jueves, 27 de agosto de 2020

Deja en paz al diablo

El pasado fin de semana terminé de leer mi cuarto libro de este verano, en concreto 'Deja en paz al diablo', del novelista estadounidense John Verdon.
El detective retirado David Gurney recibe la llamada de su amiga periodista Connie Clarke, cuya hija Kim, que está llevando a cabo un trabajo sobre los familiares de las víctimas de los homicidios cometidos por el Buen Pastor diez años atrás, quiere contar con su colaboración para guiarla en sus investigaciones. David no solo acepta la propuesta, sino que además se involucra del todo en el caso, pues, entre otras cosas, descubre que Kim está sufriendo acoso por parte de su exnovio, que el asesino nunca fue identificado y que en todos los crímenes se repitió el mismo patrón: un disparo certero en la cabeza de las víctimas mientras conducían un Mercedes de color negro. La situación se complica cuando el trabajo de Kim se convierte en un documental televisivo con un enfoque excesivamente sensacionalista, tras lo cual se reanudan los asesinatos del Buen Pastor, además de que su seguridad y la de su familia parece amenazada.
Descubrí hace varios años a John Verdon a través de su primera novela, 'Sé lo que estás pensando', que para mí fue todo un descubrimiento, y luego seguí con el segundo libro de la saga protagonizada por el detective Gurney, 'No abras los ojos', que no me dejó tan buen regusto. Con este tercer título me ha pasado algo parecido, me ha dejado literalmente a medias, pues la primera mitad del libro me ha resultado aburrida y un tanto pesada, con ciertos pasajes que no aportan absolutamente nada, mientras que la segunda me ha enganchado lo suficiente como para al menos darle un aprobado, y eso que el final lo he visto demasiado improvisado, soso y pobre, pues me esperaba otro desenlace. Tal y como suele ocurrir en las novelas policíacas modernas, en la trama van apareciendo numerosas pistas falsas para engañar al lector, pero es aquí donde veo uno de los puntos débiles de este tercer volumen de la saga del detective David Gurney, y es que hay varios hechos relacionados con la investigación de los asesinatos que no terminan de ser explicados, se dejan varios cabos sueltos que dan la sensación de que o la historia está incompleta o, definitivamente, hay partes que sobran porque carecen de sentido. Lo que más me ha gustado del libro ha sido sin duda alguna la manera en la que se ataca y se critica a los medios sensacionalistas, a los reality shows, a los programas basura que únicamente buscan atraer audiencia de cualquier manera. No descarto seguir leyendo las siguientes novelas de John Verdon (esta saga cuenta por ahora con tres títulos más), aunque seguramente lo aparque por un tiempo para darle más prioridad a otros autores y personajes detectivescos que me gustan más y a otros nuevos a los que tendré que darles una oportunidad para conocerlos y saber si mejoran lo presente.

viernes, 21 de agosto de 2020

Viaje a España 2018: día 6

Domingo, 15 de julio de 2018

8:00
Como de costumbre, nos levantamos bien temprano para aprovechar el día al máximo. Tras ducharnos y vestirnos, nos dirigimos al centro de la ciudad para buscar un sitio en el que desayunar; al final nos decantamos por Lis&Com, una cafetería situada justo después de atravesar la Puerta del Alcázar en la que me tomé una tostada con aceite, un croissant y un vaso de leche con Cola Cao. Calidad normalita y además nos intentaron cobrar de más.

Al salir de la cafetería, nos topamos con la estatua de Adolfo Suárez en la plaza que lleva su nombre, donde también se encuentra el Verraco de las Cogotas. Al otro lado de la muralla, junto a la Torre del Homenaje, vimos el Monumento a Santa Teresa de Jesús, que se compone de dos partes unidas por una estela de piedra, tras lo cual nos hicimos unas fotos delante de la Puerta del Alcázar.

Pasaban ya unos minutos de las diez cuando accedimos a la muralla de Ávila para recorrer el tramo de adarve que nos quedaba, para lo cual presentamos la entrada que adquirimos el día anterior. Desde allí arriba pudimos ver de cerca la fachada sur de la catedral, la plaza de Santa Teresa de Jesús, la plaza de Adolfo Suárez y la iglesia de Santiago, entre otros puntos de interés.

Cuando bajamos de la muralla, nos acercamos precisamente a esta iglesia, pero estaba cerrada, así que continuamos nuestro camino bordeando el sur de la muralla por el Paseo del Rastro desde la Puerta de la Estrella hasta la Puerta de la Santa, por la que accedimos para entrar en la iglesia-convento de Santa Teresa, de estilo barroco y una de cuyas capillas se sitúa en el lugar en el que nació Santa Teresa de Jesús.

Luego, callejeamos hasta el Arco del Carmen para hacernos unas fotos en el exterior de la muralla, tras lo cual nos dirigimos a la ermita de Nuestra Señora de la Cabeza y a la iglesia de San Martín, pero ambas estaban cerradas, por lo que volvimos al casco histórico de la ciudad, esta vez por el Arco del Mariscal.

A continuación, dando un donativo de 1 €, entramos en la capilla de Mosén Rubí, un pequeño templo de estilo gótico tardío que cuenta con la particularidad de que su planta es de cruz griega. Después, callejeamos hasta la iglesia de San Pedro, la cual también pudimos visitar por dentro, ésta sí con la habitual planta de cruz latina y de estilo románico.


12:20
Como ya era mediodía, decidimos tomarnos un tentempié en el restaurante La Santa, en mi caso una Coca-Cola Zero con una tapa de choricitos con patatas, tras lo cual nos acercamos a una pastelería para que mi madre comprase cuatro cajas de yemas de Santa Teresa.

Nuestro destino ahora era la Catedral de Cristo Salvador, cuya entrada nos costó 6 € por cabeza. Nada más entrar, percibimos claramente el estilo gótico del templo, tal y como se deduce de su bóveda de crucería, de sus arcos apuntados y de sus vidrieras. Siguiendo las indicaciones de la audioguía, una de las primeras cosas que vimos fue su magnífico trascoro de piedra caliza, y luego algunas de sus capillas dedicadas a diversas devociones, como San Antolín, Santa Teresa o la Virgen de la Caridad.

Después, recorrimos el deambulatorio, donde se encuentran el suntuoso sepulcro de Alonso Fernández de Madrigal y otras capillas de gran valor artístico, para seguidamente visitar el altar mayor con su gran retablo y el coro con sus dos órganos situados sobre la sillería.

Continuamos la visita con el Museo, en el que pudimos ver una maqueta de la catedral, una custodia y diversas obras pictóricas y escultóricas de temática religiosa. Luego, accedimos al claustro, aunque solamente era posible recorrer las galerías, en una de las cuales reposan los restos del expresidente del Gobierno Adolfo Suárez junto con los de su esposa.

Al salir de la catedral, pasadas ya las dos de la tarde, nos acercamos a la pequeña ermita de Nuestra Señora de las Nieves, tras lo cual nos fuimos a almorzar al restaurante El Rincón de Jabugo, situado justo enfrente del cimorro de la catedral. Nos decantamos por el menú de 15 € del fin de semana, y en mi caso elegí paella de primero, solomillitos de cerdo ibérico con patatas de segundo y natillas de postre.

Cuando terminamos de comer, volvimos al hotel para descansar, aunque yo además aproveché para poner la tele y ver el Francia-Croacia de la final del Mundial de Rusia, que acabó 4-2 para los galos, y la posterior ceremonia de entrega de las medallas y del trofeo.

20:00
De nuevo en la calle, dimos un paseo tranquilo hasta llegar a la muralla, concretamente a la altura de la Puerta de San Vicente, y luego nos sentamos en la terraza del bar La Bodeguita de San Segundo, donde nos tomamos un refresco que venía acompañado de una tapa de patatas revolconas con torreznos.

Luego, fuimos a cenar algo más contundente al restaurante La Santa, que ya era la tercera vez que íbamos allí; en concreto, además de la tapa que nos pusieron con la bebida, nos pedimos una ración de tortilla de patatas y otra de croquetas. Ya cenados, fuimos en busca del coche porque ahora nos tocaba visitar un lugar situado en las afueras de la ciudad.

Eran las diez y cuarto de la noche cuando, tras cruzar el río Adaja y subir por una empinada cuesta, llegamos al humilladero de Los Cuatro Postes, un monumento religioso erigido sobre una colina y compuesto por cuatro columnas unidas por un dintel que rodean a una cruz de granito ubicada en el centro del conjunto.

Lo más notable de ese lugar no era precisamente el monumento en sí, sino que se ubica en un mirador desde el cual es posible contemplar la ciudad de Ávila, especialmente gran parte de la muralla, que a esa hora resaltaba aún más gracias a la iluminación artificial, por lo que no dudé en hacer varias fotos de esta fantástica panorámica que teníamos ante nosotros.

Cogimos de nuevo el coche para aparcar frente a la pequeña ladera situada al norte de la muralla, a la altura del Arco del Carmen, y de esta forma poder ver la muralla iluminada más cerca, además de obviamente tomar varias instantáneas del monumento más representativo de la ciudad.

Volvimos definitivamente a la habitación del hotel pasadas las once de la noche. Antes de acostarnos, nos dedicamos a hacer las maletas, puesto que al día siguiente teníamos que dejar el hotel para continuar con nuestro viaje, por lo que, para variar, activamos las alarmas de nuestros móviles para despertarnos pronto. Al final, entre una cosa y otra, ya era medianoche cuando nos metimos en la cama a dormir.

sábado, 15 de agosto de 2020

No es mío, pero es interesante (CXL)

Aquí tenemos una nueva entrega de 'No es mío, pero es interesante', una sección en la que os recomiendo las entradas de otros blogs y webs que más me han interesado en las últimas semanas. Esta vez, hay un blog que acapara casi todos los posts, concretamente Microsiervos con nueve aportaciones. En cuanto a la variedad de contenidos, destacan las matemáticas, pero también hay algo de ciencia, astronomía, curiosidades, vídeos, etc.
Echémosle un vistazo a la lista de enlaces de esta entrega:
¿Os han gustado las recomendaciones de esta entrega? Espero que sí y que me lo hagáis saber a través de un comentario ;)

domingo, 9 de agosto de 2020

Las aventuras de Sherlock Holmes

Mi tercera lectura veraniega de este año ha sido 'Las aventuras de Sherlock Holmes', del escritor británico Arthur Conan Doyle.
El detective Sherlock Holmes protagoniza los doce relatos que componen este libro, en cada uno de los cuales se repite el mismo patrón, pues el afamado detective recibe en su casa de Baker Street a diversas personas que reclaman su ayuda y su inteligencia para resolver casos muy variopintos, como por ejemplo una boda en la que no se presenta el novio, un posible parricidio, el robo de una piedra preciosa o las extrañas condiciones de trabajo que le ofrecen a una institutriz, entre otros. Sherlock demostrará en todos ellos sus magníficas dotes deductivas, que sorprenderán tanto a los propios implicados como a su inseparable compañero de fatigas, el doctor Watson, quien a su vez se convierte en el narrador de estas historias.
Siguiendo el orden cronológico del canon holmesiano, y tras haber leído previamente las dos primeras novelas ('Estudio en escarlata' y 'El signo de los cuatro') hace unos años, ahora tocaba descubrir la primera colección de relatos protagonizada por el detective de ficción más universal, que no es otro que Sherlock Holmes. La verdad es que, aunque lógicamente hay relatos mejores que otros, me ha decepcionado un poco, y lo justifico por dos razones: la primera es que los casos a resolver, salvo un par de ellos, no se corresponden con los típicos de asesinatos y crímenes, que son las tramas que más me interesan de este género; y la segunda, que se trata de relatos cortos de unas treinta páginas, por lo que se centran exclusivamente en unos casos que, como es lógico, se resuelven rápidamente, por lo que mehan sabido a poco. Una cosa no quita a la otra, y es que lo que se mantiene inalterable es la asombrosa capacidad deductiva de Sherlock Holmes, quien observa en vez de ver, como hace su amigo el doctor John Watson, y es capaz de resolver con una facilidad pasmosa casos que para el resto de los mortales, incluida la policía de Scotland Yard, supone un rompecabezas sin solución. Por otra parte, al tratarse de relatos cortos, la lectura de cada uno de ellos es bastante ágil y las descripciones de los casos son muy minuciosas, por lo que este libro se podría considerar como un buen punto de partida para todo aquel que quiera iniciarse en el género de la novela policíaca antes de dar el paso a obras más extensas, bien sean las novelas independientes protagonizadas por Sherlock Holmes o las de otros autores. Así pues, por resumir un poco, el libro es recomendable sobre todo para leerlo cuando se es más joven, porque a mi edad y con mi experiencia estos relatos me saben a poco; eso sí, no voy a abandonar a mi admirado Sherlock Holmes, por lo que seguiré leyendo sus aventuras detectivescas hasta completar el canon holmesiano.

lunes, 3 de agosto de 2020

Viaje a España 2018: día 5

Sábado, 14 de julio de 2018

8:00
Nos levantamos a la hora de casi siempre para asearnos y terminar de hacer las maletas, tras lo cual salimos a desayunar al Café Los Cubos, donde me tomé una tostada bien grande con aceite, una napolitana de chocolate y un vaso de leche con Cola Cao; mucho mejor que el desayuno del día anterior, tanto en calidad como en servicio, e incluso más barato.

Volvimos al hotel para recoger el equipaje y dejar en recepción la llave de la habitación, de tal manera que cuando nos montamos en el coche para ir a Ávila ya eran las diez de la mañana. Cogimos la A-66 y enlazamos con la A-6 a la altura de Benavente, hasta llegar al mediodía a Medina del Campo, donde hicimos una parada para visitar el Castillo de la Mota.

Descartamos la visita guiada porque teníamos que esperar bastante tiempo y no queríamos entretenernos demasiado, así que hicimos solamente la visita libre y gratuita por una zona reducida del interior del castillo, en concreto el patio de armas, la capilla y la sala de Juan de la Cosa, en la que se expone una copia del famoso mapa de este navegante y cartógrafo; además, también pudimos recorrer parte de la muralla y ver por fuera la Torre del Homenaje.

Nos pusimos de nuevo en carretera para ir definitivamente a Ávila, adonde llegamos poco antes de las dos de la tarde. Nos alojamos en el Hotel Mirador de Santa Ana por dos noches a 84'88 € en total, muy buen precio; tras subir a la habitación que nos habían asignado (la 304), dejamos las maletas y salimos para empezar a visitar la ciudad y buscar un sitio para almorzar.

Nada más salir del hotel nos topamos con la pequeña ermita del Cristo de la Luz y con el Real Monasterio de Santa Ana. De camino al centro de la ciudad, pasamos por delante del Convento de San José y de la iglesia de San Pedro, hasta que llegamos a la plaza de Santa Teresa de Jesús, en la cual se erige el monumento a dicha santa.

En el otro extremo de la plaza se divisaba ya la muralla de Ávila, concretamente la imponente Puerta del Alcázar o del Mercado Grande con sus dos grandes torreones, de tal manera que a continuación bordeamos la muralla en dirección norte hasta llegar a la capilla de San Segundo, la cual se encuentra adosada al cimorro de la catedral.

Ya iba siendo hora de almorzar, así que tanteamos un poco la zona hasta que nos decidimos por el menú de 12 € del restaurante Alavirulé; en mi caso, además de agua para beber, me pedí espaguetis carbonara de primero, filetes de ternera con patatas fritas de segundo y mousse de limón de postre. Bastante correcto en relación calidad-precio.


16:00
Retomamos la visita a la ciudad adentrándonos en el casco antiguo por la Puerta de la Catedral, que, como su propio nombre indica, es la que se encuentra junto a la Catedral de Cristo Salvador, la cual conoceríamos al día siguiente.

Seguidamente, recorrimos la calle Reyes Católicos hasta desembocar en la plaza del Mercado Chico, que viene a ser la plaza mayor de Ávila y en la cual se localizan el Ayuntamiento y la iglesia de San Juan Bautista, cerrada en ese momento, y luego callejeando llegamos a la capilla de Mosén Rubí, que tampoco estaba abierta pero que visitaríamos al día siguiente.

Tras pasar por delante del Palacio de Bracamonte, atravesamos la muralla por el Arco del Mariscal para poder contemplar y bordear la larga hilera de torreones que sobresalen de ella hasta llegar a la Basílica de San Vicente, en la cual entramos previo pago de la entrada, que costaba 2'30 €.

La visita a este templo románico resultó ser todo un acierto, empezando por la portada principal, que guarda cierta similitud con el Pórtico de la Gloria. Ya en el interior, cabría mencionar la bóveda de crucería de la nave central, el altar mayor con su gran retablo, dos capillas dedicadas a sendos santos y, sobre todo, el enorme cenotafio de los Santos Hermanos Mártires y el baldaquino que lo recubre; finalmente, bajamos a la cripta de la Soterraña, en la cual se venera a la patrona de la ciudad.

Al salir de la basílica, nos topamos enfrente con la Puerta de San Vicente, muy similar a la del Alcázar que vimos antes de comer, y continuamos nuestro paseo por la ermita del Humilladero, la Casa de los Deanes (sede del Museo de Ávila) y la iglesia de Santo Tomé el Viejo, que en realidad se trata del almacén visitable de dicho museo.

Ya eran más de las cinco y media y hacía bastante calor, por lo que decidimos hacer un pequeño receso para tomarnos algo que nos refrescara. Al final, acabamos en la plaza de Santa Teresa de Jesús, concretamente en La Palomilla, adonde nos pedimos una horchata mi madre y un granizado de limón en mi caso, y además pudiendo ver parte del partido Bélgica-Inglaterra del tercer y cuarto puesto del Mundial de Rusia.


18:30
Nos dirigimos a la Casa de las Carnicerías, situada junto a la Puerta de la Catedral y sede de la Oficina Municipal de Turismo, ya que allí se halla uno de los puntos de acceso a la muralla de Ávila (5 € costaba la entrada, válida durante 48 horas), y en cuyo interior también se encuentra una maqueta de la misma muy conseguida.

Subimos a la muralla para recorrer su adarve desde el cimborrio de la catedral. Avanzamos hasta la Puerta de San Vicente, desde cuya altura se ven perfectamente tanto la basílica homónima como la fachada norte de la catedral.

Más adelante, en la esquina noreste de la muralla, ya se podían divisar los extramuros de la ciudad, especialmente desde el Arco del Carmen. Entre otros sitios relevantes, pudimos distinguir el Convento de la Encarnación, la iglesia de San Martín, la ermita de Nuestra Señora de la Cabeza y el Centro de Exposiciones y Congresos Lienzo Norte.

También era posible ver perfectamente la propia muralla desde lo alto de los torreones a los que se podía subir, tanto la parte exterior como casi todo el perímetro. Al llegar a la Puerta del Puente, situada junto al Puente Romano, nos sentamos unos minutos a descansar antes de continuar visitando la ciudad, pero ya habiendo bajado de la muralla.

Callejeando por los intramuros vimos el Palacio de Polentinos, la portada del antiguo hospital de Santa Escolástica, la iglesia-convento de Santa Teresa, el Palacio del Virrey Blasco Núñez Vela, la Puerta de la Santa, el Palacio de los Superunda, el Torreón de los Guzmanes, el Monumento a San Juan de la Cruz y el Palacio de los Dávila.

Después, entramos en la iglesia de San Juan Bautista, en la cual pudimos ver varias imágenes de cristos y vírgenes, así como la pila en la que fue bautizada Santa Teresa. Cuando salimos de allí ya eran las nueve de la noche, así que decidimos tomarnos un refresco con su correspondiente tapa incluida en el restaurante Reyes Católicos.

Luego nos tomamos otra tapa en el restaurante La Santa, una pulga de chorizo ibérico en mi caso, pero nos quedamos con hambre, por lo que fuimos a buscar un sitio para cenar. A esa hora ya estaba anocheciendo, por lo que de camino pudimos ver los principales monumentos ya con su iluminación nocturna, entre ellos la muralla y la catedral.

Al final nos decantamos por Revolutum, un restaurante situado junto al Mercado de Abastos y en el que cené una hamburguesa. Después nos acercamos a la plaza del Mercado Chico para hacer un par de fotos de la plaza ya iluminada, tras lo cual emprendimos el camino de regreso al hotel, adonde llegamos pasadas las once y media. Finalmente, tras ver un poco la tele, nos acostamos poco antes de las doce y media de la madrugada.