viernes, 24 de abril de 2020

La potencia del 2 (III)


Termino hoy con una serie de tres entradas dedicada a las potencias del número 2, concretamente a las diversas situaciones en las que aparecen sin que casi nos demos cuenta, y que gracias a sus propiedades podemos explicar y, por consiguiente, entender mejor cómo se puede adivinar el número que ha pensado otra persona sin necesidad de ser un experimentado mago, tal y como os conté en la primera entrada, o cómo se podría alcanzar cualquier altura doblando una hoja de papel varias veces por la mitad, de lo cual os hablé en la segunda entrada. Hoy os voy a mostrar dos nuevos casos protagonizados por las potencias del 2 que, al igual que los cuatro que os he compartido hasta ahora, estoy seguro de que os sorprenderán.

El primer ejemplo que os traigo es un rompecabezas bastante conocido, aunque puede que algunos de vosotros solamente lo conozcáis de oídas. Se trata de las Torres de Hanói, un juego para una única que persona que se compone de un tablero en el que hay fijados tres postes y varios discos de diferente tamaño perforados en su centro que se pueden insertar en dichos postes. El juego consiste en pasar los discos que están apilados de menor a mayor tamaño (mirándolos de arriba abajo) en el primer poste al tercero de tal manera que queden en el mismo orden, para lo cual se puede utilizar el segundo poste como apoyo, teniendo en cuenta que en cada paso se permite mover un único disco a otro poste, que en cada movimiento solamente se puede desplazar el disco situado en la parte más alta de uno de los postes, y que no se puede dejar un disco encima de otro de menor tamaño.
A priori, el juego se antoja sencillo. Veamos a través de varios ejemplos cuáles serían los movimientos que habría que hacer, para lo cual llamaremos D1 al disco más pequeño, D2 al siguiente, y así sucesivamente, y que los postes son P1, P2 y P3:
  • Un disco: D1 de P1 a P3.
  • Dos discos: D1 de P1 a P2, D2 de P1 a P3, D1 de P2 a P3.
  • Tres discos: D1 de P1 a P3, D2 de P1 a P2, D1 de P3 a P2, D3 de P1 a P3, D1 de P2 a P1, D2 de P2 a P3, D1 de P1 a P3.
  • Cuatro discos: D1 de P1 a P2, D2 de P1 a P3, D1 de P2 a P3, D3 de P1 a P2, D1 de P3 a P1, D2 de P3 a P2, D1 de P1 a P2, D4 de P1 a P3, D1 de P2 a P3, D2 de P2 a P1, D1 de P3 a P1, D3 de P2 a P3, D1 de P1 a P2, D2 de P1 a P3, D1 de P2 a P3.
Como era de esperar, conforme aumentamos el número de discos, la cantidad de movimientos que hay que hacer es también mayor; de hecho, con cuatro discos ya empiezan a marear tantos números y letras, y cuesta entender qué disco se mueve en cada paso, en qué poste está y a cuál va (espero no haber cometido ningún error al detallar cada paso). Podríamos analizar la secuencia que sigue cada disco para determinar qué movimiento hay que hacer en cada momento, pero no me voy a detener en este aspecto, sino que me centraré en averiguar cuántos movimientos son necesarios para resolver este rompecabezas en función del número de discos de partida.
Para ello, la clave reside en darse cuenta de que, si tenemos N discos, primero tenemos que pasar los N-1 discos más pequeños al segundo poste, luego tenemos que pasar el disco más grande (DN) al tercero, y por último pasar los N-1 discos más pequeños al tercer poste. ¿Qué quiere decir esto? Que el número de movimientos necesarios para resolver las Torres de Hanói con N discos es dos veces la cantidad de movimientos que se necesitan para mover N-1 discos (pasarlos del primer al segundo poste, y pasarlos del segundo al tercer poste) más uno (pasar el disco mayor del primer al tercer poste), tal y como se muestra a continuación, siendo TH(N) el número de movimientos que se necesitan para mover N discos:
  • TH(1) = 1 movimiento.
  • TH(2) = 2 * TH(1) + 1 = 2 * 1 + 1 = 2 + 1 = 3 movimientos.
  • TH(3) = 2 * TH(2) + 1 = 2 * 3 + 1 = 6 + 1 = 7 movimientos.
  • TH(4) = 2 * TH(3) + 1 = 2 * 7 + 1 = 14 + 1 = 15 movimientos.
Podéis comprobar que las cantidades indicadas coinciden con los correspondientes números de movimientos que se detallaron anteriormente en cada caso. Ahora bien, existe una forma mucho más rápida y directa de obtener el número de movimientos que se precisan para mover N discos, pero antes de desvelarla quiero que intentéis descubrirla vosotros. ¿Cómo sigue la sucesión numérica 1, 3, 7, 15... y cuál es el criterio que se utiliza para continuar dicha sucesión? Quizás te cueste encontrar la respuesta, pero creo que si te hago la siguiente pregunta ya podrás hallarla. ¿Cómo sigue la sucesión numérica 2, 4, 8, 16... y cuál es el criterio que se utiliza para continuar dicha sucesión? En efecto, ¡son las sucesivas potencias de 2! Entonces, esto quiere decir que el criterio que se aplica en la sucesión 1, 3, 7, 15... es el anterior de cada potencia de 2, o lo que es lo mismo, que para resolver las Torres de Hanói con N discos hay que hacer 2^N - 1 movimientos, una expresión que, al contrario que la que vimos antes, no depende de la cantidad de movimientos necesarios para mover N-1 discos, sino únicamente del número N de discos de partida. En la siguiente tabla podéis visualizar cuántos movimientos serían necesarios para distintas cantidades de discos:
Fijaos en que para 10 discos ya se necesitarían más de mil movimientos, para 20 discos superaríamos la barrera del millón de movimientos, mientras que para 40 habría que mover los discos más de un billón de veces. Y todavía no he terminado de contaros la leyenda que está asociada a este rompecabezas, y es que según parece en un templo budista (supuestamente en Hanói, la capital de Vietnam, de ahí el nombre) hay un grupo de monjes que lleva varios años moviendo 64 discos del primer poste al tercero siguiendo las reglas que he mencionado antes, de tal manera que el mundo se acabará cuando el juego se haya completado. ¿Y queda mucho para eso? Vamos a calcularlo. Ya sabemos cómo obtener el número de movimientos que harían falta, 2^64 - 1 en este caso, es decir, 18.446.744.073.709.551.615 para ser más exactos. Si suponemos que los monjes tardan un segundo en mover un disco, el número total de segundos que tardarán coincidirá con el número de movimientos, pero mejor dividiremos esa cantidad entre 86.400, que son los segundos que tiene un día, y la cantidad resultante entre 365 para determinar cuántos años necesitarán. Pues resulta que tardarán algo más de 584.942.417.355 años, o sea, más o menos 42 veces la edad del universo. Así pues, podemos estar tranquilos que el mundo todavía no se va a acabar, al menos de esta forma.

Vamos con el segundo ejemplo de hoy, que al mismo tiempo es el último que os voy a contar en esta serie de entradas, y el objetivo del mismo va a ser responder a la siguiente pregunta: ¿cuántos antepasados tenemos? Ya os adelanto que es imposible encontrar una respuesta exacta porque no existe un registro de todas las personas que han habitado el planeta ni la relación existente entre ellas, pero lo que sí podemos hacer es estimar cuántas personas nos han antecedido para que cada uno de nosotros haya podido nacer.
Está claro que cada persona tiene dos progenitores (un padre y una madre), cuatro abuelos (dos por parte del padre y otros dos por parte de la madre), ocho bisabuelos (dos por parte del abuelo paterno, dos por parte de la abuela paterna, dos por parte del abuelo materno y dos por parte de la abuela materna), dieciséis tatarabuelos, etc. De aquí se deduce que dicha persona tiene dos antepasados hasta la primera generación (los padres), seis antepasados hasta la segunda generación (los dos padres y los cuatro abuelos), catorce antepasados hasta la tercera (los dos padres, los cuatro abuelos y los ocho bisabuelos), treinta hasta la cuarta, y así podríamos seguir avanzando varias generaciones para esa persona a través de su árbol genealógico, que es la forma en la que representamos gráficamente a los que le antecedieron. La sucesión que se obtiene es 2, 6, 14, 30..., cuyo criterio para continuarla no es demasiado evidente, pero si dividimos entre 2 cada término quedaría la sucesión 1, 3, 7, 15..., que es la que obtuvimos en el ejemplo de las Torres de Hanói, luego la expresión 2 * (2^N - 1) es la que nos permite determinar cuántos antepasados hemos tenido contando las primeras N generaciones. ¡Vaya! Aquí están otra vez las potencias del 2.
Otra cosa que podemos hacer para complementar lo que acabamos de deducir es estimar cuándo nacieron los ascendientes de cada una de esas generaciones teniendo en cuenta que el tiempo que separa a cada generación depende de a qué edad fueron padres los progenitores de una persona, la cual es bastante variable y se ve afectada por diversos factores (etapa histórica, conciliación de la vida familiar y laboral, rasgos culturales y religiosos...), pero para facilitar los cálculos vamos a suponer que la diferencia generacional media es de 30 años. De esta forma, si un bebé nace en la actualidad (2020), sus padres habrán nacido en 1990; sus abuelos, en 1960; sus bisabuelos, en 1930; sus tatarabuelos, en 1900; y así sucesivamente. En la siguiente tabla podéis escrutar la estimación del año de nacimiento de diversas generaciones y cuántos antepasados tendría en total alguien que naciese este año:
Si retrocedemos diez generaciones, en total habrían vivido más de 2.000 personas que han posibilitado que haya nacido una persona este año, pero si viajamos hasta los comienzos del segundo milenio, entonces esa cifra aumenta hasta superar los 2.000 millones de personas, y si nos vamos al año 820, resulta que serían más de dos billones de personas, y si... ¡Espera, espera! Aquí hay trampa, y espero que a estas alturas ya te hayas dado cuenta de que algo está fallando. La población mundial está cerca de alcanzar la barrera de los 8.000 millones de habitantes, y, según diversas estimaciones, se cree que a lo largo de toda la historia son algo más de 100.000 millones de personas las que han habitado el planeta. ¿Cómo es posible que las cantidades de la tabla sean ciertas? ¿Me he equivocado al hacer las cuentas o es que la expresión que deduje antes es errónea? La expresión 2 * (2^N - 1) es correcta y las cuentas están bien hechas (con ayuda de la calculadora), pero esas cantidades son falsas.
Resulta que los valores de la tabla no son cantidades reales, sino cotas muy superiores del número de antepasados que tiene cada persona, ya que no hemos tenido en cuenta que buena parte de los ascendientes se repiten, lo cual reduce una barbaridad esas cantidades, y para que lo entendáis os voy a poner un ejemplo. Pensad en vuestro padre y en vuestra madre, dos personas que a priori no guardan ningún parentesco familiar, pero podría ocurrir que ambos procedan de una misma pareja de ocho generaciones anteriores que tuvo dos hijos (que pertenecerían a la séptima generación), de tal manera que de uno de ellos acabaría naciendo vuestro padre, y del otro vuestra madre. He dicho ocho generaciones por decir una cantidad, igualmente podría haber dicho quince o cuatro, que tampoco es muy descabellado, sobre todo en determinadas localidades o zonas poco comunicadas en las que hay muchos vínculos familiares; si no, imaginad el típico pueblo de 300 o 400 habitantes perdido entre montañas cuyos habitantes apenas salen de allí, al final se acaban casando primos segundos o terceros.
Volviendo al ejemplo, tendríamos entonces que vuestros padres serían familia, lejana eso sí, pero lo suficiente como para que el número de total de antepasados disminuya considerablemente, y si tenemos en cuenta que en ese mismo árbol genealógico se entrelazan varios casos más, entonces resulta que acaban surgiendo muchos más ascendientes comunes que estaríamos contando por partida doble, triple, cuádruple, etc. Por lo tanto, no, cada uno de nosotros no tiene billones y billones de antepasados, sino solamente varios miles o quizás millones, lo cual quiere decir que, de una forma u otra, algunas de las personas de tu entorno diario son familiares más o menos lejanos o cercanos, según cómo se mire.

Pues hasta aquí he llegado. Han sido tres entradas en las que he expuesto seis casos muy diversos entre sí pero con una particularidad que los vincula, y es que en todos ellos hay algo de matemáticas, y para ser más exactos bastante de las potencias del 2. Hemos aprendido a hacer un truco de magia, a no ser víctimas de un timo que no lo parecía, a llegar a la Luna y al Sol doblando un papel, a contar granos de trigo en un tablero de ajedrez, a jugar a las Torres de Hanói antes de que acabe el mundo y a calcular cuántas personas han tenido que vivir para que cada uno de nosotros haya nacido. Todo ello con una operación (la potencia) y un número (el 2). Con muy poco se puede hacer mucho.

Nota: este post forma parte del Carnaval de Matemáticas, que en esta octogésima octava edición, también denominada 11.2, está organizado por Rafael Martínez González a través de su blog El mundo de Rafalillo.

jueves, 16 de abril de 2020

Carnaval de Matemáticas 11.2 del 23 al 30 de abril

Han pasado ya diez años desde que comenzó, y cinco desde que me atreví a organizarlo por primera vez. Ahora, y por quinta ocasión, tengo el honor de ser el anfitrión de una nueva edición del Carnaval de Matemáticas, una reunión virtual de blogueros matemáticos que cuenta ya con casi 90 ediciones. Ya he organizado cuatro ediciones de este evento, concretamente las ediciones 6.3: Teorema de Pitágoras, 8.2, 9.1 y 10.2, y no sólo eso, sino que además soy uno de los colaboradores más habituales desde que Tito Eliatron comenzase con esta iniciativa allá por el mes de febrero de 2010. El Carnaval de Matemáticas se convirtió en sus primeros años en una cita obligada para muchos divulgadores de las matemáticas, pues todos los meses (a excepción del descanso de los meses de julio y agosto) se celebraban ediciones en las que participaban numerosos blogueros; sin embargo, llevamos ya tres años con un sensible bajón tanto de participantes como de ediciones convocadas. Somos varias personas las que queremos que este evento virtual siga activo, entre ellas yo, y es por eso que me he vuelto a ofrecer para organizar una nueva edición. Por lo tanto, os doy la bienvenida a la Edición 11.2 del Carnaval de Matemáticas que albergará este blog, El mundo de Rafalillo, del 23 al 30 de abril de 2020.
Si estáis interesados en participar en la Edición 11.2 del Carnaval de Matemáticas, lo primero que tenéis que hacer es publicar en vuestro blog (si no tenéis, os ofrezco el mío para que lo publiquéis como colaborador/a respetando vuestra autoría) una entrada relacionada con las matemáticas, como por ejemplo la reseña de un libro o de una película que hayas leído o visto hace poco, un artículo de divulgación o de opinión sobre las matemáticas, algún acertijo o problema, alguna experiencia o actividad que hayas hecho en clase con tus alumnos/as si te dedicas a la docencia, etc. Para ampliar las posibilidades de participación, también aceptaremos publicaciones en redes sociales, tales como un hilo en Twitter, una imagen en Instagram o de cualquier otra forma en la red social que prefieras, eso sí, siempre y cuando tenga que ver con las matemáticas. Dicha entrada o aportación tiene que ser publicada entre los días 23 y 30 de abril, ambos días inclusive, y al final de la misma debe añadirse un mensaje en el que se mencione su participación en la presente edición y se enlace tanto al blog anfitrión como al blog del Carnaval; por ejemplo, algo similar a esto:
Este post forma parte del Carnaval de Matemáticas, que en esta octogésima octava edición, también denominada 11.2, está organizado por Rafael Martínez González a través de su blog El mundo de Rafalillo.
Para facilitar la tarea de recopilar las entradas participantes, os recomiendo que, una vez que hayáis publicado vuestra aportación, me lo notifiquéis por al menos uno de los siguientes medios:
  • Publicando un comentario en esta misma entrada con un enlace a tu aportación.
  • A través de Twitter con un tweet que incluya el enlace a tu entrada y el hashtag #CarnaMat11_2, y que haga mención a mi cuenta (@Rafalillo86) y a la del Carnaval de Matemáticas (@CarnaMat).
Cuando termine el plazo para participar, publicaré un post a modo de resumen con todas vuestras aportaciones, de tal manera que se abrirá un nuevo plazo para votar y elegir a la mejor entrada de entre todas las que se hayan publicado durante la Edición 11.2.
Antes de terminar, os dejo con la lista de los resúmenes de todas las ediciones que se han celebrado hasta ahora:
Primer año
Segundo año
Tercer año
Cuarto año
Quinto año
Sexto año
Séptimo año
Octavo año
Noveno año
Décimo año
Undécimo año
Ya está todo dicho y explicado para que la Edición 11.2 del Carnaval de Matemáticas eche a andar. Por último, además de animaros a participar y a divulgar las matemáticas,  habría que añadir que se aceptan voluntarios/as para albergar futuras ediciones, así que cualquier persona que esté interesada puede informarse y ofrecerse para ello aquí para que el Carnaval de Matemáticas siga celebrándose muchos años más. ¡Espero vuestras aportaciones!

sábado, 11 de abril de 2020

No es mío, pero es interesante (CXXXVI)

Aquí tenemos una nueva entrega de 'No es mío, pero es interesante', una sección en la que os recomiendo las entradas de otros blogs y webs que más me han interesado en las últimas semanas. Como viene siendo habitual, algunos de estos blogs han conseguido colar más de un post, como son los casos de Microsiervos, Ya está el listo que todo lo sabe, Naukas y Gaussianos, con diez, cuatro, dos y dos aportaciones, respectivamente. Lo que tampoco cambia es la variedad de contenidos: matemáticas, ciencia, coronavirus, curiosidades, vídeos, etc.
Echémosle un vistazo a los enlaces de esta entrega:
¿Os han gustado las recomendaciones de esta entrega? Espero que sí y que me lo hagáis saber a través de un comentario ;)

sábado, 4 de abril de 2020

La Semana Santa más triste jamás imaginada

Mañana es Domingo de Ramos y no desfilarán decenas de niños hebreos con palmas anunciando la llegada de Nuestro Padre Jesús a su Entrada en Jerusalén. El Cautivo no cruzará este Lunes Santo el puente de la Aurora seguido por miles de promesas. El Martes Santo, el trono de la Novia de Málaga no será levantado a pulso en la Tribuna de los Pobres. La Guardia Civil no escoltará a su protector oficial, el Cristo de la Expiración, como cada noche de Miércoles Santo. Este Jueves Santo, María Santísima de la Esperanza Coronada no bendecirá la alfombra de romero que pisan sus hombres de trono. Las calles de Málaga no se callarán al paso del catafalco donde reposa Nuestro Padre Jesús del Santo Sepulcro en un Viernes Santo de luto. El Domingo de Resurrección no veremos al Resucitado y a la Reina de los Cielos acompañados por todas las cofradías y hermandades y por todos los malagueños.
Si hace un año nos hubiesen dicho a los cofrades malagueños que en 2020 ningún trono saldrá a la calle en Semana Santa, ninguno se lo habría creído. Si acaso, habríamos imaginado que llovería todos los días impidiendo que los cortejos procesionales pudiesen salir de sus respectivas iglesias, casas de hermandad o tinglaos. Los más pesimistas habrían pensado que quizás un incendio habría destruido las imágenes de varias cofradías y que las demás, por respeto, habrían tomado la decisión de no procesionar. De lo que no cabe duda es de que absolutamente a nadie se le habría pasado por la cabeza que el motivo de la suspensión de la Semana Santa de Málaga fuese la pandemia que se está extendiendo no solamente por España, sino por casi todo el mundo.
Hace ya tres semanas que se anunció oficialmente que la Semana Santa de Málaga no se iba a celebrar, al igual que va a ocurrir en todas las ciudades y pueblos de España, precisamente el mismo día en el que el Gobierno decretó el estado de alarma en todo el país como medida para frenar la propagación de la enfermedad COVID-19 a través del contagio del coronavirus. No sé si es así como hay que referirse a esta enfermedad (por lo visto no es exactamente lo mismo la COVID-19 que el coronavirus, o eso he escuchado), pero, se llame como se llame, lo que está claro es que nuestras vidas han cambiado de un tiempo a esta parte. En España y otros países, la población permanece confinada en sus casas, sin poder salir a la calle salvo en los contados casos que está permitido, como ir a comprar productos de alimentación e higiene, y poco más. Todavía no sabemos cuándo volveremos a la normalidad, si es que lo que venga después podrá ser igual a lo que conocíamos antes, porque quizás tengamos que cambiar nuestra forma de relacionarnos (¿podremos besarnos o darnos la mano?), de disfrutar de los placeres de la vida (¿podremos viajar o simplemente reunirnos con nuestros familiares y amigos?), e incluso de trabajar (ya muchos lo estamos haciendo telemáticamente, yo entre ellos).
La Semana Santa de 2020 será la más triste jamás imaginada no porque no vaya a haber procesiones en las calles, que eso a los cofrades nos apena, aunque la gran mayoría lo asume y lo entiende perfectamente, y más en una situación como la que estamos viviendo. Lo será por el motivo que ha causado la suspensión, una pandemia que está acabando con la vida de miles de personas, sobre todo de la tercera edad, y que mantiene a toda la humanidad en vilo por lo que pueda pasar. Nadie sabe si esto va a ser cosa de unos pocos meses o si se alargará el tiempo más de lo que podamos imaginar. Ojalá que no, pero quién sabe si esta pandemia será el principio del fin de una especie humana que lleva años adueñándose sin control de un planeta al que no está cuidando y que está destruyendo una naturaleza que parece que nos quiere plantar cara defendiéndose con un enemigo invisible al que no sabemos cómo atacar. Hemos sobrevivido a sequías, inundaciones, incendios, tsunamis, terremotos, huracanes... ¿Sobreviviremos a un virus? Más nos vale, porque la vida está para vivirla, para disfrutarla en todas sus manifestaciones, aunque no es menos cierto que la humanidad se ha ganado a pulso esto que nos está pasando. No todo el mundo se lo merece, eso está claro, pero desde siempre han pagado justos por pecadores. En fin, esperemos que este sinvivir termine lo más pronto posible y que todo lo que está pasando se quede en un mal recuerdo.
Una de las muchas cosas que yo más disfruto de la vida es la Semana Santa de Málaga, y, aunque no es lo que más me importa en estas circunstancias, la verdad es que mentiría si dijese que no la voy a echar de menos este año. Se me va a hacer muy raro no levantarme mañana temprano para inaugurar el Domingo de Ramos con la salida de la Pollinica, no encontrarme a conocidos de todo tipo (familiares, amigos, alumnos, compañeros de trabajo...) entre procesión y procesión, no esperar más de dos horas sentado en el suelo de la calle San Agustín para ver al Cristo de la Agonía, no pasar horas y horas en la calle viendo tronos y volver a mi casa con los pies doloridos, no colgarme la cámara para hacer miles de fotos a toda esta explosión de arte y religiosidad que recorre cada rincón de la ciudad durante siete días, incluso voy a echar en falta el simple hecho de prepararme el bocadillo y el botellín de agua que luego me llevo cuando salgo a ver las procesiones.
La Semana Santa de Málaga no es solo sacar tronos a la calle, es todo esto y mucho más, es cómo la vive y la siente cada uno, y este año habrá que vivirla y sentirla de otra forma. La pasaremos en casa imaginando lo que podría haber sido, rememorando lo que fue y esperando la que empezará, si todo vuelve a la normalidad, el próximo 28 de marzo de 2021, un año que además está marcado en rojo en nuestra ciudad porque la Agrupación de Cofradías cumple su primer centenario y está previsto que se celebren numerosos actos para conmemorar este aniversario, entre otros una procesión magna que sin duda alguna será histórica y ayudará a olvidar que en 2020 no hubo procesiones de Semana Santa.
Por último, quisiera terminar esta entrada con un pequeño homenaje a la Semana Santa de Málaga a través de un montaje que he realizado a partir de fotografías que he ido haciendo a lo largo de estos últimos años. Mañana no empezará una larga e intensa semana de procesiones para recrear la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, pero sirva este vídeo para recordar a los sagrados titulares de todas las cofradías y hermandades que componen nuestra querida Semana Santa.