miércoles, 29 de junio de 2011

Viaje a Londres: día 2

Sábado, 19 de febrero de 2011

8:30
Suena la alarma del móvil de Pepe. A los pocos segundos, es el turno de la alarma de mi móvil. Pepe se levanta y acude al baño para ducharse mientras yo me quedo acostado en la cama apurando los últimos minutos de descanso. Corro la cortina de la ventana de la habitación, que está justamente en mi lado de la cama, y compruebo que la calle está mojada y los cristales de la ventana llenos de gotas. Mala señal. Las previsiones no se habían equivocado y el cielo, nublado y encapotado, no parecía por la labor de mejorar a lo largo de nuestra primera jornada en Londres. Tenía más que asumido que lluvia nos íbamos a encontrar sí o sí, por lo que me conformaba con que cayese mientras estuviésemos a cubierto (en un museo, en el metro, comiendo...), y, si lo hacía con nosotros en la calle, que no fuese copiosa. Pepe volvió del baño, así que yo cogí su testigo para asearme.
Volví a la habitación para ponerme las gafas y fui a la cocina, donde ya estaba Pepe desayunando sentado en uno de los dos taburetes y escuchando la radio (la BBC, concretamente). Le pregunté qué opciones había para desayunar y me dijo que tenía tostadas, tarta de chocolate, muffins, leche y zumo de naranja (¡de naranjas valencianas!); al final, me decanté por tres tostadas con mantequilla, un trozo de tarta y un vaso de leche con Nesquik. La leche no tenía nada que ver con la que nos tomamos en España, pues más bien parecía agua blanca, casi sin sabor; por otro lado, en Londres (y supongo que en todo el Reino Unido) la leche, en vez de en tetra bricks de un litro, viene en botellitas de 568 mililitros (lo que viene a ser una pinta inglesa). Y qué decir del Nesquik. Nada más abrirlo, comprobé que el chocolate en polvo presentaba un color bastante más oscuro que el de aquí, como si fuera café, y, luego de echarlo y removerlo con la leche, el sabor estaba a años luz del original. En fin, que menos mal que las tostadas y la tarta estaban buenas, que si no habría terminado de añorar del todo el mollete con aceite que me tomo todas las mañanas.
Cuando terminé de desayunar, fregué los platos y los vasos que habíamos utilizado mientras Pepe se estaba lavando los dientes y vistiéndose. El agua que salía del grifo estaba casi literalmente helada, y era imposible dejar las manos bajo el chorro más de cinco o seis segundos; a continuación, fui a la habitación a cambiarme de ropa. Me abrigué bastante, pero sin abusar: una camiseta interior de manga corta, un polo, y el chaquetón, en cuyos bolsillos guardé los guantes por si acaso hubiera que recurrir a ellos; al viaje, también me llevé una bufanda, pero yo no es que sea muy amigo de estos largos trozos de tela, puesto que me resultan un poco incómodos, así que la dejé en la maleta. Ya eran las nueve y cuarto pasadas, hora de partir. Tanto Pepe como yo cogimos nuestros respectivos paraguas y cámaras de fotos, además de la hoja de ruta que había preparado para el viaje. Salimos del piso y lo primero que hicimos fue abrir los paraguas, puesto que estaba lloviendo, aunque por suerte no demasiado, solamente un chispeo fuerte. Tiramos por Strutton Ground para luego girar a la izquierda por Victoria Street. Por el camino, además de ver varias cabinas telefónicas y autobuses de dos pisos típicos londinenses, nos topamos con el Westminster City Hall, que viene a ser el ayuntamiento de la zona de Westminster, y es que, según tengo entendido, cada barrio está regido por una asamblea independiente, aunque Londres en sí tiene un alcalde.

9:30
Llegamos a Westminster Cathedral justamente a la hora que habíamos acordado el día anterior (en realidad, el mismo día, porque les dejamos en el hostal casi a las dos de la madrugada) con Jose y Miguel, quienes no estaban allí todavía. Les concedimos los cinco minutos de rigor, pero no aparecían, así que cogí el móvil para llamarles. No respondían. Lo intentó Pepe con el suyo y por fin lo cogieron. Estaban por Grosvenor Gardens, a lo que Pepe les contestó que se habían equivocado de camino, que la catedral estaba en sentido contrario al que ellos estaban siguiendo, por lo que les dijo que preguntasen por Victoria Station o por Victoria Street para poder llegar hasta donde nos encontrábamos nosotros. La lluvia, aunque no era de consideración, no cesaba, así que nos resguardamos en la acera techada de una de las esquinas de la plaza en la que se encuentra la catedral, concretamente junto a un McDonald's.
Aproveché que estábamos a cubierto para sacar mi cámara y hacer algunas fotos a la catedral, cuya apariencia me sorprendió bastante, pues encontrar un edificio de arquitectura neobizantina no creo que sea muy común en territorio británico, y encima es un templo católico. Me llamaron mucho la atención la marcada tonalidad roja ladrillo de la fachada y, sobre todo, el campanario, que tiene una altura que supera los ochenta metros. No entramos en la catedral básicamente por dos razones: porque estaba lloviendo y por si acaso fueran a llegar Jose y Miguel mientras estuviésemos dentro. Mientras les esperábamos, se me acercó una pareja que me pidió que les fotografiara junto a la catedral; por el acento, me di cuenta de que eran italianos, y les pregunté si era así, a lo que me respondieron afirmativamente. ¿Quién me iba a decir que iba a practicar italiano en Londres aunque fuese durante apenas quince o veinte segundos?
Ya eran más de las diez y Jose y Miguel no daban señales de vida, por lo que Pepe les llamó para preguntarles cuánto les quedaba para llegar. Seguían perdidos sin saber cómo llegar al lugar en el que estábamos nosotros, así que les dijimos que volvieran a preguntar por Victoria Street o por la catedral, que no tenían pérdida alguna. No hacía un frío excesivo, pero entre la lluvia, la humedad y que llevaba cerca de tres cuartos de hora de pie sin moverme, no tuve más remedio que abrocharme el chaquetón entero para cubrirme el cuello y recurrir a los guantes para entrar en calor. A las diez y veinte, Jose me dio un toque al móvil, por lo que supuse que ya estarían cerca; en efecto, a los dos o tres minutos les avisté a lo lejos viniendo desde Victoria Station.
Ya reunidos los cuatro, reanudamos la marcha a paso casi marcial, que ya acumulábamos casi una hora de retraso con respecto al plan que tenía previsto y teníamos que recuperar tiempo como fuera. A las once menos veinticinco, llegamos a Westminster Abbey, inconfundible con su estilo gótico y con una silueta muy similar a la de la Catedral de Notre-Dame de París. Esta abadía es el lugar en el que suelen coronarse los monarcas ingleses, además de ser enterrados algunos de ellos; por cierto, que unos dos meses más tarde se casarían en este templo el príncipe Guillermo y Kate Middleton. Nos conformamos con hacernos unas fotos con la abadía detrás, y es que no teníamos previsto entrar porque costaba 16 libras hacerlo, así que tendré que volver a Londres en el futuro para visitar las tumbas de personajes tan conocidos como Charles Dickens, Händel, Ernest Rutherford, William Shakespeare o dos de los científicos más importantes de la historia: Isaac Newton y Charles Darwin.
Bordeamos Westminster Abbey por el lateral en el que se encuentra Saint Margaret's Church y seguimos por Parliament Square para cruzar hasta Westminster Palace, la sede del Parlamento del Reino Unido, aunque es universalmente conocido por su famosa Torre del Reloj, o Big Ben como se le suele denominar equivocadamente, pues este apelativo se refiere en realidad a la campana que tiene en su interior. La lluvia no cesaba y, además, había un poco de niebla, por lo que no merecía mucho la pena parar ahora a hacerse fotos con el Big Ben (de ahora en adelante, me referiré a la torre de esta forma, a pesar de que sea erróneo); de todas formas, a lo largo del viaje íbamos a pasar varias veces por aquí, así que tampoco pasaba nada. A continuación, subimos por Whitehall hasta llegar a la esquina con Downing Street, calle conocida porque en el número 10 vive el Primer Ministro. Yo creía que era una calle visitable, pero no, ya que estaba vallada y vigilada por varios policías que no dejaban pasar a nadie que no tuviera permiso para hacerlo. Continuamos andando hasta llegar a Trafalgar Square, presidida en el centro por la columna de Nelson y al fondo por la National Gallery.
Ya eran las once de la mañana y apenas estuvimos allí un minuto, puesto que en seguida nos metimos en una de las bocas de metro de Charing Cross para comprarnos cada uno la Travelcard off-peak para las zonas 1 y 2, que nos costó 6'60 libras y que nos permitiría tomar el metro y el autobús a lo largo del día todas las veces que quisiéramos, y también cogimos un tríptico con el plano de la red de metro de Londres para guiarnos más fácilmente. Teníamos varias combinaciones para llegar a nuestro siguiente destino, el mercadillo de Portobello Road. Primero nos subimos a la Northern Line para bajarnos en la siguiente parada, en Embankment, y hacer transbordo allí con la Circle Line. En cada parada que hacía esta línea, vimos en los andenes a numerosos aficionados del Chelsea que se disponían a ir al partido de la FA Cup Chelsea-Everton, que se disputaría a las 12:30; menos mal que tenían que coger la otra línea de metro que pasaba por esas paradas, porque si no estaríamos como sardinas en lata en el vagón.

11:35
Nos bajamos en Notting Hill Gate, nosotros y casi todos los que iban en esta línea, como era de esperar, por lo que salir al exterior fue poco menos que una odisea. Jose, Miguel y Pepe tenían que ir al baño, así que nos acercamos a un McDonald's de la calle principal, y, como estaba lloviendo, les esperé dentro del establecimiento. No tardé apenas unos segundos en darme cuenta de tres detalles: no eran ni las doce del mediodía y ya había gente almorzando; la mayoría de los clientes tenía su portátil sobre la mesa mientras se tomaban lo que fuera; y, por último, cada mesa tenía un pequeño jarrón con flores. Una escena totalmente diferente a la de cualquier McDonald's de España. Reunidos los cuatro de nuevo, subimos Pembridge Road y luego nos desviamos por Portobello Road, siempre rodeados de mucha gente, que, como nosotros, se dirigía al mercado callejero por el que es tan famosa esta vía. Me llamó mucho la atención las fachadas de las casas de esta calle, cada una pintada de un color diferente (azul, amarillo, rosa, rojo, verde, gris...), y todas ellas de una sola planta más la que está a ras de suelo, muy típico inglés. Al final del primer tramo de Portobello Road, vimos a un grupo de diez o doce chavales cantando al tiempo que los viandantes les daban una propinilla; la verdad es que no lo hacían nada mal, como podéis comprobar en este vídeo.



El verdadero bullicio del mercadillo lo encontramos después del cruce con la calle Chepstow Villas, pues casi no se podía ni andar, y menos todavía con los paraguas abiertos. En este tramo, vimos numerosas tiendas de antigüedades, además de algunos tenderetes, en los que se ponían a la venta objetos de todo tipo: instrumentos de música, vinilos, máquinas de coser, cámaras fotográficas, ropa, vajillas de porcelana, muebles, relojes, adornos, cuadros, botellas de cristal... Todo lo que te pudieras imaginar estaba allí. Entramos en una de estas tiendas a curiosear un poco; en ella, la mayoría de los objetos que se exponían en las estanterías y mesas eran en formato papel, es decir, libros, guías de viajes, láminas y postales principalmente. De estas últimas encontramos muchas de ciudades, monumentos y paisajes de España. Luego, Jose y Miguel, al ver el trasiego de clientes de una pastelería por la que pasamos, decidieron entrar y finalmente se compraron un dulce, más concretamente una especie de magdalena.
Más o menos a partir de allí, comenzaba un nuevo tramo del mercadillo. Ahora, en los puestos y tenderetes se vendía fruta, verdura, pan, bollería y hasta platos de comida para tomar al momento (guisos, potajes e incluso alguna paella creo que vimos). Cuando llegamos al cruce de Portobello Road con Westbourne Park Road ya eran casi las doce y media, un pelín tarde para lo que tenía previsto, así que dije de dar media vuelta, pero, en vez de hacerlo por el mercadillo, lo hicimos por la calle paralela, Kensington Park Road, para de esta forma evitar el bullicio. Estábamos ahora en el corazón del barrio de Notting Hill, y prueba de ello era que encontré la librería que regenta Hugh Grant en la película 'Notting Hill', 'The Travel Bookshop'. En cualquier caso, lo más destacable de esta zona de Londres es el lujo y la calidad de las casas que allí se levantan, todas casi idénticas: de dos plantas, fachadas de colores claros, con escalinata y columnas de mármol blanco en la entrada, verjas que las rodean, etc. Con razón muchos de los famosos que viven en Londres lo hacen por ese barrio.
Nos reincorporamos a Portobello Road justamente donde antes estaban los chavales cantando, aunque cuando llegamos nosotros ya no había ni rastro de ellos. A la una menos cuarto, ya en Notting Hill Gate, me di cuenta de que se había roto una de las varillas de mi paraguas, supongo que al haberse enganchado o chocado con otro mientras paseábamos por el mercadillo, así que lo recogí y lo guardé en su funda en seguida para que el estropicio fuese menor. Acto seguido, accedimos a la boca de metro de esta calle para coger la Central Line. El siguiente lugar que visitaríamos sería el British Museum, por lo que nos bajamos en la parada más cercana a este museo, en Holborn, pero previamente fuimos a buscar un sitio para almorzar, que ya era la una de la tarde y nos teníamos que habituar en la medida de lo posible al horario inglés.
Estuvimos unos minutos tanteando opciones por Kingsway y al final nos decidimos por entrar en un EAT, una cadena de restauración que no se parece a ninguna de las que conocemos en España, pues tú entras allí y, tras pillar una mesa, te acercas a una estantería frigorífica en la que encuentras comidas ya preparadas, tales como sandwiches, bocadillos, ensaladas y sopas, mientras que en otra están las bebidas. Una vez que has cogido lo que vas a tomar, te lo llevas al mostrador y lo pagas, aunque también te dan la opción de calentar la comida si no lo quieres frío. Pues así procedimos. Yo no soy de los que se arriesgan con la comida cuando como en la calle, y menos en una ciudad que no conozco, así que me decidí por lo más simple: una especie de chapata de jamón y queso que mandé calentar, y un botellín de agua para beber que en total me costó 4'73 libras. Jose y Pepe también se pidieron un bocadillo, eso sí, con más ingredientes que el mío, mientras que Miguel apostó por una sopa de verduras que acabó dejando a medias, y es que el recipiente podría contener fácilmente medio litro de sopa. Sobre las dos menos diez, reanudamos la marcha para dirigirnos al British Museum bajo un leve chispeo para el que no hizo falta abrir el paraguas.

14:00
A las dos en punto, llegamos a Great Russell Street, donde se encuentra el British Museum. Antes de entrar, nos hicimos unas cuantas fotos en la fachada principal del museo, de estilo neoclásico. El acceso al museo era totalmente gratuito, cosa de la que ya me había informado antes de ir a Londres, aunque en el hall se encontraba una gran urna circular en la que el que quisiera podía hacer un donativo. Para mi sorpresa, una parte importante de las personas que entraban y salían echaban algunas libras en dicha urna, y cuando digo algunas no me refiero a monedas de una o dos libras, sino a billetes de 5, 10 e incluso de 50 libras.
A continuación, pasamos al Gran Atrio de la Reina Isabel II, una especie de gran plaza interior a través de la cual se puede acceder a buena parte de las salas del museo, y que destaca principalmente por su techo, compuesto por acero y láminas triangulares de cristal. Comenzamos nuestro recorrido por la sala 1, que, a pesar de estar dedicado al Siglo de las Luces, tenía varios elementos que no pertenecen a esta época, como por ejemplo un astrolabio del año 1300, una estatua egipcia e incluso una copia de la Piedra de Rosetta que se podía tocar. La sala 2 contenía variados objetos, desde figuritas de los poblados andinos hasta el objeto más antiguo que se conserva en el British Museum, un chopper de Tanzania de hace unos dos millones de años.
Salimos al atrio para continuar por la sala 4, una de las más concurridas de todo el museo. Prueba de ello era que nada más entrar en ella nos encontramos la auténtica Piedra de Rosetta protegida por una mampara y rodeada de decenas de visitantes; me costó una barbaridad hacerle una foto medianamente decente sin que saliera nadie, con esto os lo digo todo. Esta sala, dedicada a la escultura egipcia, fue una de las que más me gustó, si no la que más, ya que la cultura egipcia me resulta muy atractiva y misteriosa. La lista de elementos que habría que destacar de la sala 4 sería interminable: la estatua de Amenhotep III sentado, la colosal cabeza de granito de este mismo faraón, el busto colosal de Ramsés II, la falsa puerta de Ptahshepses, etc. Estaba tan entusiasmado con lo que me rodeaba que llegó un momento en el que perdí de vista a mis amigos, aunque rápidamente encontré a Pepe.
Los dos continuamos por las salas dedicadas a Roma y a la Antigua Grecia. Estas salas también fueron de mis preferidas, y es que por algo disfruté como un niño las dos veces que he estado en la capital italiana, y el día que conozca Atenas supongo que experimentaré una sensación similar. Poco antes de las tres de la tarde, Jose me llamó al móvil para preguntarme dónde nos encontrábamos, y le dije que en la sala 17, adonde acudió junto con Miguel casi al momento. Ellos dos ya habían visto esta parte del museo, mientras que Pepe y yo apenas habíamos comenzado, así que, como nosotros dos llevaríamos un ritmo más tranquilo que ellos, les dijimos que cuando terminásemos ya les llamaríamos para reunirnos de nuevo. Como iba diciendo, en la sala 17 pudimos contemplar el Monumento de las Nereidas, un enorme edificio sepulcral compuesto por varias columnas, estatuas y frisos que adornan la fachada de dicho templo. Seguidamente, pasamos a la sala 18, en la que se exponen elementos que en su momento decoraban el exterior del Partenón; entre ellos, habría que destacar principalmente algunos frisos en los que se representan varias escenas de la época, además de esculturas como las de Dionisos, Iris o la cabeza de un caballo de Selene. A continuación, pasamos a una sala en la que, entre otros objetos, pudimos ver una maqueta a escala del Acrópolis de Atenas y otra del Partenón, ambas con todo lujo de detalles. Después, seguimos por las salas 19, 20 y 21, las últimas que nos quedaban de la Antigua Grecia; en éstas, al igual que en las anteriores, se exponían estatuas, como una cariátide del Erecteión o algunas procedentes del Mausoleo de Halicarnaso, y también cerámicas y vasijas.
Continuamos con las cinco salas dedicadas a la cultura asiria, donde lo más espectacular fue contemplar las dos enormes estatuas con forma de leones alados que hacían las veces de pared, por lo que imaginaos la envergadura de éstas. Tampoco habría que olvidarse de los paneles de piedra en cuyos relieves aparecen grabadas algunas escenas de la vida cotidiana de este imperio mesopotámico, como cacerías, cultos a las divinidades, batallas, etc. De aquí salimos al Gran Atrio para continuar por las salas 24, 26 y 27: la primera de ellas estaba presidida por un gigantesco moai original traído de la Isla de Pascua, mientras que en las otras dos salas se exponían vestiduras, abalorios y diversos objetos de los pueblos que habitaron los territorios de Norteamérica y México, respectivamente. Pasamos ahora a la sala 33, dedicada a la cultura asiática, pero especialmente a la china, que no es que apasione mucho la verdad, así que la vimos relativamente deprisa y sin detenernos en exceso.
Subimos a la tercera planta para seguir con nuestra visita al British Museum. Consultamos en uno de los paneles informativos cuál era la distribución de las salas en esta planta para decidir por dónde empezar, y lo hicimos por lo que teníamos más cerca, por las salas del Antiguo Egipto, que, por cierto, estaban muy concurridas. Esto era debido a que en ellas se encontraban elementos egipcios tan representativos como esfinges, momias, sarcófagos, ataúdes y otros elementos funerarios. En primer lugar, vimos un par de esqueletos bastante bien conservados, aunque lo que más me impresionaron fueron las momias, sobre todo una de ellas que estaba en posición fetal y cuya piel todavía daba la sensación de estar blanda a pesar del paso de los años; la otra momia que vimos allí yacía de forma estirada y presentaba un aspecto más demacrado y esquelético. Los visitantes estaban principalmente agolpados sobre las vitrinas en las que se conservan los sarcófagos y ataúdes, siendo algunos de los más importantes los de Cleopatra, Horus o Artemidorus.
Seguimos por las salas de esta tercera planta dedicadas a Roma y la Antigua Grecia, donde los objetos expuestos no tenían nada que ver con los de la planta baja, más orientados a estatuas y esculturas. Los objetos que aquí encontramos eran en su mayor parte monedas, figuritas de bronce, cascos de gladiadores, joyas, cerámica y ánforas, y entre los que destacaban una cabeza de bronce Augusto y la copa Warren, que tiene la particularidad de representar escenas homosexuales de la época romana en su relieve. Después de visitar estas salas, vimos unos bancos situados junto a unos balcones que dan al Gran Atrio y decidimos sentarnos en uno de ellos para descansar un rato, que las piernas estaban ya un poco pesadas de tanto andar. Tras unos diez minutos de reposo, nos pusimos en pie para continuar con las salas que nos quedaban por visitar del museo, pero antes aprovechamos para asomarnos a los balcones que dan al Gran Atrio para hacer algunas fotos.
Las siguientes salas que visitamos fueron las de Europa, en las cuales se hacía un repaso de la historia de este continente desde las primeras civilizaciones hasta nuestros días a través de objetos de todo tipo (herramientas, cerámicas, monedas, iconos, joyas, armaduras, bustos...). Por último, subimos a la quinta planta, donde se encuentran las tres salas dedicadas a Japón, una sección del museo que me gustó más de lo que me esperaba, pues, como he comentado anteriormente, la cultura asiática no es de mis preferidas, aunque he de reconocer que sí que me llama un poco la atención por las grandes diferencias que tiene con respecto a la nuestra. Esta exposición se centraba principalmente en la época de los samuráis y emperadores japoneses de hace siglos, aunque también se mostraban elementos más modernos. Lo más destacable de esta exposición era una fiel reconstrucción a tamaño real de una casa tradicional de té, aunque tampoco me podría olvidar de citar las espadas, katanas y armaduras de los samuráis o las vajillas de porcelana.
Ya eran las cinco de la tarde y, con esto, terminamos de visitar el British Museum. Bajamos las cinco plantas que habíamos subido a lo largo de las tres horas que estuvimos allí hasta regresar al Gran Atrio de la Reina Isabel II. Antes de salir, Pepe fue al servicio y mientras yo le esperé junto a la tienda del museo, donde había múltiples souvenirs para elegir (camisetas, tazas, libros, puzzles, réplicas de los objetos más relevantes...); estuve pensando si comprarme una camiseta, pero eran un poco caras y tampoco es que hubiera alguna que me gustase especialmente, por lo que al final no compré nada. Cuando salimos al exterior, Pepe llamó a Jose y Miguel para decirles que ya habíamos terminado de ver el British Museum y que les esperábamos en la zona ajardinada que hay fuera. El cielo seguía bastante encapotado y, de hecho, al poco de estar allí fuera esperando, empezó a chispear, aunque no con una intensidad como para abrir los paraguas.

17:30
De nuevo los cuatro juntos, seguimos con la ruta que había planeado para la jornada del sábado, pero a ellos tres les apetecía ir a un Starbucks para tomarse algo y, al mismo tiempo, aprovechar para descansar un poco, así que eso hicimos. Había uno justo enfrente del British Museum pero estaba hasta los topes, por lo que fuimos en busca de otro que nos pillase de camino hacia donde luego íbamos a continuar. Tiramos por Coptic Street, luego por New Oxford Street y finalmente giramos por Charing Cross Road, donde encontramos un Starbucks que tenía alguna mesa libre. Si la memoria no me falla, Pepe se pidió un café, y Jose y Miguel compartieron un frapuccino, mientras que yo no tomé nada. Tras cerca de media hora en la que repusimos fuerzas, reanudamos la marcha a eso de las seis y diez para seguir con nuestra ruta bajo un leve chispeo y ya prácticamente de noche. Por cierto, fue salir del Starbucks y toparnos con otro en la acera de enfrente en menos de un minuto; para que os hagáis una idea, en el que estuvimos era el 133 de Charing Cross Road y el otro, el 120. Durante el viaje, me di cuenta de que lo del Starbucks en Londres es una auténtica plaga, pues lo normal es encontrarte con uno cada cinco minutos.
A las seis y veinte, llegamos a Leicester Square (que yo pensaba que se pronunciaba 'leichester' y en realidad se dice 'lester'), una de las plazas más conocidas de Londres, puesto que en torno a ella se localizan los cines y teatros más importantes, como el Odeon, el Empire o el Vue; de hecho, es en estos cines donde se preestrenan las películas más taquilleras, como ocurre en la Gran Vía de Madrid. Otra de las características de esta plaza es que en el suelo se encuentran las huellas de las manos de muchas estrellas de cine, algo así como el Paseo de la Fama de Hollywood, pero no pudimos ver ninguna porque la plaza estaba en obras y una valla la rodeaba por completo, impidiendo de esta forma que se pudiera acceder a su interior.
Nuestra siguiente parada fue la cercana Piccadilly Circus, una plaza mundialmente famosa por los paneles publicitarios de neón y las pantallas que cubren la fachada de uno de los edificios de este cruce de calles, siendo especialmente conocidos los neones de las compañías japonesas TDK y SANYO. Se notaba que este punto era uno de los más concurridos de Londres, pues no había más que ver la cantidad de turistas y gente en general que se paraba al llegar a Piccadilly para hacerse unas fotos. Nosotros, obviamente, también nos hicimos unas cuantas, incluso le pedimos a un hombre que pasaba por allí que nos tomase una a los cuatro juntos. A continuación, bajamos por Regent Street, lugar en el que cogí el móvil para llamar a mis padres y contarles cómo me estaba yendo en mi primer día en Londres, los sitios que había visitado, el mal tiempo que hacía, etc.
Tras girar a la izquierda por Pall Mall, llegamos a Trafalgar Square, donde ya habíamos estado esa misma mañana, lo cual es un decir, ya que debido a la lluvia solamente estuvimos un minuto en la plaza. Ahora ya era noche cerrada, así que la National Gallery se nos mostraba iluminada en toda su fachada, y las fuentes de los laterales también lo estaban, así que no pude resistirme a hacer algunas fotos para lograr el efecto seda de los chorros de agua. Debido a la oscuridad, la estatua del almirante Nelson que corona la columna que lleva su nombre casi ni se distinguía, aunque los cuatro leones de bronce que se encuentran en su base sí que se apreciaban con relativa claridad. Jose se animó incluso a subirse a uno de ellos a pesar de que no era fácil conseguirlo.
Desde allí, continuamos por Northumberland Avenue hasta llegar a la ribera del río Támesis, donde giramos a la derecha para seguir por Victoria Embankment hasta que nos paramos a la altura del London Eye, que está en la otra orilla del río. El panorama que teníamos delante era espectacular, con la famosa noria y el County Hall a su derecha iluminados con unos colores muy llamativos que se reflejaban en las aguas del Támesis, por lo que de nuevo cogí mi cámara para hacernos varias fotos ante tan bella estampa. Luego, seguimos caminando por la ribera del río, donde nos topamos con una escultura conmemorativa que rinde tributo a los que participaron en la Batalla de Inglaterra de la Segunda Guerra Mundial.
Dos minutos después, a las siete y diez de la tarde (o noche, según se mire), estábamos junto al Westminster Palace, el edificio que alberga los salones de la Cámara de los Lores y la Cámara de los Comunes, las cuales conforman el Parlamento del Reino Unido. Después de que por la mañana no nos hubiésemos podido detener por culpa de la lluvia, ahora de noche que ya no llovía sí que pudimos admirar la construcción en todo su esplendor, aunque todas las miradas iban dirigidas al Big Ben, indiscutible icono de la capital inglesa, con el que nos hicimos algunas fotos tras avanzar unos metros por Westminster Bridge para que saliese toda la torre. Avanzando un poco más por el puente, ya se divisaban las otras dos torres del palacio, la Torre Central y la Torre Victoria, y toda la fachada que se erige al borde del río, que, como todo el edificio, presenta un más que reconocible estilo neogótico que gana una barbaridad en elegancia y vistosidad con una buena iluminación como la del Westminster Palace.
Terminamos de cruzar Westminster Bridge y luego continuamos por Belvedere Road, una calle desde donde pudimos ver más de cerca el London Eye puesto que está a la espalda de la popular noria, para luego pasar por debajo de unas vías de tren y plantarnos frente a la fachada principal de Waterloo Station. Una vez dentro, me quedé impresionado con lo enorme que era la estación, y es que por algo es una de las más grandes de Europa y la que más pasajeros recibe de todo el Reino Unido. Después de que Jose y Miguel fueran al servicio, nos dirigimos a la plataforma de la Northern Line, donde tomamos el metro para bajarnos en la parada de Leicester Square sobre las ocho de la tarde.

20:00
Por la hora que ya era, tocaba buscar un sitio para cenar. Nos encontrábamos a apenas unos metros de Chinatown, y, como era de esperar, mis tres amigos propusieron ir a un chino. Yo, que soy un poco delicado para el tema de las comidas, no soy muy amigo de la comida oriental, pero la democracia es la democracia, así que tuve que aceptar su propuesta con cierta resignación; de todas formas, Pepe me advirtió que el sitio al que iríamos ya lo conocía y que allí no tendría ningún problema para comer algo que me gustase. Pues bien, cogimos por Little Newport Street y Lisle Street, ya en pleno Chinatown, lo cual era indudable porque toda la calle estaba cubierta por los típicos farolillos chinos, así como por la iluminación con colores muy llamativos. Al final de Lisle Street, giramos a la derecha por Wardour Street, donde se encuentra el restaurante Wong Kei del que nos había hablado antes Pepe.
Cuando entramos, comprobamos que estaban todas las mesas ocupadas, así que bajamos a la planta inferior, donde uno de los camareros nos asignó una de las pocas mesas que quedaban libres. En seguida nos trajeron la carta y nos tomaron nota de lo que íbamos a beber, una Coca-Cola en mi caso. La carta era bastante extensa, aunque mis opciones se reducían básicamente a los platos de arroz, porque los de carne no me llamaban mucho la atención. Tras tantear entre tres o cuatro platos, al final me decanté por uno de arroz con pollo; por su parte, Pepe se pidió un plato de pollo con verduras acompañado de arroz cocido, mientras que Jose y Miguel compartieron un plato de arroz parecido al mío y otro de carne. A los diez o quince minutos, nos trajeron lo que habíamos pedido, y, al menos yo, me quedé muy sorprendido por la cantidad de comida que traía cada plato. El mío era una montaña de arroz bañada con una salsa amarillenta que al principio me hizo dudar de si se habían equivocado, pero no, los trozos de pollo también estaban ahí. Estaba bastante bueno, más de lo que me imaginaba, y al final acabé dejando el plato limpio, aunque he de puntualizar que me costó un poco terminarlo, mientras que mis tres amigos dejaron algo de comida porque no les cabía nada más en el estómago.
La cosa salió finalmente a unas seis o siete libras por cabeza, bastante barato teniendo en cuenta que estábamos en Londres. Pasadas las nueve de la noche, salimos a la calle para ir a un pub de la zona de cuyo nombre no logro acordarme a tomar algo. Yo no me pedí nada porque, como he comentado unas líneas más arriba, estaba lleno de comida a reventar, y más todavía con la lata de Coca-Cola que me tomé en la cena, que te llena todavía más; por su parte, Jose creo recordar que tampoco tomó nada, mientras que Miguel se pidió una Coca-Cola y Pepe una cerveza.
Tras pasar allí cerca de tres cuartos de hora, decidimos dar por finalizada la jornada del sábado, por lo que ahora tendríamos que pensar cómo volver a Victoria Station. Teníamos la opción del metro, pero nos decantamos por coger uno de esos autobuses rojos de dos pisos tan famosos de Londres, ya que la Travelcard que nos habíamos sacado para el metro también servía para la red de autobuses. El pub en el que habíamos estado se encontraba a muy pocos metros de Shaftesbury Avenue, adonde llegamos justamente cuando también lo hacía un autobús de la línea 38, que casualmente termina en Victoria Station, así que nos montamos en él y nos subimos al piso de arriba. Tras coger asiento en las cuatro plazas que están en la parte delantera del bus, Jose cogió su cámara y grabó el siguiente vídeo.



Como habéis podido ver en el vídeo, el autobús pasó al poco de reanudar la marcha por Piccadilly Circus, justo por el lado donde están los famosos neones, y luego por la larga Piccadilly Street, donde el vídeo se corta a la altura del Hotel Ritz, pero el autobús continuó su ruta por esta calle bordeando Green Park hasta llegar a la glorieta en el que se encuentra el Wellington Arch para a continuación desviarse por Grosvenor Place y acabar en la última parada de esta línea, en Victoria Station, a las diez y media de la noche. Una vez allí, entramos en el supermercado Marks & Spencer que está en la entrada principal de la estación, puesto que Jose y Miguel querían comprar algunas cosillas. Cuando llegó el momento de separarnos, acordamos vernos a la mañana siguiente a las nueve y media justamente en la boca de metro en la que nos encontrábamos en ese instante, al tiempo que les rogamos puntualidad para no ir tan apresurados de tiempo.
Pepe y yo volvimos a su piso por Victoria Street y Strutton Ground, exactamente el camino a la inversa que habíamos tomado esa misma mañana para reunirnos en Westminster Cathedral. Ya en el piso, Pepe encendió la tele de su cuarto y se puso con el portátil para ponerse al tanto de la actualidad del día, mientras que yo fui al baño para darme una ducha y lavarme los dientes. De vuelta en la habitación, Pepe me cedió su sitio para poder echarle un vistazo al correo, a los comentarios que me habían dejado en el blog, a las suscripciones que tengo el Reader y a los partidos de liga que se habían disputado el sábado. Después de unos minutos de navegar por Internet, cuando ya eran las doce de la noche, apagué el portátil y nos acostamos, que ya iba siendo hora y el cuerpo lo pedía después de todo lo que habíamos hecho durante el día, y el siguiente prometía ser igual de intenso, así que más razones todavía para descansar.

lunes, 27 de junio de 2011

Los agujeros del Tetris

Lo siento. No os voy a explicar cómo evitar que se formen agujeros en una partida de Tetris para que estéis continuamente completando líneas horizontales y acumulando más y más puntos hasta que llegue un momento en el que vuestra partida se acabe porque las pilas de la maquinita se han agotado. El Tetris del que os voy a hablar es aquél cuyos cuadrados contienen conocimientos matemáticos que nos van enseñando desde nuestra más tierna infancia hasta que decidimos dejar de estudiar una materia que se ha convertido en un suplicio porque dichos cuadrados se perdieron en el camino y nunca fuimos en su busca para recuperarlos.
Antes de continuar, os tengo que pedir que os leáis el artículo que el matemático Enrique Gracián publicó hace casi tres meses en el periódico 'El País' y que lleva por título precisamente 'Tetris'.
Pocas veces se encuentra uno con un artículo con el que, además se sentirse identificado en varias de las situaciones descritas, comparta la práctica totalidad de las opiniones y afirmaciones que en él se manifiestan. La idea principal que Enrique intenta transmitir es que, si vamos dejando agujeros sin rellenar, llegará un momento en el que la partida habrá acabado, es decir, que si no aprendemos bien lo que nos enseñan en la asignatura de Matemáticas desde que somos pequeños, más tarde o más temprano nos veremos en un callejón sin salida que se traducirá en un suspenso tras otro; sin embargo, la moraleja con la que yo me quedo se resume en la frase que él escribe en mayúsculas en su artículo: "Las matemáticas son cada vez más fáciles". No le falta razón, aunque, como bien recalca, todo el mundo le tiraría los platos a la cabeza por decir eso. Bueno, no voy a darle toda la razón porque, desde mi punto de vista, muchas de las matemáticas que se enseñan en niveles universitarios precisan de una capacidad de comprensión y abstracción que no está al alcance de todos los humanos, pero sí, con la idea intrínseca que se esconde tras dicha moraleja no puedo estar más de acuerdo.
Más adelante en el artículo, Enrique afirma que piensa las matemáticas más difíciles son las que se enseñan en Educación Primaria, los seis primeros años escolares en los que los alumnos aprender a sumar, restar, multiplicar, dividir y a utilizar fracciones y números decimales. Yo creo que aquí vuelve a dar en el clavo, pues es a partir de entonces cuando los estudiantes comienzan a caer en picado y a mostrar sus carencias matemáticas cuando les toca enfrentarse a contenidos más avanzados. El que se desenvuelve bien con las operaciones básicas, es decir, que ahí no tiene agujeros, no tendrá ningún problema a la hora de calcular áreas de polígonos o volúmenes de cuerpos sólidos. Con esto, uno aprende a despejar incógnitas, por lo que ya está preparado para resolver ecuaciones de primer y segundo grado. Tras ello, factorizar y simplificar se convierten en acciones tan sencillas que nos permiten saber cuál es el límite de buena parte de las funciones que uno se pueda imaginar. Una vez que visualizas y comprendes el significado del límite de una función, entender el concepto de derivada es prácticamente inmediato. Después, resolver una integral puede llegar a ser pan comido en cuanto adquieres un poco de destreza. Y resulta que, con esto y un poco más, te encuentras terminando bachillerato sin apenas darte cuenta.
Los que me conocen personalmente saben que a mí se me dan bastante bien las matemáticas, aunque lo que muchos quizás no saben es que yo tuve mi particular crisis matemática. En mi etapa escolar, rara vez obtenía menos de un 8 en un examen de Matemáticas, y la palabra 'suspenso' no pertenecía a mi vocabulario de esta asignatura, pero tuvo que llegar un día fatídico para que ese vocablo entrase de golpe en mi diccionario matemático. En el primer examen de 2º de Bachillerato, en el que entraba el temario correspondiente a límites y continuidad, saqué un 3'5. Me acuerdo de que en los minutos previos al examen no me sentía con la seguridad que de costumbre, pero sí como para aprobar con cierta holgura. Fue poner mi nombre y mis apellidos y sentir que me estaba quedando en blanco, que lo que había estudiado los días previos se esfumaba y desaparecía de mi cabeza. Esa hora delante del examen fue un infierno, sesenta minutos interminables, y eso que las preguntas no eran excesivamente complicadas de resolver. A los pocos días se confirmó lo que yo me temía, que había sacado mi primer suspenso en Matemáticas.
He de reconocer que al principio lo pasé mal, como es normal cuando alguien que no está acostumbrado a ver menos de un 5 en su examen se encuentra de golpe y porrazo con esto, pero pensé: "Esto hay que arreglarlo sí o sí". Dicho y hecho. Me preocupé de buscar en qué y por qué me había equivocado, de pulir aquellas carencias que tenía y que creía no tener, de volver hacia atrás y tapar esos pequeños agujeros ahora que todavía estaba a tiempo. Y todo volvió a su cauce. En el segundo examen del primer trimestre, en el que entraban las derivadas, saqué un 9'5 más la felicitación del profesor, el mítico Agustín Cabañó, por el cambio que había dado en apenas un mes; en los dos exámenes del segundo trimestre, sobre integrales y sus aplicaciones, fui el único de las dos clases de la rama Científica-Tecnológica que obtuvo un 10 en cada prueba; por último, en el examen de matrices y geometría del tercer trimestre, conseguí un nuevo 10.
Ahora, mi sueño es llegar a ser profesor de Matemáticas y hacerles ver a mis alumnos que, antes de preocuparse por aprender nuevos conceptos, tienen que asegurarse de que los que les han enseñado hasta ahora estén bien asimilados y que, cuantos más agujeros acumulen y cuanto más tarden en hacerlos desaparecer, más difícil será el camino que les queda por recorrer. Estos tres últimos meses, he tenido la oportunidad de dar clases particulares a alumnos de distintas edades y niveles, y cuando digo niveles no sólo me refiero a que estén en un curso u otro, sino también a cómo se desenvuelven con la asignatura.
Está el caso de E, una chica de 2º de Bachillerato que suele sacar buenas notas en todas las asignaturas, pero este curso las mates se le estaban atrancando. Su problema no era que no supiera resolver una integral o multiplicar dos matrices, sino que tenía muchos despistes que le condenaban: un signo menos antes de un paréntesis o de una fracción, una simplificación incorrecta, una equivocada aplicación de las identidades notables, etc. Por otra parte, le faltaba un poco de agilidad a la hora de solucionar un problema (qué método de integración utilizar, encontrar el camino más corto para hallar una recta perpendicular a un plano que pase por un punto...). Después, tenemos el caso de las mellizas A y N, muy parecido al anterior, aunque ellas estudian 4º de ESO. Estas chicas no presentaban muchas carencias, pero las dos principales que tenían eran relativamente importantes. La primera era que recurrían a la calculadora para obtener el resultado de casi cualquier operación matemática, aunque me daba la impresión de que más que por desconocimiento era por miedo a equivocarse, por falta de confianza en ellas mismas. La segunda era que les costaba averiguar lo que se pedía en algunos problemas, lo cual se debía principalmente a que no sabían traducir al lenguaje matemático lo que está escrito en lenguaje cotidiano, como por ejemplo en los problemas de sistemas de ecuaciones; este defecto les hacía pensar en varias ocasiones que un ejercicio era complicado cuando en realidad su resolución era muy sencilla, como yo les hacía ver. Y, al igual que E, también cometían algunos fallos por despistes tontos.
Seguimos con otro ejemplo, el de A, una chica de 1º de Bachillerato que empezó en la rama de Salud y a mitad de curso se pasó a la de Sociales. En ella ya encontré agujeros más grandes y preocupantes. Ella misma lo asumía cuando se lo hacía ver, puesto que apenas se desenvolvía con las ecuaciones y poco más. Le hablaba de factorizaciones, funciones o áreas de triángulos y le sonaba, pero sólo eso. Yo le decía que esas cosas las tenía que tener ya más que asimiladas a estas alturas, porque lo que a ella le parecía difícil no lo sería tanto si tuviese una buena base. Conforme yo le iba explicando, ella me decía que lo entendía, aunque yo me daba cuenta de que lo que ella realmente entendía era cómo resolver el problema que estábamos haciendo, es decir, que si le cambiaba ligeramente el enunciado entonces no sabría que hacer. Por último, tenemos a otra chica, C, que se estaba preparando para la prueba de acceso a módulos de grado superior. Lo de esta chica ya era un caso perdido. El Tetris de C tenía más agujeros que cuadrados rellenos. Por no saber, casi no sabía ni sumar cuatro más cinco. No fue fácil darle clase a esta chica, porque ¿cómo le explicas a una persona de 20 años el teorema del seno si se equivoca al despejar una incógnita o si no distingue entre un triángulo rectángulo y uno isósceles? Ante tal situación, y teniendo en cuenta que las clases se las tuve que dar los cuatro días anteriores al del examen, no tuve más remedio que explicarle Matemáticas de la peor manera posible, esto es, enseñándole a resolver los problemas mecánicamente.
¿Cuáles fueron los resultados en cada caso? La chica E y las mellizas A y N consiguieron aprobar con mejor o peor nota, mientras que la chica A y la chica C no lograron su objetivo; de hecho, la chica A suspendió el examen de recuperación del primer trimestre, que fue lo que le expliqué, y tomó la sabia decisión de dejar la asignatura para septiembre porque se estaba dando cuenta de que iba a perder el tiempo en las semanas que restaban de curso. ¿Qué se deduce de todo esto? Pues que los agujeros se pueden tapar siempre y cuando no los dejemos en el olvido y los tratemos a tiempo. Si dejamos que vayan cayendo sobre ellos más y más conceptos nuevos, éstos parecerán más difíciles de lo que son, crearán más agujeros y te impedirán llegar hasta los que están más abajo, por lo que subsanar esas carencias se convertirá una tarea casi imposible. Después, pasa lo que pasa, y no solamente que suspendas un examen de Matemáticas o el curso entero, sino que después te toca ir a la universidad y escoges una carrera técnica como Ingeniería Informática cuando en realidad no tienes el nivel mínimo necesario para afrontar las asignaturas del primer año, como ya os conté en la primera parte de esta entrada.
En la segunda parte de dicho post, criticaba que los profesores pasaban la mano a la hora de poner las notas y de dejar promocionar de curso a alumnos que en realidad deberían repetir, pero, gracias a los comentarios que me dejó en esa entrada uno de estos profesores, Juan Martínez-Tébar Giménez, me di cuenta de que la realidad era otra. La culpa del fracaso escolar, y, por ende, el de las matemáticas y su elevado índice de suspensos, tiene tres focos bien definidos: los alumnos, que muchos de ellos no le dedican al estudio el tiempo que precisa; los profesores, que habrá algunos que no sepan transmitir a sus alumnos los conocimientos debidamente; y la Ley de Educación, la que controla a los profesores y a los alumnos a su antojo, que es la que tiene mayor parte de esa culpa.
Termino esta entrada dejando una pregunta en el aire: si los alumnos tienen muchos agujeros, ¿cuántos tiene el Tetris de la Ley de Educación?

Nota: este post forma parte del Carnaval de Matemáticas, que en esta decimoquinta edición, también denominada 2.5, está organizado por José Luis Rodríguez Blancas a través de su blog Juegos topológicos.

sábado, 25 de junio de 2011

Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia!

Ayer por la noche, fui con Jose y sus hermanos Emilio y Fran a los cines del Vialia para ver la película 'Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia!', secuela de la exitosa 'Resacón en Las Vegas' y que también está dirigida por Todd Phillips y protagonizada por Bradley Cooper (Phil), Ed Helms (Stu), Zach Galifianakis (Alan), Justin Bartha (Doug), Jamie Chung (Lauren) y Mason Lee (Teddy).
Han pasado ya dos años de la despedida de soltero de Doug en Las Vegas que acabó en un auténtico desmadre. Ahora, es Stu el que decide casarse con su novia Lauren, concretamente en Tailandia, pero evitando a toda costa que sus amigos le organicen una despedida de soltero que pueda poner en peligro la boda; sin embargo, al final accede a celebrar una pequeña fogata en la playa con sus tres amigos (Phil, Doug y Alan) y el hermano pequeño de Lauren, Teddy. Lo que parecía una simple reunión con unas inofensivas cervezas acaba a la mañana siguiente en una habitación de hotel. Nadie se acuerda de lo que pasó esa noche, pero lo peor de todo es que no hay ni rastro de Teddy. Doug fue el único que se separó del grupo, así que los demás no tienen otra opción que encajas las pistas con las que se van encontrando para recuperar al hermano pequeño de la novia.
La película, como era de esperar, es bastante divertida, repleta de gags y situaciones no sólo cómicas, sino también en ocasiones hasta subidas de tono. El reparto principal es el mismo que el del film original, con los cuatro amigos que se vuelven a reunir para asistir a la boda de uno de ellos, pero siendo precedida por un desmadre nocturno que ahora tiene lugar en Bangkok en vez de en Las Vegas. La principal crítica negativa que ha recibido esta película es que no se trata realmente de una secuela como se está intentando vender, sino simple y llanamente de un remake de la anterior, pues el argumento es exactamente el mismo y no añade prácticamente nada nuevo a la experiencia primigenia. Yo no he visto 'Resacón en Las Vegas' entera, aunque sí es verdad que da la impresión de que el director no se ha querido complicar la vida y ha copiado lo que en su día funcionó. A pesar de ello, esto no quiere decir que la película sea mala, que tampoco buena, pues le falta algo más para ser considerada un referente de la comedia como para mí lo es por ejemplo 'Algo pasa con Mary', pero las risas están garantizadas y éste es un motivo más que suficiente para recomendaros que la veáis si queréis pasar un buen rato.

jueves, 23 de junio de 2011

BSO de E.T. el Extraterrestre

La música sigue teniendo un hueco en este blog, y esta vez reaparece a través de una banda sonora que continúa el ciclo musical que inicié hace unos meses. Las dos bandas sonoras que os he presentado hasta ahora, las de 'Parque Jurásico' y 'La misión', pertenecen a dos de las seis películas que más me gustan, y la de hoy también tiene el honor de ser una de ellas, pues os estoy hablando de 'E.T. el Extraterrestre'.
Si la memoria no me falla, creo que ésta fue la primera película que no fuera de dibujos animados que vi por televisión, o al menos yo no recuerdo ninguna otra anterior a ella. Tendría yo unos cinco o seis años seguramente, y, sin duda alguna, fue una de las películas que marcó mi infancia junto con las de la factoría Disney. Desde entonces, siempre he creído ciegamente en la existencia de los extraterrestres (como ya comenté en esta entrada); es más, estoy seguro de que todos los que hemos disfrutado con E.T. hemos deseado en varias ocasiones que fuese real y que pudiéramos tener uno igual como si fuese una mascota.
El compositor de esta obra maestra de la música cinematográfica no es otro que John Williams, autor también de la de 'Parque Jurásico'. Cuando os hablé de la banda sonora esta película, casualmente también dirigida por Steven Spielberg, os comenté que ni siquiera estuvo nominada a los Oscar a pesar de ser considerada por muchos como la mejor de todos los tiempos; sin embargo, con la banda sonora de 'E.T. el Extraterrestre' sí que pudo conseguir una de las cinco estatuillas que acumula en su haber, y no es para menos, pues la melodía del tema principal de la película es una de las más reconocibles y cautivadoras, de ésas que te ponen la piel de gallina. Yo, cuando la escucho, siempre me acuerdo de esa escena en la que E.T. vuela con Elliot en su bicicleta con la Luna al fondo; de hecho, dicho momento aparece en la cabecera de este blog.
Cada nota de la banda sonora se integra a la perfección en cada escena en la que suena, creando en el espectador la sensación que debe experimentar en cada momento: misterio, suspense, acción, emoción, tristeza, sorpresa, asombro, fascinación... Tendría que destacar varios temas de la banda sonora, pero es precisamente el del final, 'Escape / Chase / Saying Goodbye', el que resume a la perfección no solamente las sensaciones anteriormente descritas sino también otras muchas. A continuación, os dejo con este tema, que transcurre desde el momento en el que Elliot y su hermano escapan con E.T. hasta que éste regresa a su nave espacial tras despedirse de Elliot, sin duda alguna unos de los momentos más emotivos de la historia del cine.




martes, 21 de junio de 2011

Física por aquí, Física por allá

El pasado sábado por la mañana, acudí al Centro de Ciencia Principia con mi amigo Dani y su hija Leila para asistir a la última charla divulgativa de los sábados de este curso, que tenía por título 'Física por aquí, Física por allá' y que sería impartida por Chantal Ferrer y Ana Cros, dos profesoras del Departamento de Física Aplicada de la Universidad de Valencia.
Los tres llegamos a Principia justo antes de las doce del mediodía, hora a la que daría comienzo la charla; de hecho, a los pocos segundos de estar allí abrieron las puertas de la Sala Faraday para que los asistentes, muchos de ellos niños, fuésemos tomando asiento, de tal forma que se llenó casi en su totalidad. Uno de los responsables del centro presentó a las dos profesoras, que aparecieron en la sala vestidas con capa y sombrero de copa como si fuesen magas, y es que su ponencia iba sobre eso precisamente: hacer experimentos que suelen hacer los magos pero explicando la física que se esconde tras ellos. No me voy a detener mucho en dichas explicaciones porque hicieron muchos experimentos y entonces el post se alargaría demasiado.
Empezaron por uno muy conocido, el de quitar rápidamente de un tirón el mantel de una mesa sobre la que hay un plato, un vaso, un jarrón y una vela encendida, mientras que a continuación hicieron uno muy parecido, pero esta vez había que quitar una carta que se encuentra entre una moneda y la boca de una botella de plástico. A continuación, cogieron uno de sus sombreros y fueron introduciendo en él globos de varios tamaños de tal forma que daba la impresión de que el sombrero no tenía fondo, pero el truco estaba en que dentro del sombrero tenían nitrógeno líquido, que hacía que los globos encogieran de tamaño. Los siguientes trucos estaban relacionados con el centro de gravedad de los cuerpos. En primer lugar, demostraron que uno se puede agachar para tocarse la punta de los pies siempre y cuando no estés apoyado sobre una pared, experimento que hicieron con uno de los niños allí presentes; luego, explicaron por qué los funambulistas son capaces de mantenerse en equilibrio sobre una cuerda sin caerse, y para ello se ayudaron de un cable y de unos muñecos que simulaban dicha situación. Seguidamente, una de las ponentes se subió a una plataforma rotatoria junto con un giróscopo, el cual hacía que ella girase si lo movía hacia un lado y hacia otro mientras el propio giróscopo estuviese girando sobre su eje; algunos de los chavales no se lo terminaban de creer, así que fueron invitados por las dos profesoras a probarlo. En relación a este experimento, pusieron un vídeo en el que se veía cómo una patinadora era capaz de girar sobre sí misma a una velocidad de 308 rpm (revoluciones por minuto). Una de las profesoras hizo algo similar subiéndose de nuevo sobre la plataforma rotatoria y agarrando en cada mano unas pesas con los brazos extendidos; la otra le ayudó a coger impulso para que al unir los brazos a su cuerpo cogiera más velocidad.
El siguiente truco que explicaron fue el que hizo famoso al ilusionista Uri Geller, el de doblar una cuchara con el poder de la mente. Ellas hicieron uno parecido pero haciendo oscilar unos péndulos sin que aparentemente estuvieran moviendo la varilla sobre la que se sostenían; en realidad sí la movían, pero de forma casi imperceptible y a la frecuencia de oscilación del péndulo que querían mover. Enlazaron la explicación de las frecuencias con el conocido suceso del primitivo puente de Tacoma Narrows, el cual colapsó a los pocos meses de ser inaugurado por culpa de una racha de viento que provocó que el puente entrase en resonancia y comenzase a oscilar violentamente durante varias horas hasta que acabó por derrumbarse. A continuación, cogieron un rollo de papel de aluminio e hicieron pasar por el interior del tubo de cartón un imán que tardó más de la cuenta en bajar. Lo mismo sucedió en el siguiente experimento, en el que cogieron un imán en forma de anillo que deslizaron por tres tubos (uno de plástico, otro de aluminio y otro de cobre) que hacían que bajase a distinta velocidad. Los últimos trucos estaban dedicados a la levitación. El primero de ellos fue el más sencillo de todos, pues no hicieron más que mantener flotando en el aire unos globos con el aire de un secador que ponían debajo. El siguiente fue muy parecido, pues soplando por una pajita conseguían que una pelota de ping pong no se cayera, pero luego lo hicieron soplando por la boca de un embudo boca abajo y la pelota se quedaba dentro si caerse. A continuación, hicieron flotar un imán sobre un aparato del que no recuerdo el nombre y también una mariposa de aluminio que flotaba en el aire mientras una de las profesoras asía un tubo especial que, por lo que entendí, dejaba a un lado unas cargas eléctricas y las otras en el otro extremo del tubo.
Terminaron a la una y media entre los aplausos de los asistentes, que disfrutamos un montón de una charla que más bien fue una sesión de magia científica. Como de costumbre, uno de los responsables de Principia le regaló a cada una de las profesoras un rodillo antigravitorio en miniatura que les hizo mucha ilusión. Como he dicho anteriormente, esta charla puso punto y final a la serie de charlas divulgativas de los sábados de Principia de este curso, así que tendremos que esperar unos meses para asistir a nuevas e interesantes ponencias.

domingo, 19 de junio de 2011

Eclipse de Luna del 15 junio

El pasado miércoles 15 de junio por la noche, tuvo lugar un eclipse total de Luna que iba a ser visible en España y, además, uno de los más largos de los últimos años, así que yo no me lo iba a perder por nada del mundo. La única pega era que el eclipse comenzaría cuando nuestro satélite todavía estuviese oculta bajo el horizonte, pero sí podríamos disfrutar de la mayor parte de la fase de totalidad y de la posterior fase parcial.
Tenía previsto contemplar el eclipse en Málaga por la zona del Paseo Marítimo, pero mi primo Alberto necesitaba que le diese unas clases de Matemáticas el jueves, por lo que pasaría la noche del miércoles en su casa, en La Cala del Moral; así pues, cambié un paseo marítimo por otro. A las nueve y media, hora a la que estaba prevista que saliese la Luna por el horizonte, ya estaba yo con mi cámara de fotos en el Paseo Marítimo de La Cala, pero, como me imaginaba, el acantilado que separa La Cala de Rincón de la Victoria me tapaba todo el horizonte en la parte este, así que me fui a la zona de los túneles, donde me encontré con dos hombres con sus trípodes ya montados a la espera de la salida de la Luna. Las 21:40, 21:45, 21:50... No había ni rastro del eclipse, lo cual nos extrañaba un montón a los tres, aunque la única explicación que se nos ocurría era que la neblina del mar estaba ocultando al satélite terrestre. A las diez en punto de la noche, me fui con uno de ellos al Paseo Marítimo de Rincón de la Victoria por si allí se viese algo, pero nada. Mi desilusión iba en aumento y a las diez y media decidí volver a casa de mis tíos. En el camino de vuelta, miraba cada dos por tres hacia atrás, pero sin éxito.
A las once menos diez ya estaba de nuevo en el Paseo Marítimo de La Cala. Iba caminando por uno de los primeros merenderos y me encuentro a cinco o seis personas mirando al cielo. ¡Por fin! La Luna ya estaba bastante por encima del horizonte, con lo cual se confirmaba que la neblina del mar había sido la culpable de tan larga espera. Saqué mi cámara rápidamente y tiré unas cuantas fotos, una docena concretamente. Era la primera vez que fotografiaba un eclipse con una réflex y he de reconocer que no me salieron muy bien que digamos, sobre todo porque la Luna presentaba todavía un color muy rojizo que hacía más difícil conseguir una fotografía decente a pulso y sin trípode.
Mi tío me recogió a los pocos minutos, pero fue llegar a su casa y comprobar que desde la buhardilla ya se veía la Luna, así que saqué la cámara de la mochila para seguir haciendo fotos. El eclipse ya estaba en su fase parcial, es decir, que la sombra de la Tierra iba desapareciendo poco a poco, al igual que el color rojizo típico de estos fenómenos. Mis tíos y mis primos se quedaron asombrados con el eclipse, pero más asombrado me quedé yo al ver que las fotos me estaban saliendo bastante bien, sobre todo a partir de cuando la parte izquierda de la Luna comenzó a mostrar su superficie como en una noche cualquiera. Cada cinco o diez minutos, salía a la terraza para hacer unas cuántas fotos hasta que, poco después de la medianoche, terminó la fase parcial del eclipse, quedando la Luna completamente llena.
La imagen de arriba es una composición de nueve de las fotos que tomé la otra noche y en ella se observa la evolución de la parte del eclipse que pude contemplar. Obviamente, hay gente que ha hecho fotografías mucho mejores que las mías, como por ejemplo las que podéis encontrar en los siguientes enlaces:
Y, para terminar, os dejo con un poema que escribí la noche del jueves. Espero que os guste:
Al anochecer saliste.
Al amanecer te pusiste.
En una sombra te escondiste
para regalarnos un eclipse.

Rojiza ruborizada.
Blanca iluminada.
Llena, redonda y perfilada
tu silueta es eclipsada.

Eres nueva, y no te veo.
Eres llena, y te deseo.
Eres creciente, y contigo duermo.
Eres menguante, y contigo sueño.
Duermo y sueño en tu cuna.
Duermo y sueño contigo, Luna.

Porque no emites luz
no eres estrella,
pero nadie en el cielo te supera
porque tú eres la más bella.
Sí, eres tú, eres mi Luna,
pues como tú no hay ninguna.

viernes, 17 de junio de 2011

Tercer tercer puesto en el O'Donnell's

Y es que ya son tres las veces que he quedado en tercera posición en el Trivial que organiza el pub irlandés O'Donnell's cada martes por la noche; concretamente, el martes pasado lo conseguí acompañado de Raúl, Noe, Trol y un par de amigos de éste.
El bloque de deportes fue asequible, puesto que entre todos conseguimos responder a las cinco preguntas que se plantearon, aunque bien es cierto que una de ellas la acertamos porque Carlos nos dijo que la primera respuesta que habíamos puesto estaba mal, y la solución estaba clara porque únicamente se nos ocurrían dos posibilidades. En el bloque de las imágenes, no nos fue demasiado mal, salvo la primera de la que no teníamos ni idea,  y también tuvimos un poco de suerte en otra, ya que me la jugué con una respuesta que al final resultó estar bien.
El bloque de cine era temido por todos nosotros, especialmente por Trol y por mí que somos los que solemos ir a jugar, y al principio parecía que nuestros temores se iban a cumplir, pero finalmente sacamos una buena puntuación, y eso que fallamos una que creíamos tener bien con total seguridad. El descalabro llegó con el bloque de música, en el que tuvimos que adivinar los artistas y el título de las cinco canciones que pusieron. Solamente nos sonaban dos de ellas, así que con eso está todo dicho.
El pasado martes, el pub estaba a rebosar de gente y, a pesar de que éramos seis en el grupo, veíamos peligrar el podio, así que en el último bloque, el de preguntas generales, no nos podíamos permitir ningún fallo. Y eso hicimos, pues entre todos acertamos las diez cuestiones que se plantearon. Carlos pasó por las mesas para recoger las hojas de respuestas y, tras devolverlas corregidas, comprobamos que habíamos obtenido 25 puntos, algo más de lo que yo me esperaba. Acto seguido, Carlos dio a conocer la solución de las treinta preguntas formuladas y el podio de la noche: "En tercera posición, con 25 puntos, 'La tía que me está tirando los trastos'. En segundo lugar, con 26, un aplauso para... Y ganadores de la partida, con 27 puntos, el grupo...". ¡Terceros! Y menos mal, porque, como he comentado antes, no estábamos muy confiados de quedar entre los tres primeros.
Como de costumbre, os dejo con algunas de las preguntas que se hicieron el pasado martes:
  • ¿Cómo se llama el filial del Real Madrid?
  • ¿En qué país se disputó la Eurocopa de fútbol de 1996?
  • ¿Cómo se llama la actriz protagonista de la película 'Mentiras arriesgadas'?
  • ¿Quién dirigió la película '¡Qué bello es vivir!'?
  • ¿Cómo se llama la maniobra en la que una aeronave se posa sobre el mar?
  • ¿Comparten frontera Colombia y Brasil?
  • ¿Qué santo es el patrón de los estudiantes?
  • ¿En qué siglo nació Leonardo da Vinci?
  • ¿Quién escribió 'Miguel Strogoff'?
  • ¿Qué tenía Homer Simpson en el cerebro que le impedía ser inteligente?
  • Entre las imágenes, estaban las de las chanclas Crocs, una escena de 'La tentación vive arriba', Bruno Senna, etc.
  • En la música, pusieron canciones de Rosanna, Nancy Sinatra, Gabinete Caligari, etc.

miércoles, 15 de junio de 2011

Adivina quién soy (XIV)

Nueva entrega de la sección 'Adivina quién soy', un juego en el que, a través de una serie de pistas que os voy proporcionando poco a poco, tendréis que adivinar el conocido personaje que se esconde tras dichas pistas. Os recuerdo las normas que debéis respetar para poder participar en el juego:
  • Sólo se puede dar una respuesta por cada pista que se proporcione (las tres primeras pistas cuentan como si fueran una sola), es decir, no vale decir el nombre de dos o más personajes entre la pista 'X' y la 'X + 1'. Si alguien incumple esta norma, no se tendrán en cuenta sus posteriores intentos en dicha prueba, pero sí podrá participar en las posteriores.
  • Si queréis una nueva pista, basta con que dejéis un comentario en el que intentéis adivinar el personaje, es decir, tendríais que decir algo como 'Creo que es Pepito Pérez'.
  • Sólo proporcionaré una pista por día, por lo que si hoy dos personas propusiesen dos soluciones posibles, hoy os daría una pista y mañana otra.
  • No se puede participar identificándose como 'Anónimo'. Toda respuesta que se dé con dicha identificación no será tenida en cuenta bajo ningún concepto.
  • En el caso de que se lleguen a dar diez pistas, el plazo para responder terminará a las 23:59h del día siguiente al que se publicó la décima pista. Si nadie lo adivina, os daré la solución y la explicación de todas las pistas.
Una vez recordadas las reglas de participación, pasamos a dar las pistas:
  1. Hombre.
  2. Muerto.
  3. Iba para cura.
  4. Contrario al estagirita.
¡Buena suerte!

domingo, 12 de junio de 2011

Teletimo te tima

Y te amenaza. No se queda contento con lo primero y encima tira por lo segundo. Esto es lo que les ha ocurrido a Almudena e Iñaki, del blog Enchufa2, quienes hace un par de meses publicaron una entrada sobre Sandro Rey, un vidente que trabaja para La Sexta, y ahora este personaje les amenaza con denunciarles por una supuesta difamación si no retiran dicho post, tal y como nos cuentan aquí.
Antes de seguir con mi punto de vista sobre el tema, me solidarizo con estos dos compañeros blogueros y reproduzco íntegramente el post de la discordia, al igual que han hecho varios internautas en los últimos días:

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Esta es la transcripción de un fragmento de vídeo visto este miércoles en el Intermedio (minuto 2'05''). En ella, una mujer (presumiblemente anciana) llama al programa nocturno del vidente Sandro Rey de La Sexta, para preguntar por la salud de su nieta. Se produce entonces la siguiente conversación:
- Hola, buenas noches.
- Hola buenas noches.
- ¿En qué le puedo ayudar señora?
- Pues quería saber por la salud de una nieta.
- La salud de su nieta... hombre, aquí lo que más salen son alergias e insuficiencias respiratorias. ¿Cómo se llama usted?
- Yo soy Leo.
- Pues lo que veo más es cansancio físico o psíquico, o sea, "farta" de oxígeno, alguna alergia, algún problema en las vías respiratorias, las fosas nasales, faringe, bronquitis... eso es lo que yo le veo a esta nena. Pero no le veo nada malo, es pasajero, o sea...
- No, no, no... la niña no tiene eso eh, nada de eso.
- Bueno, eso es lo que yo estoy viendo.
- No, no, no, no.
- ¿Qué tiene la niña?
- La niña tiene una enfermedad que le llaman Crohn, el Crohn. Y alergia no tiene ninguna.
- Sí... bueno, piense que... pero piense que esa enfermedad le crea una insuficiencia respiratoria. Eso no lo digo yo, lo dicen los doctores de...
- De momento no la tiene.
- Bueno, esa enfermedad, normalmente, los doctores de este país lo saben, crea a medida que va pasando el tiempo una insuficiencia respiratoria y las defensas al estar muy débiles también crean alergias, alergias internas-externas, o sea... Esa es la enfermedad que usted dice que tiene esa nena. Pues muy bien, pero deriva, deriva... o sea, lo que yo digo estoy diciendo es deriva. Y ella, aunque ahora no lo tenga no quiere decir que no lo vaya a tener pero yo, a la nena, lo que sí le recomiendo es que la pongáis en manos de un buen homeópata.
Es decir, que el tipo le diagnostica a la nena alergia, insuficiencias respiratorias, cansancio físico, cansancio psíquico, falta de oxígeno, problemas en las fosas nasales, la faringe, bronquitis… todo ello pasajero. Y cuando la nena resulta tener una enfermedad crónica intestinal este señor insiste en que ha acertado ¡y le recomienda acudir al homeópata! Desde luego, el que no se consuela es porque no quiere. Por no hablar de su total desconocimiento de la enfermedad de Crohn o las alergias (más le valdría tener un buen acceso a Google y dejar de darle vueltas a la dichosa bolita). Quizás su único acierto (pura poesía) haya sido afiliarse tan oportunamente con esos timadores reconocidos. Habría que incluir una advertencia de este tipo en los medicamentos homeopáticos:
Es de chiste y tendría muchísima gracia si no fuese tan real. Hay gente, especialmente la más vulnerable, que confía verdaderamente en estos estafadores. Y lo malo no es que necesiten una palabra de consuelo y alguien se la proporcione. Supongo que alguien que llama a un programa así tiene una pregunta que no sale de su cabeza y sólo desea darle solución de forma positiva (si recibiese una mala noticia, la preocupación no se disiparía y eso lo saben bien los videntes timadores). Lo malo es cuando este consuelo pretende sustituir al consejo oportuno de un experto, suplantar al médico, cuando se atreve a dar diagnósticos y a sugerir tratamientos. Entonces pone en verdadero riesgo la salud de quien confía en él, a veces más que en su propio médico.
¿No se podrían prohibir este tipo de conductas? ¿denunciar al estafador por negligente en casos parecidos? Sería tan sencillo como obligarles a dar una respuesta estándar cuando se trate de temas médicos. Podría incluso estar grabada, una voz en off que resonaría en el plató automáticamente ante la llamada oportuna: “Las autoridades sanitarias advierten que este intrigante no está autorizado a estafarle en temas relacionados con su salud. Si busca consejo, hable con su médico”. A fin de cuentas, no creo que las cajetillas de tabaco sean mucho más perjudiciales que estos señores.
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Esto no es nada nuevo, para qué nos vamos a engañar. No es la primera vez, ni será tampoco la última, en la que un vidente de éstos que pululan por las cadenas de televisión se dedica a adivinar inventarse el futuro de las personas que le llaman. Ahora no sólo se equivocan en la gran mayoría de sus predicciones, amén de no reconocer sus fallos e irse siempre por la tangente, sino que también dan consejos que para nada son aconsejables, valga la redundancia.
Analicemos la conversación y echémonos unas risas. En primer lugar, Sandro Rey diagnostica una serie de síntomas que no tienen nada que ver con la enfermedad que padece la nieta de la señora que le llama, y no lo digo yo, pues basta leerse el artículo que la Wikipedia le dedica a la enfermedad de Crohn o cualquier artículo que encontremos en Internet sobre dicha afección para comprobar que en ningún momento se habla de problemas respiratorios, alergias o cosas por el estilo. Como era de esperar, a pesar de que la mujer le dice que se está equivocando, él se mantiene en sus trece y afirma que su bola mágica le está diciendo eso. Por último, remata la jugada recomendando a la señora que visite a un homeópata, es decir, un especialista en homeopatía, una pseudociencia que carece de rigor científico, que hace uso de unos métodos que no están probados y que presenta numerosas contradicciones.
¿Cuál es el resumen de todo esto? Pues que el vidente Sandro Rey ha estafado, engañado y malaconsejado a una mujer que creía que iba a encontrar en él una respuesta, y por desgracia se encuentra con una persona que le ofrece una respuesta que en términos escolares tendría que ser evaluada con un cero. Lo que ya riza el rizo de todo esto es que en el blog Enchufa2 decidieron dar a conocer este hecho, además de dar su más que respetable opinión, y ahora viene el susodicho vidente a pedir que borren ese post, ya que, según él, ha sido difamado. ¿Cómo? Para empezar, difamar no se difama en dicha entrada, pues lo único que se hace en ella es decir una verdad como un templo y dar fe de lo sucedido en la conversación telefónica entre Sandro Rey y la telespectadora, y, para terminar, resulta que el vidente amenaza cuando precisamente es él el que debería estar amenazado por la ley por estafar, engañar y poner en peligro la vida de una persona.
Me hago la misma pregunta que mis colegas de Enchufa2: ¿por qué no se prohibe este tipo de conductas? Yo añadiría otra más: ¿por qué las cadenas de televisión emiten estos programas? Ya no sólo me refiero a los de videncia, sino también otros del estilo, como los famosos call-tv, que te hacen creer que puedes ganar miles de euros y después te engañan y te timan. ¿Es que las cadenas de televisión no se dan cuenta de que están engañando a sus telespectadores? Probablemente sí lo sepan, y si no lo saben es que son bastante cortitos. ¿Qué ocurre? Que la audiencia de los videntes y call-tv es mínima, es decir, no tienen tanta repercusión como los programas 'diurnos', y por eso apenas se habla de ellos. La televisión tiene algunas virtudes, pero muchos defectos. No sólo peca de belenes esteban (un post, otro post, y puede que pronto un tercero...), amarillismo, contraprogramaciones y demás insultos al espectador, sino también de mentiras y timos.
Por último, tampoco quiero obviar la parte de culpa que tienen las personas que llaman a estos programas. Entiendo que, en casos como el de la mujer protagonista de la conversación con el Sandro Rey, una persona busque una respuesta o una ayuda en videntes y adivinos como último recurso, pero, en general, las que creen y confían en estos personajes que aseguran tener las capacidades de las que presumen tendrían que hacérselo ver.

viernes, 10 de junio de 2011

Nuevo segundo puesto en el O'Donnell's

El martes pasado por la noche acudí de nuevo al pub irlandés O'Donnell's para jugar al trivial acompañado por mi amigo Trol y quedamos por tercera vez en segunda posición.
El bloque de preguntas de deportes fue, como casi siempre, bastante facilito, aunque he de reconocer que yo solamente sabía la respuesta de tres de las cinco preguntas, pero para eso éramos dos cerebros jugando en el mismo equipo. El siguiente bloque siempre es el de las imágenes, pero el pub estaba poniendo por la tele el Venezuela-España, así que Carlos dijo que lo dejábamos para el final y que continuábamos con el bloque de cine. Inicialmente, fue desastroso, puesto que cuatro de las cinco películas a las que se referían las preguntas se filmaron cuando yo ni siquiera había nacido; es más, sólo teníamos bien una de nuestras respuestas cuando Carlos pasó a revisarlas. Menos mal que la cosa mejoró al probar con nuevas respuestas...
El bloque de música consistió en adivinar tanto los artistas como los títulos de algunas canciones de pop y rock. Entre Trol y yo conseguimos que nuestra puntuación fuese decente en este bloque; incluso lo podríamos haber hecho mejor, porque Trol soltó el típico "¡Claro!" u "¡Ostia!" cuando después supo las soluciones. El bloque de preguntas generales me resultó más complicado que en ocasiones anteriores, pero al final no nos fue tan mal como creíamos.
El partido de España terminó justo cuando tocaba empezar con el bloque de imágenes, que fue muy asequible, excepto el jeroglífico, que más simple no podía ser, pero tardamos un buen rato en caer en la solución correcta que finalmente encontró Trol. Carlos se pasó por las mesas para recoger las hojas de respuestas de todos los grupos participantes y luego nos las devolvió corregidas. Conseguimos 24 puntos, tres o cuatro más de lo que Trol y yo nos esperábamos, así que la idea de acabar en el podio cobraba fuerza. Tras dar las respuestas de las treinta preguntas formuladas, Carlos pasó a recitar el podio de la partida de trivial: "En tercera posición, con 23 puntos, el grupo... En segundo lugar, con 24 puntos, 'La tía que me está tirando los trastos'. Y primeros con 25 puntos, el grupo...". ¡Segundos! Lo dicho, que para nada nos esperábamos quedar tan arriba, pues éramos varios grupos participando y nosotros solamente éramos dos, y más jóvenes que la gran mayoría.
Como siempre, os dejo con algunas de las preguntas que se hicieron el pasado martes:
  • ¿Cómo se llama el estadio en el que juega el Inter de Milán?
  • ¿Qué sustancia se echan los gimnastas en las manos antes de competir?
  • ¿Qué actriz protagonizó 'Casablanca' junto con Humphrey Bogart?
  • ¿Quién dirigió 'Ciudadano Kane'?
  • ¿Cómo se llamaba el mayordomo de Willy Fog?
  • ¿En qué país actual se encuentran los restos de la ciudad de Troya?
  • ¿Cómo se llama el cruce entre un león y una tigresa?
  • ¿Quién escribió 'El perro del hortelano'?
  • ¿Cuál es la capital de Filipinas?
  • ¿Cuál fue el mote que le puso Bart Simpson a su elefante?
  • Entre las imágenes, estaban las de un cuadro de Joaquín Sorolla, Jorge Drexler, Antonio Banderas de niño, etc.
  • Entre las canciones, pusieron canciones de Kiss, Rihanna, Duncan Dhu, etc.

miércoles, 8 de junio de 2011

¿Qué diferencia existe entre un equinoccio y un solsticio?

En nuestros años escolares, concretamente en los de educación primaria, teníamos una asignatura que se denominaba 'Conocimiento del Medio', o 'cono', como solíamos decir de forma abreviada por aquel entonces. Su variado contenido englobaba materias tan distintas como las de Historia, Geografía o Ciencias, con las cuales tomábamos un contacto inicial genérico antes de que en Secundaria se dividiesen en otras tantas asignaturas, y con las Ciencias la variedad era aún mayor, pues lo mismo dabas un tema de zoología para estudiar las diferentes especies animales, que luego otro de meteorología para aprenderte las capas de la atmósfera terrestre y por último uno de astronomía para recitar de memoria los nueve (¿o ahora son ocho?) planetas del Sistema Solar.
Recuerdo que uno de los temas más recurrentes de 'Conocimiento del Medio' era el de las estaciones del año, y en dicho tema nos hablaban de los equinoccios y los solsticios que determinan el paso de unas a otras. Recuerdo haberlo estudiado y aprendido varias veces, y es que, de un curso para otro, buena parte del temario de los libros de texto se repetía, pero hace poco me di cuenta de que no tenía nada claro cuál era la diferencia entre un equinoccio y un solsticio, o si el 21 de junio tiene lugar el solsticio de verano o el equinoccio de verano. En resumen, que en mi cabeza tenía un lío que en realidad era muy fácil de desenredar, así que, si alguno de vosotros tampoco se aclara al igual que lo estaba yo hace unos meses, lo mejor que puede hacer es seguir leyendo.
Antes de explicar lo que es un equinoccio y un solsticio, tenemos que saber que el plano del ecuador de La Tierra no es paralelo al que forma nuestro planeta al girar alrededor del Sol, ya que nuestro eje de rotación presenta una inclinación de varios grados. Esto provoca que, a lo largo de los 365 días del año, la distancia de los dos polos al astro rey varíe continuamente y que, por lo tanto, el Sol salga y se ponga en un punto diferente cada día. Si dicho eje de rotación fuese totalmente perpendicular, las cuatro estaciones que conocemos serían sólo una y nuestra estrella siempre seguiría el mismo recorrido por el cielo. Pues bien, teniendo claro todo esto, podemos pasar a las definiciones de equinoccio y solsticio.
Equinoccio es aquel momento del año en el que el día y la noche duran el mismo tiempo, como se puede deducir de su propio nombre, ya que 'equinoccio' significa 'noche igual' en latín. ¿Cuándo ocurre esto? Pues dos veces al año, entre el 20 y el 21 de marzo, y entre el 22 y el 23 de septiembre. Así pues, en dichos días tiene lugar el equinoccio de primavera y el de otoño, respectivamente. En estos dos días, el Sol sale justamente por el este, alcanza el cenit (si nos encontramos en el ecuador) y se pone justo en el oeste.
Solsticio es aquel momento del año en el que más dura el día o más dura la noche, y es que si analizamos el origen latino de esta palabra descubrimos que proviene del término 'solstitium', que significa 'sol quieto'. Este fenómeno tiene lugar dos veces cada año: el 20 o el 21 de junio, y el 21 o 22 de diciembre. El primero de ellos es el solsticio de verano, cuando el día es el más largo del año para los que habitan en el hemisferio norte, mientras que el segundo es el solsticio de invierno, en el que ocurre lo contrario, es decir, la noche más larga para quienes viven por encima del ecuador, como se observa en la imagen inferior.
¿Cuál es entonces el truco para diferenciar entre equinoccio y solsticio? Fijarse en la misma palabra, pues el origen latino de ambos términos describen lo que sucede dichos días. ¿Y para saber si el cambio de una estación a la siguiente es un solsticio o un equinoccio? Muy fácil. Para los que vivimos en el hemisferio norte, el verano es sinónimo de calor, es decir, que tenemos muchas horas de sol, y, como el verano comienza en junio, este mes tendrá lugar el SOLsticio; además, el verano termina cuando la noche empieza a igualarse con el día, por lo que el otoño se iniciará con un EQUInoccio. Y, por último, hay que saber que se van alternando, es decir, equinoccio, solsticio, equinoccio, solsticio...