domingo, 1 de febrero de 2015

La teoría del todo

Anoche estuve con mi amigo Jose en los cines del Málaga Nostrum para ver 'La teoría del todo', una película dirigida por James Marsh y protagonizada por Eddie Redmayne (Stephen Hawking) y Felicity Jones (Jane Wilde).
Stephen Hawking y Jane Wilde son dos estudiantes de la prestigiosa Universidad de Cambridge que, tras conocerse en una fiesta, comienzan una relación que parece que se puede truncar debido a que a Stephen se le diagnostica ELA (esclerosis lateral amiotrófica), una enfermedad que progresivamente le afectará a su musculatura, de tal forma que no podrá controlar de forma voluntaria acciones tan normales como mover sus extremidades, tragar e incluso hablar, y siendo la esperanza de vida de solamente dos años. A pesar de esta dura noticia, Jane decide seguir con él, por lo que terminan casándose. El deterioro físico provocado por su enfermedad no le impide a Stephen terminar con su doctorado en Física de forma brillante, convertirse en una referencia mundial dentro de su campo de estudio y llegar a tener tres hijos, gracias sobre todo al constante e infatigable apoyo de Jane.
Tal y como me esperaba, no he salido para nada decepcionado de una película que me ha gustado mucho, aunque he de reconocer que me ha gustado de una manera diferente a como me imaginaba antes de verla, lo cual no quiere decir que me esperase otro tipo de película (si alguien se piensa que se va a encontrar una historia de la carrera científica de Hawking, que se ahorre ir al cine y pruebe suerte con los documentales de La 2). Mis alabanzas hacia este largometraje tienen que empezar obligatoriamente por Eddie Redmayne, el actor que, más que interpretar, da vida literalmente a Stephen Hawking. Yo no soy muy cinéfilo y, por lo tanto, no he visto tantas películas como para que lo que voy a afirmar ahora sea cierto del todo, pero tengo que decir que no recuerdo una caracterización tan bien conseguida como la que ha hecho Redmayne del archiconocido científico, y es que simplemente lo clava a la perfección, hasta tal punto que por momentos uno se podría llegar a creer que es el mismísimo Hawking. No me cabe en la cabeza cómo es posible que haya sido capaz de imitar con tanta maestría todos los aspectos del personaje, principalmente los relativos a la parte física, y con 'física' no me refiero a la ciencia, sino al cuerpo: los andares, el habla, la boca, los dedos de las manos, la mirada, las posturas tanto de pie como postrado en una silla, y un largo etcétera. No es que resulte creíble, es que parece real, como si el propio actor hubiese adquirido esa misma enfermedad durante el rodaje y se hubiese aprovechado la circunstancia para hacer la película. De verdad, si por este colosal papel Eddie Redmayne no se lleva el Oscar a Mejor Actor, estaremos ante una de las decisiones más injustas e inexplicables de la historia de estos premios. También se merece muchos elogios la actuación de Felicity Jones como Jane Wilde, esa mujer que siempre estuvo al lado de Stephen, que se convirtió en sus pies y sus manos, y que también padeció el sufrimiento de una enfermedad que sintió como suya para tener las fuerzas necesarias para seguir adelante y luchar por superarla a pesar de su continuo agravamiento. Aquí tengo que hacer un pequeño inciso y decir que valoro mucho este papel, puesto que por desgracia a mí me ha tocado pasar por una situación similar con la enfermedad que tuvo mi padre. Es en películas como ésta donde se aprecia, aunque no del todo porque es imposible, lo duro y lo difícil que es el trance de estar al cuidado de una persona que no puede valerse por sí misma, más si cabe cuando esa persona es alguien a quien quieres tanto. Retomo la actuación de Felicity Jones y añado que, si la interpretación del personaje de Hawking es totalmente creíble, la de Jane Wilde no se queda atrás, y se me viene a la cabeza esa escena en la que Stephen juega al croquet ya con evidentes dificultades para andar con normalidad al tiempo que Jane le observa y se emociona progresivamente entre lágrimas al darse cuenta de que está absolutamente enamorada de él y de que la enfermedad no va a impedir que ese amor desaparezca. Unos apuntes más de la película para ir terminando. Yo ya conocía buena parte de la vida de Stephen Hawking, pero para nada me esperaba que lo que se narra en la última media hora hubiese ocurrido realmente así, o al menos de forma parecida, porque ya sabemos que los guionistas siempre retocan un poco las historias basadas en hechos reales para hacerlas más atractivas al público. El final me ha parecido simplemente sublime, cautivador, un auténtico guiño al trabajo del científico y a la propia película, que, si ya de por sí merece la pena, con los dos últimos minutos remata la faena. Y con respecto a la banda sonora, excepcional, muy adecuada a las escenas que se van sucediendo, emocionante por momentos, aunque he echado de menos poder escuchar la que se utiliza en el tráiler oficial de la película. ¿Por qué suele pasar que estas composiciones tan buenas no pertenecen realmente a la banda sonora original? Si hace un par de semanas recalqué la importancia de que por fin una película haya dado a conocer la aportación que Turing hizo a la historia de la humanidad, ahora toca decir que también iba siendo hora de que la vida personal, y no tanto profesional, de Hawking fuese llevada al cine para mostrar al público una historia de superación con letras mayúsculas que yo que vosotros no me perdería.

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