Miércoles, 7 de octubre de 2009
Un breve resumen de cómo se gestó el viaje...
Un miércoles a comienzos de junio, Sebas y Jesús, que se iban de Erasmus a Milán, me plantearon la posibilidad de que les acompañara para ir a Roma en octubre, ya que querían que yo fuera su guía en el viaje teniendo en cuenta que estuve allí en febrero y que me encantó; vimos unos vuelos muy baratos en Ryanair para el puente de dicho mes y esa misma noche los compramos. Posteriormente, los tres amigos míos del colegio con los que ya fui a Valencia se unieron a la aventura en cuanto se lo conté y les expliqué que nos podría salir a un precio muy interesante; además, así compensaríamos el fallido viaje del verano que teníamos pensado y que no íbamos a poder hacer por cuestiones de incompatibilidad de días entre nosotros.
Desde que adquirí los billetes, no he dejado de pensar un día en Roma, en lo que íbamos a ver, en que la leyenda de la moneda de la Fontana de Trevi se iba a cumplir, etc. Las últimas semanas antes del viaje, me dediqué plenamente a planificar día a día nuestro viaje a la capital transalpina; estuve días y días documentándome de todo aquello que era obligado visitar, sus respectivos horarios, en qué parte de la ciudad se encontraban... Con todo ello, me hice una hoja de ruta detallada al minuto para cada una de las jornadas que estaríamos en Roma; además, también me preocupé de buscar sitios donde comer lo más barato posible y que estuvieran localizados cerca de nuestro itinerario.
Durante el verano, también encontramos un hostal céntrico a pocos minutos de la estación de Termini y del Coliseo, aunque con ciertos problemas, porque, cuando hicimos la reserva, confundimos la fecha de llegada; nos pusimos en contacto vía correo electrónico con el hostal explicándoles la confusión y nos dijeron que no había ningún problema, pero, apenas un mes antes del viaje, nos cancelaron la reserva porque había un grupo de gente que llegaba en mitad de nuestra estancia y no tendríamos hueco. Con este plan, no teníamos más remedio que buscar un nuevo hostal en el que hospedarnos, y esta vez nos aseguramos de que la fecha de llegada era la correcta; el nuevo se encontraba a pocos metros del otro, donde sí se podían alojar dos de mis amigos, que tenían otro plan de viaje porque, además de Roma, también irían a Milán. Por último, las entradas de los Museos Vaticanos las adquirimos por Internet para evitar las largas colas que se suelen formar; nos costaría un poco más caro, pero, cuando llegue el día en el que os cuente la visita al Vaticano, entenderéis que merecía la pena.
5:45
Suena el despertador tras cuatro meses de espera casi interminables, que parecían que nunca iban a pasar. No tardé mucho en ponerme en pie para ir al baño y prepararme un mollete tostado con aceite y un vaso de leche con Nesquik. La maleta ya la dejé prácticamente hecha la noche anterior, así que sólo me faltaba por meter las chanclas y la funda de las gafas. La maletilla de la cámara tenía que guardarla dentro de la maleta, porque Ryanair sólo permite entrar al avión con un bulto, por lo que hoy no podría hacer fotos hasta llegar a Roma. Me costó un poco poder cerrar la maleta, pero al final lo conseguí; antes me aseguré de que llevaba todo lo necesario, sobre todo los billetes de los vuelos y la reserva de los Museos Vaticanos.
Sobre las siete menos cuarto, me despedí de mi madre y bajé al garaje con mi padre; apenas diez minutos más tarde, llegamos a la esquina de la Avenida de Andalucía en la que había quedado con Miguel y Jose para que el padre de éste nos llevase al aeropuerto. Todavía no estaban allí, más que nada porque quedamos de siete a siete y cuarto, así que aprovechamos para buscar aparcamiento por allí cerca. Al rato, apareció Miguel con su maleta, pero Jose empezaba a ser impuntual, así que le di un par de toques; mientras tanto, me despedí de mi padre, que se tenía que ir a trabajar. Poco después, llegó Jose con su padre, y nos montamos en el coche para ir al aeropuerto.
7:50
Una vez allí, buscamos la mesa de facturación de nuestro vuelo para confirmar que nuestras reservas eran correctas, así que nos dirigimos al control de seguridad; para evitar que pitase el arco y los posteriores cacheos de los policías, me quité el cinturón y dejé la cartera, el móvil y el reloj en la bandeja. Después, como todavía teníamos tiempo de sobra, subimos a la planta en la que se encuentran los bares y las tiendas del aeropuerto, ya que Miguel quería tomarse algo; los precios eran bastante desorbitados (más de cinco euros por un vaso de zumo de naranja...), así que lo único que hicimos fue pasear.
Bajamos de nuevo a la terminal y vimos una máquina de refrescos, y Miguel aprovechó para comprarse una botella de Fanta, mucho más barata que el zumo. A continuación, fuimos a la puerta de embarque B18, ya que Miguel había visto en la web del aeropuerto que ésa era la de nuestro vuelo; al rato de estar allí esperando, los paneles lo confirmaron, y nos pusimos de los primeros en la cola para intentar pillar asientos más amplios, como así fue; es una gozada, sobre todo para mí que soy alto, poder estirar las piernas y no estar encajonado durante todo el vuelo, teniendo en cuenta, además, que la duración estimada era de dos horas y media hasta el aeropuerto de Bérgamo, donde haría escala para ir a Roma y donde quedaría con Sebas y Jesús, que ya estaban en Milán viviendo.
Los avisos de seguridad los dijeron en inglés, en italiano y en español, cosa que me extrañó, porque cuando fui a Milán en febrero sólo lo hicieron en los otros dos idiomas. El avión se dispuso a buscar pista y despegó a las nueve y media, diez minutos después de lo previsto. Cuando cogimos altura y ya nos encontrábamos por encima de las nubes, pude ver por la ventana la Luna, así que le pedí a Jose su cámara para hacer algunas fotos, como la que podéis ver a la derecha.
Miguel aprovechó el vuelo para leer y dormir un poco, mientras que Jose se puso a escuchar música, aunque más de una vez lo pillé frito. Entre tanto, las azafatas se dedicaron a intentar vender a los pasajeros todo tipo de productos, y no sólo el desayuno, sino también boletos de 'rasca y gana', cigarrillos que no expulsaban humo, joyería y complementos, billetes para el autobús que te lleva del aeropuerto a la Stazione Centrale de Milán, etc.
10:45
A esta hora, ya podía divisar la costa de Francia mientras nos íbamos acercando a los Alpes, que no tenían nieve alguna; por entonces, Jose y Miguel empezaron a despertarse casi a la par, mientras las azafatas seguían a lo suyo, intentando vender algo. Poco antes de las once y media, el piloto avisaba de que, en unos minutos, íbamos a aterrizar en Bérgamo; me llevé una sorpresa, porque eso significaba que, a pesar de haber salido con algo de retraso, llegaríamos a nuestro destino antes de tiempo.
En efecto, a las 11:35, el avión aterrizó en el aeropuerto de Orio al Serio. Tras coger nuestro equipaje, bajamos por las escaleras a la pista para subirnos al autobús que nos acercaría a la terminal, pero, mientras éste se llenaba de pasajeros, aprovechamos para hacernos una foto con el avión que nos había traído desde Málaga.
Ya en el aeropuerto propiamente dicho, lo primero que hicimos fue tantear los sitios que había allí para comer, pero lo más barato que vimos fue un menú que consistía en un triángulo más o menos grande de pizza y un refresco por algo más de siete euros. Ante ese panorama, y teniendo en cuenta que hasta las cinco de la tarde no salía el vuelo para Roma, decidimos ir a Bérgamo a comer, concretamente a la panadería de la Città Alta a la que fui con Leti y David en febrero.
Tras recorrernos la terminal entera y volver hasta la zona de llegadas, encontramos la parada del autobús que lleva a la Città Alta; compramos los billetes en la máquina que había allí y, tras unos minutos, llegó el bus, que prácticamente se llenó con todos los que estábamos esperando en el aeropuerto. Por el camino, nos encontramos con un poco de tráfico, sobre todo en el primer tramo, hasta llegar a la estación de trenes de Bérgamo; para un trayecto de apenas cinco kilómetros, tardamos algo más de veinte minutos. El resto del camino fue un poco más corto, pero se hizo largo porque era en cuesta hacia arriba y tenía muchas paradas de por medio.
12:55
Nada más llegar, bebimos agua, bastante fría por cierto, en una fuente que había justo al lado de la parada del autobús. Maleta en mano, iniciamos nuestra visita a la Città Alta, que me volvió a enamorar desde el primer momento, al igual que cuando estuve en febrero. Unos metros antes de la Piazza Vecchia, pasamos por la panadería 'Il Fornaio'; estaba repleta de gente comprando trozos de pizza para comérselos en la calle, así que decidimos acercarnos un poco más tarde y pasear por el pueblo mientras tanto.
Primero fuimos a la Piazza Vecchia, que me gustó más esta vez, ya que, la vez que estuve en febrero, tenía algunos andamios que ocultaban parte de sus fachadas, además de un pequeño pasadizo que la conecta con la Piazza Duomo; ahora, la panorámica era mucho mejor, porque la Catadral se podía divisar por entre la columnas del Palazzo della Regione. Jose hizo algunas fotos con su cámara, aunque lo que más le llamó la atención fue un enorme 4x4 que estaba allí aparcado. Después, seguimos andando hasta la Torre del Gombito y, desde allí, volvimos a la panadería para comer.
Ahora ya estaba menos concurrida, pero, aún así, tuvimos que esperar unos minutos para poder pedir. Cogimos una mesa y le echamos un vistazo a las pizzas que había; tenían una pinta increíble y con casi todos los ingredientes que te pudieras imaginar. La de patatas fritas entraba por los ojos como ninguna, pero al final me decanté por la de salchichas. Jose y Miguel alucinaron con sus respectivos trozos, y reconocieron que era la mejor pizza que habían probado; al salir de la panadería, Jose hizo algunas fotos al escaparate, como la que podéis ver aquí.
Ya eran casi las dos de la tarde, por lo que volvimos a la parada del autobús. Esta vez, fuimos más listos y compramos un billete de menor importe en vez del que había que adquirir para ir al aeropuerto, aunque la máquina no le devolvió a Miguel el cambio, pero, de todas formas, le salió más barato. Tuvimos que esperar un poco a que viniese el autobús, aunque esta vez sólo tardó unos veinte minutos en llegar al aeropuerto, justo a las tres, a la hora a la que habíamos quedado con Sebas y Jesús, que venían de Milán; finalmente, aparecieron media hora más tarde.
15:30
Tras presentarles a Jose y a Miguel, nos fuimos los cinco al control de seguridad, que pasamos sin problemas. Miramos en la pantalla de vuelos la puerta de embarque del nuestro y nos dirigimos allí; todos los asientos estaban ocupados, y eso que todavía quedaba más de media hora para embarcar, así que nos fuimos a la que estaba al lado, donde encontramos algunos libres. Sebas y Jesús me contaron sus primeras experiencias como Erasmus en Milán, las penurias que pasaron los primeros días, el control económico que tienen que seguir para no pasarse del dinero que reciben de la beca, los viajes que ya han hecho, casualmente el fin de semana anterior, que estuvieron en el Oktoberfest de Munich, etc.
Sobre las cuatro y cuarto, vimos que, en nuestra puerta de embarque, se estaba formando una cola, así nos fuimos rápido para estar de los primeros. No lo conseguimos, porque nos dimos cuenta un pelín tarde, pero resulta que la cola se formó, por decirlo de alguna forma, por la cara, porque no era todavía la hora de embarcar, así que estuvimos un rato de pie sin hacer nada. Unos minutos más tarde, se dio el aviso para el embarque de nuestro vuelo; por la cantidad de pasajeros que teníamos delante, iba a ser complicado pillar asientos amplios, aunque no me importaba mucho porque el vuelo no era muy largo, pero, por suerte, un autobús nos acercaría hasta el avión, así que nos montamos cerca de las puertas para salir pitando cuando se abrieran. Y eso fue lo que hice. Fui de los primeros en subir y acaparé cinco asientos al lado de las salidas de emergencia para nosotros.
Cuando ya estábamos sentados, vi que una azafata se puso a hablar con Sebas y Jesús e, inmediatamente, se acercó a nosotros tres y nos preguntó en inglés si teníamos más de 18 años, porque en caso contrario no podíamos ocupar esas plazas. Me quedé boquiabierto, porque vale que podamos aparentar menos edad, pero es que nos echaba cinco años menos a Jose, a Miguel y a mí, y siete a Jesús y Sebas; esto provocó unas risas más que justificadas entre nosotros, porque para nada nos imaginábamos que nos iban a preguntar eso.
El avión despegó a la hora prevista, a las 17:05, con rumbo a Roma. Al igual que en el vuelo que tomé por la mañana, las azafatas estuvieron cada dos por tres ofreciéndonos todo tipo de productos, aunque esta vez se tuvieron que dar más prisa, porque en menos de una hora estábamos aterrizando en el aeropuerto de Ciampino.
18:15
Cuando estuve en Roma con David y Leti, para llegar a Termini elegimos una de las opciones más baratas que había, que consistía en coger primero un autobús hasta la estación de Ciampino y allí el cercanías hasta la ciudad; con esa idea, fuimos a la taquilla a comprar los billetes, pero el chico que nos atendió nos dijo que el siguiente autobús tardaría una hora en llegar, pero que había otro que te dejaba en Anagnina, donde podríamos coger el metro hasta Termini. Finalmente, lo hicimos así, y, además, nos salía aún más económico, ya que costaba treinta céntimos menos que la otra forma.
El autobús llegó a la hora que nos indicaron, a las 18:40, pero había tal cantidad de gente para subirse que acabó saliendo un cuarto de hora más tarde; casi no cabíamos, éramos como sardinas en lata. En esto, me llamó Pepe, que llegó a Roma por la mañana, ya que él salía desde Madrid. Me dijo que se encontraba en la Piazza di Spagna con una amiga suya que estaba allí de Erasmus y que fuéramos en su busca cuando dejásemos el equipaje en el hostal.
Nos bajamos en la estación de Anagnina, donde se encuentra la cabecera de la línea de metro que, tras quince paradas y veinte minutos de viaje, nos dejaría en Termini. Desde allí, nos fuimos andando hasta nuestros respectivos hostales; primero llegamos al Astro Pensionhouse, donde nos alojaríamos Jesús, Sebas, Pepe y yo, mientras que Miguel y Jose sólo tenían que ir hasta la plaza que había al final de la calle para encontrar su B&B.
El hostal estaba en la primera planta; nos recibió Viktor, el casero, que, tras presentarse, nos llevó a nuestra habitación. Nos la esperábamos un poco más grande. Había una cama de matrimonio y dos literas, además de un cuarto de baño, pero todo en un mínimo espacio; también teníamos un armario, sin cajones ni perchas, y en el interior estaba la maleta de Pepe, que llegó al mediodía. Le pedimos a Viktor la llave de nuestra habitación, y también nos dio la del portal de la calle y la de la puerta de acceso al hostal, para que pudiéramos llegar a la hora que quisiéramos sin molestar a los demás.
Le tuvimos que pagar el alojamiento al instante, y no al final de la estancia, como nosotros creíamos; teníamos que hacerlo en efectivo, y yo también tuve que poner la parte de Pepe, que me lo daría a la noche. Tras coger mi cámara de fotos, que se tiró todo el día guardada en mi maleta, bajamos a la calle en busca de Jose y Miguel, quienes llegaron pocos minutos después de su B&B. En ese momento, llamé a Pepe para decirle que íbamos a coger el metro y que, en un cuarto de hora, estaríamos en Piazza di Spagna. En el trayecto, nosotros cinco intercambiamos las primeras impresiones que nos dejaron nuestros respectivos alojamientos; Jose nos mostró algunas fotos que la había dado tiempo a hacer de su habitación, y la verdad es que tenía mejor pinta que el mío.
20:45
Nada más salir de la bocana del metro, nos encontramos a Pepe acompañado de Bea, su amiga que estaba de Erasmus en Roma, a quien nos presentó. Como ella ya llevaba viviendo en la ciudad varias semanas, le preguntamos por un sitio para cenar que no fuese muy caro, y nos dijo que por Piazza Venezia había un restaurante muy recomendable a buen precio. Primero, tuvimos que atravesar la Piazza di Spagna, que estaba abarrotada de gente, como suele ser habitual, y después seguimos por la Via dei Condotti, una de las más importantes de Roma por la cantidad de tiendas de reconocidas marcas que allí había, como Gucci, Bulgari, Swarovski, Giorgio Armani o Prada.
Pepe me dijo que su amiga ya le había llevado a varios puntos importantes de la ciudad, como el Coliseo, la Fontana di Trevi o la Piazza del Popolo; mientras caminábamos por la Via del Corso, estuve charlando con Bea acerca de cómo había planteado el viaje y mi anterior experiencia en Roma cuando estuve en febrero, además de consultarle algunas recomendaciones sobre la ciudad. En unos minutos, llegamos a la Piazza Venezia, y allí giramos a la izquierda por la Via 4 Novembre; al final de la calle, entramos en el restaurante en el que cenaríamos, el 'Pastarito Pizzarito', donde yo tenía pensado comer al día siguiente, pero, ya que estábamos allí y con el hambre que teníamos, no íbamos a buscar otro sitio.
Yo ya había comido una vez en el 'Pastarito Pizzarito', concretamente en Milán con Leti y David, y salí bastante contento de aquella vez, por lo que hoy sabía que iba a cenar bien. Yo me pedí unos macarrones a la carbonara que tenían una pinta tremenda, y al probarlos comprobé que de sabor no se quedaba atrás; en mitad de la cena, Sebas nos hizo la foto que podéis ver sobre estas líneas.
Mi plato era bastante abundante, y me costó mucho terminármelo a pesar de que tenía bastante hambre; no sé por qué, pero en la calle siempre como menos que en casa, o, al menos, me quedo lleno bastante antes.
22:15
Después de una gran cena, salimos a la calle y nos despedimos de Bea, porque nosotros ya teníamos que volver a nuestros hostales, que al día siguiente nos tendríamos que levantar temprano. Nuestro camino de regreso empezó por la Piazza Venezia, presidida por el Altare alla Patria bellísimamente iluminado, como podéis comprobar; estuvimos unos minutos haciendo fotos en la plaza y, a continuación, tras sortear el caótico tráfico de Roma, seguimos por la Via dei Fori Imperiali, desde donde podíamos ver la Columna y el Foro de Trajano, además de algunas estatuas de emperadores romanos, pero no nos detuvimos mucho porque al día siguiente lo visitaríamos todo con más tranquilidad y a la luz del día. En la otra punta de la calle, nos topamos con el Coliseo, que también estaba totalmente iluminado, aunque, en una parte de su fachada, se estaba proyectando un anuncio por palabras que hacía casi imposible tomar una foto del monumento sin que apareciera dicho anuncio.
A continuación, avanzamos por la Via Labicana y, tras tomar una de sus bocacalles, subimos hasta llegar a la Piazza Vittorio Emanuele II; allí, nos separamos no sin antes quedar a las nueve de la mañana, y si pudiera ser unos minutos antes mejor, en una de las esquinas de la plaza para iniciar la ruta que tenía planificada para el jueves.
Ya en el hostal, lo primero que hicimos fue decidir dónde íbamos a dormir cada uno. Como Pepe y yo éramos más altos y grandes y las literas parecía que no soportaban mucho peso, Sebas y Jesús accedieron a dejarnos a nosotros la cama de matrimonio. Mientras preparaba las cosas para el día siguiente, Pepe fue al baño, pero salió de él acompañado de un ensordecedor ruido: había tirado papel higiénico por el váter, sin darse cuenta del aviso que había en el baño y que rogaba no hacerlo, y el extractor se había atorado. Sebas fue en busca de Viktor, porque era imposible conciliar el sueño con ese zumbido, y éste nos reprochó, de buenas formas, nuestro despiste; tras desenchufar el extractor para que cesara el ruido, nos dijo que lo arreglaría al día siguiente y que, mientras tanto, usásemos el cuarto de baño comunitario.
Solventado momentáneamente este inesperado problema, decidimos poner nuestras alarmas del móvil a las siete y media de la mañana, ya que a partir de las ocho podríamos desayunar. Una vez que dejamos todo preparado, nos acostamos pensando en el que iba a ser el primero de los largos días que íbamos a pasar en Roma.
5 comentarios:
Oju que recuerdos XD
Aquella maravillosa noche en el Penthouse con la batidora encendida... No se si lo estas dejando para el próximo día, pero se te ha olvidado comentar que cierta persona se levanto en mitad de la noche y remato la faena meando en el ya atorado water.
Que maravillosa visión la de la bañera rezumando mierda a las 8 de la mañana del día siguiente XD
Es escalofriante el cariz escatológico que ha tomado la entrada...
Muy buena entrada Rafa. Hay cosas que no recordaba con tanto detalle y que viene muy bien recordar. Sigue así.
PD: No tardes en poner la siguiente entrada del viaje :P
Zusss: no fue en mitad de la noche, sino cuando me levanté, así que lo contaré en la próxima entrada.
¡Y lo bien que olía! :P
Pepe: por tu culpa!!! :P
Jose: yo soy el primero que quiere escribirla ya, pero hay más cosas que hacer ;)
Gracias por vuestros comentarios ;)
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