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domingo, 29 de diciembre de 2019

Viaje a España 2017: día 9


Domingo, 13 de agosto de 2017

8:00
Llegó la última mañana que tocaba levantarse temprano. Por la noche ya estaríamos de vuelta en Málaga, pero todavía nos quedaba pasar la mitad del día en Toledo, así que, tras ducharnos y hacer las maletas, abandonamos la habitación para dejarlas en recepción para venir a recogerlas cuando nos fuésemos definitivamente. Nos acercamos a las escaleras mecánicas que desembocan en el centro histórico para ahorrarnos las empinadas cuestas que habríamos tenido que subir a pie, para seguidamente buscar un sitio en el que desayunar. No nos complicamos mucho la vida, puesto que entramos en la primera cafetería que vimos abierta (estaba prácticamente todo cerrado), concretamente en Wamba, donde ambos nos tomamos pan tostado con aceite, mi madre con café y yo con un Cola Cao. Barato (3'80 € todo), pero un pan muy mejorable.
En primer lugar, nos dirigimos a la iglesia de Santo Tomé, una de las que estaba incluida en la pulsera turística que compramos el día anterior, pero todavía no estaba abierta al público, por lo que seguimos callejeando. Tras pasar por delante del Palacio de Fuensalida, sede de la Presidencia de Castilla-La Mancha, nos acercamos al Museo del Greco, dedicado al genial pintor cretense, y cuya entrada era gratuita por ser domingo. Primero accedimos al patio y las estancias de la casa que recrean el ambiente y la época en la que vivió El Greco, como por ejemplo la cocina o el estudio, para luego visitar las salas en las que se exponen obras del pintor, destacando especialmente los trece cuadros del Apostolado, y una capilla en la que llama la atención su artesonado mudéjar.
A continuación, entramos en el cercano Museo Sefardí y la anexa Sinagoga del Tránsito, también de forma gratuita. Allí pudimos contemplar la historia y el patrimonio que dejó el pueblo judío que vivió en Toledo durante tantos años: paredes de yeso profusamente decoradas con frisos e inscripciones, artesonados, objetos religiosos, etc. Nuestro siguiente destino era la Sinagoga de Santa María la Blanca, en la que pudimos entrar mostrando la pulsera turística por estar incluida en el precio de la misma. Por fuera pasa bastantes desapercibida, pero su interior es una auténtica hermosura, el cual destaca sobre todo por el blanco impoluto de sus arcos de herradura sostenidos por pilares con capiteles de motivos vegetales, un conjunto que recuerda al de una mezquita más que al de una sinagoga.
Tras pasar por delante de la singular fachada de la Escuela de Arte de Toledo, entramos en otro de los monumentos incluidos en la pulsera turística, concretamente en el Monasterio de San Juan de los Reyes. Para acceder al templo propiamente dicho, tuvimos que recorrer uno de los laterales del claustro, que ya dejaba muestras del estilo gótico característico del monasterio. Una vez dentro de la iglesia, me quedé impresionado por su majestuosidad y por la gran altura de su bóveda de crucería, pero lo que más me llamó la atención fueron las heráldicas de los Reyes Católicos a ambos lados; también habría que mencionar las capillas situadas en los laterales y la que está bajo el coro elevado, en las cuales se veneran diversas tallas cristíferas de bella factura. De vuelta al claustro, lo rodeamos por completo tanto por la planta baja como por la superior, donde el techo es de un llamativo artesonado de madera mudéjar.
Ya fuera, al llegar a la Puerta del Cambrón, una de las muchas pertenecientes a la muralla de la ciudad, tocaba acercarse al Puente de San Martín, otro de los que atraviesa el río Tajo y que cuenta con un torreón en cada extremo, pero fui a verlo yo solo, ya que mi madre estaba cansada y quería evitar subir y bajar más cuestas de las necesarias. De nuevo los dos juntos, nos dirigimos a otro de los edificios incluidos en la pulsera, el Real Colegio de Doncellas Nobles. Nada más entrar, accedimos a la iglesia del colegio, de una sola nave y con bóveda de cañón, y junto cuyo altar mayor se halla el sepulcro del Cardenal Silíceo, fundador del colegio; luego, subimos al Salón Rectoral, una estancia presidida por un retrato del cardenal y que cuenta con un artesonado digno de mención.
Tarde o temprano tenía que pasar, y es que era muy fácil perderse por las laberínticas calles de Toledo. Por suerte, un vecino al que pedimos ayuda para ubicarnos nos recomendó que, antes de continuar con la ruta que teníamos planeada, fuésemos a la iglesia de San Román, situada a pocos metros de donde nos encontrábamos y cuya visita había descartado por falta de tiempo, pero menos mal que finalmente la llegamos a conocer, y encima gratis. Actual sede del Museo de los Concilios y de la Cultura Visigoda, su interior llama poderosamente la atención por sus enormes arcos de herradura, por los numerosos frescos con motivos religiosos que adornan sus muros y por la capilla mayor; en sus naves pudimos ver también los expositores del museo, en los que se explica todo lo relativo a la etapa visigoda de Toledo y se muestran diversos objetos y restos arqueológicos de dicha cultura.
Poco antes de la una, estábamos de nuevo frente a la iglesia de Santo Tomé, el último monumento incluido en la pulsera turística que nos quedaba por visitar, y que ahora sí estaba abierta, aunque tuvimos que esperar unos minutos para poder entrar porque estaba lleno de turistas, así que mi madre aprovechó para comprarse una botella de Coca-Cola Zero en una máquina expendedora situada justo al lado y que le costó 3 €. Si por algo es visitada esta iglesia es porque en la capilla de la Concepción está el famoso cuadro de El Greco 'El entierro del conde de Orgaz', el cual está prohibido fotografiar, tal y como me dijo el vigilante de seguridad que estaba allí, aunque yo me las apañé para hacer una discretamente y sin que se diese cuenta; con respecto al templo, cabe mencionar su altar mayor y sus varias capillas con imágenes de cristos y vírgenes.

13:10
Todavía nos quedaba por ver el Alcázar, cuya visita se antojaba un poco larga, por lo que decidimos ir a buscar ya un sitio para almorzar y dejar para después de comer el monumento más conocido de la ciudad. Callejeamos un poco por el casco histórico hasta llegar a la Cervecería El Trébol, un sitio de tapas que tenía apuntada en mi lista y que está situado a pocos metros de la céntrica plaza de Zocodover; a pesar de que era temprano, estaba bastante lleno, y por suerte pillamos una mesa libre en la planta de arriba. De bebidas pedimos una limonada para mi madre y agua para mí, mientras que para comer compartimos una tapa de ensaladilla rusa, otra de patatas bravas, un croquetón de jamón y una parrillada de carne. Todo estaba bueno, sin más, y nos salió por 24'60 €.
Casi sin tiempo para reposar la comida, nos dirigimos ahora sí al Alcázar de Toledo, que actualmente es la sede del Museo del Ejército, y cuya visita era gratuita por ser domingo. Nada más entrar, nos dieron un plano para saber movernos por todo el complejo, aunque a pesar de esta ayuda estoy seguro de que nos quedamos sin ver algunas de las muchas salas que lo componen, más que nada porque, según ese plano, la duración media de la visita es de cuatro horas, y nosotros solamente íbamos a estar allí poco más de una hora. Una de las primeras cosas que vimos fue una maqueta que muestra el ruinoso estado en el que quedó el Alcázar después del asedio que sufrió en la Guerra Civil; de hecho, parece mentira que estuviese así viéndolo ahora tan bien conservado como está. Luego, pasamos a la sala de las miniaturas, con diversas vitrinas con pequeñas figuritas de soldados españoles de distintas épocas, y a la sala de condecoraciones, en la que se muestran medallas e insignias militares.
Después, subimos a la planta superior, donde, tras visitar la cripta en la que están enterrados algunos militares y civiles que defendieron el Alcázar durante la Guerra Civil y ver en una de sus salas una copia de la conocida pintura de 'La Rendición de Bailén', accedimos al Patio de Carlos V, en el centro del cual se halla una estatua de este rey español del siglo XVI. De allí salimos un momento a la explanada correspondiente a la fachada de Covarrubias, en uno de cuyos extremos se encuentra el monumento al comandante Villamartín y desde donde se tiene una panorámica de parte de la ciudad, para de nuevo volver al edificio y seguir recorriendo las salas referentes a la historia de España y del Ejército; de dichas salas destacan una réplica del retrato de 'Carlos V a caballo en Mühlberg' y la Capilla Imperial.
A continuación, bajamos a las salas en las que se exponen banderas y armas blancas y de fuego que ha usado el ejército español a lo largo de la historia, tras lo cual salimos a la explanada de la fachada este, en la que pudimos ver un helicóptero y un carro de combate, así como el Monumento al Asedio del Alcázar. Con esto dimos por terminada la visita, puesto que ya eran las cuatro menos cuarto de la tarde, por lo que seguidamente regresamos al hotel para recoger las maletas que habíamos dejado en recepción y emprender el camino de vuelta a casa; no obstante, todavía nos quedaba una cosa por visitar de Toledo, concretamente el Mirador del Valle, llamado así porque está junto a la ermita de Nuestra Señora del Valle, así que cogimos el coche y en menos de diez minutos nos plantamos allí.
La panorámica que teníamos ante nosotros era sencillamente espectacular, pues desde el mirador se divisa la colina sobre la que se asienta la ciudad imperial, rodeada por el río Tajo, y de la cual sobresalen las siluetas de sus dos monumentos más representativos: la Catedral y el Alcázar. Como os podéis imaginar, saqué mi cámara para tomar varias fotos de estas magníficas vistas, no muchas porque apenas me quedaba espacio en mis tarjetas de memoria, y luego tanto mi madre como yo nos hicimos otras de recuerdo. Pasadas las cuatro y media, nos montamos en el coche y pusimos definitivamente rumbo a Málaga, para lo cual nos incorporamos a la autovía A-42 y luego enlazamos con la CM-42, la Autovía de los Viñedos; precisamente cuando estábamos circulando por esta carretera, a eso de las cinco y cuarto, vimos a ambos lados cinco o seis remolinos de arena que, para ser sincero, me asustaron un poco porque estaban bastante cerca, aunque afortunadamente no pasó nada.
A la altura de Madrilejos, nos desviamos por la A-4, una autovía bastante tranquila en lo que a tráfico se refiere y bastante recta. A las seis y diez, poco antes de Valdepeñas, hicimos una parada en un área de servicio para comprar una botella de agua y descansar unos minutos, y es que estábamos reventados después de tantos días caminando. Nos pusimos de nuevo en marcha para cruzar Despeñaperros y adentrarnos por fin en Andalucía, de tal manera que, al llegar a Bailén, continuamos por la A-44. El siguiente alto en el camino lo hicimos a las ocho y cuarto en una venta de carretera de Noalejo, concretamente en el restaurante Rincón de Pepe, un lugar elegido a conciencia por los buenos recuerdos que me trae, ya que allí fue donde paré a almorzar después de hacer en Jaén el examen oral por el que conseguí una plaza en las Oposiciones de Matemáticas. Allí mi madre se tomó una tónica, mientras que yo me dediqué más bien a estirar las piernas, que de tanto conducir ya me dolían bastante.
Ya empezaba a anochecer cuando reanudamos la marcha. Seguimos hasta Granada para enlazar con la A-92; después de parar por última vez en Huétor Tájar para repostar 30 € de gasolina para ir a Jerez a visitar a la familia de mi madre unos días más tarde, nos desviamos por la A-92M y continuamos por la A-45 para llegar definitivamente a casa a las once menos veinticinco de la noche. Atrás quedaron casi 2300 kilómetros en coche para cruzar España de una punta a otra, para visitar pueblos y ciudades (Segovia, Palencia, Santander, Santillana del Mar, Potes, Burgos, Toledo...) en los que nunca había estado y a los que ojalá pueda volver dentro de unos años.

Nota: sí, este viaje lo hice en agosto de 2017, empecé a contarlo en agosto de 2018 y lo he terminado a pocas horas de que termine 2019. Un disparate, lo reconozco, pero es la consecuencia de querer narrar con detalle mis viajes, y eso que las entradas que publicaba hace unos años eran incluso más extensas que las últimas que he redactado. En la última entrada del anterior viaje ya comenté en una nota similar a ésta que recortaría la narración de los siguientes, pero es evidente que esa medida ha resultado ser insuficiente, más que nada porque en los últimos dos años he hecho más viajes y en el horizonte se divisan algunos más. Así pues, a partir de ahora las entradas de los viajes van a verse reducidas casi a la mínima expresión; básicamente, de cada día redactaré un breve comentario de cada uno de los principales monumentos, parques, calles y eventos a los que haya ido y los acompañaré de una foto. Me va a costar muchísimo cambiar el chip, sobre todo porque, como decía antes, se van a perder varios detalles y anécdotas que caerán en el olvido, pero es lo que toca salvo que alguien descubra cómo alargar los días para poder hacer tantas y tantas cosas que uno quiere. Mirándolo por el lado positivo, la frecuencia de publicación de las entradas de los viajes experimentará una clara mejoría. Eso sí, a ver cuántos años tardo en ponerme al día y no tener ningún viaje atrasado...

jueves, 12 de diciembre de 2019

No es mío, pero es interesante (CXXXII)

Aquí llega una nueva entrega de 'No es mío, pero es interesante', una sección en la que os recomiendo las entradas de otros blogs y webs que más me han interesado en las últimas semanas. Como siempre, hay algún blog que consigue colar más de un post, como es el caso de Microsiervos, con siete aportaciones. Y lo que tampoco cambia es la variedad de contenidos: matemáticas, ciencia, astronomía, curiosidades, vídeos, etc.
Echémosle un vistazo a los enlaces de esta entrega:
¿Os han gustado las recomendaciones de esta entrega? Espero que sí y que me lo hagáis saber a través de un comentario ;)

sábado, 23 de noviembre de 2019

Viaje a España 2017: día 8

Sábado, 12 de agosto de 2017

8:00
Como todas las mañanas de este viaje, nos despertamos puntualmente al sonido de las alarmas de nuestros móviles para asearnos y vestirnos, así como para terminar de hacer las maletas que ya habíamos dejado medio preparadas la noche anterior para embarcarnos en un nuevo trayecto en coche, aunque parte de la mañana la pasaríamos todavía en Burgos, pues nos quedaba por ver un par de cosas (en realidad, varias, pero con un tiempo tan limitado teníamos que seleccionar). Esta vez tocaba desayunar en el hotel, ya que estaba incluido en el precio de la habitación; en mi caso, mi desayuno fue similar al del resto de días, puesto que me tomé un par de tostadas con mantequilla, un surtido de bollería (croissant, napolitana y ensaimada) y un vaso de leche fría con Colacao.
A las diez menos cuarto, ya desayunados, volvimos a la habitación para recoger nuestras maletas y bajar a recepción para dejar las llaves. Para no tener que ir andando hasta el centro de la ciudad y luego volver al hotel para coger el coche, decidimos ir directamente en coche y aparcar por allí para perder menos tiempo; tras seguir la ruta que había consultado en mi móvil, pudimos aparcar en una calle próxima a la iglesia de Santa Águeda, que era el sitio donde teníamos pensado acabar la ruta que íbamos a seguir. En primer lugar, nos dirigimos a la plaza de Santa María para fotografiarnos con la Catedral de Burgos de fondo, tras lo cual nos dimos un buen paseo hasta la iglesia de San Gil Abad, la que nos quedaba por visitar de las incluidas en la pulsera turística que adquirimos la tarde anterior. Por fuera no llama mucho la atención, pero su interior resulta ser todo lo contrario, con un estilo claramente gótico, como demuestran sus bóvedas de crucería y arcos ojivales, y que destaca por sus numerosas capillas con retablos de gran valor artístico, en una de las cuales se venera el Cristo de Burgos, una talla de la Edad Media muy peculiar y con gran devoción en la ciudad.
Al salir de allí, continuamos nuestro camino por el cercano Arco de San Gil para luego ir en busca del Arco de San Esteban, que forma parte de la antigua muralla que rodeaba Burgos. De vuelta al centro, pasamos por la Plaza Mayor, en una de cuyas bocacalles vimos una de las muchas estatuas de bronce que hay repartidas por la ciudad, en concreto la del lector de periódicos, que rinde homenaje a la prensa escrita. Tras echarle un último vistazo a la catedral, nos acercamos a la iglesia de Santa Águeda, donde supuestamente tuvo lugar la Jura de Santa Gadea, en la cual el rey Alfonso VI juró al Cid Campeador que no había participado en el asesinato de su hermano, el rey Sancho II de Castilla. De estilo gótico, su interior no es precisamente grande, pues tiene solamente una nave, pero destaca por el retablo de alabastro de su altar, en cuya hornacina central se venera la imagen de Santa Águeda.
Minutos más tarde, a las doce menos veinte, ya estábamos en el coche dispuestos a salir con rumbo a Toledo. Nos incorporamos a la A-1 dirección Madrid, una autovía muy tranquila en esta época del año, con muy poco tráfico y sin apenas curvas, aunque poco antes de adentrarnos en la Comunidad de Madrid ya nos encontramos con el puerto de Somosierra, por lo que la carretera se fue haciendo cada vez más empinada. Precisamente en Somosierra hicimos una pequeña parada a eso de la una y cuarto, justo al lado de la ermita de Nuestra Señora de la Soledad, una pequeña iglesia a pie de carretera en la cual entramos; también nos acercamos a la iglesia de Nuestra Señora de las Nieves, situada a pocos metros de allí, pero estaba cerrada.
Reanudamos la marcha, aunque no por mucho tiempo, puesto que poco antes de las dos de la tarde, con el fin de evitar acercarnos demasiado a Madrid y que nos pasase lo mismo que el primer día del viaje, paramos a comer en La Cabrera, concretamente en La Posada de Mari. Mi madre se decantó por el menú de fin de semana, mientras que yo me pedí un plato combinado de lomo, huevo y patatas fritas. Todo correcto, aunque no para tirar cohetes, por 28 €, incluido 1'5 € de servicio de mesa, un añadido a la cuenta por la cara que sigo sin entender de muchos restaurantes, como cuando te cobran por los cubiertos. ¿Me como el filete sin cuchillo y tenedor? ¿Voy a la cocina a por mi plato de comida?

14:50
El resto del trayecto hasta Toledo lo hicimos del tirón, pero prestando mucha atención a las indicaciones que nos íbamos encontrando, así como a la ruta que llevábamos en papel, para no perdernos por los alrededores de la capital como nos pasó para ir a Segovia. Al adentrarnos en Madrid, enganchamos con la M-30 para finalmente desviarnos por la A-42 una vez que atravesamos buena parte de la ciudad. Superado el lío de carreteras de Madrid, el resto fue coser y cantar, puesto que, casi sin darnos cuenta, llegamos a Toledo a las cuatro y veinticinco. Aparcamos en la zona naranja, a pocos metros del Hotel Mayoral, donde, tras identificarnos como huéspedes, preguntamos si había que pagar por dejar el coche allí aparcado, y nos confirmaron que, al ser fin de semana, era gratuito.
Nos asignaron la habitación 114, esta vez con bañera en lugar de plato de ducha. La única noche que pasaríamos allí nos salió por 58'65 €, buen precio teniendo en cuenta que era sábado y que el hotel estaba situado a pocos metros del casco histórico, donde es prácticamente imposible circular con el coche. Tras dejar las maletas en la habitación, volvimos a la recepción para coger un mapa turístico y empezar con la visita de Toledo. En primer lugar, nos dirigimos a una de las escaleras mecánicas que salvan el desnivel que tiene el casco histórico con respecto al resto de la ciudad, y es que subir por empinadas cuestas en pleno mes de agosto con el calor que hacía no era nada recomendable. Al llegar arriba, avanzamos hasta la plaza de Zocodover para luego continuar por las estrechas y empedradas calles de Toledo hasta la Puerta de Valmardón, una de las muchas que pertenecen a la muralla de la ciudad, junto a la cual se encuentra la ermita del Cristo de la Luz.
Allí fue donde, al igual que hicimos en Burgos, compramos la pulsera turística que nos daría acceso a siete monumentos de Toledo por un precio de 9 € cada uno, lo cual nos salía a cuenta porque teníamos previsto ir a todos y por separado resultaba más caro. Empezamos por esta ermita, que en su origen fue una mezquita y que destaca por los blancos arcos de herradura que se entrelazan en su interior y por su pequeña cúpula estrellada; además, cuenta con un patio ajardinado que linda con la Puerta del Sol y desde el cual se divisa parte de la ciudad. A continuación, nos acercamos a otro de los monumentos incluidos en la pulsera, la iglesia de San Ildefonso (más conocida como de los Jesuitas), de majestuosa fachada barroca, y cuyo interior no es menos impresionante, pues llaman la atención su luminosa tonalidad blanca, sus grandes dimensiones, su altar mayor y sus numerosas capillas, casi todas ellas con notables retablos.
La visita incluía también la subida a una de las torres de la iglesia, algo que descartó mi madre, pero yo no quería desaprovechar esa opción a pesar de que implicaría más cansancio y más sudor. Menos mal que no desperdicié esa oportunidad, ya que al llegar al mirador me topé con unas vistas espectaculares de la Catedral, del Alcázar y de otros monumentos de Toledo, sin ir más lejos la cúpula de la propia iglesia. De nuevo con mi madre, fuimos en busca de la iglesia del Salvador, otra de las incluidas en la pulsera turística. Construida sobre una antigua mezquita, destaca por el blanco impoluto de sus paredes, por las columnas y la pilastra visigoda que sostienen arcos de herradura, así como por las tallas de cristos y vírgenes que hay en ella; también conviene citar las excavaciones arqueológicas que se están llevando a cabo en una de las naves laterales y que dan acceso a un paso subterráneo que conecta con un patio interior.
A las seis y media decidimos hacer un receso y tomarnos una Coca-Cola Zero en la terraza El 10 de Santo Tomé, que por suerte estaba cubierta por toldos y tenía pulverizadores de agua para refrescar el ambiente, que era bastante caluroso. Tras pagar los 5'20 € de los refrescos, bajamos por el Camino el Salvador y seguimos por el Pasadizo del Ayuntamiento hasta llegar a la plaza del Ayuntamiento, lugar en el que erigen edificios tan importantes como la Casa Consistorial, el Palacio Arzobispal y, sobre todo, la Catedral de Santa María. Para entrar en la catedral había que pagar 10 €, lo que nos parecía un poco excesivo, así que nos conformamos con verla por fuera, concretamente su característica torre campanario, rematada por una flecha; su fachada principal, en la que destacan la Puerta del Perdón en el centro y las del Juicio Final y del Infierno a cada lado, las tres de un marcado estilo gótico, al igual que el templo; y la Puerta de los Leones, situada en el lateral sur.
Una vez que rodeamos parte de la catedral, pasamos por delante de la Posada de la Hermandad y del Teatro Rojas para seguidamente callejear y llegar al Alcázar de Toledo, probablemente el monumento más representativo y conocido de la capital castellanomanchega, especialmente por las cuatro torres que sobresalen en cada esquina. La visita la dejaríamos para el día siguiente como colofón del viaje, puesto que ya estaba cerrado al público y además nos saldría gratis por ser domingo; así pues, de allí nos fuimos a la cercana plaza de Zocodover, punto de encuentro de los toledanos, y luego bajamos por el Arco de la Sangre para ver el monumento a Miguel de Cervantes, una estatua a tamaño natural del creador de don Quijote.

19:45
A continuación, bajamos por una empinada cuesta desde la que se divisan tanto el Castillo de San Servando como la Academia de Infantería, y que desemboca en la Puerta de Alcántara, que forma parte de la muralla de la ciudad y que está justo enfrente del puente de Alcántara, bajo el cual discurre el río Tajo. Mi madre se quedó esperando junto a la muralla mientras yo atravesaba el puente de punta a punta para ver los arcos situados en cada extremo del mismo y hacer algunas fotos desde la otra orilla del río, desde el cual se ve cómo sobresale el Alcázar por entre los edificios de Toledo. A pocos metros de allí teníamos las escaleras mecánicas, por lo que volvimos a utilizarlas para regresar al casco histórico y evitar subir más cuestas. En nuestro laberíntico callejeo, pasamos por la iglesia de San Vicente, que estaba cerrada; la plaza de Padilla, en la que se encuentra el monumento a Juan de Padilla; el bello edificio de la Escuela Oficial de Idiomas Raimundo de Toledo; la iglesia de Santa Leocadia, también cerrada, etc.
Quedaba poco para que fuesen las nueve de la noche y ya teníamos ganas de cenar, así que empezamos a buscar algunos de los sitios que tenía apuntados en la lista que llevaba. Al final nos decantamos por La Malquerida de la Trinidad, donde mi madre se pidió una Coca-Cola Zero y una tosta de jamón ibérico, mientras que yo me pedí agua y una hamburguesa de pollo. Sin ser exquisita, la comida estaba bastante buena, y el precio tampoco estaba nada mal, puesto que todo nos salió por 20'30 €. Salimos de allí poco antes de las diez de la noche, y, aprovechando que la teníamos a muy pocos metros, lo que hicimos fue acercarnos a la Catedral para verla iluminada, que me resultó incluso más espectacular que cuando la vi por la tarde, así que no dudé en hacerle varias fotos. Después de rodearla, hicimos lo propio con el Alcázar, que también contaba ya con la iluminación nocturna.
Para regresar al hotel, nos dirigimos a la plaza de Zocodover y, en vez de utilizar las escaleras mecánicas, bajamos a pie por el Paseo del Miradero, pasando por delante de la Puerta del Sol y de la iglesia de Santiago del Arrabal hasta llegar a la Puerta Nueva de Bisagra, enclavada en la muralla de la ciudad y que se compone realmente de dos puertas, la interior flanqueada por dos torreones de base cuadrada y la exterior por otras dos circulares, entre las cuales se forma un patio en el que hay una estatua de Carlos V. Fuera ya del casco antiguo, bordeamos la muralla para volver definitivamente al hotel. Esta noche sería la última en la que tendríamos que hacer las maletas, o al menos dejarlas medio preparadas, puesto que al día siguiente tocaba regresar a casa, aunque todavía nos quedaba echar la mañana completa en Toledo. Después de ver un rato la tele y hacer algunas llamadas, nos acostamos a las doce de la madrugada para descansar y poder afrontar las últimas horas del viaje.

sábado, 9 de noviembre de 2019

No es mío, pero es interesante (CXXXI)

Aquí tenemos una nueva entrega de 'No es mío, pero es interesante', una sección en la que os recomiendo las entradas de otros blogs y webs que más me han interesado en las últimas semanas. Como de costumbre, hay blogs que consiguen colar más de un post, como son los casos de Microsiervos y Gaussianos, con diez y dos aportaciones, respectivamente. Lo que tampoco cambia es la variedad de contenidos: matemáticas, ciencia, astronomía, curiosidades, vídeos, etc.
Echémosle un vistazo a la lista de enlaces de esta entrega:
¿Os han gustado las recomendaciones de esta entrega? Espero que sí y que me lo hagáis saber a través de un comentario ;)

domingo, 27 de octubre de 2019

El juego de las 20 monedas

Por todos los profesores es sabido que las horas de guardia en las que tenemos que sustituir a un compañero que no ha podido ir ese día a trabajar por algún motivo son de las más temidas, y es que tener que vigilar a un grupo de alumnos a los que solamente conoces de cruzártelos por los pasillos y que se toma esa clase como una hora libre no es lo que más nos gusta a los docentes, por más que ese profesor haya dejado tarea y se le diga a los alumnos que tienen que hacerla, que el profesor la va a recoger el próximo día o que cuenta para nota. Uno va a esas clases rezando por que al menos los alumnos no monten demasiado alboroto y que la hora se pase lo más rápido posible para que llegue la siguiente y pueda hacer lo que realmente le gusta, que es dar clase, en mi caso de Matemáticas.
Lo ideal es que los alumnos aprovechen esa hora para aprender, que para algo están en un centro educativo, bien sea realizando las actividades que haya mandado el profesor al que se está sustituyendo, dando un último repaso para el examen que tengan más tarde, adelantando los deberes de otras materias, o, por qué no, jugando. Esto es precisamente lo que yo intento cuando me toca cubrir a un compañero que ha faltado, porque también se puede aprender a través de un juego, y si es de Matemáticas mucho mejor. Cada vez que recurro a un juego, casi todos los alumnos (por desgracia, no siempre todos) empiezan a prestar atención y no dudan en participar, sobre todo cuando les reto a que me ganen, porque eso de vencer a un profesor es algo realmente motivador para un adolescente. Es por ello que se me ha ocurrido compartir con vosotros uno de esos juegos que les propongo por si no lo conocéis (no lo he inventado yo, lo descubrí hace varios años) y queréis usarlo en una de esas eternas horas de guardia.
Lo he llamado 'El juego de las 20 monedas', pero en vez de monedas podría haber dicho fichas, bolas, palillos o cualquier otro objeto, eso no afecta a la sencilla mecánica de este juego para dos personas, que es el siguiente:
  • Se disponen 20 monedas en una mesa (no hace falta que estén ordenadas de ninguna forma en particular).
  • En cada turno, cada jugador puede retirar una, dos o tres monedas.
  • Gana el jugador que retira la última moneda.
Cuando juego en clase, en vez de sacar 20 monedas, lo que hago es dibujar 20 círculos en la pizarra, y, en vez de retirar monedas, lo que hago es tachar o borrar esos círculos. En cualquier caso, independientemente del material utilizado, si los dos jugadores juegan perfecto, ¿quién gana: el primer o el segundo jugador? ¿Y cuál es la estrategia ganadora de este juego? A priori puede parecer difícil responder a estas dos preguntas, pero en realidad no es tan complicado averiguar qué movimiento hay que hacer en cada turno o qué jugador tiene ventaja en función de si es el que comienza la partida o si es el segundo. Antes de desvelarte qué hay que hacer para ganar, te dejo unos minutos para que juegues unas cuantas partidas, a ver si consigues darte cuenta de dónde está el truco.
La clave está en razonar la partida desde el final. Es evidente que, si en la última jugada quedan una, dos o tres monedas, el jugador que tenga el turno gana el juego (recuerdo que estamos suponiendo que ambos jugadores juegan con la mejor estrategia posible para ganar). Ahora bien, ¿cuántas monedas había en la jugada previa? Veamos los casos posibles:
  • Una moneda en la última jugada: en la jugada previa solamente podría haber dos (se ha retirado una moneda), tres (se han retirado dos) o cuatro monedas (se han retirado tres). Si hubiese dos, en dicho turno el otro jugador habría retirado todas las monedas y habría ganado, luego esta jugada no se ha dado. Lo mismo ocurre si hubiese tres, puesto que el otro jugador habría retirado las tres para ganar. Así pues, si en la última jugada queda una moneda es porque en la jugada anterior había cuatro y se han retirado tres.
  • Dos monedas en la última jugada: en la jugada previa solamente podría haber tres (se ha retirado una moneda), cuatro (se han retirado dos) o cinco monedas (se han retirado tres). Si hubiese tres, en dicho turno el otro jugador habría retirado todas las monedas y habría ganado, luego esta jugada no se ha dado. Si hubiese cinco, el otro jugador habría retirado solamente una para dejar cuatro y asegurarse ganar en su siguiente turno. Así pues, si en la última jugada quedan dos monedas es porque en la jugada anterior había cuatro y se han retirado dos.
  • Tres monedas en la última jugada: en la jugada previa solamente podría haber cuatro (se ha retirado una moneda), cinco (se han retirado dos) o seis monedas (se han retirado tres). Si hubiese cinco, en dicho turno el otro jugador habría retirado solamente una moneda para dejar cuatro y asegurarse ganar en su siguiente turno, luego esta jugada no se ha dado. Lo mismo ocurre si hubiese seis, puesto que el otro jugador habría retirado dos para ganar en su siguiente turno. Así pues, si en la última jugada quedan tres monedas es porque en la jugada anterior había cuatro y se ha retirado una.
Del análisis anterior se deduce que el jugador que va a ganar tiene que dejar cuatro monedas en su penúltimo turno para asegurarse la victoria, para lo cual necesita dejar ocho en su antepenúltimo turno, y doce en el turno anterior, y así sucesivamente hasta las veinte monedas iniciales. Por lo tanto, tiene estrategia ganadora la persona que juega en segundo lugar, por lo que perderá la que empiece la partida. ¿Y en qué consiste exactamente dicha estrategia ganadora? Pues muy fácil: el segundo jugador tiene que retirar el complemento a 4 de monedas de su contrincante. ¿Cómo? ¿Qué es eso de complemento a 4? Consiste en retirar una moneda si el primer jugador ha retirado tres; dos si el primer jugador ha retirado dos; y tres si el primer jugador ha retirado una. De esta forma, cada dos turnos (uno de cada jugador) siempre queda sobre la mesa (o en la pizarra) un número de monedas múltiplo de 4, por lo que el segundo jugador ganará la partida.
En la imagen anterior se puede ver un ejemplo de partida entre dos jugadores: el rojo, que empieza y retira monedas en los turnos impares (1, 3, 5, 7 y 9); y el azul, el segundo en jugar y que, por lo tanto, retira monedas en los turnos pares (2, 4, 6, 8 y 10). En el primer turno, el rojo retira una moneda; luego, el azul retira tres, dejando 16 monedas; después, el rojo, retira dos monedas; le sigue el azul quitando otras dos para dejar 12 monedas; y así continúa la partida hasta que el azul retira la última moneda, ganando la partida.
Mi experiencia con los alumnos es bastante satisfactoria. Primero convenzo a uno para que juegue contra mí, y cortésmente le doy la 'ventaja' de empezar para que crea que así tiene más posibilidades de ganar, cuando en realidad es todo lo contrario, y claro, gano yo. Los demás alumnos se animan a enfrentarse a mí con la esperanza de ganarme y poder presumir de ello, pero fracasan; no obstante, después de ganar tres o cuatro partidas ya hay alumnos que empiezan a pensar que hay algún truco en el juego y se ponen a analizar las partidas que voy jugando. Hay quien incluso me pide que empiece yo, ofrecimiento que acepto para que no parezca que ahí está una de las claves de la victoria, pero entonces me veo obligado a esperar el primer fallo de mi contrincante para dejar un número de monedas (círculos en la pizarra) que sea múltiplo de 4 y recobrar la ventaja para ganar. No siempre, pero alguna que otra vez ha habido algún alumno que ha encontrado la estrategia ganadora y me ha vencido, lógicamente tras obligarme a empezar para que él se asegure la victoria.
¿Qué pasa si el número de monedas iniciales es distinto de 20? ¿Y si se puede retirar otra cantidad de monedas, cuatro por ejemplo? ¿Cuál es entonces la estrategia ganadora? ¿Y quién gana: el primer o el segundo jugador? Estas nuevas variantes del juego os toca a vosotros analizarlas, que ya me he enrollado demasiado, y así le dais vueltas al coco (podéis explicar en los comentarios cómo habría que jugar para ganar, y ya os confirmo si estáis en lo cierto o no), que es de lo que se trata. Precisamente eso es lo que intento, y a veces consigo, hacer con mis alumnos para que las horas de guardia no sean eternas, sino productivas y amenas, y encima haciendo matemáticas.

Nota: este post forma parte del Carnaval de Matemáticas, que en esta octagésima quinta edición, también denominada X.5: Número de Sierpinski, está organizado por Miguel Ángel Morales Medina a través de su blog Gaussianos.

viernes, 18 de octubre de 2019

Doce años que se han pasado volando

Recuerdo aquel 18 de octubre de 2007 como si hubiese sido ayer. Llevaba ya varios días planteándome la posibilidad de crear un blog propio después de haber tenido la experiencia de compartir uno con varios compañeros de la carrera, y esa mañana me atreví a dar ese paso y publicar la primera entrada de un blog al que le puse un nombre tan simple como 'El mundo de Rafalillo'. Pues bien, como supongo que habéis podido deducir, mi blog celebra hoy su duodécimo cumpleaños, más de los que pensaba por entonces, y todo apunta a que serán bastantes menos los años que le quedan por cumplir.
Echo mucho de menos aquellos tiempos en los que publicaba entradas cada dos o tres días, recibía comentarios casi a diario y se incrementaba gradualmente el número de visitas. ¡Qué bonitos fueron esos primeros años! Y qué tristes están siendo estos últimos. Siempre he dicho que mi intención era alargar al máximo la vida de 'El mundo de Rafalillo', pero cada vez me cuesta más tenerlo medianamente actualizado, y es que ni tan siquiera consigo publicar un post por semana, que es lo mínimo que debería exigirme, por lo que supongo que el final está más cerca de lo que creía. El blog apenas mantiene contadas secciones habituales, las mismas de los últimos años, que son las de 'No es mío, pero es interesante', las colaboraciones para el 'Carnaval de Matemáticas', las críticas de los libros que leo, los relatos de los viajes que hago (todavía tengo pendiente terminar uno y contar otros tres) y los resúmenes de las procesiones de Semana Santa y extraordinarias a las que voy. Y paro de contar, no hay mucho más. Nada que ver con la variedad de contenidos de antaño.
Lo que no cambia es el habitual resumen estadístico de lo que ha dado de sí el blog en los últimos doce meses:
  • 40 entradas publicadas (las mismas que el año anterior), lo que depara una media de 3 o 4 entradas al mes.
  • 33 comentarios, un 44 % menos que el año anterior, y que representa algo menos de un comentario por cada entrada publicada.
  • Unas 12.400 visitas recibidas, es decir, un 26 % más que hace un año. Esto supone una media de unas 34 visitas diarias.
  • Las visitas proceden de 79 países diferentes de los cinco continentes. Casi la mitad de los visitantes son de España, mientras que los demás lo hacen principalmente desde Latinoamérica (México, Colombia, Argentina, Perú, Chile, Ecuador...) y Estados Unidos.
  • La duración media de las visitas sube hasta los 52 segundos, uno más que el año anterior.
  • El blog ha sido visualizado unas 15.000 veces, un 23 % más que el año anterior. Son 639 las diferentes páginas que se han visualizado, siendo la de Un escape room en la clase de Matemáticas la más visitada.
  • El blog tiene 59 suscriptores (un 9 % más que el año pasado) y 58 seguidores (los mismos que hace un año).
De forma inesperada, las estadísticas del blog, aunque ni por asomo se parecen a las de su mejor época, mejoran sustancialmente las del año anterior, y eso que en los últimos años se había observado un empeoramiento gradual, por lo que al menos me llevo una alegría en este aniversario. Como dije al principio, el final del blog está cada vez más cerca, pero tranquilos que todavía no he dicho la última palabra. En principio, mi idea es llegar a las 1.000 entradas publicadas, así que, teniendo en cuenta el ritmo actual y que ya son más de 900 las que ya he publicado, todo apunta a que 'El mundo de Rafalillo' celebrará al menos dos cumpleaños más. No me olvido de dos viejos proyectos blogueros, uno que sigue sin consumarse (el de temática cofrade) y otro que está en pausa (el de Flipeando las Matemáticas), aunque no sé si algún día los retomaré.
En fin, como de costumbre, tengo que terminar esta entrada agradeciendo a todos los que todavía os pasáis por 'El mundo de Rafalillo' que dediquéis algunos minutos de vuestras vidas a mi blog, que, si bien no tiene mucho que ofrecer, parece que algo de interés sí que despierta en ciertos lectores. Si todo va bien, en un año volveremos a soplar las velas.
¡Muchas gracias a todos!

domingo, 13 de octubre de 2019

No es mío, pero es interesante (CXXX)

Ya tenemos aquí una nueva entrega de 'No es mío, pero es interesante', una sección en la que os recomiendo las entradas de otros blogs y webs que más me han gustado en las últimas semanas. Para variar, Microsiervos vuelve a acaparar buena parte de las recomendaciones con seis aportaciones. Lo que tampoco cambia es la diversidad de contenidos: matemáticas, ciencia, astronomía, curiosidades, vídeos, etc.
Echémosle un vistazo a la lista de enlaces de esta entrega:
¿Os han gustado las recomendaciones de esta entrega? Espero que sí y que me lo hagáis saber a través de un comentario ;)

domingo, 6 de octubre de 2019

La Humildad procesiona en su 325 aniversario fundacional

La Hermandad de la Humildad procesionó ayer de forma extraordinaria al Santísimo Cristo de la Humildad en Su Presentación al Pueblo (Ecce-Homo) para conmemorar los 325 años de la fundación de la corporación victoriana.
El viernes por la tarde tuvo lugar el traslado del Cristo de la Humildad desde el Real Santuario de la Victoria a la Catedral, para lo cual la imagen fue llevada en el trono que utiliza María Santísima del Rocío en su procesión de Pentecostés. El Señor recuperó la estampa clásica de sus primeros años, al procesionar solo con su túnica burdeos sobre un monte de claveles rojos y con el acompañamiento de una banda de música, que corrió a cargo de la Unión Musical Maestro Eloy García; en dicho traslado, el cortejo recorrió el barrio de Lagunillas antes de adentrarse en el casco histórico y llegar al primer templo de la ciudad. En la mañana de ayer sábado, el obispo Jesús Catalá presidió la solemne misa estacional que se celebró en la Catedral con motivo del 325 aniversario fundacional de la hermandad, pues sus orígenes se remontan al año 1694, si bien la corporación actual es más reciente, ya que se reorganizó en 1978 tras la destrucción de las imágenes en los sucesos de 1931.
A las seis de la tarde dio comienzo la procesión triunfal con un cortejo encabezado por la cruz guía de la hermandad flanqueado por dos faroles, seguido por los guiones de varias cofradías victorianas y del Domingo de Ramos, dos hileras de hermanos portando cirios, el guión de la hermandad, la presidencia y los acólitos. El Santísimo Cristo de la Humildad procesionó en su trono con el grupo escultórico al completo y con dos importantes novedades: una de ellas fue que la imagen vistió una nueva clámide de terciopelo burdeos bordada en oro, mientras que la que más impacto causó fue la inclusión de una barandilla en la delantera del trono para recrear el balcón de Pilatos. En el apartado musical, la imagen, al igual que cada Domingo de Ramos, estuvo acompañada por la Banda de Cornetas y Tambores del Paso y la Esperanza, que volvió a dejar numerosas muestras de su gran calidad interpretativa.
El cortejo, que estuvo muy arropado por el público en todo momento, discurrió por un largo itinerario compuesto por calles propias de su recorrido de Semana Santa (Molina Lario, plaza del Obispo, plaza de la Constitución, Granada, Victoria, etc.), otras recuperadas de años anteriores (Nueva, Santa Lucía, Comedias, etc.) y otras inéditas, como por ejemplo Strachan y Liborio García en el centro de la ciudad o las estrechas Merced, Huerto del Conde y Coto de Doñana en su barrio de la Victoria. De esta forma, el Señor de la Humildad pudo pasar ante las tres sedes canónicas que ha tenido la hermandad, que son el tristemente desaparecido Convento de la Merced, la iglesia de Santiago y la actual sede del Real Santuario de la Victoria, templo en el que se encerró la procesión poco antes de las tres de la madrugada.

jueves, 26 de septiembre de 2019

Inteligencia matemática

El último de los seis libros que he leído este verano ha sido 'Inteligencia matemática', del matemático, profesor y divulgador Eduardo Sáenz de Cabezón.
En este libro, a lo largo de once capítulos agrupados en dos partes bien diferenciadas, el autor nos muestra en primer lugar en qué consiste la inteligencia matemática, para luego llevar de paseo al lector, casi siempre poco dado a disfrutar de los números y las ecuaciones, con ese matemático interior que todos tenemos. Lo hace a través de diversas reflexiones en las que, con una pizca de humor, nos habla de varios mitos infundados sobre las matemáticas (que si son solamente para listos, que si son aburridas, que si no sirven para nada...), de cómo se enseñan y se deberían enseñar en los colegios e institutos, de varios conceptos y curiosidades matemáticas (la conjetura de Collatz, el problema de Monty Hall, los tipos de infinito, la sucesión de Fibonacci...), o de su utilidad en los sitios más insospechados, como por ejemplo, para elegir qué propiedades comprar cuando jugamos al Monopoly. Además, al final de cada capítulo nos propone algún que otro ejercicio para que entrenemos a ese matemático que llevamos dentro y pongamos nuestro cerebro a trabajar, aunque por si acaso aporta algunas pistas y las soluciones de los mismos.
Pocas veces me ha pasado que, al saber de la existencia de un libro, haya querido hacerme con él sin siquiera leer la contraportada, y eso fue lo que me ocurrió cuando, en una de mis visitas a las librerías de mi ciudad, me topé con uno cuyo autor era Eduardo Sáenz de Cabezón. No tenía ni idea de que ese profesor youtuber que de cuando en cuando publica vídeos de matemáticas en su canal Derivando había publicado un libro que resulta estar a caballo entre el ensayo y la divulgación matemática, puesto que lo mismo te topas con una reflexión que con un juego con el que pretende despertar la curiosidad del lector por las matemáticas. Como toda obra de divulgación matemática que se precie, su objetivo es hacer ver que las matemáticas no son tan difíciles como aparentan, y, en este libro en particular, que es necesario ejercitar esa inteligencia matemática que todos tenemos, bien es cierto que más o menos desarrollada según cada persona, pero si lo está poco es seguramente porque no la sacamos a relucir o porque hemos sido educados en un sistema en el que se nos ha ocultado la cara lúdica de las matemáticas. He de confesar que el libro me ha sabido a poco por dos razones: la primera, que mucho de lo que me he encontrado en sus páginas ya me sonaba de haberlo visto en los vídeos, charlas y monólogos de Eduardo; y la segunda, que, después de haber devorado tantos libros de divulgación matemática, muchas de las cosas que cuenta ya las sabía, aunque sí que he aprendido algunas nuevas y he podido recordar otras que ya había olvidado. Sí que creo que al libro le sobran dos o tres fragmentos en los que el autor se adentra en conceptos demasiado complejos para el público al que está dirigido, pero en absoluto se trata de un impedimento para cualquiera que quiera pasar un buen rato con las matemáticas como yo he hecho y espero seguir haciendo con Eduardo, bien a través de su canal o bien con futuros títulos si se anima a seguir publicando.

Nota: este post forma parte del Carnaval de Matemáticas, que en esta octagésima cuarta edición, también denominada X.4, está organizado por Mayte Jiménez Romera a través de su blog Qué vamos a hacer hoy.

martes, 17 de septiembre de 2019

No es mío, pero es interesante (CXXIX)

Aquí llega una nueva entrega de 'No es mío, pero es interesante', una sección en la que os recomiendo las entradas de otros blogs y webs que más me han interesado en las últimas semanas. De nuevo, tenemos un blog que consigue colar más de un post, en concreto Microsiervos con seis aportaciones. Lo que tampoco cambia es la variedad de contenidos: matemáticas, ciencia, curiosidades, vídeos, etc.
Echémosle un vistazo a la lista de enlaces de esta entrega:
¿Os han gustado las recomendaciones de esta entrega? Espero que sí y que me lo hagáis saber a través de un comentario ;)

domingo, 8 de septiembre de 2019

Viaje a España 2017: día 7

Viernes, 11 de agosto de 2017

7:30
Nos levantamos bien temprano, como todos estos días, para seguir con la rutina habitual de ducharnos y preparar las maletas para coger el coche e ir a un nuevo destino, Burgos en este caso, pero hoy había algo diferente que hizo que esos minutos fuesen diferentes al de las otras mañanas. Abrir de par en par la ventana de la habitación y poder disfrutar de la panorámica que teníamos ante nosotros, con los majestuosos Picos de Europa sobre los tejados de Potes, no es algo que se pueda olvidar fácilmente ni que se pueda experimentar cada dos por tres, y es que al final parece que hasta nos vino bien el error de la hostería a la hora de gestionar la reserva. El desayuno lo hicimos en el restaurante de Casa Cayo, un hotel situado a pocos metros de nuestro alojamiento; en mi caso, me tomé unas tostadas con mantequilla, un croissant y un vaso de leche con Colacao, y mi madre otro croissant y un café, todo por 7'80 €. Volvimos a la habitación para recoger todo el equipaje, tras lo cual nos acercamos a la hostería en la que originalmente habíamos hecho la reserva para devolverles la llave y agradecerles el trato y la atención recibida.
Cruzamos el Puente Nuevo para llegar hasta el coche y ponernos en marcha pasadas ya las diez de la mañana. Para ir a Burgos, la opción más corta tanto en tiempo como en kilómetros era tomar una carretera nacional en dirección sur excesivamente sinuosa para mi gusto, por lo que preferí deshacer el camino que hicimos el día anterior, y así, de rebote, volvíamos a pasar por el desfiladero de La Hermida, que a saber cuándo volveré a verlo. Al llegar a Unquera, nos incorporamos a la A-8, y luego, a la altura de Torrelavega, a la A-67. Un par de horas más tarde, en Mataporquera, justamente donde limitan Cantabria y Castilla y León, repostamos 40 € de diésel, y así de paso aproveché para estirar las piernas; más adelante, en Aguilar de Campoo, nos desviamos por la N-627, una carretera bastante tranquila de tráfico en esas fechas que atraviesa numerosos pueblos hasta desembocar en Burgos.
A la una y media aparcamos en una de las calles aledañas al Hotel Alda Cardeña, de la misma cadena que el hotel donde nos alojamos en Palencia, aunque en éste teníamos el desayuno incluido, y todo por 60 € la noche; nos asignaron la habitación 401, un poco grande, pues tenía tres camas, y con plato de ducha en el baño, mucho mejor que bañera. Habíamos quedado para comer con el primo Julio, que había venido de Palencia para echar un rato con nosotros, y eso que ya fuimos a visitarle al comienzo del viaje, así que fue dejar las maletas en la habitación y salir a la calle para ir en su busca. Por el camino, pasamos por el Convento de Santa Clara, el Museo de la Evolución Humana y el edificio de Correos, hasta llegar al Puente de San Pablo, que atraviesa el río Arlanzón y que destaca por las estatuas de piedra de ocho personajes relacionados con el Cid.
A continuación, desembocamos en una plaza presidida por la imponente estatua del Cid Campeador a lomos de su caballo Babieca y rodeada por edificios tan notables como el Teatro Principal o el Palacio de la Diputación Provincial. Tras desembocar en la Plaza Mayor, de forma irregular en vez de cuadrangular como suele ser habitual, nos adentramos en una de las calles que parten de ella, la de San Lorenzo, puesto que el primo Julio nos estaba esperando en la barra de La Amarilla. Mientras nos tomamos un refresco, le contamos los sitios en los que habíamos estado en Cantabria desde que nos vimos en Palencia tres días antes, tras lo cual dimos una vuelta por la zona para hacer tiempo hasta las tres, puesto que había reservado una mesa para comer a dicha hora.

15:00
Comimos en Casa Pancho, uno de los restaurantes más conocidos y populares de Burgos. Pedimos una ración de calamares fritos para compartir, y luego Julio se pidió un plato de gambas, mi madre se decantó por una carrillera, y yo por una presa ibérica; junto con las bebidas, el pan y el café que se tomó Julio, en total fueron 63'45 €. De allí nos fuimos a la Plaza Mayor, a cuyo aparcamiento bajó un momento Julio para coger las dos sartas de chorizo que me había comprado, ya que sabe que me encanta este embutido. Vimos la estatua dedicada a Carlos III y la Casa Consistorial, en cuyos soportales aparecen unas marcas pintadas en rojo que indican, junto con la fecha correspondiente, a qué altura llegó el agua en dos riadas que inundaron la ciudad en 1874 y 1930, tras lo cual entramos en la confitería Alonso de Linaje, ya que Julio quería llevarse unos dulces para Palencia.
Al salir de la Plaza Mayor, llegamos al Paseo del Espolón, justamente donde se encuentran las estatuas de los Cuatro Reyes, y allí precisamente nos despedimos del primo Julio, a quien agradecimos que se hubiese molestado en venir desde Palencia para echar un rato con nosotros. A continuación, nos acercamos al Arco de Santa María, situado junto al puente homónimo y que destaca por su apariencia de castillo y su gran fachada a modo de retablo, en el cual están las estatuas de seis personajes históricos de la ciudad, del ángel custodio de Burgos y de la Virgen Santa María. Atravesamos el arco y llegamos a la plaza del Rey San Fernando, quedando ante nosotros la majestuosa Catedral de Santa María, para muchos la catedral gótica más importante de España. Solamente viéndola por fuera ya me atrevía a otorgarle ese reconocimiento, y es que ya he dicho por aquí más de una vez que el gótico me pierde, pero todavía quedaba visitar su interior.
Compramos la pulsera turística que, por 8 €, incluía la visita de la catedral con audioguía y la de tres importantes iglesias de la ciudad (San Nicolás, San Esteban y San Gil). Accedimos a la catedral por la fachada y Puerta del Sarmental, y ya dentro no podíamos hacer otra cosa que maravillarnos con la grandiosidad que nos rodeaba. Si tuviese que explicar todo el tesoro artístico que guarda en su interior la Catedral de Burgos, tendría que dedicarle varias entradas, pero no va a ser el caso, así que seré lo más breve posible. Empezaré mencionando el rosetón de la nave mayor, cerca del cual se hallan el Papamoscas y el Martinillo, dos autómatas que se encargan de tocar unas campanas para dar las horas en punto y los cuartos de hora, respectivamente. Mención aparte merecen las numerosas capillas que componen el templo, todas ellas con retablos, sepulcros, esculturas y bóvedas de gran belleza.
En el transepto nos llamó la atención la Escalera Dorada, más propia de un palacio que de un templo religioso, mientras que en el crucero tuvimos que levantar la cabeza para ver la bóveda estrellada sobre la que descansa el cimborrio de la catedral, y luego bajarla, pues allí se encuentra la tumba del Cid Campeador y doña Jimena. De la Capilla Mayor destaca el retablo mayor por su verticalidad y por la gran cantidad de altorrelieves y esculturas de santos que contiene, mientras que en el lado opuesto, tras una reja, se encuentra la sillería del coro, sobre la cual se levantan dos órganos. A continuación, recorrimos la girola, donde pudimos contemplar los bellísimos relieves de piedra del trasaltar que representan escenas de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
De allí, pasamos a las capillas claustrales y el Museo Catedralicio, donde pudimos ver, además de otros retablos y esculturas, el cofre del Cid y el archivo y tesoro catedralicios. Después accedimos al claustro, desde donde es posible divisar el cimborrio y varios pináculos y chapiteles, y que está rodeado por estancias en las que se exponen restos y maquetas tanto de la desaparecida catedral románica como de la gótica actual. A las seis y media abandonamos definitivamente el templo, aunque, antes de seguir visitando la ciudad, nos acercamos a la fachada de Santa María, fácilmente reconocible con sus dos torres de aguja y el rosetón que habíamos visto en el interior de la catedral.
Subiendo una larga escalinata, llegamos a la iglesia de San Nicolás de Bari, una de las que estaban incluidas en la pulsera turística, por lo que aprovechamos para visitarla; de su interior me dejó realmente impactado el retablo mayor por sus tonos blanquecinos y por la gran cantidad de mínimos detalles con la que está tallado. Al salir de allí, bordeamos la catedral por la calle Fernán González, por lo que pudimos ver el ábside en su parte exterior y la fachada y Puerta de la Coronería; seguidamente, deshicimos unos cuantos pasos para rodear el Palacio de Castilfalé, actual sede del Archivo Municipal de Burgos, para llegar hasta la iglesia de San Esteban, otra de las incluidas en la pulsera, y que alberga el Museo del Retablo. Este templo gótico ya no recibe culto, sino que está destinado a conservar casi una veintena de retablos de diversos estilos procedentes de varias iglesias abandonadas de la provincia, así como una colección de orfebrería ubicada en el coro alto y algunos sepulcros repartidos por toda la iglesia.

19:10
El siguiente destino de nuestra ruta era el Mirador del Castillo, llamado así porque se halla a pocos metros del Castillo de Burgos. Para llegar hasta allí, había que ascender por una empinada cuesta que mi madre no estaba dispuesta a subir, ya que estaba cansada, por lo que fui yo solo mientras ella se quedaba esperando junto a la iglesia; de esta forma, la visita al castillo quedaba descartada, pero el pasar solamente unos minutos en el mirador ya merecía la pena esa pequeña ascensión. Desde allí tenía una vista privilegiada de buena parte de la ciudad, pero sobre todo de la Catedral de Burgos, que sobresalía majestuosa por entre los edificios con sus dos grandes torres y su cimborrio. Ni por asomo me fui de allí sin tomar varias instantáneas de esa postal que tenía ante mis ojos, y también le pedí a un grupo de turistas que me fotografiase con la catedral al fondo.
Tras regresar con mi madre, dimos un paseo en dirección oeste y pasamos por delante del Arco de Fernán González, del Mausoleo del Empecinado y del Solar del Cid; a continuación, al llegar al Arco de San Martín, bajamos por la calle Santa Águeda hacia el Palacio Arzobispal y el Monasterio de la Visitación para luego adentrarnos en el Paseo de la Isla, un frondoso parque situado a orillas del río Arlanzón. Seguimos nuestro camino por el Paseo de la Audiencia, en el cual se encuentra el Palacio de Justicia y en cuya mediación está el Puente de Bessón. Al final llegamos al Arco de Santa María, que ya habíamos visto ya por fuera después de comer, pero ahora entramos para visitar las salas de exposiciones con las que cuenta en su interior; entre ellas, destaca la Sala de Poridad por su impresionante artesonado mudéjar y porque cuenta con una réplica de la Tizona, la espada del Cid Campeador, además que desde allí se podía acceder a una de las torres de la fachada principal, con vistas al Puente de Santa María.
A continuación, empezando por la catedral, callejeamos tranquilamente por el centro de Burgos, en concreto por las calles Paloma y Laín Calvo, hasta llegar al Palacio de Capitanía General; después, continuamos por la calle San Juan, que desemboca al cruzarse con el río Vena, un afluente del Arlanzón. Justo enfrente teníamos el Monasterio de San Juan, y a nuestra izquierda, la iglesia de San Lesmes Abad, en la cual entramos; de estilo gótico, al igual que muchas otras de la ciudad, de su interior, que estaba poco iluminado, cabría resaltar el sepulcro realizado en alabastro de San Lesmes, que es el patrón de Burgos. Al salir del templo, nos acercamos a ver la estatua de los Gigantillos, y luego recorrimos la calle de la Puebla, al final de la cual se encuentra el Palacio de los Condestables de Castilla, conocido como la Casa del Cordón porque en su fachada hay un gran cordón esculpido en piedra que rodea una de las puertas.
Ya pasaban unos minutos de las nueve de la noche, así que nos fuimos a la calle San Lorenzo a tapear en un par de sitios. Primero estuvimos en Los Herreros, donde tanto mi madre como yo nos pedimos un cojonudo (una rebanada de pan con una rodaja de chorizo, un huevo frito de codorniz y pimiento picante), mi madre con una Coca-Cola Zero y yo con agua; en total, 5'20 €. Después, cruzamos apenas un par de metros para entrar en Casa Pancho, donde habíamos almorzado con el primo Julio, pero esta vez sería para tomarnos unas tapas; para beber, los dos nos tomamos una Coca-Cola Zero, y para comer nos decantamos por dos cojonudos, una cojonuda (con morcilla en lugar de chorizo), una croqueta y dos huevos rellenos, todo por 12'10 €, muy pero que muy bien, y muy bueno.
Cuando salimos de allí eran casi las diez de la noche; a esa hora, me imaginaba que la catedral ya estaría iluminada, pero nos asomamos a la Plaza Mayor, desde donde se divisan sus dos torres, y vimos que no lo estaba, cosa que me extrañó bastante, por lo que me quedé con las ganas de hacerle unas cuantas fotos así. Nos fuimos directamente al hotel, y a paso ligero, puesto que, a pesar de que estábamos en pleno mes de agosto, hacía bastante frío y no llevábamos nada de abrigo. Ya en la habitación, estuvimos un rato viendo la tele al tiempo que dejábamos preparadas las maletas para el día siguiente, ya que de nuevo nos tocaba coger el coche para ir a un nuevo destino. Poco antes de las doce de la madrugada, nos acostamos no sin antes poner el despertador a las ocho de la mañana.