El primer libro que he leído este verano ha sido 'La novia gitana', de la escritora madrileña que se esconde tras el seudónimo de Carmen Mola.
Susana es una joven gitana que ha sido raptada después de celebrar su despedida de soltera y que aparece muerta unos días más tarde tras haber sido asesinada por alguien que le ha realizado unos agujeros en la cabeza en los que ha metido varios gusanos que han ido devorando poco a poco su cerebro. La inspectora Elena Blanco, junto con su equipo de la Brigada de Análisis de Casos (BAC) y el subinspector Ángel Zárate, se encarga de la investigación de un crimen cuyo modus operandi resulta ser prácticamente idéntico al del asesinato de Lara, la hermana de Susana, que tuvo lugar siete años atrás y cuyo asesino, Miguel Vistas, se encuentra en prisión. Cuando se revisa este caso, no tardan en aparecer ciertas irregularidades que invitan a pensar que quizás se condenó a un inocente, que el verdadero asesino de Lara anda suelto y que es el mismo que el de Susana.
La primera referencia que tuve de este título fue hace un par de años y tras una conversación sobre gustos literarios con un compañero de trabajo, quien me habló de un libro que llevaba poco tiempo a la venta y que estaba teniendo muy buena acogida. Luego me enteré de Carmen Mola no era el verdadero nombre de la autora, sino un seudónimo, lo cual le aportaba si cabe más misterio a este libro del género policíaco, y, en efecto, de que se estaba convirtiendo en un bestseller que al final ha derivado en una exitosa trilogía. Con todos estos ingredientes, sabía que tarde o temprano acabaría leyendo este libro y que muy probablemente lo disfrutaría, como así ha ocurrido. La trama es la típica en la que hay un crimen que resolver, varios personajes a los que se les cuelga el cartel de sospechosos conforme se descubren nuevas pistas y se revelan ciertas informaciones ocultas, y una inspectora con problemas personales que hace todo lo posible por encontrar al verdadero asesino. 'La novia gitana' engancha de principio a fin gracias a su lectura ágil y a que se compone de capítulos cortos que te dejan con ganas de leer un poquito más; además, no abusa de un gran número de personajes secundarios que aportan poco y lían mucho, sino que cuenta con los justos y necesarios para que la historia sea más creíble y que no todo gire exclusivamente alrededor del personaje principal, la inspectora Elena Blanco. Al final se resuelve el caso y se atan todos los cabos, bueno, todos excepto uno, y aquí viene casi lo mejor del libro, que queda pendiente para el segundo título de la trilogía y cuya puerta se deja abierta en las últimas páginas para dejarte con ganas de más. En resumidas cuentas, un libro muy entretenido para los aficionados al género policíaco de una misteriosa Carmen Mola cuyas obras seguro que seguiré disfrutando.
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