El último de los seis libros que he leído este verano ha sido 'Inteligencia matemática', del matemático, profesor y divulgador Eduardo Sáenz de Cabezón.
En este libro, a lo largo de once capítulos agrupados en dos partes bien diferenciadas, el autor nos muestra en primer lugar en qué consiste la inteligencia matemática, para luego llevar de paseo al lector, casi siempre poco dado a disfrutar de los números y las ecuaciones, con ese matemático interior que todos tenemos. Lo hace a través de diversas reflexiones en las que, con una pizca de humor, nos habla de varios mitos infundados sobre las matemáticas (que si son solamente para listos, que si son aburridas, que si no sirven para nada...), de cómo se enseñan y se deberían enseñar en los colegios e institutos, de varios conceptos y curiosidades matemáticas (la conjetura de Collatz, el problema de Monty Hall, los tipos de infinito, la sucesión de Fibonacci...), o de su utilidad en los sitios más insospechados, como por ejemplo, para elegir qué propiedades comprar cuando jugamos al Monopoly. Además, al final de cada capítulo nos propone algún que otro ejercicio para que entrenemos a ese matemático que llevamos dentro y pongamos nuestro cerebro a trabajar, aunque por si acaso aporta algunas pistas y las soluciones de los mismos.
Pocas veces me ha pasado que, al saber de la existencia de un libro, haya querido hacerme con él sin siquiera leer la contraportada, y eso fue lo que me ocurrió cuando, en una de mis visitas a las librerías de mi ciudad, me topé con uno cuyo autor era Eduardo Sáenz de Cabezón. No tenía ni idea de que ese profesor youtuber que de cuando en cuando publica vídeos de matemáticas en su canal Derivando había publicado un libro que resulta estar a caballo entre el ensayo y la divulgación matemática, puesto que lo mismo te topas con una reflexión que con un juego con el que pretende despertar la curiosidad del lector por las matemáticas. Como toda obra de divulgación matemática que se precie, su objetivo es hacer ver que las matemáticas no son tan difíciles como aparentan, y, en este libro en particular, que es necesario ejercitar esa inteligencia matemática que todos tenemos, bien es cierto que más o menos desarrollada según cada persona, pero si lo está poco es seguramente porque no la sacamos a relucir o porque hemos sido educados en un sistema en el que se nos ha ocultado la cara lúdica de las matemáticas. He de confesar que el libro me ha sabido a poco por dos razones: la primera, que mucho de lo que me he encontrado en sus páginas ya me sonaba de haberlo visto en los vídeos, charlas y monólogos de Eduardo; y la segunda, que, después de haber devorado tantos libros de divulgación matemática, muchas de las cosas que cuenta ya las sabía, aunque sí que he aprendido algunas nuevas y he podido recordar otras que ya había olvidado. Sí que creo que al libro le sobran dos o tres fragmentos en los que el autor se adentra en conceptos demasiado complejos para el público al que está dirigido, pero en absoluto se trata de un impedimento para cualquiera que quiera pasar un buen rato con las matemáticas como yo he hecho y espero seguir haciendo con Eduardo, bien a través de su canal o bien con futuros títulos si se anima a seguir publicando.
Nota: este post forma parte del Carnaval de Matemáticas, que en esta octagésima cuarta edición, también denominada X.4, está organizado por Mayte Jiménez Romera a través de su blog Qué vamos a hacer hoy.
Nota: este post forma parte del Carnaval de Matemáticas, que en esta octagésima cuarta edición, también denominada X.4, está organizado por Mayte Jiménez Romera a través de su blog Qué vamos a hacer hoy.
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