Resulta casi imposible no recordar que hoy hace un año nos quedamos a las puertas de seguir soñando. Han pasado ya doce meses, que según se mire puede parece poco o mucho tiempo, pero de lo que no cabe duda es de que 365 días después la situación es bien distinta y, sobre todo, que no termino de creerme que lo que ocurrió aquella noche del martes 9 de abril de 2013 fue un hecho real.
Un año, doce meses o 365 días. ¡Qué más da! Pasarán las horas, los días, los años. Las personas que lo vivimos, ya fuese allí en directo o aquí por televisión, nos haremos más viejos, y más tarde moriremos, pero lo vivido será eterno, eso nadie lo podrá borrar. Por más que se destruyan todos los vídeos, fotografías y artículos que sirvieron para mostrar y narrar una de las noches más tristes de la historia reciente del Málaga C. F., y yo me atrevería a decir que del fútbol, el hecho en sí perdurará por los siglos de los siglos como hecho que fue, como parte de la historia negra de un deporte anclado en los tiempos pretéritos del balón de cuero cosido a mano y de las camisetas abotonadas, como un partido que tuvo un final que no debió ser como fue si ciertas personas hubieran llevado a cabo su labor con dignidad, honradez y la justicia que marcan las reglas del fútbol, ésas que en realidad se aplican según el color de la camiseta, el jugador que interviene en la jugada o el minuto en el que se encuentre el partido.
Robo continental. Lo tuve muy fácil hace un año para titular el post que publiqué apenas 24 horas después de eso, del robo del que fue víctima mi Málaga, el club de mis amores, en la vuelta de los cuartos de final de la Champions League. El sueño que empezó con un gol de cabeza, que se fraguó a los pies del Olimpo, que nos hizo vibrar ante un gigante rossonero, que hizo temblar los cimientos de La Rosaleda... Quién nos iba a decir que ese sueño se tornaría en la más cruel pesadilla que hemos sentido en nuestras carnes. Todos sabíamos que, más tarde o más temprano, nuestro sueño tendría un punto y final, pero a nadie se le pasó por la cabeza que nos despertarían de una manera tan injusta, a fuego lento durante 90 minutos, y de golpe y porrazo en el descuento.
Estuvimos tres cuartas partes del partido con el pase a las semifinales en nuestra mano desde que Joaquín inauguró el marcador con un gol desde fuera del área, pero por entonces el sexteto arbitral (el árbitro principal, los dos jueces de línea, los jueces de área y el todavía llamado cuarto árbitro), cada uno en su papel, ya había empezado a clavarnos alfileres: faltas a favor no pitadas, saques de banda y de esquina mal asignados, etc. El Borussia de Dortmund empató poco antes del descanso, y a partir de aquí fue cuando esos casi inofensivos alfileres se transformaron en clavos mucho más rotundos y dolorosos: hasta tres jugadores del conjunto alemán debieron ver una segunda tarjeta amarilla en otras tantas jugadas, y por consiguiente ser expulsados. No es lo mismo jugar contra ocho que contra ¿once o diecisiete?, pero el Málaga se mantuvo firme en sus convicciones y posibilidades para mantener el resultado, e incluso se llegó a poner de nuevo por delante con un gol de Eliseu a pocos minutos del final. Sí, no lo vamos a negar, el gol fue en fuera de juego y no debió subir al marcador, aunque, viendo las decisiones que los árbitros habían tomado hasta entonces, era lo mínimo que nos podían 'regalar', y es que muy probablemente fue la única jugada de la que el Borussia tuvo motivos para quejarse.
Y llegó el descuento. Ellos necesitaban dos goles en apenas cuatro minutos para remontar la eliminatoria cuando en los 180 minutos anteriores solamente habían sido capaces de perforar una vez la portería de Willy Caballero. Lo que viene siendo un milagro, para que nos entendamos. Pues sí, se obró el milagro para alegría del conjunto alemán, y para tristeza no, lo siguiente, del Málaga y de sus aficionados. Los que tuvieron la desgracia de estar presentes en el estadio no lo supieron en el momento, pero sí los que lo vimos por televisión. El último gol, el de la remontada definitiva, estuvo precedido de dos fueras de juego en la misma jugada: el primero de ellos con ¡¡¡cuatro jugadores!!! en posición ilegal, y el segundo en las narices del juez de área, ese invento de los que controlan este deporte y del que ha quedado más que demostrada su ineficacia. Los clavos dolieron, y mucho, pero esta jugada se convirtió en la puntilla que certificó lo inexplicable, lo inimaginable, lo impensable.
Mudo y petrificado me quedé en casa de mi amigo Jose mientras veía a los jugadores del Málaga derrumbados sobre el césped, con los brazos en jarra, cabizbajos o simplemente llorando. A mí no me salía ni una sola lágrima, y eso que la escena invitaba a ello, pero era tal la indignación y la estupefacción que me corría por las venas que fui incapaz de llorar y de hablar. En silencio me fui de allí y en silencio caminé hacia mi casa, pensando seguramente en mi padre, a quien necesitaba más que a nadie en ese momento para que me consolara, porque a día de hoy todavía sigo buscando ese consuelo, que por más que lo busco no llega.
El sueño se terminó, aunque sinceramente yo todavía no me creo que lo que ocurrió en aquel partido pasó de verdad. Ni yo ni muchos malaguistas. Por poner un ejemplo además del mío, mi amigo Miguel, que fue uno de los que estuvo en Dortmund, no ha vuelto a ver desde entonces ningún resumen del partido, ningún gol repetido, ninguna acción polémica. Aunque sigamos sin creernos del todo que eso pasó, nos duela o no, él y todos sabemos que va a ser muy difícil que un sueño como éste se repita de nuevo. En primer lugar, porque se me antoja complicado que se vuelvan a dar al mismo tiempo todos los factores que permitieron que un club históricamente humilde como el nuestro viviera esta experiencia, y con factores me refiero a inversión (la del jeque de las dos primeras temporadas), entrenador (Pellegrini) y jugadores (Demichelis, Toulalan, Cazorla, Isco...); y segundo, porque, en el caso de que lo anterior sí que se dé, ya habrá alguien o algo que impida que soñemos una vez más.
En este punto podríamos adentrarnos en lo de la sanción que la UEFA le impuso al Málaga por no practicar lo que ellos llaman fair-play financiero, motivo por el cual esta temporada no ha podido participar en la Europa League a pesar de que se ganó ese derecho con justicia en el terreno de juego. No voy a hablar mucho más de este tema porque daría para otra entrada bien larga; eso sí, únicamente voy a aprovechar este momento para comentar que hace unos días el Barcelona fue sancionado por la FIFA de tal manera que no podrá fichar en los dos próximos mercados de fichajes. Del dicho al hecho hay un buen trecho, y es que me juego lo que queráis a que esta sanción no se terminará llevando a cabo, bien porque se suspenda cautelarmente, bien porque el recurso sí que llegue a buen puerto (no como pasó con el del Málaga), o bien por otra razón que se inventen para que al final esto sea simplemente una sanción de cara a la galería y no se diga que solamente se ataca a los equipos pequeños. Tiempo al tiempo.
Lo dicho. Que un año después no nos olvidamos de todo lo que pasó, de cómo pasó y de por qué pasó. Tampoco nos olvidamos de que hubo un equipo que plantó cara a los más grandes de Europa, de que hubo una afición que se sintió orgullosa de ese equipo, el Málaga, que les hizo soñar a lo grande.
Estuvimos tres cuartas partes del partido con el pase a las semifinales en nuestra mano desde que Joaquín inauguró el marcador con un gol desde fuera del área, pero por entonces el sexteto arbitral (el árbitro principal, los dos jueces de línea, los jueces de área y el todavía llamado cuarto árbitro), cada uno en su papel, ya había empezado a clavarnos alfileres: faltas a favor no pitadas, saques de banda y de esquina mal asignados, etc. El Borussia de Dortmund empató poco antes del descanso, y a partir de aquí fue cuando esos casi inofensivos alfileres se transformaron en clavos mucho más rotundos y dolorosos: hasta tres jugadores del conjunto alemán debieron ver una segunda tarjeta amarilla en otras tantas jugadas, y por consiguiente ser expulsados. No es lo mismo jugar contra ocho que contra ¿once o diecisiete?, pero el Málaga se mantuvo firme en sus convicciones y posibilidades para mantener el resultado, e incluso se llegó a poner de nuevo por delante con un gol de Eliseu a pocos minutos del final. Sí, no lo vamos a negar, el gol fue en fuera de juego y no debió subir al marcador, aunque, viendo las decisiones que los árbitros habían tomado hasta entonces, era lo mínimo que nos podían 'regalar', y es que muy probablemente fue la única jugada de la que el Borussia tuvo motivos para quejarse.
Y llegó el descuento. Ellos necesitaban dos goles en apenas cuatro minutos para remontar la eliminatoria cuando en los 180 minutos anteriores solamente habían sido capaces de perforar una vez la portería de Willy Caballero. Lo que viene siendo un milagro, para que nos entendamos. Pues sí, se obró el milagro para alegría del conjunto alemán, y para tristeza no, lo siguiente, del Málaga y de sus aficionados. Los que tuvieron la desgracia de estar presentes en el estadio no lo supieron en el momento, pero sí los que lo vimos por televisión. El último gol, el de la remontada definitiva, estuvo precedido de dos fueras de juego en la misma jugada: el primero de ellos con ¡¡¡cuatro jugadores!!! en posición ilegal, y el segundo en las narices del juez de área, ese invento de los que controlan este deporte y del que ha quedado más que demostrada su ineficacia. Los clavos dolieron, y mucho, pero esta jugada se convirtió en la puntilla que certificó lo inexplicable, lo inimaginable, lo impensable.
Mudo y petrificado me quedé en casa de mi amigo Jose mientras veía a los jugadores del Málaga derrumbados sobre el césped, con los brazos en jarra, cabizbajos o simplemente llorando. A mí no me salía ni una sola lágrima, y eso que la escena invitaba a ello, pero era tal la indignación y la estupefacción que me corría por las venas que fui incapaz de llorar y de hablar. En silencio me fui de allí y en silencio caminé hacia mi casa, pensando seguramente en mi padre, a quien necesitaba más que a nadie en ese momento para que me consolara, porque a día de hoy todavía sigo buscando ese consuelo, que por más que lo busco no llega.
El sueño se terminó, aunque sinceramente yo todavía no me creo que lo que ocurrió en aquel partido pasó de verdad. Ni yo ni muchos malaguistas. Por poner un ejemplo además del mío, mi amigo Miguel, que fue uno de los que estuvo en Dortmund, no ha vuelto a ver desde entonces ningún resumen del partido, ningún gol repetido, ninguna acción polémica. Aunque sigamos sin creernos del todo que eso pasó, nos duela o no, él y todos sabemos que va a ser muy difícil que un sueño como éste se repita de nuevo. En primer lugar, porque se me antoja complicado que se vuelvan a dar al mismo tiempo todos los factores que permitieron que un club históricamente humilde como el nuestro viviera esta experiencia, y con factores me refiero a inversión (la del jeque de las dos primeras temporadas), entrenador (Pellegrini) y jugadores (Demichelis, Toulalan, Cazorla, Isco...); y segundo, porque, en el caso de que lo anterior sí que se dé, ya habrá alguien o algo que impida que soñemos una vez más.
En este punto podríamos adentrarnos en lo de la sanción que la UEFA le impuso al Málaga por no practicar lo que ellos llaman fair-play financiero, motivo por el cual esta temporada no ha podido participar en la Europa League a pesar de que se ganó ese derecho con justicia en el terreno de juego. No voy a hablar mucho más de este tema porque daría para otra entrada bien larga; eso sí, únicamente voy a aprovechar este momento para comentar que hace unos días el Barcelona fue sancionado por la FIFA de tal manera que no podrá fichar en los dos próximos mercados de fichajes. Del dicho al hecho hay un buen trecho, y es que me juego lo que queráis a que esta sanción no se terminará llevando a cabo, bien porque se suspenda cautelarmente, bien porque el recurso sí que llegue a buen puerto (no como pasó con el del Málaga), o bien por otra razón que se inventen para que al final esto sea simplemente una sanción de cara a la galería y no se diga que solamente se ataca a los equipos pequeños. Tiempo al tiempo.
Lo dicho. Que un año después no nos olvidamos de todo lo que pasó, de cómo pasó y de por qué pasó. Tampoco nos olvidamos de que hubo un equipo que plantó cara a los más grandes de Europa, de que hubo una afición que se sintió orgullosa de ese equipo, el Málaga, que les hizo soñar a lo grande.
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