jueves, 30 de agosto de 2018

El último Catón

El cuarto libro que he leído este verano ha sido 'El último Catón', de la escritora española Matilde Asensi.
La hermana Ottavia Salina, una prestigiosa paleógrafa que trabaja en el Archivo Secreto de la Ciudad del Vaticano, es requerida para descifrar las escarificaciones encontradas en el cadáver de un etíope, concretamente siete letras griegas y siete cruces. Para ello contará con la ayuda de Kaspar Glauser-Röist, capitán de la Guardia Suiza, y posteriormente se unirá a ellos Farag Boswell, arqueólogo y profesor del Museo Grecorromano de Alejandría; al mismo tiempo, numerosas iglesias cristianas de todo el mundo están sufriendo el robo de las reliquias de la Vera Cruz, la cruz en la que supuestamente murió Jesucristo. Pronto descubrirán que en el Purgatorio de 'La Divina Comedia' de Dante Alighieri se encuentra la clave para resolver este misterio que les llevará a siete importantes ciudades (Roma, Rávena, Jerusalén, Atenas, Constantinopla, Alejandría y Antioquía), en las cuales tendrán que superar otras tantas pruebas basadas en los siete pecados capitales (soberbia, envidia, ira, pereza, avaricia, gula y lujuria).
Me hice con este libro hace unos años con la esperanza de que, tras su lectura, se convirtiera en una de mis novelas favoritas, como en su día lo consiguieron La sombra del viento o Los pilares de la Tierra, por poner un par de ejemplos. Nada más lejos de la realidad, pues me ha supuesto una notable decepción en todos los sentidos, y eso a pesar de que su argumento prometía bastante, muy en la línea de esa moda literaria que surgió a principios de siglo que mezcla historia, religión y aventuras, y cuyo mayor exponente es 'El código Da Vinci'. Sé que para muchos será un sacrilegio lo que voy a decir, pero en mi opinión Dan Brown (sobre todo con 'Ángeles y demonios') le da mil vueltas a 'El último Catón' de Matilde Asensi. Cuando empiezas a leerlo, te esperas que tarde o temprano te mantenga enganchado, pero poco a poco se va haciendo lento y cansino, y no ves que llegue ese momento en el que no puedes parar de leer. Es indiscutible que la autora, tal y como explica en el prólogo, parte de una documentación y un rigor histórico profundos, tanto que a lo largo del libro abusa de nombres y datos que entorpecen un poco. Precisamente ese rigor y esa supuesta realidad es lo que más desentona en el desarrollo de la historia, puesto que en su conjunto me parece bastante inverosímil, fantasiosa, poco creíble, lo cual se refleja principalmente en las pruebas que tienen que superar los tres personajes (surrealistas y enrevesadas) y en el final, muy soso, simplón y, en la línea del libro, decepcionante. Por otra parte, tampoco me ha gustado que la autora se adentre en los problemas personales y pasados de sus tres protagonistas y no termine de desarrollarlos y explicarlos del todo; bajo mi punto de vista, quedan expuestos de una manera superficial y con poca o nula trascendencia en la trama, por lo que se lo podría haber ahorrado. En definitiva, lo único que se me ocurre concluir es que es un libro prescindible, y lo digo con pena porque las expectativas eran muy altas a tenor de las excelentes críticas que tiene, pero en mi caso decir lo contrario sería mentir.

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