quizás ésta sea la causa (o parte) por la cual somos tan ignorantes, fáciles de engañar y manipular, e incapaces de comprender todo aquello que ocurre a nuestro alrededor y que está afectado por conceptos matemáticos casi siempre elementales. La principal pega que le pongo al libro es que, aunque apenas recurre a definiciones o fórmulas matemáticas que ahuyentarían a más de uno, abusa en exceso de los ejemplos, pues no exagero si afirmo que ofrece casi un centenar; en mi opinión, hubiese sido más eficiente plantear algunos menos para profundizar algo más en ellos, y evitar los más complejos, en los que para mi gusto divaga demasiado. Ahora bien, y siguiendo con los ejemplos desde un punto de vista positivo, me ha encantado la manera en la que el autor, a veces con una pizca de humor, plantea varios conceptos o problemas, entre ellos el método de pescar-repescar, la paradoja de San Petersburgo, el dilema del bien común e individual, la falacia del jugador, el timo del asesor de bolsa o cuán difícil nos resulta imaginarnos números tremendamente grandes o pequeños. En resumen, un libro de lectura obligada para cualquiera que se jacte de ser un apasionado de las matemáticas, y también para todos aquellos que sean anuméricos, que por desgracia son demasiados.
Nota: este post forma parte del Carnaval de Matemáticas, que en esta octagésima edición, también denominada 9.4 Regla y compás, está organizado por Miguel Ángel Morales Medina a través de su blog Gaussianos.