Miércoles, 18 de febrero de 2009
10:30
El despertador suena y sólo me entran ganas de apagarlo y seguir en la cama, pero no he venido a Italia a dormir, así que no tardé mucho en levantarme. A pesar de todo, estaba muy cansado por todo el tute que nos dimos el día anterior, y prueba de ello es que los pies todavía me dolían un poco y que los ojos los tenía casi cerrados, pero no sé qué es lo que tienen las duchas que te dejan nuevo. Ya más despierto que hace un rato, me puse a desayunar con David, que se levantó a la par mía. Mientras nos preparábamos para ir a San Siro, se despertó Leti, que, por lo que se veía, estaba más cansada que nosotros. Sin olvidarme de mi cámara, compañera inseparable de este viaje, David y yo salimos a la calle y cogimos el 61.
Por cierto, que esa noche ya dormí algo más fresquito, casi destapado y en manga corta, porque, como os comenté en la entrada correspondiente al lunes, en el piso hacía bastante calor.
11:45
Nos bajamos en San Babila y, allí mismo, cogimos el metro que nos llevaría hasta la parada de Lotto Fiera, la más cercana al campo de fútbol. Tras andar unos veinte minutos por una larga avenida, llegamos a San Siro. Yo ya había visto el estadio en muchas fotos, pero, aún así, no dejó de sorprenderme la forma y la silueta tan particular que lo caracteriza.
Era una pena no haber podido ir el domingo al encuentro Inter-Milán, el derby de la ciudad, y es que las entradas se agotaron en cuanto las pusieron a la venta. Me hubiera encantado presenciar un partido de fútbol fuera de España y de este nivel, con dos de los mejores equipos de Italia disputándose el título liguero; además, en las filas del Milán estaba Kaká, para mí, el mejor jugador del mundo, pero se encontraba lesionado y no pudo jugar, así que no me importó demasiado perderme el partido.
Le dimos la vuelta al estadio hasta llegar a la puerta de entrada, la número 14. Allí se encontraban dos guardas que nos dijeron (en italiano, y, más o menos, lo entendí) que hasta las dos de la tarde no podríamos visitar San Siro, ya que el Inter de Milán estaba entrenando a puerta cerrada, por lo que no podía pasar nadie. Esto conllevaba que llegaríamos al piso bastante tarde para comer, sobre las cuatro o así; tras pensar unos minutos, decidimos esperar la hora larga que quedaba.
La zona en la que se ubica el campo de fútbol está bastante alejada del centro de la ciudad, por lo que poco o nada había para matar el tiempo. Lo único destacable de los alrededores era un hipódromo que se encuentra a apenas dos minutos del estadio; en la entrada, se encontraba una gran estatua de bronce de un caballo, a la que hice la foto que acompaña a estas líneas. El resto del tiempo estuvimos sentados en unas sillas de plástico que había sueltas junto a un quiosco o bar que, supongo, sólo abrirá cuando hay partido, porque por allí prácticamente no pasaba nadie. Mientras rememorábamos algunas de las anécdotas del día anterior, en el que estuvimos en Roma, y los lugares que visitamos, me llamó mi padre al móvil, y le dije que estaba un poco cansado del viaje y que todavía quedaba un rato para poder ver San Siro.
14:00
Pasó la hora larga que nos quedaba por delante y nos volvimos a dirigir a la puerta 14, donde ya había unas cuantas personas esperando. Nada más entrar en el museo, compramos nuestra entrada (12'5 euros), que nos permitiría visitar el estadio y el propio museo. Al momento, llegó una chica, que nos guiaría a nosotros y al resto de personas que también estaba allí durante toda la visita; tras presentarse y preguntarnos por el idioma que preferíamos que hablase (inglés o italiano, aunque no me acuerdo cuál eligió el grupo de gente que éramos), iniciamos la visita.
Pasamos por los pasillos interiores hasta llegar a uno de los fondos a pie de césped. La guía nos comentó que el estadio tiene dos nombres: Giuseppe Meazza, ex-jugador de los dos equipos de la ciudad, y por el que suelen referirse los aficionados del Inter; y San Siro, el nombre primitivo y el usado normalmente por los tifosi del Milán. También nos detalló que el césped, debido a las frías temperaturas de la ciudad, suele quemarse, por lo que, cada año, lo cambian hasta en tres ocasiones; este dato me sorprendió bastante, ya que no tenía ni idea de eso. A continuación, accedimos a la tribuna principal del estadio, y allí la guía explicó que, en el fondo donde las sillas son azules, se sientan los aficionados del Milán, mientras que en el otro, de color verde, son los asientos de los ultras del Inter, cosa que tampoco sabía. Hicimos unas cuantas fotos casi a pie de campo, en el palco, de todo el graderío...
Tras estar paseando unos minutos por la grada, la chica nos llevó al interior del estadio, concretamente a la zona mixta, donde los jugadores son entrevistados después de cada encuentro. La visita incluía la visita a los vestuarios del Milán y del Inter, pero, como estos últimos acababan de usar el suyo tras el entrenamiento, sólo fuimos al de la escuadra rossonera. Entre otros detalles, la guía nos señaló el lugar donde se sientan los jugadores brasileños del equipo, entre ellos, Kaká, así que no dudé en hacerme una foto en su sitio; además, en la pizarra del vestuario, todavía podían verse algunas de las indicaciones del entrenador del último partido que se disputó en San Siro, el Inter-Milán que antes comenté y al que no pude acudir. A continuación, salimos de nuevo a la grada principal y, tras unos minutos en los que pudimos contemplar otra vez el estadio (no sé por qué, pero por la tele siempre parecen más grandes), volvimos a la bocana por la que entramos para ir al museo.
En la puerta del museo, se informaba a los visitantes de que estaba prohibido grabar y hacer fotos, pero yo no suelo hacer caso de esas normas, así que me coloqué mi cámara réflex encima de su maletilla disimulando lo máximo posible. Le hice una foto a una camiseta del Milán que había enmarcada, pero la chica que antes nos guió por el estadio me llamó la atención y me pidió que apagase la cámara. Yo no le hice ni caso, y, cuando pasaron unos minutos y ya no estaba mirando, me atreví con otra foto; no sé cómo, la chica se dio cuenta y se puso seria, y me obligó a guardarla. En el museo, pudimos ver una gran colección de objetos relacionados con el Milán y el Inter: trofeos, camisetas y botas de algunos de los mejores futbolistas de ambos equipos, banderas, balones, fotografías, recortes de periódicos... Además, de vez en cuando, nos topábamos con estatuas a tamaño real de jugadores míticos del Milán y del Inter, como Baresi, Maldini, Van Basten, Suárez, Meazza, Matthäus, Rummenigge o Gullit. Por último, casi al final de la visita, entramos en una pequeña sala donde se proyectaban imágenes de ambos equipos, de la evolución del estadio desde que se empezó a construir hasta ahora, etc.
Al salir del museo, nos dirigimos a la tienda oficial que se encuentra en el mismo estadio, donde se puede comprar cualquier vestimenta o producto de los dos conjuntos: camisetas, pantalones, chándals, balones, bufandas, banderas, gorras, pósters, calendarios, etc. Yo estaba buscando un polo de la colección que tenía Kaká cuando, por entonces, jugaba en el Milán, pero allí no lo veía por ningún sitio; David me comentó que, en el centro de la ciudad, había otra tienda donde quizás podría encontrar lo que buscaba, así que dejé pendiente para comprarlo otro día. Realmente, a mí me gustaría haber comprado la camiseta del Milán con el nombre de Kaká y su dorsal impreso, pero me parecía excesivo pagar más de 80 euros por ella; me conformé con hacerme una foto con dicha camiseta y al resto de productos relacionados con el fantástico jugador brasileño.
15:15
Tras abandonar San Siro, hicimos el mismo camino que seguimos al mediodía para ir al estadio, pero a la inversa, es decir, nos fuimos andando hasta la parada de metro de Lotto Fiera para llegar hasta San Babila, donde cogimos el 61, que nos llevaría hasta el piso. Cuando llegamos, Leti ya tenía la comida medio preparada; las albóndigas con patatas duraron poco en el plato, sobre todo teniendo en cuenta que, en todo el día, apenas habíamos desayunado y que, el día anterior en Roma, nuestro menú fueron esos 'deliciosos' bocadillos-chicle de jamón y queso.
Después de almorzar, estuve un rato viendo la tele, en italiano por supuesto. Leti y David ya me habían advertido de que la televisión en Italia dejaba mucho que desear, y no les faltaba razón, ya que no había ningún programa interesante con el que matar el tiempo, así que me puse la MTV, que, al menos, ponía canciones que me sonaban.
Pasado un rato, cogí el portátil de Leti para planificar el día que pasaríamos en Turín, concretamente el viernes. Con la ayuda de la Wikipedia, me hice un listado con los monumentos más importantes de dicha ciudad, en gran parte palacios, la Catedral y la Mole Antonelliana; los busqué en Google Maps para ubicarlos y trazar una ruta entre ellos, y, curiosamente, la mayoría se encontraban en la misma zona, lo cual me facilitó la tarea. También investigué un poco sobre Bérgamo, el pueblo cercano a Milán adonde iríamos al día siguiente, aunque Leti y David ya lo habían visitado antes, por lo que ellos ya sabían qué ver allí.
20:00
Los miércoles, los estudiantes Erasmus de Milán tienen la posibilidad de cenar gratis en un local llamado 'Old Fashion', así que nos arreglamos (Leti, David, las dos compañeras de piso y yo) y bajamos a la calle para coger el 61. Este autobús era la gloria: siempre había uno esperando en la puerta y su ruta te llevaba a los puntos más importantes de la ciudad.
Sobre las nueve de la noche, llegamos al citado local, donde te exigen demostrar que eres estudiante Erasmus para poder pasar y comer gratis. Como yo no lo era, Leti se preocupó unos días antes de pedirle a una amiga suya que también es Erasmus su carné para utilizarlo yo, es decir, durante unos minutos me hice pasar por una chica que ni siquiera conocía; menos mal que al revisor bastaba con enseñarle el carné de pasada, sin que lo tuviera que examinar detenidamente, porque, si descubriera nuestra treta, tendría que pagar 10 euros.
Allí ya estaban varios amigos de David y Leti, casualmente todos vascos; a dos de ellos, Andoni e Iñaki, ya los conocía del domingo anterior, ya que nos los encontramos paseando por el centro, como comenté en la entrada correspondiente. La entrada gratuita sólo incluía la comida, la bebida había que pagarla, pero costaba 5 euros cada una, así que me dediqué solamente a comer. En el buffet, había una sección con platos típicos italianos y otra de especialidades indias, ya que ese día tocaba probar platos de ese país; yo no arriesgué y me serví un poco de pasta, arroz y unas croquetas.
Después de cenar, salimos del local y nos fuimos en dirección al Duomo. El 'Old Fashion' se encontraba a espaldas del Castello Sforzesco, el cual rodeamos; a continuación, seguimos por la Vía Dante y la Vía Orefici, hasta desembocar en la Piazza del Duomo. Una vez allí, entramos en un McDonalds para tomarnos algo y charlar tranquilamente; ya sé que suena raro, pero es que ese McDonalds parecía más bien una cafetería con un toque moderno que una hamburguesería, no era como los de aquí de España (o, al menos, los que yo he visto).
Cuando terminamos, David, Leti y yo nos despedimos de los demás, no sin antes quedar con Andoni e Iñaki para vernos el viernes por la mañana en la Stazione Centrale y coger un tren para Turín. Los tres estuvimos un rato en la Piazza del Duomo, donde nos hicimos algunas fotos con la cámara de David; él aprovechó también para tomar varias instantáneas de Scarlett Johansson, que aparecía en varias imágenes de los escaparates de Dolce&Gabbana promocionando uno de sus últimos productos en unas poses más que sugerentes. Después, tiramos por el Corso Vittorio Emanuele II hasta llegar a Piazza San Babila, donde, como ya podéis suponer, esperamos a que llegase el 61 para volver al piso.
Antes de acostarnos, hablamos un poco sobre el plan para el día siguiente, que se resumía en ir Leti y yo a la Pinacoteca de Brera y después quedar con David en Lambrate para coger un tren hasta Bérgamo.
Por cierto, que esa noche ya dormí algo más fresquito, casi destapado y en manga corta, porque, como os comenté en la entrada correspondiente al lunes, en el piso hacía bastante calor.
11:45
Nos bajamos en San Babila y, allí mismo, cogimos el metro que nos llevaría hasta la parada de Lotto Fiera, la más cercana al campo de fútbol. Tras andar unos veinte minutos por una larga avenida, llegamos a San Siro. Yo ya había visto el estadio en muchas fotos, pero, aún así, no dejó de sorprenderme la forma y la silueta tan particular que lo caracteriza.
Era una pena no haber podido ir el domingo al encuentro Inter-Milán, el derby de la ciudad, y es que las entradas se agotaron en cuanto las pusieron a la venta. Me hubiera encantado presenciar un partido de fútbol fuera de España y de este nivel, con dos de los mejores equipos de Italia disputándose el título liguero; además, en las filas del Milán estaba Kaká, para mí, el mejor jugador del mundo, pero se encontraba lesionado y no pudo jugar, así que no me importó demasiado perderme el partido.
Le dimos la vuelta al estadio hasta llegar a la puerta de entrada, la número 14. Allí se encontraban dos guardas que nos dijeron (en italiano, y, más o menos, lo entendí) que hasta las dos de la tarde no podríamos visitar San Siro, ya que el Inter de Milán estaba entrenando a puerta cerrada, por lo que no podía pasar nadie. Esto conllevaba que llegaríamos al piso bastante tarde para comer, sobre las cuatro o así; tras pensar unos minutos, decidimos esperar la hora larga que quedaba.
La zona en la que se ubica el campo de fútbol está bastante alejada del centro de la ciudad, por lo que poco o nada había para matar el tiempo. Lo único destacable de los alrededores era un hipódromo que se encuentra a apenas dos minutos del estadio; en la entrada, se encontraba una gran estatua de bronce de un caballo, a la que hice la foto que acompaña a estas líneas. El resto del tiempo estuvimos sentados en unas sillas de plástico que había sueltas junto a un quiosco o bar que, supongo, sólo abrirá cuando hay partido, porque por allí prácticamente no pasaba nadie. Mientras rememorábamos algunas de las anécdotas del día anterior, en el que estuvimos en Roma, y los lugares que visitamos, me llamó mi padre al móvil, y le dije que estaba un poco cansado del viaje y que todavía quedaba un rato para poder ver San Siro.
14:00
Pasó la hora larga que nos quedaba por delante y nos volvimos a dirigir a la puerta 14, donde ya había unas cuantas personas esperando. Nada más entrar en el museo, compramos nuestra entrada (12'5 euros), que nos permitiría visitar el estadio y el propio museo. Al momento, llegó una chica, que nos guiaría a nosotros y al resto de personas que también estaba allí durante toda la visita; tras presentarse y preguntarnos por el idioma que preferíamos que hablase (inglés o italiano, aunque no me acuerdo cuál eligió el grupo de gente que éramos), iniciamos la visita.
Pasamos por los pasillos interiores hasta llegar a uno de los fondos a pie de césped. La guía nos comentó que el estadio tiene dos nombres: Giuseppe Meazza, ex-jugador de los dos equipos de la ciudad, y por el que suelen referirse los aficionados del Inter; y San Siro, el nombre primitivo y el usado normalmente por los tifosi del Milán. También nos detalló que el césped, debido a las frías temperaturas de la ciudad, suele quemarse, por lo que, cada año, lo cambian hasta en tres ocasiones; este dato me sorprendió bastante, ya que no tenía ni idea de eso. A continuación, accedimos a la tribuna principal del estadio, y allí la guía explicó que, en el fondo donde las sillas son azules, se sientan los aficionados del Milán, mientras que en el otro, de color verde, son los asientos de los ultras del Inter, cosa que tampoco sabía. Hicimos unas cuantas fotos casi a pie de campo, en el palco, de todo el graderío...
Tras estar paseando unos minutos por la grada, la chica nos llevó al interior del estadio, concretamente a la zona mixta, donde los jugadores son entrevistados después de cada encuentro. La visita incluía la visita a los vestuarios del Milán y del Inter, pero, como estos últimos acababan de usar el suyo tras el entrenamiento, sólo fuimos al de la escuadra rossonera. Entre otros detalles, la guía nos señaló el lugar donde se sientan los jugadores brasileños del equipo, entre ellos, Kaká, así que no dudé en hacerme una foto en su sitio; además, en la pizarra del vestuario, todavía podían verse algunas de las indicaciones del entrenador del último partido que se disputó en San Siro, el Inter-Milán que antes comenté y al que no pude acudir. A continuación, salimos de nuevo a la grada principal y, tras unos minutos en los que pudimos contemplar otra vez el estadio (no sé por qué, pero por la tele siempre parecen más grandes), volvimos a la bocana por la que entramos para ir al museo.
En la puerta del museo, se informaba a los visitantes de que estaba prohibido grabar y hacer fotos, pero yo no suelo hacer caso de esas normas, así que me coloqué mi cámara réflex encima de su maletilla disimulando lo máximo posible. Le hice una foto a una camiseta del Milán que había enmarcada, pero la chica que antes nos guió por el estadio me llamó la atención y me pidió que apagase la cámara. Yo no le hice ni caso, y, cuando pasaron unos minutos y ya no estaba mirando, me atreví con otra foto; no sé cómo, la chica se dio cuenta y se puso seria, y me obligó a guardarla. En el museo, pudimos ver una gran colección de objetos relacionados con el Milán y el Inter: trofeos, camisetas y botas de algunos de los mejores futbolistas de ambos equipos, banderas, balones, fotografías, recortes de periódicos... Además, de vez en cuando, nos topábamos con estatuas a tamaño real de jugadores míticos del Milán y del Inter, como Baresi, Maldini, Van Basten, Suárez, Meazza, Matthäus, Rummenigge o Gullit. Por último, casi al final de la visita, entramos en una pequeña sala donde se proyectaban imágenes de ambos equipos, de la evolución del estadio desde que se empezó a construir hasta ahora, etc.
Al salir del museo, nos dirigimos a la tienda oficial que se encuentra en el mismo estadio, donde se puede comprar cualquier vestimenta o producto de los dos conjuntos: camisetas, pantalones, chándals, balones, bufandas, banderas, gorras, pósters, calendarios, etc. Yo estaba buscando un polo de la colección que tenía Kaká cuando, por entonces, jugaba en el Milán, pero allí no lo veía por ningún sitio; David me comentó que, en el centro de la ciudad, había otra tienda donde quizás podría encontrar lo que buscaba, así que dejé pendiente para comprarlo otro día. Realmente, a mí me gustaría haber comprado la camiseta del Milán con el nombre de Kaká y su dorsal impreso, pero me parecía excesivo pagar más de 80 euros por ella; me conformé con hacerme una foto con dicha camiseta y al resto de productos relacionados con el fantástico jugador brasileño.
15:15
Tras abandonar San Siro, hicimos el mismo camino que seguimos al mediodía para ir al estadio, pero a la inversa, es decir, nos fuimos andando hasta la parada de metro de Lotto Fiera para llegar hasta San Babila, donde cogimos el 61, que nos llevaría hasta el piso. Cuando llegamos, Leti ya tenía la comida medio preparada; las albóndigas con patatas duraron poco en el plato, sobre todo teniendo en cuenta que, en todo el día, apenas habíamos desayunado y que, el día anterior en Roma, nuestro menú fueron esos 'deliciosos' bocadillos-chicle de jamón y queso.
Después de almorzar, estuve un rato viendo la tele, en italiano por supuesto. Leti y David ya me habían advertido de que la televisión en Italia dejaba mucho que desear, y no les faltaba razón, ya que no había ningún programa interesante con el que matar el tiempo, así que me puse la MTV, que, al menos, ponía canciones que me sonaban.
Pasado un rato, cogí el portátil de Leti para planificar el día que pasaríamos en Turín, concretamente el viernes. Con la ayuda de la Wikipedia, me hice un listado con los monumentos más importantes de dicha ciudad, en gran parte palacios, la Catedral y la Mole Antonelliana; los busqué en Google Maps para ubicarlos y trazar una ruta entre ellos, y, curiosamente, la mayoría se encontraban en la misma zona, lo cual me facilitó la tarea. También investigué un poco sobre Bérgamo, el pueblo cercano a Milán adonde iríamos al día siguiente, aunque Leti y David ya lo habían visitado antes, por lo que ellos ya sabían qué ver allí.
20:00
Los miércoles, los estudiantes Erasmus de Milán tienen la posibilidad de cenar gratis en un local llamado 'Old Fashion', así que nos arreglamos (Leti, David, las dos compañeras de piso y yo) y bajamos a la calle para coger el 61. Este autobús era la gloria: siempre había uno esperando en la puerta y su ruta te llevaba a los puntos más importantes de la ciudad.
Sobre las nueve de la noche, llegamos al citado local, donde te exigen demostrar que eres estudiante Erasmus para poder pasar y comer gratis. Como yo no lo era, Leti se preocupó unos días antes de pedirle a una amiga suya que también es Erasmus su carné para utilizarlo yo, es decir, durante unos minutos me hice pasar por una chica que ni siquiera conocía; menos mal que al revisor bastaba con enseñarle el carné de pasada, sin que lo tuviera que examinar detenidamente, porque, si descubriera nuestra treta, tendría que pagar 10 euros.
Allí ya estaban varios amigos de David y Leti, casualmente todos vascos; a dos de ellos, Andoni e Iñaki, ya los conocía del domingo anterior, ya que nos los encontramos paseando por el centro, como comenté en la entrada correspondiente. La entrada gratuita sólo incluía la comida, la bebida había que pagarla, pero costaba 5 euros cada una, así que me dediqué solamente a comer. En el buffet, había una sección con platos típicos italianos y otra de especialidades indias, ya que ese día tocaba probar platos de ese país; yo no arriesgué y me serví un poco de pasta, arroz y unas croquetas.
Después de cenar, salimos del local y nos fuimos en dirección al Duomo. El 'Old Fashion' se encontraba a espaldas del Castello Sforzesco, el cual rodeamos; a continuación, seguimos por la Vía Dante y la Vía Orefici, hasta desembocar en la Piazza del Duomo. Una vez allí, entramos en un McDonalds para tomarnos algo y charlar tranquilamente; ya sé que suena raro, pero es que ese McDonalds parecía más bien una cafetería con un toque moderno que una hamburguesería, no era como los de aquí de España (o, al menos, los que yo he visto).
Cuando terminamos, David, Leti y yo nos despedimos de los demás, no sin antes quedar con Andoni e Iñaki para vernos el viernes por la mañana en la Stazione Centrale y coger un tren para Turín. Los tres estuvimos un rato en la Piazza del Duomo, donde nos hicimos algunas fotos con la cámara de David; él aprovechó también para tomar varias instantáneas de Scarlett Johansson, que aparecía en varias imágenes de los escaparates de Dolce&Gabbana promocionando uno de sus últimos productos en unas poses más que sugerentes. Después, tiramos por el Corso Vittorio Emanuele II hasta llegar a Piazza San Babila, donde, como ya podéis suponer, esperamos a que llegase el 61 para volver al piso.
Antes de acostarnos, hablamos un poco sobre el plan para el día siguiente, que se resumía en ir Leti y yo a la Pinacoteca de Brera y después quedar con David en Lambrate para coger un tren hasta Bérgamo.
3 comentarios:
kiyoooooo que eres el becarioo!!!!! a ver si me exas una manooooo :D :D
¿Quién eres? :O
Te digo lo que les digo a todos que hacen lo que tú: ¡¡¡no seáis Anónimo!!!
Rafaaaaaaaaaa, que me gusta recordar Italiaaaa y los viajes que he hecho!!! Este día estuve mas ausente, pero bueno, el fútbol y yo no somos superamigos jejeje!!!Has visto un pedazo de estadioo así que, moló el breve día jejeje!! Mi cansancio ese día era muy notorio. voy a leer el otro jijiji
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