Lunes, 16 de julio de 2018
8:30
Nos levantamos temprano para ducharnos y dejar listas las maletas para continuar con nuestro viaje, pero antes de partir teníamos que desayunar, y en concreto fuimos a la cafetería La Colonial El Grande, situada en la plaza de Santa Teresa de Jesús y en la que me tomé un desayuno similar al del resto de días: una tostada con aceite, una napolitana de chocolate y un vaso de leche con Cola Cao.
Volvimos al hotel para recoger las maletas y nos montamos en el coche a eso de las diez y cuarto para poner rumbo a Cáceres. Hicimos un par de paradas intermedias, una en Piedrahita para repostar diésel y otra en un área de servicio en Aldeanueva del Camino, de tal manera que cuando llegamos a Cáceres eran las dos y cuarto. Nos alojamos en el Hotel Exe Ágora Cáceres por una noche que nos costó 65'70 €, concretamente en la habitación 305.
Dejamos las maletas en la habitación y nos fuimos directamente en busca de un sitio para almorzar; tras consultar la lista de recomendaciones que llevaba preparada de casa, nos decantamos por el restaurante Tapería Ibérico. Pedimos una botella de agua grande para los dos, una ensalada gastronómica de entrante, un plato principal (entrecot de ternera mi madre, huevos con chorizo para mí) y tarta de queso de postre. La elección fue más que acertada.
16:10
Iniciamos la visita a Cáceres propiamente dicha en la plaza de las Piñuelas, en la cual se erige la Torre del Horno, para a continuación bajar por una escalinata hasta el Foro de los Balbos, un espacio rectangular donde se encuentran el pilar de San Francisco y una copia de la estatua del Genio Andrógino, también conocida como la diosa Ceres.
Después nos adentramos en la plaza Mayor, de forma rectangular, alargada y ligeramente en cuesta. Allí pudimos ver la Torre de la Yerba, el Ayuntamiento, la Torre de los Púlpitos, el Arco de la Estrella, la ermita de la Paz y la Torre de Bujaco.
Atravesamos el Arco de la Estrella, que cuenta en la parte superior con una pequeña hornacina que aloja la imagen de Nuestra Señora de la Estrella, para acceder a la plaza en la que se encuentra la Concatedral de Santa María, en la base de cuya torre está adosada la estatua de San Pedro de Alcántara.
Tras pagar la entrada (4 € cada uno), accedimos al interior del templo, que, a pesar de no ser tan llamativo como los de otras catedrales que habíamos visitado, sí que tenía su encanto. De estilo románico y gótico, cuenta con numerosas capillas dedicadas a varias advocaciones, entre ellas la del Cristo Negro de Cáceres, pero sin duda alguna destaca por su gran retablo mayor plateresco sin policromar.
La entrada incluía la visita al Museo de la Concatedral, en el que se exponen diversas piezas y obras de arte de carácter religioso, así como la subida a la torre. Subí yo solo, ya que mi madre estaba cansada, y desde allí arriba pude divisar una espectacular panorámica del conjunto monumental de la ciudad, como por ejemplo el Palacio de la Generala, la Torre de Sande, la iglesia de San Francisco Javier o el Palacio de Toledo-Moctezuma.
Al salir de la concatedral, callejeamos por los alrededores del templo, y en concreto vimos el Palacio Episcopal, la Casa de los Ovando, el Palacio de Mayoralgo, el Palacio de la Diputación, el Palacio de los Golfines de Abajo y el Palacio de Carvajal, en cuyo interior pudimos ver una maqueta del casco antiguo de la ciudad, así como visitar su patio y su jardín.
Luego, nuestro paseo nos llevó hasta la Torre de los Espaderos, la Puerta de Coria o del Socorro y el Palacio de Toledo-Moctezuma, para seguidamente acercarnos al Palacio de Godoy y a la iglesia de Santiago de los Caballeros, que estaba cerrada en ese momento, al igual que la iglesia de Santo Domingo.
Tras ver las torres del Palacio Galarza y del Ateneo de Cáceres, nos fuimos a merendar a La casa del goloso; en concreto, mi madre se tomó un batido de nutella y una tarta de nutella, mientras que yo me decanté por un batido de vainilla y tortillas con nutella. Tras esta contundente y deliciosa merienda (15'50 € en total), volvimos al hotel para descansar un rato.
20:10
Dejamos las maletas en la habitación y nos fuimos directamente en busca de un sitio para almorzar; tras consultar la lista de recomendaciones que llevaba preparada de casa, nos decantamos por el restaurante Tapería Ibérico. Pedimos una botella de agua grande para los dos, una ensalada gastronómica de entrante, un plato principal (entrecot de ternera mi madre, huevos con chorizo para mí) y tarta de queso de postre. La elección fue más que acertada.
16:10
Iniciamos la visita a Cáceres propiamente dicha en la plaza de las Piñuelas, en la cual se erige la Torre del Horno, para a continuación bajar por una escalinata hasta el Foro de los Balbos, un espacio rectangular donde se encuentran el pilar de San Francisco y una copia de la estatua del Genio Andrógino, también conocida como la diosa Ceres.
Después nos adentramos en la plaza Mayor, de forma rectangular, alargada y ligeramente en cuesta. Allí pudimos ver la Torre de la Yerba, el Ayuntamiento, la Torre de los Púlpitos, el Arco de la Estrella, la ermita de la Paz y la Torre de Bujaco.
Atravesamos el Arco de la Estrella, que cuenta en la parte superior con una pequeña hornacina que aloja la imagen de Nuestra Señora de la Estrella, para acceder a la plaza en la que se encuentra la Concatedral de Santa María, en la base de cuya torre está adosada la estatua de San Pedro de Alcántara.
Tras pagar la entrada (4 € cada uno), accedimos al interior del templo, que, a pesar de no ser tan llamativo como los de otras catedrales que habíamos visitado, sí que tenía su encanto. De estilo románico y gótico, cuenta con numerosas capillas dedicadas a varias advocaciones, entre ellas la del Cristo Negro de Cáceres, pero sin duda alguna destaca por su gran retablo mayor plateresco sin policromar.
La entrada incluía la visita al Museo de la Concatedral, en el que se exponen diversas piezas y obras de arte de carácter religioso, así como la subida a la torre. Subí yo solo, ya que mi madre estaba cansada, y desde allí arriba pude divisar una espectacular panorámica del conjunto monumental de la ciudad, como por ejemplo el Palacio de la Generala, la Torre de Sande, la iglesia de San Francisco Javier o el Palacio de Toledo-Moctezuma.
Al salir de la concatedral, callejeamos por los alrededores del templo, y en concreto vimos el Palacio Episcopal, la Casa de los Ovando, el Palacio de Mayoralgo, el Palacio de la Diputación, el Palacio de los Golfines de Abajo y el Palacio de Carvajal, en cuyo interior pudimos ver una maqueta del casco antiguo de la ciudad, así como visitar su patio y su jardín.
Luego, nuestro paseo nos llevó hasta la Torre de los Espaderos, la Puerta de Coria o del Socorro y el Palacio de Toledo-Moctezuma, para seguidamente acercarnos al Palacio de Godoy y a la iglesia de Santiago de los Caballeros, que estaba cerrada en ese momento, al igual que la iglesia de Santo Domingo.
Tras ver las torres del Palacio Galarza y del Ateneo de Cáceres, nos fuimos a merendar a La casa del goloso; en concreto, mi madre se tomó un batido de nutella y una tarta de nutella, mientras que yo me decanté por un batido de vainilla y tortillas con nutella. Tras esta contundente y deliciosa merienda (15'50 € en total), volvimos al hotel para descansar un rato.
20:10
El primer lugar al que fuimos al reanudar la visita a la ciudad fue la iglesia de San Juan Bautista, junto a la cual se erige el Monumento a los Cofrades. A continuación, repetimos el camino que hicimos después de almorzar para llegar a la plaza Mayor, en la cual nos percatamos de la presencia de unas letras de hormigón de color amarillo con el nombre de la ciudad.
Después, nos adentramos en el casco antiguo de Cáceres para ir a la plaza de San Jorge, adonde se encuentran la iglesia de San Francisco Javier con sus llamativas torres pintadas en blanco, la Casa Palacio de los Becerra y el Jardín de Doña Cristina de Ulloa.
Paseando por el laberinto de calles que es realmente la zona monumental de la ciudad vimos la Casa del Mono, la Casa del Sol, la Casa del Águila y la Torre de Sande, que llama poderosamente la atención porque está en gran parte cubierta de vegetación.
Más adelante, llegamos a un espacio en el que se encuentran la iglesia de San Mateo, la Casa de Lorenzo Ulloa, el Palacio de las Cigüeñas y su torre, el convento de San Pablo, el Palacio de las Veletas (actual sede del Museo de Cáceres) y la Casa de los Caballos.
Nos acercamos al Arco del Cristo, la puerta de entrada a la ciudad monumental más antigua, para luego descender por la calle San Roque y ver la Torre de la Puerta del Concejo y el Baluarte y la Torre de los Pozos, hasta llegar a la ermita de las Candelas y a la Torre Desmochada.
Desde allí nos reincorporamos al casco antiguo, y en nuestro paseo fuimos viendo el convento de Santa Clara, la Casa de los Sánchez Paredes, el Palacio del Comendador de Alcuéscar (actual Parador de Turismo de Cáceres), la Casa de los Paredes-Saavedra, el Palacio de los Golfines de Arriba y el Palacio de los Condes de Adanero, situado frente al Arco de Santa Ana.
A continuación, bajamos a la plaza de San Juan cuando, de repente, escuché a lo lejos una banda tocando marchas de Semana Santa, y es que resulta que en la plaza Mayor estaba la procesión de la Virgen del Carmen, así que no dudé en acompañarla un rato, en concreto hasta que el trono llegó a la plaza de Santa María, junto a la concatedral. ¡Quién me iba a decir que iba a presenciar una procesión en el viaje!
Pasaban ya varios minutos de las diez de la noche, momento en el que los principales monumentos ya estaban empezando a iluminarse. Para hacer tiempo, decidimos tomarnos un refresco en una de las terrazas de la plaza Mayor, concretamente en el restaurante El Pato.
Antes de buscar un sitio en el que cenar, dimos un pequeño paseo por el casco histórico para ver algunos de sus principales monumentos con la iluminación nocturna, entre otros la propia plaza Mayor, el Arco de la Estrella, la Concatedral de Santa María, la iglesia de San Francisco Javier o el Foro de los Balbos.
Finalmente, la cena la hicimos en el mismo sitio en el que habíamos almorzado, en el restaurante Tapería Ibérico. No teníamos mucha hambre, por lo que, además de agua para beber, pedimos una tosta de jamón ibérico con base de tomate y otra de jamón ibérico con base de Torta del Casar. Ambas estaban muy buenas, y en total nos salió por unos 9 €.
Ya cenados, nos fuimos directos al hotel para subir a la habitación y hacer las maletas, pues era la última noche del viaje y al día siguiente tocaba volver a casa. Tras eso y ver un poco la tele, nos acostamos a la una menos cuarto de la madrugada.
Después, nos adentramos en el casco antiguo de Cáceres para ir a la plaza de San Jorge, adonde se encuentran la iglesia de San Francisco Javier con sus llamativas torres pintadas en blanco, la Casa Palacio de los Becerra y el Jardín de Doña Cristina de Ulloa.
Paseando por el laberinto de calles que es realmente la zona monumental de la ciudad vimos la Casa del Mono, la Casa del Sol, la Casa del Águila y la Torre de Sande, que llama poderosamente la atención porque está en gran parte cubierta de vegetación.
Más adelante, llegamos a un espacio en el que se encuentran la iglesia de San Mateo, la Casa de Lorenzo Ulloa, el Palacio de las Cigüeñas y su torre, el convento de San Pablo, el Palacio de las Veletas (actual sede del Museo de Cáceres) y la Casa de los Caballos.
Nos acercamos al Arco del Cristo, la puerta de entrada a la ciudad monumental más antigua, para luego descender por la calle San Roque y ver la Torre de la Puerta del Concejo y el Baluarte y la Torre de los Pozos, hasta llegar a la ermita de las Candelas y a la Torre Desmochada.
Desde allí nos reincorporamos al casco antiguo, y en nuestro paseo fuimos viendo el convento de Santa Clara, la Casa de los Sánchez Paredes, el Palacio del Comendador de Alcuéscar (actual Parador de Turismo de Cáceres), la Casa de los Paredes-Saavedra, el Palacio de los Golfines de Arriba y el Palacio de los Condes de Adanero, situado frente al Arco de Santa Ana.
A continuación, bajamos a la plaza de San Juan cuando, de repente, escuché a lo lejos una banda tocando marchas de Semana Santa, y es que resulta que en la plaza Mayor estaba la procesión de la Virgen del Carmen, así que no dudé en acompañarla un rato, en concreto hasta que el trono llegó a la plaza de Santa María, junto a la concatedral. ¡Quién me iba a decir que iba a presenciar una procesión en el viaje!
Pasaban ya varios minutos de las diez de la noche, momento en el que los principales monumentos ya estaban empezando a iluminarse. Para hacer tiempo, decidimos tomarnos un refresco en una de las terrazas de la plaza Mayor, concretamente en el restaurante El Pato.
Antes de buscar un sitio en el que cenar, dimos un pequeño paseo por el casco histórico para ver algunos de sus principales monumentos con la iluminación nocturna, entre otros la propia plaza Mayor, el Arco de la Estrella, la Concatedral de Santa María, la iglesia de San Francisco Javier o el Foro de los Balbos.
Finalmente, la cena la hicimos en el mismo sitio en el que habíamos almorzado, en el restaurante Tapería Ibérico. No teníamos mucha hambre, por lo que, además de agua para beber, pedimos una tosta de jamón ibérico con base de tomate y otra de jamón ibérico con base de Torta del Casar. Ambas estaban muy buenas, y en total nos salió por unos 9 €.
Ya cenados, nos fuimos directos al hotel para subir a la habitación y hacer las maletas, pues era la última noche del viaje y al día siguiente tocaba volver a casa. Tras eso y ver un poco la tele, nos acostamos a la una menos cuarto de la madrugada.
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