lunes, 2 de noviembre de 2020

Viaje a Brighton: día 2

Viernes, 10 de agosto de 2018

7:30
El despertador de mi móvil sonó a la hora a la que lo había programado, pero decidí aguantar media hora más en la cama, así que terminé levantándome a las 8:00. Me duché y me vestí con ropa informal para a eso de las nueve menos cuarto bajar al sótano del hostal, donde se encuentra la sala en la que se sirve el desayuno. En cuanto me senté, una mujer se acercó para preguntarme qué quería tomar, a lo que le dije que unas tostadas y un chocolate a temperatura ambiente; además, también cogí algunas piezas de bollería del bufé y mantequilla para untar en las tostadas.
Volví a la habitación para hacer tiempo viendo la tele antes de vestirme de nuevo, esta vez de traje para asistir a la boda de mi amigo Pepe y su novio Tom. Salí del hostal a las 11:00 para dirigirme al hotel The Grand Brighton, desde donde saldría el autobús que llevaría a parte de los invitados al lugar en el que se celebraría la boda. Mientras esperaba a que Marisa bajase de su habitación, saludé a algunos de los amigos de Pepe que había logrado identificar de las fotos de su despedida de soltero en Toulouse (yo no pude ir), de tal manera que a las once y media, ya con Marisa, empezamos a embarcar en el autobús, uno típico inglés de dos pisos.

Salimos de allí a las 11:40 para dirigirnos en mitad de la lluvia que estaba cayendo al Jurys Inn Brighton, otro hotel en el que había más invitados que recoger, y luego definitivamente a Pangdean Old Barn, un granero situado a las afueras de Brighton que está acondicionado para celebrar bodas. Cuando llegamos estaba chispeando, así que nos resguardamos con el resto de invitados en la sala cubierta, en la que ya se encontraban otros muchos invitados, principalmente los familiares y amigos de Tom, algunos de los cuales ya conocía de cuando vinieron unos meses antes a conocer Málaga.
Minutos antes de la una nos avisaron para ir acomodándonos en la sala donde se celebraría la ceremonia; en realidad, estaba previsto que fuese en los jardines, pero seguía lloviendo y no tenía pinta de que fuese a escampar. La boda empezó a la hora prevista y fue oficiada en inglés y puntualmente en español, pero Carmona, uno de los amigos de Pepe, fue el encargado de traducir al idioma correspondiente todo lo que se iba diciendo para que todos los invitados pudieran seguir el acto, que por cierto fue bastante emotivo, especialmente cuando los novios se dedicaron unas palabras antes de intercambiarse los anillos.


13:35
Una vez finalizada la ceremonia, los invitados pasamos a la sala cubierta para charlar y conocernos un poco mientras los camareros nos iban pasando varias bandejas de canapés y sirviendo diversas bebidas. Allí tuve la oportunidad de reencontrarme con algunos amigos de Pepe a los que ya conocía de cuando fui a visitarle a Madrid en su último año de carrera y a otra amiga con la que coincidimos en el viaje que hicimos a Roma, pero también pude conocer a otros amigos, algunos de ellos de Málaga, es más, resulta que, hablando de una cosa y de otra, una de ellas fue alumna de una vecina de mi bloque. Lo pequeño que es el mundo.
Como fuera seguía lloviendo, los novios se hicieron fotos con los invitados en la sala en la que se acababa de oficiar la boda. Primero me hice unas fotos junto con los amigos de Pepe con los que estaba hablando, y luego también con la familia de Pepe, puesto que conozco a sus padres desde que empezamos a ser amigos allá por la ESO, y también a su hermano Miguel, a quien he llegado a dar clases particulares para que aprendiese matemáticas de un nivel superior al del curso en el que se encontraba, y a su hermana Carmen, quien aprovechó para presentarme a su novio, que además había sido compañero de colegio de mi amigo Isra. Lo dicho, que el mundo es un pañuelo.

A las tres de la tarde, nos fueron avisando para que fuésemos tomando asiento para el banquete. La distribución de los invitados en las mesas fue bastante particular, puesto que, en vez de un número, habían asignado a cada mesa el nombre de una ciudad a la que Pepe y Tom habían viajado, de tal manera que, en la medida de lo posible, en cada mesa había invitados más o menos afines. Como era de esperar, mi amiga Marisa y yo caímos en la misma mesa, en la cual coincidimos con compañeros de trabajo de Pepe, algunos de ellos españoles, como la chica de Valencia que estaba sentada a mi derecha, y otros extranjeros, por lo que, evidentemente, el idioma de conversación entre todos nosotros fue el inglés.
Tras la bebida, en mi caso Coca-Cola y agua, nos sirvieron el plato principal que habíamos elegido previamente cuando Pepe nos envió las invitaciones de la boda. Yo me decanté por el muslo de pato confitado, mientras que las otras opciones eran el tocino de cerdo asado, que fue lo que comió Marisa, y el Wellington vegetariano. La verdad es que el muslo de pato estaba bastante bueno y jugoso, así que acerté con mi elección, pero tampoco me hubiera equivocado con el tocino de cerdo, ya que Marisa me dejó probar un poco y me gustó. Finalmente, el postre fue una panna cotta de vainilla servida con frutas de verano y un coulis de frambuesa que estaba delicioso.

 
17:15
Una vez que habíamos terminado de comer, comenzaron los discursos que pronunciaron tanto Pepe y Tom como algunos de sus familiares y amigos, en los cuales se combinaron momentos con una gran carga sentimental que hicieron saltar alguna que otra lágrima a más de uno y otros más divertidos y jocosos relativos a anécdotas y vivencias graciosas de los novios. Al igual que en la ceremonia, Carmona se encargó de traducir al inglés y al español, según el caso, las palabras que se iban pronunciando para que todo el mundo las entendiera y, de paso, llorase o se riese por partida doble.
Seguimos un rato más sentados en las mesas para que nos sirvieran café, té y licores, tras lo cual abrió el bar para empezar a servir copas y bebidas. Fuera ya había escampado e incluso hacía un poco de sol, por lo que muchos de los invitados aprovechamos para salir y pasear por los jardines donde se hubiera celebrado la boda de no haber estado lloviendo, que además contaban con columpios y juguetes, así como la posibilidad de jugar al croquet y de montar en pequeños karts, lo cual hizo las delicias de los niños y no tan niños.

De nuevo en el edificio del Pangdean Old Barn, me enteré por el móvil de que había salido la resolución definitiva de los destinos provisionales para el curso 18/19, y en mi caso repetiría en el mismo instituto en el que había trabajado ese curso, el IES Jarifa, pero esta vez con plaza no bilingüe, lo cual agradecí, puesto que para lo que sirve y para todo el trabajo que conlleva no merece la pena. En esto, la sala en la que se había celebrado tanto la boda como el banquete se había convertido en una sala de discoteca que, obviamente, inauguraron Pepe y Tom con su primer baile como recién casados.
La música elegida no estuvo nada mal, y quiero recordar que, a pesar de que la boda se celebró en Inglaterra, hubo más canciones en español que en inglés, incluidos los grandes éxitos de toda gran celebración que se precie para que todo el mundo baile, incluido yo, que ya es mucho decir, aunque solo lo justo y necesario para cumplir con el expediente. Me vino bien que pusieran una mesa con la post-cena, compuesta principalmente por tablas de quesos, para librarme por momentos del bailoteo, con la excusa además de que tenía un poco de hambre. De lo que no me iba a librar por nada del mundo era de felicitar personalmente a Pepe por su enlace con Tom, pues por algo es el amigo más antiguo que conservo, y por lo bien organizado que estaba todo, y es que de momento ha sido la boda en la que mejor me lo he pasado.

 
21:30
Cansado ya un poco de la música, me salí de la pista de baile para irme a una de las salas para charlar con algunos de los invitados, principalmente con los familiares de Pepe, a quienes, como ya he comentado antes, conozco desde hace muchos años y por ello nos tenemos mucho aprecio. El primer autobús para llevar a los invitados de vuelta a Brighton salía a las diez de la noche, y mi amiga Marisa fue una de las que optó por irse ya, pero yo me decanté por seguir allí, así que ya me reuniría con ella al día siguiente para hacer una ruta de senderismo por los Seven Sisters, tal y como habíamos planeado.
Volví a la pista de baile para 'moverme' un poquito y estar un rato con los amigos de Pepe, y de paso para seguir degustando de las tablas de quesos de la recena. Eran casi las once de la noche cuando Marisa me avisó por WhatsApp para decirme que una amiga de Londres le había escrito para que fuese a visitarle al día siguiente, por lo que se cancelaba la visita a los acantilados. Justo entonces, algunos de los amigos de Pepe pusieron el punto y final de la celebración con un manteo a los recién casados, tras lo cual nos despedimos de Pepe y Tom y nos subimos al autobús que salía a las 23:15 para regresar a Brighton.
El autobús nos dejó en el hotel The Grand Brighton, y, antes de separarnos, le comenté a los amigos de Pepe que contasen conmigo para pasar el siguiente día con ellos. Al llegar a mi hostal, a eso de las 23:50, lo primero que hice fue quitarme el traje y los zapatos, que no es precisamente la vestimenta con la que me siento más cómodo, y tras ello hice el check-in online del vuelo de regreso a Málaga para tener el billete en el móvil. Al final, entre una cosa y otra y poner el despertador del móvil para levantarme a las ocho, me acosté definitivamente a la una de la madrugada, terminando de esta forma un día para el recuerdo.

2 comentarios:

Pepe Soldado dijo...

Gracias por la entrada, Rafa! Me he alegrado al recordar ese día tan bonito. Un abrazo

Rafalillo dijo...

¡De nada! Ya tocaba publicarla, y casualmente ha coincidido con el día de tu cumpleaños jeje. Para mí también fue un gran día, ver feliz a un amigo en un día tan especial siempre es motivo de alegría :D

Pues nada, a ver si el bichito nos deja vernos de nuevo más pronto que tarde ;)