domingo, 28 de octubre de 2018

First Man (El primer hombre)

Ayer por la tarde fui con mi amigo Jose y su hermano Fran a los cines del Málaga Nostrum para ver 'First Man (El primer hombre)', una película dirigida por Damien Chazelle y protagonizada por Ryan Gosling (Neil Armstrong) y Claire Foy (Janet Armstrong).
La NASA ve cómo los rusos van por delante de ellos en la carrera espacial tras, entre otros logros, haber conseguido enviar al hombre al espacio, concretamente a Yuri Gagarin. Es entonces, a comienzos de la década de los 60, cuando centran todos sus esfuerzos en llevar al hombre a la Luna, tal y como prometió el presidente Kennedy en uno de sus más famosos discursos. Para ello, crea un programa espacial para el que recluta a algunos de los mejores ingenieros y pilotos norteamericanos, entre los cuales está Neil Armstrong. Este padre de familia, casado con una abnegada y sufrida esposa como Janet, verá cómo esta peligrosa misión se encuentra con la oposición de un país que no entiende por qué se invierte tanto dinero en una conquista del espacio que por el camino se irá cobrando las vidas de varios compañeros, pero que al mismo tiempo le encumbrará y le hará protagonizar una de las páginas más gloriosas de la historia de la humanidad.
Conociendo a los americanos (los de EEUU me refiero), su enorme patriotismo y lo espectacular de sus producciones, cualquiera esperaría una película por todo lo alto para narrar una de las mayores gestas del ser humano, conseguida a más inri por ellos. Pues todo lo contrario, porque la película ni es una 'americanada' (más allá de los necesarios y muy bien conseguidos efectos especiales) ni se centra en la histórica llegada del hombre a la Luna, a la que siendo estrictos solamente le dedica los últimos minutos. Nos encontramos más bien con un relato intimista de un Neil Armstrong esposo y padre, que se enfrenta a la pérdida de una hija de apenas dos años, y de un Neil Armstrong piloto y astronauta, que se enfrenta sin saberlo a la gran aventura de su vida. Lo interpreta con acierto Ryan Gosling, que, si bien no lo borda, cumple con creces a la hora de expresar la frialdad de una persona que convive con la muerte de su hija y de otros astronautas sin saber si él será el próximo en dejarse la vida. La película destaca por ese toque antiguo con colores un tanto gastados y una textura granulada que contrasta con la alta definición de las escenas que tienen lugar en el espacio y la Luna, y consigue el mismo efecto con el sonido, que se transforma en silencio cuando Neil se dispone a bajar del módulo lunar. Por contra, se trata de un largometraje que hace honor a su nombre, y es que, debido al carácter biográfico y a la reservada personalidad que caracteriza al personaje principal, se hace lenta y larga, dando la sensación de que se podría haber recortado un poco; tampoco me ha gustado mucho el final, muy simple para lo que cuenta la película. En resumidas cuentas, nos encontramos con una película imprescindible si quieres conocer la intrahistoria y todo lo que ocurrió antes de ese 21 de julio de 1969 cuyo 50 aniversario tendrá lugar el próximo verano (yo al menos he aprendido mucho viéndola), pero que no te atrapa lo suficiente como para salir maravillado de la sala de cine.

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